viernes, 12 de enero de 2018

RECITAL VOCES DE LOS ECOS MACHADO EN BIDEBARRIETA

RECITAL LAS VOCES DE LOS ECOS EN BIDEBARRIETA

Recuerdo mi infancia Retrato Machado
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
?ya conocéis mi torpe aliño indumentario?,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo
?quien habla solo espera hablar a Dios un día?;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.

Con este autorretrato de Antonio Machado sobra añadir nada más para acercarnos a la personalidad de este gran poeta. En esta velada nos hemos querido centrar exclusivamente en ese Machado menos conocido, más filosófico se podría decir. Hace unos años podíamos haber escuchado la voz de Pessoa con sus 72 heterónimos. Machado no llegó a tantos, tiene 33. El más conocido es Abel Martin y juan de Mairena en la que se van a centrar exclusivamente este recital. Para Machado pensar ilógicamente es abolir el tiempo, pero al poeta no le es dado pensar fuera del tiempo pues piensa su propia vida que en el tiempo no es nada. El intelecto sirve a la poesía señalándole a la poesía el imperativo de su esencialidad. No hay nunca poesía sin ideas, sin visión de lo esencial. La palabra de Machado dialoga con la música de Enrique granados, compositor estético musical de gran sensibilidad pareja a la de Machado. La carrera de Enrique se truncó a una edad bastante temprana, no había cumplido los 50. El año pasado celebramos el centenario de su trágica muerte en aguas del atlántico en un naufragio cuando venía de Nueva York, del estreno de su ópera “goyescas”. Los dos se nutren de las mismas raíces de la cultura hispana de la segunda mitad del siglo xix. Ambos vivieron y sufrieron las mismas experiencias vitales de la época que les tocó vivir y sus respectivas obras nacen del desencanto de esa situación histórica, aunque las respuestas estéticas a ese desencanto no sean las mismas. Cada uno tenía su temperamento propio creativo. Granados dio respuesta al malestar vital creando un universo imaginario y sutil que reconstruye un pasado voluntariamente imaginario. Machado da rienda suelta a ese desencanto desde una posición más radical y estética. 

 

El ojo que ves no es
ojo porque tú lo veas;
es ojo porque te ve.
Para dialogar,
preguntad primero;
después..., escuchad.
Mas busca en tu espejo al otro,
al otro que va contigo.
       
         V
  Entre el vivir y el soñar
hay una tercera cosa.
Adivínala.
       
         VI
  Ese tu Narciso
ya no se ve en el espejo
porque es el espejo mismo.
Nunca traces tu frontera,
ni cuides de tu perfil;
todo eso es cosa de fuera.
Despacito y buena letra:
el hacer las cosas bien
importa más que el hacerlas.
Sin embargo...
                ¡Ah!, sin embargo,
importa avivar los remos,
dijo el caracol al galgo
Despertad, cantores:
acaben los ecos,
empiecen las voces.
Mas no busquéis disonancias;
porque, al fin, nada disuena,
siempre al son que tocan bailan.
''O rinnovarsi o perire''...
No me suena bien.
Navigare é necessario...
Mejor: ¡vivir para ver!
No es el yo fundamental
eso que busca el poeta,
sino el tú esencial.
Se miente más de la cuenta por falta de fantasía
También la verdad se inventa
Autores, la escena acaba
con un dogma de teatro:
En el principio era la máscara

        XLVIII
  Será el peor de los malos
bribón que olvide
su vocación de diablo.
Tras el vivir y el soñar,
está lo que más importa:
despertar.
Poned atención:
un corazón solitario
no es un corazón.
Todo necio
confunde valor y precio.


Abel Martin es el principal heterónimo de Machado. Aparece en el cancionero apócrifo en el 26 en la revista de Occidente y en el 28 engrosa la segunda edición de sus poesías completas. Era un filósofo que murió en Sevilla sin cumplir los 50 años y profesaba un apasionado culto a la mujer y al pensamiento difícil, casi impenetrable. Su primer poema es una copla que ya contenía lo esencial de su metafísica

Mis ojos en el espejo
son ojos ciegos que miran
los ojos con que los veo.
Complementarios recuerdos de sueño y duermevela.
               
Esta maldita fiebre
que todo me lo enreda,
siempre diciendo: ¡claro!
Dormido estás: despierta.
¡Masón, masón!
                       Las torres
bailando están en rueda.
Los gorriones pían
bajo la lluvia fresca.
¡Oh, claro, claro, claro!
Dormir es cosa vieja,
y el toro de la noche
bufando está a la puerta.
A tu ventana llego
con una rosa nueva,
con una estrella roja,
y la garganta seca.
¡Oh, claro, claro, claro!
¿Velones? En Lucena.
¿Cuál de las tres? Son una
Lucia, Inés, Carmela;
y el limonero baila
con la encinilla negra.
¡Oh, claro, claro, claro!
Dormido estás. Alerta.
Mili, mili, en el viento:
glu-glu, glu-glu, en la arena.
Los tímpanos del alba,
¡qué bien repiquetean!
¡Oh, claro, claro, claro!
          
En la desnuda tierra
                         III
Era la tierra desnuda,
y un frío viento, de cara,
con nieve menuda.
  Me eché a caminar
por un encinar de sombra:
la sombra de un encinar.
  El sol las nubes rompía
con sus trompetas de plata.
La nieve ya no caía.
  La vi un momento asomar
en las torres del olvido.
Quise y no pude gritar.
 
            IV
  ¡Oh, claro, claro, claro!
Ya están los centinelas
alertos. ¡Y esta fiebre
que todo me lo enreda!...
Pero a un hidalgo no
se ahorca; se degüella,
seor verdugo. ¿Duermes?
Masón, masón, despierta.
Nudillos infantiles 
y voces de muñecas.
          
  ¡Tan-tan! ¿Quién llama, di?
—¿Se ahorca a un inocente
en esta casa?
         —Aquí
se ahorca, simplemente.
         
  ¡Qué vozarrón! Remacha
el clavo en la madera.
Con esta fiebre... ¡Chito!
Ya hay público a la puerta.
La solución más linda
del último problema.
Vayan pasando, pasen;
que nadie quede fuera.
         
  —¡Sambenitado, a un lado!
—¿Eso será por mí?
¿Soy yo el sambenitado,
señor verdugo?
                      —Sí.
          
  ¡Oh, claro, claro, claro!
Se da trato de cuerda,
que es lo infantil, y el trompo
de música resuena.
Pero la guillotina,
una mañana fresca...
Mejor el palo seco,
y su corbata hecha.
¿Guitarras? No se estilan.
Fagotes y cornetas,
y el gallo de la aurora,
si quiere. ¿La reventa
la hacen los curas? ¡Claro!
¡¡¡Sambenitón, despierta!!!
 
            V
  Con esta bendita fiebre
la luna empieza a tocar
su pandereta; y danzar
quiere, a la luna, la liebre.
De encinar en encinar
saltan la alondra y el día.
En la mañana serena
hay un latir de jauría,
que por los montes resuena.
Duerme. ¡Alegría! ¡Alegría! 
         
           VI
  Junto al agua fría,
en la senda clara,
sombra dará algún día
ese arbolillo en que nadie repara.
Un fuste blanco y cuatro verdes hojas
que, por abril, le cuelga primavera,
y arrastra el viento de noviembre, rojas.
Su fruto, sólo un niño lo mordiera.
Su flor, nadie la vio. ¿Cuándo florece?
Ese arbolillo crece
no más que para el ave de una cita,
que es alma —canto y plumas— de un instante,
un pajarillo azul y petulante
que a la hora de la tarde lo visita.
 
              VII
  ¡Qué fácil es volar, qué fácil es!
Todo consiste en no dejar que el suelo
se acerque a nuestros pies.
Valiente hazaña, ¡el vuelo!, ¡el vuelo!, ¡el vuelo!
 
             VIII
  ¡Volar sin alas donde todo es cielo!
Anota este jocundo
pensamiento: Parar, parar el mundo
entre las puntas de los pies,
y luego darle cuerda del revés,
para verlo girar en el vacío,
coloradito y frío,
y callado —no hay música sin viento—.
¡Claro, claro! ¡Poeta y cornetín
son de tan corto aliento!...
Sólo el silencio y Dios cantan sin fin.
 
           IX
Pero caer de cabeza,
en esta noche sin luna,
en medio de esta maleza,
junto a la negra laguna... 
           
  —¿Tú eres Caronte, el fúnebre barquero?
Esa barba limosa...
               —¿Y tú, bergante?
—Un fúnebre aspirante
de tu negra barcaza a pasajero,
que al lago irrebogable se aproxima.
—¿Razón?
        —La ignoro. Ahorcóme un peluquero.
—(Todos pierden memoria en este clima.)
—¿Delito?
        —No recuerdo.
                  —¿Ida, no más?
—¿Hay vuelta?
              —Sí.
                —Pues ida y vuelta, ¡claro!
—Sí, claro... y no tan claro: eso es muy caro.
Aguarda un momentín, y embarcarás.
 
                X
¡Bajar a los infiernos como el Dante!
¡Llevar por compañero
a un poeta con nombre de Lucero!
¡Y este fulgor violeta en el diamante!
Dejad toda esperanza... Usted, primero.
¡Oh, nunca, nunca, nunca! Usted delante.
               
  Palacios de mármol, jardín con cipreses,
naranjos redondos y palmas esbeltas.
Vueltas y revueltas,
eses y más eses.
«Calle del Recuerdo». Ya otra vez pasamos
por ella. «Glorieta de la Blanca Sor».
«Puerta de la luna». Por aquí ya entramos.
«Calle del Olvido». Pero ¿adónde vamos
por estas malditas andurrias, señor?
 
  —Pronto te cansas, poeta.
—«Travesía del Amor»...
¡y otra vez la «Plazoleta
del Desengaño Mayor»!...
 
           XI
—Es ella... Triste y severa.
Di, más bien, indiferente
como figura de cera.
            
  —Es ella... Mira y no mira.
—Pon el oído en su pecho
y, luego, dile: respira.
             
  —No alcanzo hasta el mirador.
—Háblale.
         —Si tú quisieras...
—Más alto.
         —Darme esa flor.
¿No me respondes, bien mío?
¡Nada, nada!
Cuajadita con el frío
se quedó en la madrugada.
 
         XII
¡Oh, claro, claro, claro!
Amor siempre se hiela.
¡Y en esa «Calle Larga»
con reja, reja y reja,
cien veces, platicando
con cien galanes, ella!
¡Oh, claro, claro, claro!
Amor es calle entera,
con celos, celosías,
canciones a las puertas...
Yo traigo un do de pecho
guardado en la cartera.
¿Qué te parece?
            —Guarda.
Hoy cantan las estrellas,
y nada más.
         —¿Nos vamos?
—Tira por esa calleja.
—Pero ¿otra vez empezamos?
«Plaza Donde Hila la Vieja».
Tiene esta plaza un relente...
¿Seguimos?
          —Aguarda un poco.
Aquí vive un cura loco
por un lindo adolescente.
Y aquí pena arrepentido,
oyendo siempre tronar,
y viendo serpentear
el rayo que lo ha fundido.
«Calle de la Triste Alcuza».
—Un barrio feo. Gentuza.
¡Alto!... «Pretil del Valiente».
—Pregunta en el tres.
                —¿Manola?
—Aquí. Pero duerme sola:
está de cuerpo presente.
¡Claro, claro! Y siempre clara,
le da la luna en la cara.
—¿Rezamos?
           —No. Vamonós.
Si la madeja enredamos
con esta fiebre, ¡por Dios!,
ya nunca la devanamos.
... Sí, cuatro igual dos y dos.

¿Ya sientes la savia nueva?
Cuida, arbolillo,
que nadie lo sepa.
       
         XCVII
  Cuida que no se entere
la cucaña seca
de tus ojos verdes

        XCVIII
  Tu profecía, poeta.
-Mañana hablaran los mudos:
el corazón y la piedra.
        XCIX
  -¿Mas el arte?...
                -Es puro juego,
que es igual a pura vida,
que es igual a puro fuego.
Veréis el ascua encendida
 
Juan de Mairena era otro heterónimo; un poeta filosofo retorico e inventor de la máquina de cantar. Nace en 1865 en Sevilla y muere en Casariego de Tapia en 1909. Es autor de una vida de Abel Martin y su arte poético es una colección de poesías y coplas metálicas y un tratado de metafísica de 7 reversos
Mairena a Martin muerto.
Maestro, en tu lecho yaces,
en paz con Ella o con Él...
(¿Quién sabe de últimas paces,
don Abel?)
Si con Ella, bien colmada
la medida,
dice, quieta, en la almohada
tu noble cabeza hundida.
Si con Él, que todo sea
–donde sea– quieto y vivo,
el ojo superlativo,
que mire, admire y se vea.

Del juglar meditativo
quede el ínclito ideario
para el alba que aun no ríe;
y el muñeco estrafalario
del retablo desafíe
con su gesto al sol gregario.–

Hiedra y parra. Las paredes
de los huertos blancas son.
Por calles de Sal-Si-Puedes
brillan balcón y balcón.
Todavía, ¡oh don Abel!,
vibra la campanería
de la tarde, y un clavel
te guarda Rosa María.
Todavía
se oyen entre cipreses
de tu huerto y laberinto
de tus calles –eses y eses,
trenzadas, de vino tinto–
tus pasos; y el mazo suena
que en la fragua de un instinto
blande la razón serena.
De tu logos variopinto,
nueva ratio,
queda el ancla en agua y viento,
buen cimiento
de tu lírico palacio.
Y cuajado en piedra el fuego
del amante,
(Amor bizco y Eros ciego)
brilla al sol como diamante. 


Una de obras fundamentales de la literatura contemporánea es Juán Marinera. En el 36 publica. Sentencias donaires apuntes y recuerdos de un profesor, apócrifo de Machado. Uno de los 33 heterónimos habla así de sí mismo; 

láceme poneros un poco en guardia contra mí mismo. De buena fe os digo cuanto me parece que puede ser más fecundo en vuestras almas, juzgando por aquello que, a mi parecer, fue más fecundo en la mía. Pero esta es una norma expuesta a múltiples yerros. Si la empleo es por no haber encontrado otra mejor. Yo os pido un poco de amistad y ese mínimo de respeto que hace posible la convivencia entre personas durante algunas horas. Pero no me toméis demasiado en serio. Pensad que no siempre estoy seguro de lo que digo, y que, aunque pretendo educaros, no creo que mi educación esté mucho más avanzada que la vuestra. No es fácil que pueda yo enseñaros a hablar, ni a escribir, ni a pensar correctamente, porque yo soy la incorrección misma, un alma siempre en borrador, llena de tachones, de vacilaciones y de arrepentimientos "Llevo conmigo un diablo -no el demonio de Sócrates-, sino un diablejo que me tacha a veces lo que escribo, para escribir encima lo contrario de lo tachado; que a veces habla por mí y otras yo por él, cuando no hablamos los dos a la par, para decir en coro cosas distintas. ¡Un verdadero lío! Para los tiempos que vienen, no soy yo el maestro que debéis elegir, porque de mí sólo aprenderéis lo que tal vez convenga ignorar toda la vida: a desconfiar de vosotros mismos"

En el libro refleja con una visión escéptica el mundo perfilado a través de la ironía. Hay complejidad y trasparencia, es una una mezcla, como todo en el poeta. La Poesía trasciende la forma y retorica poética. La verdad del hombre empieza donde acaba su propia poesía, y anota sobre ello. Mairena dice a sus discípulos; Señores, ningún gran filósofo renegaría de la verdad, si por azar la oyera de labios de su portero. Pero esto es un privilegio de los grandes filósofos. La mayoría de los hombres preferirá, a la verdad vulgarizada, (por ej.: dos y dos = cuatro), la mentira ingeniosa o la tontería sutil, más allá del alcance de los tontos. Meditad sobre esto.
Seguir preguntando, nunca os canséis de preguntar. Sin preocuparos demasiado en las respuestas. Nuestras inquietudes estan en nuestra alma dispuestas como balas en un rifle. Siempre hay una que más nos preocupa el disparador y otras que ocupan su lugar. Han suprimido o acortado la capilla de la pena capital; obligar a un hombre a esperar la muerte es más cruel que matarlo
El tiempo nos mata, la espera, esperar a morir, el cocer de un huevo…Entre un hecho y otro hay un intervalo vacío o que lo parece y ese es el que nos mata. El hombre es vaciador de tiempo. Vivir es devorar tiempo, esperar. Por trascendente que quiere ser espera, siempre es espera de seguir esperando. El niño está en el cuarto oscuro donde la madre le encerró, es poeta puro que canta al tiempo y al yo
La verdad del hombre empieza donde acaba su propia tontería. La tontería del hombre es inagotable
Lo corriente en el hombre es la tendencia a creer verdadero lo que reporta alguna verdad. Comulgar con ruedas de molino
La blasfemia parte de la religión popular. Desconfiar de un pueblo que no blasfema. Lo común ahí es el ateísmo. Dios que lee los corazones de la gente se dejará engañar, antes perdona él la blasfemia que la que hipócritamente lo guarda en el fondo del alma o trucada en oración. Hay una blasfemia que se calla o trueca en oración y otra que escupe al cielo y esa es la que perdona Dios
Se habla del fracaso de los intelectuales en política. Yo no creído en ello. Se confunde con el fracaso de ciertos virtuosos de inteligencia, de algún ingenio literario o habilidad ajena a la literatura. Los médicos fonéticos no son los más inteligentes.
El más superficial y aparente triunfa En política sólo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire; jamás quien pretende que sople el aire donde pone la vela.
El hombre ha venido a pelearse en cismas de religión. Si volviera Cristo se haría la que dios es cristo
Al hombre político hay que exigirle virtudes públicas que se resumen en la fidelidad a la propia mascara
Un hombre público que queda mal en público es peor que una mujer publica que queda mal en privado
No hay lio político que no sea un trueque, confusión de máscaras, mal ensayo de comedia donde nadie sabe su papel. Procurar los que vais para políticos que vuestra mascara sea obra vuestra. Hacerla vosotros mismos para evitar que os la impongan vuestros consejeros. No hacerla tan impermeable porque tarde o temprano hay que dar la cara
Recordemos otra vez el consejo maquiavélico que olvidó Maquiavelo, que tu enemigo no tenga nunca razón, ni tenga contra ti. El hombre es animal que trabaja con la razón, la embiste con ella
Los hombres de vuelta de todas las cosas no han ido a ninguna parte porque ya es mucho ir, volver a lo que nunca ha vuelto
El paleto perfecto es el que nunca se asombra de nada, ni aun de su propia estupidez
Huir de escenarios y púlpitos, plataformas y pedestales. No perdáis el contacto con el suelo, para lograr una idea aproximada de vuestra estatura
Poesía; diálogo del hombre con el tiempo. El poeta puro ha de entenderse a solas con el tiempo que ha vaciado. Conversar es el susurrar de sus propios oídos, materialización de lo temporal
Poesía es lo que hacen los poetas, algo, no preguntéis al poeta pues él nunca os contentará
La nueva sensibilidad, una expresión que he visto escrita muchas veces y he empleado alguna vez, no sé qué puede significar, suena mal pero no es desatino. Los destinos cambian en la vida del hombre. Nada es tan voluble como el sentimiento. Que aprendan de ello los poetas que creen que basta sentir para escribir poesía
¿Pensáis que un hombre no puede llevar dentro de sí más de un poeta? Lo difícil seria que no llevara más que uno
Las obras poéticas más bellas rara vez tienen un solo autor. Los grandes poetas son metafísicos fracasados. Los grandes filósofos son poetas que creen en la realidad de sus poemas
El poeta ve más claro en lo futuro, lo poético es ver y como toda visión requiere distancia perdonar al poeta atento a lo que viene y va y no ve lo que pasa. Quisiéramos coger con las manos el viento en los ojos de Homero, el mar multi sonoro en sus oídos en lo que nosotros llamamos actualidad.
Sed incomprensivos. Aconsejo la incomprensión, destripar los chistes de los tontos. Si sales de Madrid camina hacia el norte y cuida de tus botas porque las rozas primero, después las matas y después Torrelodones, Villalba etc. En efecto mucho trajín para el calzado
El sello de la incomprensión es el signo de inteligencia y alguien que piensa algo en contra de lo que se le dice, la única manera de pensar algo. Os aconsejo pensar alto o profundo, de la calidad no os preocupéis, ella se os dará por añadidura. Solo el pensar filosófico tiene nobleza, se engendra en el acto amoroso de la dignidad del otro, y la pelea con uno mismo. Cristo muriendo en la cruz no es lo mismo que el mundo matando a cristo para salvarse. Aunque el resultado fuera el mismo, no es lo mismo
En tiempos duros luchan los pueblos contra ellos, razas contra razas, mal año para exceptos desocupados y charlatanes. Pensar para reforzar los resortes de la acción. Hay que vivir, dar un grito de bandera cuando hombres se deciden a matarse. La chapa de Voltaire no hará reír ni mucho menos convencerá a nadie. Esta catedra mía de retórica, no de gimnasia, será suprimida si es que no se me condena por corruptor de la juventud
Cuando se ponga de moda el hablar claro veremos, como dicen en Aragón. Lo distinguido aristocrático será hacerse comprender de todo el mundo sin decir demasiadas tonterías. No nos engañemos, el amor al campo es una afición a la naturaleza como espectáculo. El campo para el arte moderno es una invención de la ciudad, una creación del tejido urbano y del terror humano a las aglomeraciones. Amor a la naturaleza según se muere. El hombre moderno busca en el campo soledad, algo muy antinatural, se busca así mismo. Lo natural en el hombre es buscarse a uno en el otro, en el amigo, como dice Unamuno, joven sabio rector de Salamanca. Creo que el hombre moderno huye de sí mismo ante plantas y piedras por miedo a la propia animalidad que la ciudad exalta y corrompe. Es en la soledad campesina donde el hombre deja de vivir entre espejos
Lástima de los mejores propósitos, aquellos que se malogran mientras triunfan los arribistas, tontos de la peor especie
El medio más eficaz para que las cosas no cambien por dentro es renovarlas y removerlas por fuera constantemente
Por debajo de lo que se piensa esta lo que se cree, como en una capa más honda de nuestro espíritu
Hay hombres tan profundamente divididos consigo mismos que creen lo contrario de lo que piensan
Cristo predicó humildad a los poderosos. Cuando vuelva predicará orgullo a los humildes
Catástrofe moral de grandes proporciones; solo quedan en pie las virtudes cívicas, los políticos deberán gobernar con ellas. Adelantarnos con inteligencia y devolver la dignidad humana al animal
No pretenderemos nunca educar a las masas, que las parta un rayo a las masas, nos dirigimos al hombre, lo único que nos interesa, al individual, al esencial y empíricamente dado en circunstancias de lugar y tiempo, al ser humano en relación a la naturaleza. La educación del niño masa seria en realidad la pedagogía, el niño rebela que lo que no puede comprender no merece la pena ser enseñado. No aceptamos a enseñarlo porque no sabemos nosotros bien todavía
Degradación de lo cómico y la risa; nunca ha habido verdad en mundo porque hay muchas personas que rebuznan cuando ríen
Bien mirado o oído nada hay más triste u apocalíptico que el viejo que tiñe canas, el joven se puso la peluca antes de tiempo, juventud y vejez son papeles que reparte la vida y no coinciden con nuestra vocación
Preguntar todo como niños, por qué esto y lo otro y lo de más allá. En España nadie pregunta a no ser para responderse a sí mismos. Por eso no hay diálogo. En España somos esencialmente paletos, estamos de vuelta sin haber ido a ningún lado.
No os jactéis de autodidactos, poco aprendemos en el auxilio ajeno. Pero ese poco, no olvidéis, es impórtate y nadie puede enseñarlo.
Zapatero a tus zapatos os dirán, ¿cuál es mi zapato? Para evitar confusiones lamentables ¿me puede decir cuál es el suyo?
Claridad es ser vehemente con aspiración. Sacar al sol nuestra propia tiniebla es ya plausible. Luego como dicen en Aragón; veremos
Autor de mis días, metáfora de segundo grado ingenioso y de barroquismo encantador
En una sociedad organizada sobre el trabajo humano, haríamos del hombre su especialidad. Que el sujeto tenga más importancia que la mayoría de los prójimos. El empresario haría socio de honor al gerente. Se le reconoce sin saber por qué una idoneidad para el lucro, la exhibición y el ser anfitrión. Si pierde el señor importante su importancia llegará la tristeza del domingo afligiendo los corazones
Las cabezas de choque pueden ser útiles políticos si no actúan por iniciativa propia. Lo más importante en política
Conviene estar de vuelta de todo sin haber ido a ninguna parte
Cuando leemos en periódicos noticias de grandes batallas, en que mueren miles de hombres, ¿cómo podemos dormir aquella noche? Dormimos y despertamos pensando en otra cosa. ¡Tenemos tan poca imaginación…! Si muere el perro al lado somos capaz de llorarles. Para nosotros, como para Galileo, la naturaleza está escrita en las matemáticas, nuestro pensamiento y la tragedia está pensada aritméticamente y no puede conmovernos. Necesitamos plañideras para las guerras que se avecinan, madres desmelenadas con niños en brazo gritando “no más guerra”. No serviría de mucho. No faltaría una voz imperativa que no sería la de Sócrates que mandaría callar a las mujeres, “silencio, que van a hablar los cañones”. No será verdad nada de lo que pensamos. 

En estos poemas Machado expresa una obsesión por la vejez y muerte

(MUERTE DE ABEL MARTÍN)
Pensando que no veía
porque Dios no le miraba,
dijo Abel cuando moría:
Se acabó lo que se daba.
J. de Mairena: Epigramas

Los últimos vencejos revolean
en torno al campanario;
los niños gritan, saltan, se pelean.
En su rincón, Martín el solitario.
¡La tarde, casi noche, polvorienta,
la algazara infantil, y el vocerío,
a la par, de sus doce en sus cincuenta!
  ¡Oh alma plena y espíritu vacío,
ante la turbia hoguera
con llama restallante de raíces,
fogata de frontera
que ilumina las hondas cicatrices!
  Quien se vive se pierde, Abel decía.
¡Oh, distancia, distancia!, que la estrella
que nadie toca, guía.
¿Quién navegó sin ella?
Distancia para el ojo —¡oh lueñe nave!—,
ausencia al corazón empedernido,
y bálsamo suave
con la miel del amor, sagrado olvido.
¡Oh gran saber del cero, del maduro
fruto sabor que sólo el hombre gusta,
agua de sueño, manantial oscuro,
sombra divina de la mano augusta!
Antes me llegue, si me llega, el Día,
la luz que ve, increada,
ahógame esta mala gritería,
Señor, con las esencias de tu Nada.

II
  El ángel que sabía
su secreto salió a Martín al paso.
Martín le dio el dinero que tenía.
¿Piedad? Tal vez. ¿Miedo al chantage? Acaso.
Aquella noche fría
supo Martín de soledad; pensaba
que Dios no le veía,
y en su mudo desierto caminaba.
  Y vio la musa esquiva,
de pie junto a su lecho, la enlutada,
la dama de sus calles, fugitiva,
la imposible al amor y siempre amada.
Díjole Abel: Señora,
por ansia de tu cara descubierta,
he pensado vivir hacia la aurora
hasta sentir mi sangre casi yerta.
Hoy sé que no eres tú quien yo creía;
mas te quiero mirar y agradecerte
lo mucho que me hiciste compañía
con tu frío desdén.
             Quiso la muerte
sonreír a Martín, y no sabía.
  Viví, dormí, soñé y hasta he creado
—pensó Martín, ya turbia la pupila—
un hombre que vigila
el sueño, algo mejor que lo soñado.
Mas si un igual destino
aguarda al soñador y al vigilante,
a quien trazó caminos,
y a quien siguió caminos, jadeante,
al fin, sólo es creación tu pura nada,
tu sombra de gigante,
el divino cegar de tu mirada.
V
  Y sucedió a la angustia la fatiga,
que siente su esperar desesperado,
la sed que el agua clara no mitiga,
la amargura del tiempo envenenado.
¡Esa lira de muerte!
              Abel palpaba
su cuerpo enflaquecido.
¿El que todo lo ve no le miraba?
¡Y esta pereza, sangre del olvido!
¡Oh, sálvame, Señor!
              Su vida entera,
su historia irremediable aparecía
escrita en blanda cera.
¿Y ha de borrarte el sol del nuevo día?
Abel tendió su mano
hacia la luz bermeja
de una caliente aurora de verano,
ya en el balcón de su morada vieja.
Ciego, pidió la luz que no veía.
Luego llevó, sereno,
el limpio vaso, hasta su boca fría,
de pura sombra —¡oh, pura sombra!— lleno.

  

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