lunes, 25 de diciembre de 2017

CONFERENCIA DE JORGE BUCAY

¿Si encuentras a un esclavo soñando que es libre hay que dejarle o despertarle? El problema no está en la sociedad que vive aletargada sino en qué hacemos la gente que no hemos despertado y vemos a los demás profundamente dormidos, como drogados, sedados, en coma. ¿morderemos nosotros también la manzana llena de veneno para no sufrir viendo a los demás dormidos y nosotros despiertos? ¿seguiremos predicando en el desierto, dando palos de ciego en el viento con la quijada del Quijote? El problema de los esclavos de la Caverna de Platón es que cuando escapan de sus cadenas y ven la luz del Sol como metáfora, cuando descubren que lo que la mayoría de gente vive es un teatro de sombras, vuelven a la caverna para liberar a los demás presos de esa oscuridad, oscurantismo y penumbra y los esclavos, felices de serlo, les toman como locos y no quieren liberarse de esa gruta de su ignorancia. 
 
Bucay se ha dedicado a despertar a gente que “dormía”. Lo hacía no por maldad o bondad sino porque él creía que era lo mejor. Bucay dice a su público en esta conferencia que si le ven dormido le despierten, que no le dejen soñar lo que no es, que no le dejen en la fantasía que le seda. Prefiere padecer la realidad dolorosa, aunque no la pueda cambiar, que vivir entre sueños una realidad que no es. Es como el cuento del emperador va desnudo. Un modista le promete hacerle al rey un traje invisible. Pero en realidad no hace ningún traje, simplemente le desnuda y el rey es paseado por el pueblo desnudo. Nadie se atreve a decir que el emperador va desnudo salvo un niño. Ese niño es el símbolo del intelectual que se atreve a contradecir al poder en beneficio a la verdad. 
  
Bucay cuenta un cuento antiguo, (aunque estas cosas no son nuevas); es la historia de un hombre viejo y sabio. La sabiduría siempre se ha representado en un solitario hombre de barba blanca que vive perdido en una ermita con una vida llena de privaciones. Así identificamos la sabiduría. Este viejo sabio bajaba al pueblo veces por semana. Se veía con sus paisanos. Les saludaba. El pueblo era hermoso. Se reunía en la taberna o en la plaza o en las calles. El sabio tuvo un sueño, soñó que una lluvia extraña caía con agua contaminada en los pozos del pueblo. Quien bebiera de esa agua se volvería loco. Pensó que era una profecía. Recogió todo el agua de lluvia posible para evitar la contaminación. Les advirtió a la gente de que guardaran agua pura porque se iba a contaminar enseguida. Esa agua hacia que los hermanos se pelaran y llenaría el pueblo de rivalidad, competencia, odio, rencores y peleas y haría que todos ansiaran lo del otro. La situación es grabe cuando se acerca una inundación. “No prueben el agua contaminada”, les decía a todos, pero todos le tomaban por loco. Decían que en su cueva había diseñado esa estupidez, y no dieron importancia a su sueño, le dijeron que tomara una copa y se fuera tranquilo. El no probó de las aguas del pozo. Bajó al pueblo, que sí había probado el agua. Los efectos de agua ya se veían, los hermanos discutían por si el cerco de tierra era de uno o de otro, se ponían celosos porque el otro miraba a su mujer o se preguntaban si existía Dios o no. Se acusaban el uno al otro de haber robado lo del otro. el pueblo pacifico se llenó de intolerancia y enemistades y estaba carente de amor. Llegó al pueblo la locura, la rivalidad y el enfrentamiento, no había ya espacio para los dos, se peleaban y la envidia se apoderó del pueblo. Todo esto pasaba porque habían probado el agua. “Lo que les pasa es el efecto del agua. No beban de esa agua, beban del agua guardada. Yo guarde agua, voy a traerles esa agua”, les decía el sabio que trajo barriles y jarros llenos de agua fresca. Pero le echaron del pueblo, le condenaron al ostracismo. “Si siguen bebiendo del agua se contaminarán”. La competencia, odio, la rivalidad, los celos y la envidia destruían el alma de las personas. El sabio lloró por todo lo que habían perdido. Sus lágrimas aún no estaban contaminadas. Pero él acabó por beber del agua contaminada, porque nadie le creía y para todos era el loco. Por ser como los demás, por no ser el diferente y marginado loco, el sabio acabó bebiendo del agua contaminada, haciéndose uno con el pueblo pervertido por el agua. 
 
Es un cuento terrible y absurdo, metáfora de lo que nos pasa. Nacimos esencialmente puros, decía Rousseau, con la naturaleza humana que es compartir, la generosidad, pero luego nos contaminamos. Esa contaminación puede ser el capitalismo o el consumismo, es una metáfora de muchas cosas. Esa agua contaminada con la mejor de las intenciones nos la dieron nuestros padres y en la educación se lo repetimos a nuestros hijos que beban del agua. Lo hacemos porque creemos que es lo mejor para ellos. Cada sociedad en la historia y a través de los tiempos han entrenado a niños y jóvenes adultos adaptándoles a la sociedad que les toca vivir. La adaptación de hoy no es sana, no es abrirse al amor sin razones para competir. Educamos para competir y no para compartir. Elegimos un buen colegio para nuestros hijos y los premiamos si sacan un diez. Saca más nota que el otro y sé tú el mejor. Damos premios a los que sacan buenas notas y no a los que se esfuerzan. Premiamos a los que aprueban y no a los que aprenden. Estamos orgullosos de nuestro niño abanderado con el cuadro de honor. Les hemos entrenado a que compitan. Este sistema educativo valorado con nota genera rivalidades y competencia. Así empieza la historia discriminadora de unos con otros. 
  
Se hizo un experimento con dos bebes iguales. Al de piel blanco lo pintaron de negro. Los niños decían; ”El muñeco bonito es el blanco. Es el bueno”. Tenían más confianza en el blanco porque sus ojos eran azules y su cuerpo blanco. Los padres a veces somos permisivos o autoritarios. O sobreprotectores. “Mi hijo nunca lo haría” y así eludimos con ellos hablar de drogas o del tema del sexo. Es necesaria una escuela para padres, reeducarlos. Buckay ha escrito 21 libros y ha sido traducido a 37 idiomas. Su sabiduría es un bálsamo y tabla de salvación entre las personas dispares de varias culturas. Bucay escribe libros de autoayuda para personas adultas, en forma de novelas, ensayos, reflexiones. Sus hijos se llaman Ademia y Claudia, y tiene tres nietos. Es un hombre de mundo. Ahora coge un avión Nejar Madrid Buenos Aires para estar junto a Lucia, su compañera sentimental. En el estado de México donde vive, la presidenta la señora doña Marta le propuso organizar un premio para premiar a los niños por sus notas. Él le respondió que estaría mejor premiar a los niños por su concienciación social, no por sus notas. Dos meses más tarde se pusieron en contacto con Bucay y han creado el concurso. El niño que ganó el premio se ocupa de sus hermanos y padres. Al recibir el premio dijo que era la madre la que cuida de ellos y la que se merecía el premio. 
 
 



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