viernes, 8 de diciembre de 2017

STANISLAW IGNACY WITKIEWICZ

Estos son los tres mosqueteros de la vanguardia polaca; Bruno schulz 1892 (se agradece un nombre corto), Witold grombrowicz 1904 y Stanisław Ignacy Witkiewicz 1885. 

A finales del XIX y principios del XX se escribe el Ulises, Virginia Woolf o el tiempo perdido de Proust. Ya no tiene razón de ser la novela entendida al modo realista. Hay una nueva forma donde desaparecen los narradores en tercera persona. El mundo es cada vez más confuso y no hay narradores que lo sepan todo. En primera persona el narrador cuenta o que él ve, lo que sabe. O está escrito en tercera, pero con un estilo indirecto libre. Así se renueve la vanguardia polaca. Henry james es el iniciador de estos cambios. Es el nuevo pensamiento de Polonia, deshacerse de los lastres del pasado, del peso de la política, de buscar la identidad en la novela. Los tres fueron amigos con lo radicalmente distintos que eran y los tres acabaron malamente
 
Stanisław Ignacy Witkiewicz 1885.

Su padre se llamaba igual y era artista. Por eso invento un seudónimo, Witkacy- Tocó muchos palos en su vida. Empezó de pintor fotógrafo y dramaturgo. Escribió unas 35 obras de teatro universal. Se han hecho obras suyas. Le interesaba la filosofía. El padre era pintor y crítico de arte. La madre profesora de música. Le educaron en el hogar, no formándose en la escuela. Viajó de jovencito a Viena Múnich Venecia roma Palermo y bellas artes de Cracovia de escribió. Viajó sin acabar sus estudios a París y allí siguió, tuvo un romance tórrido con una actriz. Y escribe las 622 caídas de Bungo. La novela ocurre en el París decadente y el romance extremo a esta actriz. Vuelve a Polonia y tiene una novia que se suicida en 1913 no se sabe porqué. Malinosky el famoso antropólogo del siglo xx fue polaco y amigo del padre de este escritor. Por eso su padre le empuja a acompañar al antropólogo en su viaje a las islas Salomón del pacifico celan indonesia Australia, en calidad de fotógrafo dibujante, complementando así sus estudios. Al regresar participó en la primera guerra que fue recibida por todos con entusiasmo. Fue herido y acabó en san Petersburgo y le pilla la revolución soviética de 1917. La apoya. Da apoyos de forma entusiasta. Cuando vio a encarnizamiento y por dónde iban los acontecimientos se desencantó y volvió a Polonia. Crea el movimiento formista. Comenzó como un expresionismo en la pintura en la época de vanguardias. Lo traslada al teatro, escribe y dirige teatro. Crea la forma absoluta pura en pintura y teatro, con un trasfondo filosófico. Desecha el realismo. La forma de expresar la realidad es crear nuevas formas, distorsionar la realidad para mostrarla. Como hacia Valle Inclán con el esperpento. Su teatro no se puede ni llevar al escenario. Son espejos cóncavos convexos y busca la deformación de la realidad. Es tan caricatura de si misma la realidad que el realismo no es buen instrumento para reflejarla. Hay que distorsionar la realidad. El humor, lo grotesco, lo que busca es la distorsión de la realidad. Tiene que ver con las pequeñas leyendas que Goya ponía en sus cuadros en vez de titulos. Así lo deja enigmático el cuadro. Eduard Munch es otra influencia de su pintura. En 1904 tiene una crisis y renuncia a la pintura. Pasó de dedicarse a la pintura de retratos. Le contrataban y hacia 5 posibilidades de teatro, del más realista al más distorsionado. El no admitida que le pidieran el más distorsionado porque ese se lo quedaba él. Lo llamó la compañía de retratos. La cultura se deshumaniza cada vez más según su opinión. El avance científico técnico y la política comunista socialista o la democracia hace que la cultura pierda su razón de ser. La civilización es una encrucijada, la mecanización hacia las masas felices, pero destruye la religión y la filosofía ante la vida, renuncia a la extrañeza metafísica y al misterio de la existencia. Es una buena apreciación. Lo de hacer felices es algo que no se plantea hasta el siglo xx. Todos somos felices en el súper comprando lo que queramos, pero la socialización e igualdad de la mecanización ha creado una gente inapetente espiritualmente y acomodada y aburguesada. Es precursor del teatro del absurdo. Entre 1918 y 1925 escribe 30 obras teatrales. Deforma la realidad para mostrar la vida espiritual aniquilada por la degradación de la cultura y la civilización. Es la victoria contra el tedio emocional y una búsqueda desesperada de respuestas. Sus obras están llenas de emoción y angustia por ese proceso de mecanización que despoja del carácter humano. Tiene miedo a la dictadura de masas llamada democracia. Es crítico con ella tras su experiencia en la revolución rusa.

En su novela insaciabilidad denuncia la sociedad, como una distopia de un futuro donde nos invaden los chinos. Fue profético. Solo se librarán los polacos. Es una sociedad fordista del trabajo, de lo material que anula toda experiencia humana. Está contra el capitalismo de EEEUU y el comunismo de la URSS. Es duro con los dos al mismo tiempo. Con esa cabeza es una pena que se suicidara. En 1930 publica sus obras teatrales que se pueden encontrar en antologías especiales. Publica la gallina acuática, el loco y la monja, los zapateros, la sonata de Belcebú. Escribió libros estéticos sobre las nuevas formas de pintura. En 1919. Es un autor un poco difícil. Escribe las 622 caídas de Bungo. Adiós al otoño 1927. Insaciabilidad en el 30. Es publicado en una editorial nueva, el círculo de escritores olvidados. En el 36  se suicida y en el 39 le publican, al principio de la primera guerra, y se vuelve a editar en 1957 y nunca se redita más porque era molesta para los comunistas. Cayó un poco en el olvido. Pero dicen que es una de las más grandes novelas de la literatura europea de entreguerras y por tanto no se entiende nada. Profetiza las locuras de siglo xx y es premonitorio de la decadencia de la civilización. Acabarán los artistas, habrá nuevas religiones, opciones políticas, neurosis y fobias personales y nervios. El fin de época en Europa es visto como el principio de la decadencia. Los políticos son oportunistas. Hace juegos de palabras constantes. Escribe ”despertar y locura” sobre el efecto de los narcóticos en la mente humana, probó con el peyote y la mescalina, pero fueron experimentos y experiencias controladas mecánicamente. Escribió un libro sobre narcóticos. Al  no cansarse físicamente el nuevo hombre, tendría más tiempo para el ocio y por eso se adereza y aburguesa. Esa es su profecía que se ha cumplido si lo pensamos bien. Tiene una actitud creadora y experimental y juega mucho con el lenguaje. Es de gran inventiva. Une términos griegos con palabras nuevas, o neologismos o anglicanismos y extranjerismos del francés y demás. Por ejemplo, el nombre de protagonista en francés vendría a ser “apenas respiro”. El protagonista pierde traumáticamente la virginidad y a eso el narrador lo llamaba “desprendimiento con sofoco”. Pocos han traducido insaciabilidad y los que lo han hecho lo han hecho bien, respetando estos juegos de palabras. En ese futuro hipotético Vhina invade occidente, es una sociedad obsesionada con la productividad. Tiene humor delirante y paródico. Halfon en Saturno repasa la historia de los escritores suicidas y aparece él. Tadeus Bronsky estuvo en campos de concentración y se suicidó con el gas de su casa. Es porque estuvo en Auswitch y le liberaron los EE.UU. pero tenía siempre el rollo de culpabilidad. “Han muerto todos mis amigos y yo no”. Se mató respirando el gas butano de su cocina. Bruno se cortó las venas, los tendones y se rasgó la medular. Al ver que no moría, su novia se suicidó con pastillas, pero no murió. El que no se pega un tiro se corta las venas entre los poetas polacos. 

Se suicida en el 39 cuando entran los rusos en Polonia, en el pacto de no agresión con los alemanes, en el 41 lo invaden los rusos, participó en la revolución rusa. Critica el materialismo y los planes quinquenales, la producción del trabajo con máquinas, dos caras del mismo monstruo. Con la democracia todo el mundo es feliz, pero arrasa con los valores humanos espirituales que tienen que ver con el arte y este se vuelve tentáculo del poder mercantil. La igualdad de la socialización destruye el arte. El misterio de la existencia. Insaciabilidad se divide en despertar y locura.
Sin pretender saber si la novela es o no una obra de arte –para mí, no lo es-, querría contemplar el problema de las relaciones del novelista con su vida y quienes le rodean. Para mí, la novela es por encima de toda la descripción del discurso de un determinado fragmento de la realidad, imaginada o verdadera –lo mismo da-, pero de la realidad definida en el sentido de que lo principal en ella es el contenido en lugar de la forma. Evidentemente, esto no excluye la fantasía más desenfrenada en el tema y en la psicología de los personajes. Se trata únicamente de que el lector se vea obligado a creer que las cosas son o pudieran ser así y no de otra manera. Esta impresión depende asimismo de cómo se presentan las cosas, o sea de la forma de las diferentes partes y frases, y de la composición general; pero los elementos artísticos no constituyen en la novela un conjunto que actúa directamente a través de la forma y la construcción; sirven especialmente para ampliar el contenido “vital”, para sugerirle al lector un sentido de realidad de las personas y los acontecimientos descritos. Sin embargo, opino que la construcción del conjunto es una cosa secundaria en la novela, un producto accesorio de la descripción de la vida, que de antemano no debe tener ninguna influencia deformadora sobre la realidad en virtud de unas exigencias puramente formales. Claro que sería mucho mejor que así fuese y que la construcción estuviese presente, pero su ausencia no representa un mayor defecto en la novela, contrariamente a lo que ocurre con las obras de Arte Puro, donde sin el valor formal del conjunto no cabe hablar de expresión artística, y donde al faltar, carecemos totalmente de obra de arte, teniendo a lo sumo una realidad deformada y un caos de elementos puramente formales y desvinculados.
Por esa misma razón, una novela no puede ser cualquier cosa, independientemente de las leyes de la composición, empezando por una aventura psicológica presentada desde el exterior, hasta algo que se acerca al tratado filosófico o social. Evidentemente algo ha de suceder en ella: las ideas y su lucha deben mostrarse sobre unos seres vivos y no sobre unos maniquíes. Pues de ser así, más valdría escribir un folleto o un tratado cualquiera. La opinión según la cual la novela debe ser absolutamente la presentación de un fragmento de vida en la que el autor, llevando anteojeras como un caballo temeroso, evita cualquier digresión real y hasta aparente, me parece errónea. Salvo alguna tontería del novel o las triviales tanto como inútiles consideraciones sobre unos individuos sin interés, todo se halla justificado, incluidas las mayores digresiones en relación con el “tema”. La adulación de los gustos más bajos del público vulgar y el temor de las ideas personales o de no ser apreciado por una cierta camarilla hicieron de nuestra literatura –salvo raras excepciones- esa agua tibia que produce ganas de vomitar. Anton Ambrozewicz pretende con exactitud que en Polonia la literatura no ha existido más que en función de la lucha por la independencia, y desde que la conseguimos, parece estar agonizando sin esperanza. Ruego no se me tilde de megalomanía ni del deseo de convencer al público de que mis novelas constituyen el ideal y que todo lo demás son sólo tonterías. Disto mucho –y hasta muchísimo- de esa idea. Sin embargo, opino que la crítica actual, por culpa de un falso concepto de su obligación social y del deseo de enseñar las pequeñas virtudes a las gentes mezquinas, no quiere contemplar los problemas amenazadores y su posible solución, con lo cual no deja de frenar la evolución de nuestra literatura. Lo molesto no se dice o se entiende y se interpreta mal. La falsedad y la cobardía caracterizan toda nuestra vida literaria y los mismos que atacan con razón diversos fenómenos sumamente desagradables –como por ejemplo Slonimski- se muestran impotentes por carecer de ciertos conceptos básicos y por falta de un antiintelectualismo deliberado. La falta de formación intelectual de la mayoría de los críticos, el carecer de un sistema conceptual que les permita juzgar del valor de una obra, junto a la producción masiva de la mediocridad y a la inundación del mercado por la traducción de la literatura barata extranjera, nos ofrece una triste imagen de la decadencia en este campo. ¿Qué puede exigirse del público cuando la propia crítica se halla a un nivel tan bajo? No voy a batirme aquí por una ideas generales con todos los críticos en particular (esta polémica aparecerá en un libro separado bajo el título “Última píldora para mis enemigos”). Quiero limitarme a un solo problema: el de la relación entre la vida privada de un autor y su obra.
En la introducción al Adiós al Otoño he escrito una frase que quiero citar aquí literalmente: “Lo que escribe mi segundo “enemigo” encarnizado Karol Irzykowski acerca de la crítica de una obra de arte a través de su autor es muy justo. Manosear en los asuntos del autor en relación con su obra es indiscreto, incorrecto, indigno de un caballero. Pero desgraciadamente cada puede verse envuelto en ese tipo de suciedad, lo que es sumamente desagradable”. En respuesta a esa declaración, me he encontrado con las siguientes reacciones a mi novela. Emil Breitner ha titulado su crítica de “seudonovela” indicando al final que mi libro era una “confesión”. Tuvo la prudencia de no agregar “confesión ideológica”, para que dicha observación siguiera siendo ambigua. De manera que cada lector medio se figura (y con ello cuenta Emil Breitner para molestarme y perjudicarme) que me limito a relatar sencillamente unos hechos extraídos de mi vida, sobre los cuales (Breitner) tiene ciertas informaciones secretas, como son por ejemplo haber sido violado por cierto conde bajo la influencia de la cocaína, que he vivido a costa de una rica judía en Ceilán, que drogué una osa en los Tatra, etc. No seré sospechoso de haber sido fusilado por los comunistas porque no existen Soviets en Polonia y porque desgraciadamente sigo viviendo y de momento continúo escribiendo. A raíz de tales críticas y habladurías, ocurren cosas como éstas: una señora cuyo retrato acabo de terminar, me dice: “Tenía mucho miedo de usted. Me decía a mí misma: ¿Cómo voy a soportar una hora con un hombre tan terrible (1)? Sin embargo, es usted enteramente el retrato de sus hijas y hasta los hombres se sientan con ademanes vacilantes “en el aparato”, como si se figurasen que les voy a arrancar los dientes por sorpresa o saltar los ojos con el lápiz en lugar de dibujárselos.
Otro hecho: Karol Irzykowski 8de cuyo libro La lucha por el contenido me ocuparé en la obra anteriormente citada) escribe una crítica deliberadamente ambigua a todas luces (utiliza la expresión de “escritorzuelo genial”, lo cual viene a ser como la “cuadratura del círculo” o quizás algo peor) en la que emplea la palabra “cinismo” en un sentido poco claro para el lector medio, añadiendo luego (precisamente él, acerca de quien he escrito la frase anteriormente citada, a causa de sus propias críticas) que mi novela se basa demasiado en las vivencias personales. ¿Cómo pueden atreverse a pensar tales cosas esos señores? ¿Basándose acaso en los chismorreos espantosos de los que me hacen víctima? Pueden imaginar libremente lo que quieran (Dios los ampare), pero escribir esas cosas en una crítica literaria es el colmo de la insolencia. Tengo la impresión de ser una excepción en este caso: aún no he leído nada parecido con respecto a cualquier otro autor. No puedo retractarse de las expresiones que utilicé más arriba, por cuanto esos señores, si así puedo llamarles, se “pegan” a las mismas. Pues nadie negará que el realismo de una descripción cualquiera no implica ni por asomo la copia directa de una realidad dada; puede ser, pongamos por caso, la prueba del talento realista del autor. Pero tratándose de mí, hasta eso, que pudiera ser cumplido, se transforma pérfidamente en un reproche y por añadidura en un reproche personal, sin fundamento y perjudicial para mi vida privada. ¿Cómo llegar a eso de un modo diferente a como lo hago? Es tanto más extraño cuanto que en el Adiós al Otoño no hay ni un solo hecho que corresponda a la realidad. Quizá dichos señores contaban con que el autor, calumniado de tal forma ante el público, dejase de escribir o cuando menos perdiese su libertad de expresión en detrimento de su trabajo.
Un fenómeno parecido aunque menos desagradable es toda la sarta de citaciones arbitrariamente escogidas, mezclando hábilmente las palabras de los héroes con las frases del autor; ese texto falseado se presenta entonces como si se tratase de su ideología. No se trata de que a uno le alaben a toda costa, sino de que le combatan lentamente, pero hasta eso se consigue difícilmente en nuestro país. “¿De qué sirve discutir con un idiota?”, como decían Jan Mardula. Sin embargo, más vale entendérselas con un crítico idiota que con un crítico deshonesto. Por lo menos, a uno le gustaría creer en su breve voluntad, pero a veces eso también resulta totalmente imposible. No hay ningún autor que no recurra a la introspección y a la observación de los demás para escribir su novela. Pues al fin y al cabo, el rasgo esencial del novelista debe ser la capacidad de representarse los estados de unos personajes imaginarios o de lograr la transposición de una realidad determinada dentro de la cual un hecho mínimo debe bastar para cristalizar en torno cuyo toda la concepción. Sería difícil que quien vive en una atmósfera determinada no se nutra de ella. Lo importante es la forma con que dicho alimento se utiliza. Existe un cierto límite de nitidez en cuanto al dibujo de los tipos (unos rasgos particulares, como en los pasaportes) más allá de la cual cabe afirmar más o menos que tal autor presenta verdaderamente a un hombre real. Pero para ello es preciso quererlo, con miras a algún objetivo secreto: venganza personal, publicidad o política. Afirmo que no tengo absolutamente nada que ver con esos fines y que cada interpretación de ese tipo, tanto en lo que respecta como en la relación con la realidad social actual, habré de considerarla como una deliberada porquería para perjudicarme personalmente. Es de lamentar que la polémica sobre ese mismo tema entre Kaden Bandrowski e Irzykowski se haya estancado en las invectivas personales, sin haber disipado las tinieblas que rodean la creación literaria. Si discuten de esa manera –nuestro más grande escritor actual y el que se considera como la mayor autoridad en materia crítica- ello demuestra que las cosas andan muy mal en nuestras esferas literarias.

 

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