martes, 12 de diciembre de 2017

RESEÑA BIOGRAFICA CARLOS DE AGUSTIN



Poca gente conoce al duque de Marzana, dicen que su ducado se extiende más allá del mercado de la Rivera y el ducado de Marzana en la villa de Bilbao. Entre esos pocos que le conocen está Carlos de Agustín, periodista y filósofo. Conocí a Carlos en el curso gratuito de literatura que daba en la asociación Norai de la calle Bailén de Bilbao. Norai es un espacio donde hacía teatro, donde se organizan comidas interraciales o viajes, se ofrecen alquileres baratos y que funciona a modo de book crossing (puedes coger los libros que necesites, sin pagar la millonada de las librerías, o dejar esos libros que en tu casa solo cogen polvo). Carlos llamó a este espacio de filosofía; los libros alejados del escaparate. Y allí estuvimos dos años, primero grabándolo en video, luego en audio y al final trascribiéndolo en mi ordenador para el blog compartido con Carlos.
Después me enteré de que había nacido en esa misma calle donde estaba Norai, me habló de su familia y las surrealistas comidas navideñas. Me puse al corriente de que había estudiado periodismo, como yo, en la UPV, como yo. Carlos ha conocido a todos mis profesores de periodismo cuando eran alumnos preparando sus tesis, pero él no quería burocratizarse, alienarse, no quería ser un funcionario más. Como todos los de la movida, aquellos “vagos y maleantes”, él no quería trabajar.
Cuando acabó la carrera trabajó (porque no iba a pasare el día comiendo aceitunas) de locutor de radio en un programa de noche en el que entrevistaba a Salvador Paniker, o a Bryce Etxenike o a Carmen Martin Gaite. Le invitaban a comidas y le regalaban libros las editoriales y cuando ya no cabían más libros en su cabeza, marchó a Madrid a estudiar filosofía y letras en la Complutense, pero por libre.
Ese por libre era sentarse en clases en la que no estaba matriculado y tener una relación con los profesores al modo socrático, pues le invitaban incluso a sus casas a cenar y le seguían regalando libros. Por ejemplo; Spinoza y Zambrano y sus filósofos preferidos.
En la movida, concretamente en el bar Manuela de la calle Malasaña, conocerá al que será su maestro filosófico Agustín García Calvo, y a su mujer Isabel Escudero. Y se hará asiduo a la tertulia en la que Montso Alpuente subastaba cucharillas a precios de risa, por divertirse. Allí conocerá a todos los intelectuales que entonces se movían por ese Madrid rebelde. García Calvo será junto a Aranguren y Tierno Galván expulsado de la complutense y se exiliarán.
La filosofía de Carlos es sencilla; la ambivalencia. Nada hay absoluto, todo es relativo y hay que aceptar la contradicción dialéctica en la que nos movemos, sabiendo que la síntesis que hacemos de la tesis y su antítesis es una construcción que nos sirve un tiempo y que luego tiramos de una patada, como se tira la escalera con la que has subido a la cima. Desde esa cima los problemas parecen menos problemas. Y podemos decir el No como palabra sagrada a la alienación capitalista, a la objetivización del sujeto. Carlos sigue revindicando al individuo ciudadano frente a la persona inmersa en el mercado-capital/ Estado. No sé si acabaremos en la cárcel de Basauri, pero Carlos seguirá diciendo que el emperador va desnudo.  En su filosofía cabe todo; desde el neorrealismo italiano a los cantautores o los recuerdos de la movida, sus ambivalencias y proVerbos, su humor inteligente, sus juegos de palabra, sus citas de libros, y su enorme sapiencia, cultura y humanidad. Ahora da charlas en Éibar y también en el espacio de Mara, la Matriz, dónde además de ropa se puede platicar de filosofía. Y alguna vez que otra quedamos en un café para una “charla clandestina”  Y sentimos que la ría de Bilbao son las orillas del Sena y como quijotes confundimos la UPV con la Sorbona del 68.

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