Entrevista a Carlos Gurmendez
Sirva para lo que sirva, esta
noche en el programa Noche que hago, el aprendiz de librepensador y periodista
de la radio pública vasca Carlos de Agustín entrevista al filósofo Carlos Gurméndez.
Es la noche del 14 de abril de 1991, 60 aniversario de la república española, y
quién mejor que este gran pensador que ha vuelto del exilio para hablarnos de
ella, de otros pensadores cristiano marxistas y de la melancolía postmoderna.
Nuestros cómplices en el insomnio van a tener que acostumbrarse a estos ruidos de fondo, porque hoy estamos en un café de Madrid con una persona que ha escrito mucho y bien. (¿Cómo? ¿Qué se ha ido a Madrid a entrevistar a un rojo?) Carlos Gurméndez es el autor de Amanecer en Holanda, un estudio sobre la pintura holandesa de Veermer a Van Goth y de un librito que a mí me costó 65 pesetas: La alienación humana. También ha escrito Tratado de las pasiones, y Teoría de los sentimientos. (El mismo título que el libro del siquiatra “rojo” Carlos Castilla del Pino, compendio de sus seminarios y conferencias) Ahora acaba de publicar La melancolía. ¿Qué es ese sentimiento que nos visita de pronto y al que llamamos melancolía? Buenos días, tristeza.
La melancolía es un fenómeno o síntoma
de la tristeza, sí, pero la depresión del triste es anárquica, perturbadora,
desalentadora y paraliza. La melancolía, en cambio, es un sentimiento más elaborado,
estable, suave y placentero. La depresión es patológica, viene de un pathos
instintivo animal y es ella la que nos visita y nos paraliza en ese constante
dinamismo de lágrimas. La melancolía en cambio la elaboramos nosotros, la
elegimos, es estática pero nos mueve al ethos y a la libertad, nos permite
crear belleza a partir de ella. El gran Víctor
Hugo decía que la melancolía era el placer de la tristeza. El carácter doloroso
de la depresión siquiatrizada frente a la melancolía romántica. Sthendal, un
realista aún romántico, dirá que ha puesto su felicidad en estar triste. El dolor
de la tristeza lo volvemos goce melancólico, como el del recuerdo.
Nos hemos encontrado con hombres que han escrito obras impregnadas de
mucha melancolía; Cesar vallejo, en tristeza fuerte. O josé Bergamín, tu gran amigo,
en sus escritos Esperando la mano que
tengo de nieve. La depresión puede ser pavorosa. Pero, ¿la melancolía como desesperación
entraña la esperanza de volverla algo creativo?
Kinkegaard decía que era un
estado demoníaco, de ensimismamiento y de quedar prisionero de uno mismo,
acentuando lo terrible y diabólico de la melancolía. Trostler, romántico alemán,
habló de la melancolía en un sentido más positivo: era una isla afortunada en
el mar tempestuoso de la existencia, un refugio del yo y de la reflexividad. Lo
que le salva a la melancolía es lo que Fitse llamaba la reflexividad del yo, un
YO romántico, que se piensa y reflexiona sobre sí mismo.
¿Es un condimento del melancólico la presencia del otro? La melancolía nos
encierra dentro de nosotros mismos, y de ahí surge la creatividad o la destructiva
desesperación, la náusea nihilista, pero quizá sea el Otro el que nos salve de
esa tristeza y convierta en cielo el infierno.
En las cantigas galaico
portuguesas, en la saudade, siempre está la presencia de un otro ausente, que
se sueña o se crea en el subconsciente e inconsciente. El amado se dirige a su
amada, que ya no es el objeto de presencia real sino una proyección idealizada,
cristalizada. Al amado no se le alcanza jamás, se le aspira y se le busca. Este
objeto amado puede ser una figura irreal o real, un amor que se ha vivido en la
infancia y al que se le recuerda. Freud dice que el deseo, la libido, es la nostalgia
de un sueño de infancia que se busca aún. Recuperar un tiempo perdido, edén
feliz. La melancolía no es la cosa brutal pasional e inmediata de la tristeza sino
una idealidad proyectiva hacía un estado de melancolía elaborada.
¿Todo drama acaba con el tiempo convirtiéndose en una comedía? ¿Qué
papel juega el humor como bálsamo de la desesperanza del triste?
El hombre que se cierra en sí
mismo emplea el lenguaje propio de la ironía, el humor como forma de su razón
para objetivar el drama. La ironía es la coraza y el mecanismo de defensa y de
auto protección que muchos solitarios melancólicos utilizan. La tesis doctoral
de Kingegaard fue El concepto de ironía
con la desesperación y la melancolía. El humor brota de esa desesperanza
innata terrible debida a un idealismo desmedido. El irónico quiere vengarse de
su tristeza clavando dardos contra los otros y contra el mundo real objetivo. Para
el romántico lo que no sea su subjetividad suscita la ironía melancólica.
En la postmodernidad los hombres deambulan sin rumbo fijo, con caras
tristes, en contrapunto a esos cuadros de Veermer que usted estudia en Amanecer en Holanda. ¿Esa modernidad melancólica
sería lo contrario a esta postmodernidad desesperada? ¿Esta es una época buena
para los melancólicos o estamos en una sociedad patológica y depresiva?
Veermer es la quietud, las
delicias de la placidez, el sosiego, la calma y la tranquilidad. Lo más opuesto
al nihilismo de Kinkegaard. Con Velázquez quizá sea el pintor más perfecto, no
sólo técnicamente al pintar, sino al ofrecernos un sentido paradisiaco de la
existencia. Nuestra sociedad esta esquizofrénica,
sin rumbo, sentido, sin futuro (generación no future) En la desesperación
postmoderna se da la perdida de la conciencia, de lo que Heidegger llamaba la posibilidad del Logos. La pérdida de
lo posible es lo más grave de esta postmodernidad. Baudrillard y Lyottard no se
adhieren a eso, sino que son como médicos que diagnostican el mal, sin
fomentarlo o propagarlo. Es un mundo de depresiones, dónde los suicidios
aumentan cada día en las sociedades tecnificadas cada vez más solitarias y
cerradas en sí mismas, incomunicadas. En la melancolía hay un estado de quietud
pero el desesperado sale a la calle como
un loco y no puede estarse quieto. La melancolía es estática, quieta, hogareña,
pero la desesperación es urbana, un andar y pasear, un andar de aquí para allá
sin brújula ni norte. Frente a la ataraxia y estoicismo del melancólico que se
queda en su casa, la depresión postmoderna es un callejón sin salida ni sentido.
En este mundo se adora el absoluto gran señor del capital. Es el origen de esta
desesperación el afán desmedido de acumular beneficio, dinero y apropiación de
la propiedad. El ser económico nunca está satisfecho, tiene una ávida sed de apropiación.
El deseo es insaciable.
Gurméndez ha escrito sobre sentimientos pero también sobre la historia
en mayúsculas. Este domingo 14 abril de 1991
se cumplen 60 años de la proclamación de la Republica, ¿Qué recuerdos guarda
usted en su melancolía de este hecho histórico?
En el 31, tenía 12 años y estudiaba
en el colegio de los jesuitas. Nos llegó la noticia de que el rey se había marchado
y en la plaza de Oriente había una manifestación. Yo, audaz y provocador,
convoqué a esa manifestación a mis compañeros y salimos del colegio de areneros
de la calle Alberto Aguilera y fuimos andando hasta la plaza, adhiriéndose a
ese acto de entusiasmo con la República. Era una nueva España, un mundo nuevo
que amanecía, lleno de esperanzas e ilusiones, resplandeciente de dos
conceptos; Justicia e Igualdad. Pero todo esto presumido, anticipado. Un gran filósofo
castellano contemporáneo Luis Martin Santos (aunque es vasco) dice en La paradoja del vencido; la melancolía nace
de la ambición, de los ideales desmedidos (de dinero, pero también de sueños
colectivos) Experimentamos una cierta decepción
melancólica. La alegría del advenimiento de la república se quedaba un poco melancólica
por la intensidad de esta tarea que se nos aparecía de pronto. Los ideales son melancólicos.
(Una mujer de ojos claros que escuchará esto se habrá emocionado al oír a
Martin Santos y le vendrán recuerdos, le interrumpe Carlos)
Usted ha conocido a muchos filósofos en muchas tertulias placenteras,
donde se habla de todo y más. Cuéntanos alguna anécdota de estas tertulias,
alguna con José Bergamín.
Al poco tiempo de llegar Bergamín
a Madrid le llamo por teléfono y le pregunto dónde reside. “Ven a la plaza de Oriente
pero no te equivoques de número, que no estoy alojado en el palacio real sino
en un modesto piso”. En la transición, cuando ya se había instaurado la
democracia, Bergamín me dijo cristianamente; “mi mundo no es de este reino”. Por
si hay una persona que no sepa quién es, Bergamín fue el creador de una revista
católica de izquierdas fundamental Cruz y
raya. Zubiri, el filósofo vasco, la funda con el apoyo y la ayuda del Banco
de Bilbao. Fue una revista fundamental en la cultura española y símbolo de la generación
del 27. Alberti me ha confesado que Bergamín fue el inspirador de muchos
titulos de sus poemarios, y el principal teórico de la poética del 27. Sus titulos
Cal y canto, Marinero en tierra y Soy un tonto y lo que he visto me ha hecho
dos tontos se deben a él. Bergamín fue un genio de lo dramático, paradójico
y existencial del idioma, un maestro del lenguaje. Dentro de sus obras me
limito a señalar El arte de birlibirloque,
y El pozo de la angustia, publicado
en editorial Séneca en México y reeditado por mí en la editorial Anthropos con un prólogo mío. Bergamín
llegó a hojear mi introducción. Sus estudios sobre Don juan, Segismundo, Calderón
y cierra España son lo más profundo de la crítica literaria en lengua hispánica.
También recomiendo de él Memoria rota,
exilios y heterodoxias.
¿Podría darnos una bibliografía de libros relacionados
con los sentimientos?
En España se ha publicado poco
sobre este tema. Algunos trabajos de Eugenio Trías en Barcelona (Tratado de las pasiones), Luper de Ventosa
(¿) ha escrito algo parcialmente. La que ha dado una visión global con una obra
sobre los sentimientos, un poco sociológica pero muy interesante, es la discípula
húngara de Georg Lukács Agnes Heller. Theodor Rimbaud en Francia
escribió una teoría de los sentimientos, un poco desfasada y ya no tan útil, influenciada
por el neopositivismo de la psicología experimental. En La ciencia íntima del tiempo, Hussel analiza los sentimientos desde
un punto de vista fenomenólogo, de sentirlo y resentirlo, revivirlo y vivirlo,
como una vivencia. Se han escrito biologías
de las pasiones en Bélgica. Modestamente creo que mi obra puede contribuir en el
futuro a desarrollar más esta semántica.
Ahora has reeditado estos volúmenes de filosofía que habrían pasado
desapercibidos si no hubiera sido por esta labor
Al volver de España, tras años de
ausencia obligada, me di cuenta de que había un gran desconocimiento de la obra
de Bergamín y de García Vaca, gran ensayista y filósofo del exilio, y de José Gauss,
de la profunda labor realizada por el exilio republicano español en México y Argentina.
Dos grandes gallegos Rafael Diez y Lorenzo Varela tampoco se conocían. Me pareció
un vacío y una ruptura de memoria histórica para la conciencia española. Eugenio
Ïmaz es un filósofo vasco desconocido. Con agudeza y generosidad la editorial Anthropos me propuso dedicar una
sección, Memoria rota, al exilio exterior e interior, No sé es una obra de estilo sartriana y existencialista que hemos
editado en esta sección. Poetas como Ramón de García sol escribían en una
penumbra y semisombra muy tímidamente, no atreviéndose a salir a la luz. Yo les
he rescatado de ese silencio. Hemos publicado El pan y el vino, un ciclo novedoso que refleja el drama y la lucha
de la clandestinidad, con el título de una elegía de Hölderlin. Es una gran
labor para recuperar el tiempo perdido. Un libro fundamental, de Paulino Mausi,
es El diario de Hamlet García, una
obra maestra del exilio. Hubo dificultades porque su familia, residente en México,
se resistía y después de amplias negociaciones accedieron a publicarlo y ha
sido un éxito. Es un catalán, un periodista que trabajó en la vanguardia y se vinculó
a Azaña, presidente de la república, y fue director de El sol, periódico de aquella época. Nadie conocía su vocación
secreta de novelista y le hemos descubierto con esta novela cumbre de la
literatura.
Han entrado dos yuppies a la cafetería. ¿Cómo vive esta gente este
asunto de la melancolía y la tristeza?
Viven en un estado ambiguo,
ambivalente y contradictorio, de satisfechos insatisfechos. Su proyección al
negocio, a la actividad económica, les da un sentido gozoso de participación en
el mundo y su Yo se acrecienta eufórico, pero al tiempo se olvidan de sí
mismos. Se exteriorizan tanto en su personalidad que olvidan su yo interior: no
saben amar, querer, gozar. Todo lo sacrifican a ese dinamismo externo. Esa es
una causa de la melancolía actual; el dinamismo y la velocidad postmoderna.
En esta entrevista también hay que parar, aunque se me ha quedado en el
tintero hablar de las calles de Madrid, (porque a usted le gusta mucho andar),
o de la figura de García Vaca y Zubiri. Tuvieron una labor intelectual digna de
revindicar.
García Vaca es un pamplonico
puro, la diputación de Navarra le va a rendir un gran homenaje. En la ciudad de
Barcelona, donde se formó y estudió, también lo harán y en el País Vasco. Es el
más grande filósofo español del siglo XX. Casi nada. Es autor de La metafísica, la versión más original y
nueva del tema, que nada tiene que ver con la escolástica ni con el idealismo alemán.
Ha escrito Dios y ¿Quién es dios? y
recomiendo su lectura profunda a los teólogos. José Luis Aranguren en la
revista Saber y leer ha hecho una
lectura desde el punto de vista cristiano marxista.
Muchas gracias. Se acaba la cinta, aunque podríamos seguir horas.
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