jueves, 16 de agosto de 2018

VISIONES DE DIOS


Explicación o mayor confusión sobre mi poema de la manzana 
En la penumbra de mi cuarto trato de buscar a Dios entre librejos de escolásticos. Vengo ya con el prejuicio prevenido: Unamuno murió sin encontrar respuesta, ni a través de la su propia Fe ni del mismo Logos ajeno, que hojeo ahora compulsivamente para tirar al fuego. Al menos había merecido la pena la búsqueda. “Lo que quiero es no morirme”. Sólo silencio, Dios no intervenía. No respondía su monologo constante. El dios de Blas de Otero, más humano y social, no por ello contestaba. Antiguamente se prohibía mentar el nombre de Yavhé, pues siempre era en vano. Pero al darle forma humana no dejó de dar miedo a aquellos esclavos de la tierra, atemorizados con las representaciones del infierno en las iglesias. Los iconos románicos eran tan espigados y famélicos como el idealismo platónico de San Agustín. Y las vírgenes blancas y puras del gótico eran tan rechonchas como el materialismo aristotélico o el propio Santo Tomás, convertidos ambos al banquete después de una vida licenciosa.

El dios mitológico del antiguo testamento se comportaba como un anciano tiránico y colérico que castigaba a su pueblo elegido con diluvios universales y destrucciones del mundo que había originado. ¡Pobre judío errante, que siempre ha sido elegido para caerle mana divino y duchas de gas! Continuando nuestra ingenua andro forma de Dios, a aquel dios de barbas le salió un hijo revolucionario de greñas; a Jesucristo Súper Star le tomaron por comunista. Sigue el mito. El Cristo del nuevo testamento es el hijo que trata de redimirnos y salvarnos. Pero el perdón no sería necesario sin la histeria de culpa anterior. Lutero creía que en esa confesión (en la que te perdonan  al instante todo) y en esa relación con Dios no tenía que intervenir ningún sacerdote. Entre el mitos/logos y el hombre no es necesaria una intermediación externa. La lectura misma pasa de ser colectiva en los monasterios a individual, silenciosa, más personal, sentimental. Se le sigue dando forma humana; un dios hecho a nuestra imagen y semejanza, del corazón, igual que la razón que se va sentimentalizado, haciendo más humana y vital.  El hombre se relaciona a solas, íntimamente con su Dios sentimental. En el barroco se radicalizará esa relación del fiel con Dios en los místicos. Pero la ilustración tratará de quitarle esa forma humana, y convertirlo en idea objetiva, ¡si había explicado los fenómenos fisicos científicamente creyó poder también explicar la metafísica al modo aristotélico!   

Quizá el pecado original no esté en morder la manzana del sexo y la vida sino en nombrar este hecho. El fallo está en el propio lenguaje, en el logos, en el tomar conciencia, llamar árbol de ciencia al de la vida.
 Eva acede a la tentación de su serpiente material, y por mucho que los escolásticos misóginos la condenen, sobre ese sentido de culpa se erige la iglesia. Necesita de la histeria psíquica del fiel. Lilith rechazó al hijo de dios y la iglesia la considera una pérfida mujer fatal, madre de demonios y serpientes. Pero Eva continuó la estirpe, el complejo de Caín y del pecado.
Para arreglar el asunto, el que nos va a quitar la conciencia de culpa y pecado no puede ser un pecador, tiene que nacer de una virgen, (Con la santa trinidad se enlaza de paso con el triángulo de Aristóteles. En un vertice la premateria, en otra la materia y en otro las ideas. Y los tres vertices se tocan: materia que potencia ideas pero que vienen y van hacía la premateria) 

Cristo traía el Logos de un Dios Amor para redimir el pecado que, según la iglesia, nos trae la serpiente (el cuerpo) y no el árbol de Dios (mente), ¡por mucho que este Dios diera muestras de comportarse mucho peor que la otra si hacemos una lectura literal de la biblia! No se trata de culpar ni a uno ni a otro. Pero aún menos a nosotros mismos. No sería necesario que viniera el Logos y Cristo a perdonarnos si no hubiéramos creído primero histéricamente mítico al árbol y que el pecado era morder la manzana que nos ofrecía la serpiente. Lo único que hicimos más en ese paraíso fue ponerle nombre al mordisco. No sería necesario el logos si no hubiera mito que derribar, ni un dios ni el otro, ni perdón sin la culpa.  

El pecado no es morder la manzana de la vida sino llamarla M-A-N-Z-A-N-A y creer así significarla según venga del árbol mítico, idealista y espiritual de Dios o ofrecida por la serpiente lógica, materialista y científica del suelo y las cosas. La vida y la manzana no tiene significado en sí misma. El significante nos ilusiona con que el referente tiene un significado o una esencia anterior a nosotros. Que nacemos por y para algo.

Idealismo Platón: El ser humano nace con alma e ideas por ciencia infusa. Nosotros al ver una manzana recordamos, descubrimos la idea anterior por revelación, iluminando la sombra, ideando la materia, deduciendo a través de nuestras ideas....el mito de la religión.

Materialismo Aristóteles. La naturaleza también tiene su armonía y las cosas su alma, sus leyes naturales. Nosotros descubrimos científicamente causas y reacciones objetivas entre un fundamento ideal metafísico, que potencia materia que causa ideas inductivamente…el mito de la ciencia.  

Significamos el referente, de forma idealista -mitológica o de forma materialista- lógica, hasta el punto de olvidar que el referente no tiene ninguno de esos significados por él mismo. Que no son más que palabras que nos ilusionan de significados.  

A un dios con forma humana también se le puede culpar, incluso matar o encontrarlo muerto. También podemos convertir a Dios en idea, en logos, en teísmo ilustrado, en el dios de Aristóteles, Spinoza, Kant y Einstein y manejar conceptos de fundamento, causa primera, motor inmóvil, lavadoras, manos que alimentan peceras… y no por ello nos serenamos. Con esto se acaba en una secta teosófica, en la locura o el suicidio.

La luz me ciega y quiere arrancar mis ojos de Edipo, pero luego me hago a ella. Siento deseos de volver a la caverna y liberar a los esclavos entre sombras, ¡mejor dejarles allí! La manzana me ha caído, este referente de Mi Vida subjetiva y de mi Realidad y Otro objetivo. 
No tenía más gusano dentro que haber querido nombrar (con este estrecho significante del lenguaje) un sabor (¿mitológico, lógico?, ¿mentiroso, verdadero?) que le he descubierto y que no acepto que sea solo mio, subjetivo y no objetivo, que a los demás no les sepa igual. 
¡La manzana, la pobre, no tiene un significado ella misma!  La misma manzana le ha caído a Newton y aún no lo puede demostrar empíricamente con su ciencia. Guillermo Tell disparó una flecha al Padre, pero erró el tiro. Y sigue edipico. Hamlet no ha matado tampoco al espectro este de Papa Estado-Capital y mama Iglesia.  La misma manzana la mordió Blancanieves con pretensiones literarias de dormirse aún más en la mentira de su torre de marfil y en la verosimilitud de su cuento de hadas. Steve Jobs la ha convertido ahora en símbolo y verdad de ordenador, pero su realidad virtual tecnológica no es más que otra ficción mágica con pretensiones lógicas de código binario de programación divina.  

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