Explicación o mayor confusión sobre mi poema de la manzana
En la penumbra de mi cuarto
trato de buscar a Dios entre librejos de escolásticos. Vengo ya con el prejuicio prevenido: Unamuno murió sin
encontrar respuesta, ni a través de la su propia Fe ni del mismo Logos ajeno,
que hojeo ahora compulsivamente para tirar al fuego. Al menos había merecido la
pena la búsqueda. “Lo que quiero es no morirme”. Sólo silencio, Dios no
intervenía. No respondía su monologo constante. El dios de Blas de Otero, más
humano y social, no por ello contestaba. Antiguamente se prohibía mentar el
nombre de Yavhé, pues siempre era en vano. Pero al darle forma humana no dejó
de dar miedo a aquellos esclavos de la tierra, atemorizados con las
representaciones del infierno en las iglesias. Los iconos románicos eran tan
espigados y famélicos como el idealismo platónico de San Agustín. Y las
vírgenes blancas y puras del gótico eran tan rechonchas como el materialismo
aristotélico o el propio Santo Tomás, convertidos ambos al banquete después de
una vida licenciosa.
El dios mitológico del antiguo
testamento se comportaba como un anciano tiránico y colérico que castigaba a su
pueblo elegido con diluvios universales y destrucciones del mundo que había
originado. ¡Pobre judío errante, que siempre ha sido elegido para caerle mana
divino y duchas de gas! Continuando nuestra ingenua andro forma de Dios, a aquel
dios de barbas le salió un hijo revolucionario de greñas; a Jesucristo Súper
Star le tomaron por comunista. Sigue el mito. El Cristo del nuevo testamento es
el hijo que trata de redimirnos y salvarnos. Pero el perdón no sería necesario
sin la histeria de culpa anterior. Lutero creía que en esa confesión (en la que
te perdonan al instante todo) y en esa
relación con Dios no tenía que intervenir ningún sacerdote. Entre el mitos/logos y el hombre no es necesaria
una intermediación externa. La lectura misma pasa de ser colectiva en los
monasterios a individual, silenciosa, más personal, sentimental. Se le sigue
dando forma humana; un dios hecho a nuestra imagen y semejanza, del corazón, igual que la
razón que se va sentimentalizado, haciendo más humana y vital. El hombre se relaciona a solas, íntimamente
con su Dios sentimental. En el barroco se radicalizará esa relación del fiel con
Dios en los místicos. Pero la ilustración tratará de quitarle esa forma humana,
y convertirlo en idea objetiva, ¡si había explicado los fenómenos fisicos científicamente
creyó poder también explicar la metafísica al modo aristotélico!
Quizá el pecado original no
esté en morder la manzana del sexo y la vida sino en nombrar este hecho. El fallo
está en el propio lenguaje, en el logos, en el tomar conciencia, llamar
árbol de ciencia al de la vida.
Eva acede a la tentación de su
serpiente material, y por mucho que los escolásticos misóginos la condenen, sobre
ese sentido de culpa se erige la iglesia. Necesita de la histeria psíquica del
fiel. Lilith rechazó al hijo de dios y la iglesia la considera una pérfida
mujer fatal, madre de demonios y serpientes. Pero Eva continuó la estirpe, el
complejo de Caín y del pecado.
Para arreglar el asunto, el que
nos va a quitar la conciencia de culpa y pecado no puede ser un pecador, tiene
que nacer de una virgen, (Con la santa trinidad se enlaza de paso con el triángulo
de Aristóteles. En un vertice la premateria, en otra la materia y en otro las ideas. Y los tres vertices se tocan: materia que potencia ideas pero que vienen y van hacía la premateria)
Cristo traía el Logos de un
Dios Amor para redimir el pecado que, según la iglesia, nos trae la serpiente (el
cuerpo) y no el árbol de Dios (mente), ¡por mucho que este Dios diera muestras
de comportarse mucho peor que la otra si hacemos una lectura literal de la
biblia! No se trata de culpar ni a uno ni a otro. Pero aún menos a nosotros
mismos. No sería necesario que viniera el Logos y Cristo a perdonarnos si no hubiéramos
creído primero histéricamente mítico al árbol y que el pecado era morder la
manzana que nos ofrecía la serpiente. Lo único que hicimos más en ese paraíso fue ponerle nombre al mordisco. No sería necesario el logos si no hubiera
mito que derribar, ni un dios ni el otro, ni perdón sin la culpa.
El pecado no es morder la
manzana de la vida sino llamarla M-A-N-Z-A-N-A y creer así significarla según venga
del árbol mítico, idealista y espiritual de Dios o ofrecida por la serpiente lógica,
materialista y científica del suelo y las cosas. La vida y la manzana no tiene
significado en sí misma. El significante
nos ilusiona con que el referente
tiene un significado o una esencia
anterior a nosotros. Que nacemos por y para algo.
Idealismo Platón: El ser humano nace con alma e ideas por ciencia
infusa. Nosotros al ver una manzana recordamos, descubrimos la idea anterior
por revelación, iluminando la sombra, ideando la materia, deduciendo a través de nuestras ideas....el mito de la religión.
Materialismo Aristóteles. La naturaleza también tiene su armonía y
las cosas su alma, sus leyes naturales. Nosotros descubrimos científicamente causas
y reacciones objetivas entre un fundamento ideal metafísico, que potencia
materia que causa ideas inductivamente…el mito de la ciencia.
Significamos el referente, de
forma idealista -mitológica o de forma
materialista- lógica, hasta el punto de olvidar que el referente no tiene
ninguno de esos significados por él mismo. Que no son más que palabras que nos
ilusionan de significados.
A un dios con forma humana
también se le puede culpar, incluso matar o encontrarlo muerto. También podemos
convertir a Dios en idea, en logos, en teísmo ilustrado, en el dios de Aristóteles,
Spinoza, Kant y Einstein y manejar conceptos de fundamento, causa primera,
motor inmóvil, lavadoras, manos que alimentan peceras… y no por ello nos
serenamos. Con esto se acaba en una secta teosófica, en la locura o el
suicidio.
La luz me ciega y quiere
arrancar mis ojos de Edipo, pero luego me hago a ella. Siento deseos de volver
a la caverna y liberar a los esclavos entre sombras, ¡mejor dejarles allí! La
manzana me ha caído, este referente de Mi Vida subjetiva y de mi Realidad y Otro
objetivo.
No tenía más gusano dentro que haber querido nombrar (con este
estrecho significante del lenguaje) un sabor (¿mitológico, lógico?, ¿mentiroso, verdadero?) que le he
descubierto y que no acepto que sea solo mio, subjetivo y no objetivo, que a los demás no
les sepa igual.
¡La manzana, la pobre, no tiene un significado ella misma! La misma manzana le ha caído a Newton y aún no
lo puede demostrar empíricamente con su ciencia. Guillermo Tell disparó una
flecha al Padre, pero erró el tiro. Y sigue edipico. Hamlet no ha matado tampoco
al espectro este de Papa Estado-Capital y mama Iglesia. La misma manzana la mordió Blancanieves con
pretensiones literarias de dormirse aún más en la mentira de su torre de marfil
y en la verosimilitud de su cuento de hadas. Steve Jobs la ha convertido ahora
en símbolo y verdad de ordenador, pero su realidad virtual tecnológica no es
más que otra ficción mágica con pretensiones lógicas de código binario de
programación divina.
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