Desde la última fila observaba a todos.
Cuanto más beato me mostraba en clases de religión más me pegaban, yo les
perdonaba a todos, los pobres no saben lo que hacen. Como santa Teresa, el
señor me ponía pruebas, martirios, sufrimientos que me acercaban a la santidad
mística.
Al principio los matones me trataban
paternalistamente. La lógica de estas pandillas es la anárquica ley de la selva,
lucha por la vida entre corderos corrompidos y lobos, en guerra de todos contra
todos. Son clanes primitivos, grupos de interés, para cazar y no ser cazados. El pez más fuerte y grande se come al pequeño.
Algunos sobreviven como especie no por su violencia sino por su inteligencia y
los matones protegen a estos empollones filósofos a cambio de que les hagan sus
deberes de clase y hasta les admiran secretamente. Les despiertan sentimientos
maternales: cuidar del niño indefenso que no sabe valerse por sí mismo. Estos
hermanos mayores te defendían de las agresiones de otras bandas y mafias
callejeras a cambio de les juraras fidelidad, lealtad feudal y les pasaras los
apuntes. Era una nueva revisión de la República soñada por Platón. Los listos
seguían mandando con la palabra y los guardianes te resguardaban con sus puños
de la lucha por la vida en el patio del recreo. La política sólo es una repetición
de aquel teatro del patio y sus roles. El matón sigue siendo el líder, y se
sigue marginando a los poetas e intelectuales. EEUU puso de presidente a un
vaquero alcohólico y ahora a un pez gordo del petróleo. Los primitivos
antecesor siguen impidiéndose desarrollarse a los más sapiens y evolucionados. La
multinacional más gorda se sigue tragando a la Pyme. Volvemos a la oscura
caverna del centro comercial y al teatro de sombras del televisor, una realidad
virtual platónica como la de Matrix. Como una nueva noche de los tiempos, la
globalización solo ha sustituido lo teocéntrico por lo tecno céntrico. El
pensamiento único trata de homogeneizar lo heterogéneo y diferente del
postmoderno. Los ordenadores se programan con un código binario de 0 y 1 que al
final anula a la persona. Cambiamos de paradigma y sobre las ruinas de la
civilización moderna se erige una nueva edad media.
Estos clanes marginaban a dos grupos: a
los afeminados (los raros) y a los estudiosos (los empollones). En un colegio
de curas si les haces caso a los padres paules y te esfuerzas por ser el más
bueno y pacífico te conviertes en carne de bullyng. Tampoco oses ir al colegio a estudiar y o ser raro. ¡Si solo hubieran rehuido mi compañía... pero
me pegaban, me robaban el bocadillo de mamá, me humillaban…! Aquel macarra que
me pega ahora en el recuerdo no era un rebelde sin causa con chaqueta de cuero,
chupa al hombro. No era un greñas,
pintas o notas con cadenas de hierro colgando del pantalón, ni un desheredado
del lumpen, ni un quinqui grunge, ni un chulo de barrio, con anillos de pinchos
en los dedos. No llevaba tupé engominado, ni era un raterillo de barrio gótico
que me fuera a atracar ni tampoco un niño bien en su sexo drogas y rock del
Kronen y Malasaña. Era un chaval
mediocre de clase media, “bad boys” o malos malotes, se apodaban entre ellos.
Igual que tiranizaba a sus padres en el hogar, exprimiéndoles hasta su último
euro para ir de discotecas, ahora la había tomado conmigo. Ni sus padres
sabrían qué vida haría o que pensara de ella, pues se envuelven en el hermetismo
del ordenador y en la soledad del cuarto lleno de humo de porro. Sus aitas le compraron
una moto por aprobar una asignatura de ocho, que es como ser menos fracaso
escolar cada día. Los esfuerzos deben recompensarse con estímulos positivos
para que vayan motivados al colegio (a pegar a otros niños), recomienda el
psicólogo conductita del colegio. Pero los empollones no necesitan ser
motivados ni nadie les compra motos. El último libro que han leído estos
matones fue uno del del barco de vapor al
que le obligaron.
Estos matones, sin ningún ideario
político, son conscientes por las canciones protesta de ser carnaza de
barrio, parias y currantes. Pero nada
hacen por cambiar nada, el sistema es inamovible y sagrado. El trabajo no
dignifica pero “es lo que hay, contigo santo Tomás de Aquino”, y está muy mal.
Cambian mecánicamente la rueda a los coches del taller con los cascos puestos, evadiéndose
en la promesa celestial del fin de semana. Una rutina que se repite y aliena,
hibernando como vegetales o funcionarios puestos por el ayuntamiento. Hacen
bulto en clase, en la mayor indolencia. El auricular en la oreja y la in-consciencia
en la borrachera. Hay que hacerlo todo sin pensarlo. Vivir es gastar y consumir,
y trabajar permite pagar vicios y su muerte en vida. Beben en el botellón hasta
el coma etílico, porque ya no quieren rallarse en cafés de intelectuales. Harán
cosas de las que no se arrepentirán, porque al domingo ni se acordarán siquiera
de ellas. Insonorizarse con la gritona banda musical comercial les da la
ilusión de perder la conciencia en una supra conciencia grupal. La música tecno
ha eliminado toda letra, meta relato, mensaje, contenido. O es tan simplona
como la del reggaetón. El tecno es la danza de la tribu urbana, un rito de
Elenuis con ilusión de estar desacralizado, una orgia de sinrazón e
inconsciencia, de pérdida de control, que tiene más de absurda que de
dionisiaca. Ninis jugando a la play
station eternamente en una generación Botellón que no quiere ya pensar,
sino no rayarse. Sus caras ropas de marca les hacen pasar por cremas guays y
les concede derecho de pernada para atemorizar a empollones y a raros.
Escolarizados a la fuerza en la ESO atacan a los que estudian por
vocación o devoción y motivación. Ellos
son presos felices de serlo, de ser obligados por profesores autoritarios que
les aseveran que solo entienden la mano dura y la imposición. Y al igual que
atacan a los buenos estudiantes arremeten contra el profesor progre que aún
tiene vocación, un algo filantrópico y amor al arte. Temen y envidian la
libertad y felicidad de los estudiosos en su placer intelectual. Esos
empollones se vengarán después de lo que les han marginado, cuando estos listos
controlen el sistema. Eso cree esta gente. Lo diferente ejerce un poder de
atracción y repulsión, temen a los empollones pero a la vez sienten curiosidad
por estos seres raros y extraños. El esquizofrénico pensamiento único trata de
uniformarnos a todos, hacernos homogéneos, sin respetar la pluralidad de los
diferentes. No se respeta la diferencia, “no se deja hablar a la minoría silenciosa”,
se quejaba Arrabal, como si él la representara. Lo igual se auto-plagia y copia así mismo,
como monos miméticos. Sólo se aprende de lo diferente. Lo igual no es original,
le falta imaginación.
Estos agresores son víctimas de su entorno social, ya sé que esto queda
más progre que decir que nacen así, pero generalmente él que apela a una
naturaleza maligna se queda ya respondido, pero el que bucea en sus condiciones
sociales sigue interesándose por los motivos emocionales que les llevan a
agredir, delinquir, drogarse… hasta el infinito de tratar de solucionarlo. Estos
chavales fuman droga, hacen tubos y americanas, nunca han leído la historia de
la droga de Escotado o el Don Juán de Castaneda, así que no tienen argumentos intelectualoides
para legitimarla pero sí mucho mono, síndrome de abstinencia, ganas de imitar a
los demás y a la moda, drogas baratas y muchos problemas internos, en el barrio
y en casa. Se dividen en sectas y clanes, subculturas que lo mismo mezclan Holanda
y san Bob Marley con la fe en el hip hop rap de Eminen, lo punk, lo neonazi… Todo
puede valer, ya que no profundizan en ninguna de estas culturas en profundidad.
En su
instituto americano sueñan jugar en la NBA como Jordan mientras insultan
a los negros. Ya no se sabe si son una mafia italiana, una SA de Hitler o una cofradía
que rinde culto a San Canuto. Son indignos
herederos de vanguardias undergroup contra culturales que que no
pretendían ser comercializada, absorbidas y reciclada por el sistema contra el
que tanto arremetían. ¡Que el Ché levante la cabeza y vea sus camisetas!.
Obsesionados con el minuto de fama en una tertulia de corazón quieren emular a estos periodistas desalmados e insultan a sus compañeros como si fueran fashion victims. Una histeria por ser popular y estrella a toda costa, que los padres aplauden ñoñamente. A los viejos les gusta ver a sus niños haciendo cosas de mayores, ya sea cantar en sus lluvias de estrellados, hacer de chefs o matarse entre ellos. Esta sociedad caníbal y antropófaga gusta de ver a los famosos destripados en las revistas de corazón y moda, devorándoles su intimidad, consolándose con que los famosos también lloran. El Otro saca del armario incluso a Jesús y a su Juan el amado, y las niñas le apuntan con el dedo.
Los pastilleros bakalas en la posmovida kronen hicieron su ruta del bacao por
Ibiza, en islas que antes fueron paraísos de los hippies, pero también sus
discotecas han quedado desfasadas. Todo lo progre de entonces hoy es retro. Entre
la religión primitiva de su tecno tribal y las pastillas de diseño, alucinan
con las pavas y chorbas, folla amigas con derecho a roce, rollitos de una noche
sin compromisos. El aquí te pillo en el asiento trasero de sus coches maqueados
las hace sentirse a estas chonis y canis dueñas de su cuerpo y de su sexo libre
cuando solo se han acostado con el gallo con el pelo más en pincho y cresta que
han encontrado.
Los borrokas, en cambio, no quieren europeizar nada a "lo love parade alemana", sino euskaldunizar el mundo, con sus camisetas- consigna, sus birras de camarería (en vez de combinados de ginebra-redbull con mitsubis flotando dentro, prefieren cervezas y kalimotxo), su respeto a lo tradicional nacionalista disfrazado de abertzalismo revolucionario. En su taberna rural, batxoki o oscuros antros de mala muerte del casco viejo fuman porros que extasían los sentidos. Las escaleras llevan hasta el angosto fondo de sí mismos y en mesas de madera mezclan sus quinitos con hedores, vómitos y orines. Entras a su calabozo de catacumba siniestra y paredes deslucidas, y, como estridentes esperpentos de la noche, bailan a su bola o con su bola (de fantasmas). Zombis del after awers y el matinal, que; apoltronados, acostados y acodados en la barra, cerveza en mano; se catan del percal, y rayan con su existencia. Sus letras gritan y revindican trasgresión, como resquicios de un rock (radical vasco) comercial, culpando a los políticos que no legalizan la maría o nos acercan a los otros. No han pasado 40 años para estas tzosnak de la astenagusi, ni han olvidado los otros 40 de franquismo. En la misma tzozna sigue el mismo alcalde con otro nombre pero con la misma chistera, cara de cerdo y puro de corrupto. Y la misma pintada de Asterix, resistiendo ahora y siempre al invasor. Los romanos españoles y yanquis han conquistado todo el mundo, salvo una aldea gala entre montes que les grita: ¡Están locos estos romanos!
También presencié un intento de violación a un compañero en los vestuarios. Látigos de toallas mojadas sobre un presunto homosexual, que tenía un vestuario solo para él como medida anti bulling de la profesora de gimnasia. Le vacilaban tirándole una pastilla de jabón en las duchas o se le acercaban insinuantes, o se le agachaban. Quizá en el fondo les hubiera gustado que les hubiera iniciado en el sexo gay. Un día le pusieron con la cara en el cristal de la mampara y le juraron una maldición gitana en arameo. No es que haya visto muchas series americanas, más bien he apagado mi televisión y he observado realidades que superan la peor ficción. No he visto institutos californianos con chicas de cuerpo diez y vigilantes de la playa salvados por la campana. Pero sí he visto meterse rayas de coca a esos hijos de empresarios, que fanfarroneaban de todo esto, mientras el cuidador vigilaba que no se fumara. A mí la cursi de economía si me descubría con un pitillo leyendo a Herman Hesse me hacía recoger todas las colillas del patio.
Yo no me podía defender de todo un sistema. Y me refugiaba en mis
libros. Seguía huyendo. “Somos buenos y los otros malos que nos vuelven como
ellos”, pensaba ingenuamente. Pero para mis compañeros el bueno y el esforzado
era el pringado, el perlado, el pardillo. Al pícaro siempre lo hemos valorado
socialmente, como si estuviera bien la
inteligencia de los libros pero luego estuviera la gramática parda de la calle,
del astuto y espabilado, con mucha calle y mucha escuela. Las madres se alegran de la vida social de su
niño deportista, sin interesarse en cuantas ha dejado embarazadas. El verdadero
conflictivo, el que más guerra da en casa, es el raro y el empollón que no sale
del cuarto. El niño que se queda el fin de semana viendo una serie tras otra,
el que se emborracha solo, el que no tiene amigos y llena su casa de libros y
posters y mitos. A los niños les enseñamos a hablar, pero constantemente les
mandamos callar, y no aguantamos sus preguntas filosóficas impertinentes. No
están capacitados estos adultos para responder esas preguntas raras, y se
sienten desbordados y asustados de la verborrea del que les ha salido
incontinente verbal y parla-baratos. “No me marees ahora, ni me pongas a
pensar, que tengo prisa”. No están preparados para ser padres, como no lo estuvieron
los suyos. Repiten lo que hicieron con ellos y lo que han leído en estos libros
de autoayuda Y un golpe de vez en cuando
viene bien para prepararles a lo que se encontrarán en la vida, acaban
concluyendo estos libros de ratones y zanahorias.
Los padres si tienen a un adolescente en casa se preocupan mucho si
vuelve tarde un sábado, pero cuando el chaval se independiza parece que la
noche ya no es la misma y deja de tener peligro y duermen tranquilos. En el fondo lo que quieren es quitarse su
mala conciencia, evitar penar, y por eso también delegan su responsabilidad en
profesores, en los políticos o en los monitores skaut, El chico en corpore sano
vuelve a casa tostado de sol del entrenamiento de fútbito. Y el otro con unas
pajas mentales y rollos marxistas que no hay vecina que lo aguante. Mejor que
fumen maría en la lonja, y que no llegue el humo a casa apestando, porque han
enchufado el ambientador de hogar. El
estudioso se encierra en su cuarto y en sí mismo, y su cuarto desprende humo de
intelectual. Al otro se le excusa con que son cosas de la edad, que ellos
también fueron jóvenes. El que les reclama una educación estética les causa más
problemas. Y el empollón se refugia en sus maestros buscando a sus padres,
porque sus padres hoy tienen prisa, y no pueden pensar.
Ya de mayor, unos chavales me volvieron a poner contra la pared. Me
robaron solo la funda de mi tarjeta de crédito. En la película Los educadores unos anti sistemas tiran
a la piscina los muebles de unos burgueses para denunciar que tienen demasiadas
cosas. Hay quién graba estas escenas de violencia para retrasmitirlas en
internet, en los yotube del internet profundo, o como en la pelicula Framed; en aplicaciones para móviles, en las que podrían emitir escenas de pedofilia, snuff movis, necrofilias, incluso torturas, violaciones, o muertes en la silla electrica, para ganar más audiencia. Todo parece un sueño, estaba borracho y no sé si todo esto lo
imaginé. Amanecí con moratones y arañazos, pero a veces se despierta así de las
pesadillas. Otra vez me robaron mi maleta de cuero con apuntes, pero encontré
los apuntes en un banco. Cuando pierdo un paquete de tabaco suelo encontrarme
otro. Un chico me paró por la calle, le parecí un empollón obsesionado con los
videojuegos y me llevó a discotecas para que perdiera el miedo a las chicas. Se
metió en mi casa, en la habitación de mi padre que estaba con la amante, y le
arengó que debía dejarme ser escritor.
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