Un cuento falso de Navidad.
Gonzalo Villar
El periodismo, como tantas otras
profesiones, no se toma vacaciones navideñas. Es la época en que debemos informar
de los premios de la lotería o de las compras navideñas. Nuestra deontología
profesional tampoco debería abandonarnos, ni relajar nuestro rigor informativo.
Debemos seguir comprando los datos antes de publicarlos. Para el próximo año
pediremos a los reyes ser un poco más listos, no dejarnos engañar por las
historias fraudulentas que se nos venden como regalos de navidad debajo del
árbol. Parecíamos tener el cuento de hadas perfecto de estas navidades; un
padre coraje que llevaba a su hija por los platós de televisión recaudando
fondos para una cara operación que la salvaría la vida.
La niña Nadia nos conmovió a
todos con su enfermedad rara, crónica e incurable. Mal por el padre que paseó la enfermedad
terminal de su hija por las televisiones, jugando con algo tan puro como la
inocencia. Mal por los periodistas que no contrastaron los datos y las fuentes.
(¿tanto costaba llamar a los hospitales a los que supuestamente habían llevado
a la niña?) Y sobre todo mal por una sociedad que sólo se mueve y conmueve a la
solidaridad en fechas como esta. Invitamos
a un pobre a la cena de nochebuena o apadrinamos a un niño para que nos llegue
a casa una postal navideña con un dibujo suyo.
A todos nos emocionó su tragedia;
una niña de 11 años en un cuerpo de anciana de 80 y un padre con un cáncer
terminal. Fernando Blanco ya había recaudado 150.000
e en su periplo por las televisiones del país, en el momento en que nos hemos
hecho eco de la falsedad de todo esto. Nos hemos sentido
engañados como si nos desvelasen de pronto quienes son los Reyes Magos. El
error de no contrastar las fuentes se suma a la pereza profesional de buscar la
lágrima fácil y el sensacionalismo inmediato.
El padre ha pasado de ser un
héroe anónimo, a quedar como un farsante. Todos nos compadecimos de la madre
con un marido con cáncer y una niña enferma. Habíamos encontrado el cuento de
navidad perfecto, a lo Dickens, la historia perfecta para conmover a la familia
el día de Nochebuena. Y de repente el cuento navideño se nos ha convertido en
Pesadilla antes de Navidad de Tim Burton. No se trata ahora de buscar culpables
o señalar a un periodista, un tertuliano o a un medio o a otro, se trata de entre
todos de reflexionar en que ya no podemos fiarnos ni siquiera de los cuentos de
navidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario