martes, 20 de diciembre de 2016

CASO NADIA; PESADILLA ANTES DE NAVIDAD


                                                                                      Un cuento falso de Navidad.

                                                                                                                                 Gonzalo Villar

El periodismo, como tantas otras profesiones, no se toma vacaciones navideñas. Es la época en que debemos informar de los premios de la lotería o de las compras navideñas. Nuestra deontología profesional tampoco debería abandonarnos, ni relajar nuestro rigor informativo. Debemos seguir comprando los datos antes de publicarlos. Para el próximo año pediremos a los reyes ser un poco más listos, no dejarnos engañar por las historias fraudulentas que se nos venden como regalos de navidad debajo del árbol. Parecíamos tener el cuento de hadas perfecto de estas navidades; un padre coraje que llevaba a su hija por los platós de televisión recaudando fondos para una cara operación que la salvaría la vida.

La niña Nadia nos conmovió a todos con su enfermedad rara, crónica e incurable.  Mal por el padre que paseó la enfermedad terminal de su hija por las televisiones, jugando con algo tan puro como la inocencia. Mal por los periodistas que no contrastaron los datos y las fuentes. (¿tanto costaba llamar a los hospitales a los que supuestamente habían llevado a la niña?) Y sobre todo mal por una sociedad que sólo se mueve y conmueve a la solidaridad en fechas como esta.  Invitamos a un pobre a la cena de nochebuena o apadrinamos a un niño para que nos llegue a casa una postal navideña con un dibujo suyo.

A todos nos emocionó su tragedia; una niña de 11 años en un cuerpo de anciana de 80 y un padre con un cáncer terminal.        Fernando Blanco ya había recaudado 150.000 e en su periplo por las televisiones del país, en el momento en que nos hemos hecho eco de la falsedad de todo esto. Nos hemos sentido engañados como si nos desvelasen de pronto quienes son los Reyes Magos. El error de no contrastar las fuentes se suma a la pereza profesional de buscar la lágrima fácil y el sensacionalismo inmediato. 

El padre ha pasado de ser un héroe anónimo, a quedar como un farsante. Todos nos compadecimos de la madre con un marido con cáncer y una niña enferma. Habíamos encontrado el cuento de navidad perfecto, a lo Dickens, la historia perfecta para conmover a la familia el día de Nochebuena. Y de repente el cuento navideño se nos ha convertido en Pesadilla antes de Navidad de Tim Burton. No se trata ahora de buscar culpables o señalar a un periodista, un tertuliano o a un medio o a otro, se trata de entre todos de reflexionar en que ya no podemos fiarnos ni siquiera de los cuentos de navidad.

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