miércoles, 25 de mayo de 2016

EL VIAJE DE LA VIDA reflexiones en un bus alsa


Viajeros al tren! ¿Cuánta vida nos pasamos viajando en buses, en trenes o metidos en el metro? ¿Por qué sentimos que las escaleras mecánicas del metro nos precipitan hacía abismos subterráneos? El metro nos parece a veces, los días de “bajón”, una caverna oscura – con su luz artificial- de rostros cansados, taciturnos, apagados, off, amargados.

Dicen los sabios que vivimos tiempos oscurantistas, de penumbra y dicen estos sabios que somos tecno- esclavos de nuestro móvil, igualitos a los esclavos de la caverna de Platón: vemos sólo “sombras de sombras” y nos llegan “declaraciones sobre declaraciones” que afectan a nuestra propia vida; a la compra de pisos, por ejemplo. Nos llegan sólo las sombras de nuestro Televisor; un show frívolo y superficial sobre un gran trasfondo trágico (El bufón shakesperiano de Bush nos narra esta “historia llena de furia, ruido y nada” que es la guerra) ¡y nosotros nos reímos por no llorar!.

Mascaras hipócritas de personajes, de “frekis o freaks”, de monstruos gestados como hornadas por esta nuestra antropófaga sociedad. Los hombres serán siempre lobos entre sí, hambrientos de corderitos redentores de la “humanité” (ósea que seguiremos “reciclando” empresarialmente al Ché para vender camisetas).

Sí, muchas veces nos sentimos alienados, enajenados, como idos, ajenos a nosotros mismos, evadidos, idos de nuestra propia vida, ausentes, como fantasmas de nosotros mismos.  La mayoría de personas hacen estos movimientos pendulares en bus (de casa al curro y de curro a casa) sin catarse, sin percatarse o concienciarse de a donde van, de donde vienen y qué están haciendo con sus vidas. Van como zombis legañosos y aletargados, como si fueran otras las personas que monótonamente acuden cada día a trabajar, otros los tipos que fichan en la máquina de la empresa, otros los que cogen el coche, aparcan de mala ostia, se toman el primer café, atienden clientes, entregan informes, pasan a limpio trabajos de Office... y ¡siempre lo mismo, siempre el mismo “planning” día tras día...! ¡que rayada!. A veces parece que nos convertimos en objetos, en máquinas autómatas, y se nos olvida- o nos cansamos- de ser hombres. Muchas personas se sienten tuercas del engranaje del sistema laboral, siempre productivas, positivas (nunca negativas, constructivamente críticas) siempre útiles y eficaces... Pero yo no me rayo y no me globalizan tan fácilmente. ¡¡la gris monotonía del día a día no nos quemará la vida!!.
 
Me levanto a las 8 de la mañana para ir a mi universidad. Tengo la facultad en San Sebastián y todos los días he de pillar un bus de la compañía ALSA. Así que ya soy un abonado y me conozco este sub- mundillo de los trasportes interprovinciales: pillar el billete, esperar al bus fumando un cigarro y tomando un café, buscar luego nuestro asiento númerado dándonos codazos entre nosotros, reclinar el asiento, brazos sobre la nuca, chapar párpados, soñar...Y aunque esto pueda parecer rutinario, es siempre distinto, siempre me parece una aventura diferente.  Hay muchos otros estudiantes en mi misma igualdad de condiciones y quizá les parecezca que viajar todos los días de Bilbo a Sanse es una rutinaria “matada”, pero para mí la matada se la pegan los peones en las obras y los inmigrantes en las plantaciones. Yo cada día me nazco de nuevo. Mis viajes son un placer de pequeño “BOrgesin- BOhemio”o Bo- Bo de la clase medía. Aunque todos los días viaje... cada viaje es distinto, una aventura. Nunca sabes que aventuras te depara la vida. ¡¡La vida nos da sorpresas, sorpresas nos da la vida!!.

Intento pillar el lado de la ventana para soñar con el paisaje, el natural y sobretodo el humano. Me quedo traspuesto mirando a las musarañas, flipando con las nubes, volándome el alma... Me gusta el brillo de las farolas, luciérnagas extintas al asomo de la mañana. Las montañas, verdes gigantes de piedra, yacen aletargadas. Los postes telefónicos son seres encantados por un hada y la lluvia no es sino el llanto de los ángeles escurriendo su colada de nubes.

El bus va penetrando la autopista, surcando carreteras secundarias... y sobre la línea del horizonte va posándose un sol rojizo serpenteando por los campos. Me gusta este olor de la mañana, esta puesta del sol naranja, los efluvios de un nuevo día, el aroma de la vigilia, mientras todos bostezan por el hastío de su vida.  Intento afrontar cada día como una nueva vida, con una sonrisa en la boca, de oreja a oreja. J Lo que más me reconforta del madrugón que nadie me quita...es poder viajar en autobús. En serio, no es peloteo ninguno.

Me gusta viajar simplemente por viajar, por moverme de un sitio a otro, fijarme en las formas que van adquiriendo las nubes algodonosas, en como mi compañero de asiento se hace un ovillo con el periódico cuyas páginas ya no sabe por donde meterse...me gusta mirar a las personas, y sin pre- juzgarlas, observarlas con una especie de cariño universal.

Así es como debería hacerse, en mi débil y Light opinión, los estudios de sociología: no sólo con honestidad intelectual sino incluso humanamente, sentimentalmente. Con peña sensible se evitaría mucha de la conductista ingeniería social actual de las empresas, infatigables buscadoras de consumidores potenciales (necesitan hacer necesitar).

Intento imaginarme que vida harán estos tipos, ¿hacía donde irán?¿qué aventuras las aguardan?, ¿viajan por trabajo?, ¿viajan por placer?, ¿por simple necesidad de trasportarse de un sitio a otro?.

Cada persona viaja por un asunto concreto. Cada persona tiene su historia personal, su “movida”, y a mi me gusta imaginarme esas historias y esos monólogos interiores, hacerme mí propia intrahistoria dentro de la historia oficial, ¿qué pensará esta gente sencilla?. Fijándose en las personas, siendo observador, uno logra ser un poco psicólogo del alma y poder llegar a entender sensiblemente a este género raro y complicado que es el ser humano. (y que nunca podrá conocerse a sí mismo del todo)

 Se distingue a los altos ejecutivos, los aristois importantes, ciudadanos de primer orden, porque siempre los llaman por el móvil mientras escriben en portátiles. Y siempre hablan impersonalmente, en un tono gélido, como si respondiera un contestador automático. Contrastando con toda esta hiper-actividad productiva y neurótica del ejecutivo, el currante de a pie o del montón aprovecha esta hora de viaje para echarse una cabezada. Sin más. Ni más. Sin pre- ocupaciones ni ocupaciones. Sin conciencias de ningún tipo (ni obrera ni sexual ni siquiera personal) Echan un sueñecito en la indolencia total y el pasotismo indiferente respecto a su propia vida.

Yo también me echo sueños, sueños algodonosos como nubes, blancos y naifs, y he de reconocer que a veces he dormido en estos cómodos asientos mejor que en mi propia cama (a veces tengo insomnio y luego en el bus me han de despertar cuando llega mi bajada) Al atravesar túneles oscuros todos dejamos de leer y cerramos un poco los ojos, suspiramos y luego nos volvemos a sumergir dentro del periódico o la novela. En esta hora que dura mi trayecto aprovecho para hacer muchas cosas; perdidas a los amigos con el móvil, leer libros, escribir, estudiar, dormir, mirar el paisaje, fijarme en las personas, pensar (ósea dialogar conmigo mismo y mi conjunto fragmentado de esquizo- yos, jaja), soñar...
Siempre que viajo en estos buses ALSA me acuerdo del autobús escolar. Aquel chofer al que vacilábamos.. los monitores a los que enloquecíamos o jubilábamos... los malos malotes o “bad boys” que sentados en la última fila del bus fumaban sus porros y escuchaban sus CDs piratas... las confidencias de las niñas ñoñas que susurraban “secretitos de viejas” de oreja a oreja, cotilleando frívolamente sobre los asuntos del corazón, propio y ajeno (fuera ya famoseo o simple cotilleo de instituto)...

Esas niñas gafotas y con coletas, pecosas (creídas muy fermosas), y con aparatos de diente se convirtieron de la noche a la mañana en “chorbas” “maqueadas” con minifaldas de plástico naranja que ligaban desde el móvil con “bakaletas” del “chumba chumba”, que eran unos auténticos “bad boys” o tíos malos y unos “cremas” de sus “clanes o tribus” urbanas, cada cual más “malote”. En el bus escolar siempre estaba el graciosillo que cambiaba la peli Disney por una porno para asustar a los críos más chiquitines. En el bus hacíamos trafico de juegos del ordenador asesinos (antes intercambiábamos cromos de futbolistas, tazos y gogos.. preparándonos para extender nuestras patas y tentáculos por la telaraña laboral y no quedar como moscas “atrapadas” en ella)

Todos de una forma u otra hemos sufrido el “bulling” en este bus escolar pero también lo recordamos con añoranza, como parte de nuestra infancia ¡todos llevamos a Peter Pan y el polvo de las hadas en lo más profundo! ¡todos somos inocentes hasta que los demás nos intenten demostrar lo contrario y “malear”!.

Siempre me sentaba con los niños que nadie quería sentarse. Nadie quería tener al lado del asiento a la “gótica” (a la que llamaban bruja por sus ojos esmeralda), al retraka “pardillo”, al afeminado sensible (al “metrosexual”), a la sudamericana taciturna, al “rasta-punk” auto- marginal o al gitano resentido contra toda nuestra indiferencia y falta de sensibilidad. A todos estos compañeros de viaje los marginamos en el bus, y  así es como la vida pasa de ser un viaje a convertirse en un naufragio para muchas personas.

Y nosotros no podemos creernos inocentes desde el momento en que todos viajamos en el mismo barco; los del Sur, los del Norte, los del plan, los de la alternativa global... Quizá todos viajemos en el mismo Titanic, en el mismo naufragio del hundimiento vital.

La vida es un viaje, un viaje de ida y vuelta, sin marcha atrás, siempre hacía adelante, a toda vela, surcando abismales horizontes y dejando detrás nuestro las ruinas catrastoficas de nuestros indignos heredados. Y lo de menos es el destino de llegada porque por muchas metas de “autorrealización personal” que nos pongamos, mucho Alter Ego y Súper- hombres ejecutivos o súper- womans que nos creamos....la meta de la vida no es hacerse famoso y salir en gran hermano, la meta de la vida no es montar tu empresa y hacerte millonario... todas estas metas son las que nos incitan a querer desde la televisión, la publicidad o las escuelas formativas de las empresas.

El verdadero, aunque triste, fin de esta vida no es otro que la muerte. Y como no nos gusta nos creemos nuestro propio fin utópico; ¡ser libres y felices!. Pero a veces sentimos que por la libertad pagamos muy altos costes de soledad y que nuestra felicidad sedante siempre es un poquito culpable de la infelicidad de los Otros. Por eso lo mejor es no hacer un “planning” de nuestra vida, sino ir viviéndola, aceptando lo que nos depare pero cambiando todo lo que podamos cambiar. Disfrutar con lo ganado en el camino esperando, sin desesperar, arribar al Nuevo Mundo.

 
No importa la posada sino el propio camino. CERVANTES.

No existe la buena senda, el camino señalado. Camino se hace al andar. MACHADO

No importan los fines sino los medios. KANT

No existen las Ítacas pero mientras huyes a ella disfruta con lo ganado en el camino. KAVAFIS.

Hay que viajar por viajar, por el mero gusto de viajar y sentirte un poco más liberado, dinámico, moviéndote de un sitio a otro, sintiéndote algo así como un “cosmopolita globalizado”. Viajando uno se siente importante, se culturiza, aprende, le aguardan grandes experiencias, aventuras, quizá amores fatales...¡¿quien sabe lo que nos depara este gran viaje: el grand tour de la vida?! Y lo que vas dejando atrás... es sólo ya arena derretida, castillos de arena que el viento- tiempo ha deshecho para que sigamos edificando nuestros castillos de naipes.

El viento destruye nuestras torres de marfil para que edifiquemos nuevas jaulas doradas (o más bien de funcionalista plástico). Por más que nos de ostias la realidad, seguimos  soñando, como la lecherita, empezando nuestras casas por el tejado, guiados por esta loca, embelesada y embalada, de la Imaginación.

En esta playa de nuestra vida divisamos siempre un nuevo y gran horizonte, aunque nos peguemos tres veces con el misma cacho roca... aunque nos demos cabezazos siempre contra el muro de la realidad con el que hemos topado. Aunque nos caigamos de la parra y del manzano y de las nubes apolíneas, seguimos soñando utópicamente “lo que debe ser” en este mundo tópico de “lo que hay”.

Aunque nos batamos contra molinos de viento y por más que no exista el París que sueñan las Madame BOBA- rys noveleras, seguiremos soñando, sintiendo y sufriendo.

Aún todo, soñamos nuestra vida porque sabemos que la vida es sueño, el sueño del soñador que así mismo se sueña. Las vidas se gestan de la misma materia que los sueños.  ¡Seguiremos siendo Quijotes Soñadores en este mundo de Sancho Panzas echado la siesta! ¡Sigamos moviéndonos aunque todos se hayan parado! Aún podemos cambiar el mundo (porque sí no lo cambiamos; nos lo cambian otros por nosotros)

El espectáculo ha de continuar y no hay que abandonar nuestra particular barricada. Si no nos dejan ya hacer un mayo del 68... ¡Hagamos un mayo del 69! (jaja) Si no nos dejan cambiar el mundo al menos intentemos que el mundo no nos cambie – o recicle- del todo.

¡Cuantas veces naufragamos en los mares inciertos de la vida! Nos ahogamos en vasos de agua (que sí medio lleno... que sí medio vacío...) Nos ahogamos en nuestras islas. (Pues los a- isla- dos ponen una isla entre el uno y el dos.) Nos gusta ensimismarnos en nuestros monólogos y mundos interiores por miedo a salir a la superficie del mundo exterior. En esta era de la comunicación, cada día hay más soledad. Soledad carcomiendo nuestro endurecido corazón.

Pero todo Robinsón solitario halla siempre su Viernes, su compañero de viaje, su compañero en la vida. Sí, a veces naufragamos en nuestros mares de lágrimas, caminantes perdidos y desorientados en las bifurcaciones de la vida. ¡La vida ofrece tantas alternativas y desviaciones, tantas sendas equivocadas...! El “buen” camino es el que nos dicta la intuición, donde el corazón nos lleva.

En el andar, en el viajar, esta ya la posada, la meta.
Al buscarnos a nosotros mismos... resulta que ya nos hemos encontrado.
Y entonces desistimos de conocernos a nosotros mismos, abandonamos a nuestro sicoanalista argentino y nos decimos: ¡Yo ya no me busco; yo ya me he encontrado!. Por eso viajar es más que una búsqueda; es un encuentro.

             Y resulta que un día, junto a mi asiento me encontré a esa compañera que todos buscamos. (Nunca desistimos de buscar nuestra media naranja aunque a veces parezca que la han exprimido para algún zumo concentrado). A mi lado se sentó una gabacha de la Gran France, con pinta entre Amelí y Audrey Herburn, una cosita naif, inocente, feerica, con carita de hada. Iba algo “morada” porque venía de la semana grande de San Sebastián, de beber en los soportales de la parte vieja y desvariaba un rato largo, se le vencían los ojillos de sueño y cada uno de sus bostezos me incitaban a besarla. La ciudad la había encantado y hechizado con su azulina magia. Esta guiri chapurreaba algo de castellano ayudada de un diccionario. Comentamos cuatro tópicos y lugares comunes sobre ciudades pero al final acabamos hablando de lo utópico, de las Ítacas, de las ciudades invisibles... Hablamos también de esa isla infernal donde un a-isla-do dictador corrompe el sueño de un soñador. (Siempre hay “un realista” para cada “soñador”. Siempre hay un Platón para un Sócrates, un  San Pedro para un Jesús y un Stalin para un Lenin... Y “el realista” es el que lo fastidia todo y nos baja de la nube)
A mi la literatura que más me gusta es la que empieza con un viaje o una huida, la dije. Me gustan las “bildurs-romans”, las novelas donde un chaval aprende de la vida, las crónicas de los reporteros de guerra o de los anacoretas perdidos por lugares extraños y exóticos... leemos para viajar sin necesidad de movernos del asiento de este bus. Por eso la lectura, como la vida, es un viaje. Y en los autobuses ALSA nosotros al leer; viajamos doblemente, infinitamente. Más que viajar, volamos, “lo flotamos y lo flipamos” (fly = volar)

Aquel día intercambiamos número de móvil y ahora, de vez en cuando, quedamos. ¿Cuánto durará el vuelo en común que hemos emprendido?. El amor es eterno mientras dura. ¡Eterno mientras dura!, ¡que efímera eternidad la del hombre!, tan eterno como el trayecto en este bus ¡siempre acaba cuando más a gusto estamos!. De pronto llegamos a la parada y nos da  “cosa” despertarnos. Hay que salir del calorcillo fetal del bus para enfrentarnos a la cruda y fría realidad... y la verdad es que no apetece lo más mínimo. Los buses ALSA tienen mucho de madre que te abraza en un cálido sueño.

No sé, a mi me parece que esta bien eso de ser viajero, no viajante ni comercial, sino aventurero, bohemio. Y todos podemos serlo aunque nos creamos atados a nuestra rutina, “tecno- esclavos” de nuestro trabajo. Se trata tan sólo de hacer de la rutina una aventura irrepetible que siempre será nueva mientras nosotros la hagamos así.

Porque la vida es un viaje hacía ninguna parte, hacía el mar de la muerte (somos ríos los vivos y al mar de la muerte van a parar también los “señoríos”, decía Manrique) Pero la muerte no nos iguala a todos pues cada muerte dice mucho de cada vida que se ha vivido. Morir es fácil, cada día mueren cientos de niños en el mundo, pero vivir... ¡que miedo nos da vivir! Podemos vivir o podemos sentirnos siempre “muertos en vida”, y sentir ese “muero porque no muero” que nos impide vivir en plenitud. Es mejor morir porque se ha vivido que seguir viviendo porque ya se ha muerto, versó Holderling. Hay que vivir intensamente, viajar disfrutando del momento eterno. (claro que también dijo Holderling  que “todo ha de cambiar en todas partes” y le respondieron los empresarios aquello de “sí, todo ha de cambiar para que nada cambie”)

Vivamos pilotados por nuestra Recta Imaginación, sublimando pero no reprimiendo nuestros caballos (el blanco y el negro). Surquemos el mar azul del cielo hasta que atisbemos nuestros paraísos artificiales.

 – Señores viajeros, hemos llegado a San Sebastián. Disfruten de su estancia-

 Y salgo del autobús sabiendo que la vida no es una estancia, sino una dinámica. No “estamos” en la vida; sino que nosotros “hacemos” nuestra vida. Marineros de tierra, buceadores del aire, soñadores atisbando siempre costas lejanas....  ¿qué será será? ¿a dónde nos conducirá este loco autobús de nuestros sueños?

El Viajero Soñador.

No hay comentarios:

Publicar un comentario