Viajeros al tren! ¿Cuánta vida
nos pasamos viajando en buses, en trenes o metidos en el metro? ¿Por qué
sentimos que las escaleras mecánicas del metro nos precipitan hacía abismos
subterráneos? El metro nos parece a veces, los días de “bajón”, una caverna
oscura – con su luz artificial- de rostros cansados, taciturnos, apagados, off,
amargados.
Dicen los sabios que vivimos
tiempos oscurantistas, de penumbra y dicen estos sabios que somos tecno-
esclavos de nuestro móvil, igualitos a los esclavos de la caverna de Platón:
vemos sólo “sombras de sombras” y nos llegan “declaraciones sobre
declaraciones” que afectan a nuestra propia vida; a la compra de pisos, por
ejemplo. Nos llegan sólo las sombras de nuestro Televisor; un show frívolo y
superficial sobre un gran trasfondo trágico (El bufón shakesperiano de Bush nos
narra esta “historia llena de furia, ruido y nada” que es la guerra) ¡y
nosotros nos reímos por no llorar!.
Mascaras hipócritas de
personajes, de “frekis o freaks”, de monstruos gestados como hornadas por esta
nuestra antropófaga sociedad. Los hombres serán siempre lobos entre sí,
hambrientos de corderitos redentores de la “humanité” (ósea que seguiremos
“reciclando” empresarialmente al Ché para vender camisetas).
Sí, muchas veces nos sentimos
alienados, enajenados, como idos, ajenos a nosotros mismos, evadidos, idos de
nuestra propia vida, ausentes, como fantasmas de nosotros mismos. La mayoría de personas hacen estos
movimientos pendulares en bus (de casa al curro y de curro a casa) sin catarse,
sin percatarse o concienciarse de a donde van, de donde vienen y qué están
haciendo con sus vidas. Van como zombis legañosos y aletargados, como si fueran
otras las personas que monótonamente acuden cada día a trabajar, otros los
tipos que fichan en la máquina de la empresa, otros los que cogen el coche,
aparcan de mala ostia, se toman el primer café, atienden clientes, entregan
informes, pasan a limpio trabajos de Office... y ¡siempre lo mismo, siempre el
mismo “planning” día tras día...! ¡que rayada!. A veces parece que nos
convertimos en objetos, en máquinas autómatas, y se nos olvida- o nos cansamos-
de ser hombres. Muchas personas se sienten tuercas del engranaje del sistema
laboral, siempre productivas, positivas (nunca negativas, constructivamente
críticas) siempre útiles y eficaces... Pero yo no me rayo y no me globalizan
tan fácilmente. ¡¡la gris monotonía del día a día no nos quemará la vida!!.
Me levanto a las 8 de la mañana para ir a mi universidad. Tengo la facultad en San Sebastián y todos los días he de pillar un bus de la compañía ALSA. Así que ya soy un abonado y me conozco este sub- mundillo de los trasportes interprovinciales: pillar el billete, esperar al bus fumando un cigarro y tomando un café, buscar luego nuestro asiento númerado dándonos codazos entre nosotros, reclinar el asiento, brazos sobre la nuca, chapar párpados, soñar...Y aunque esto pueda parecer rutinario, es siempre distinto, siempre me parece una aventura diferente. Hay muchos otros estudiantes en mi misma igualdad de condiciones y quizá les parecezca que viajar todos los días de Bilbo a Sanse es una rutinaria “matada”, pero para mí la matada se la pegan los peones en las obras y los inmigrantes en las plantaciones. Yo cada día me nazco de nuevo. Mis viajes son un placer de pequeño “BOrgesin- BOhemio”o Bo- Bo de la clase medía. Aunque todos los días viaje... cada viaje es distinto, una aventura. Nunca sabes que aventuras te depara la vida. ¡¡La vida nos da sorpresas, sorpresas nos da la vida!!.
Intento pillar el lado de la ventana para soñar con el
paisaje, el natural y sobretodo el humano. Me quedo traspuesto mirando a las
musarañas, flipando con las nubes, volándome el alma... Me gusta el brillo de
las farolas, luciérnagas extintas al asomo de la mañana. Las montañas, verdes
gigantes de piedra, yacen aletargadas. Los postes telefónicos son seres
encantados por un hada y la lluvia no es sino el llanto de los ángeles
escurriendo su colada de nubes.
El bus va penetrando la autopista, surcando carreteras
secundarias... y sobre la línea del horizonte va posándose un sol rojizo
serpenteando por los campos. Me gusta este olor de la mañana, esta puesta del
sol naranja, los efluvios de un nuevo día, el aroma de la vigilia, mientras
todos bostezan por el hastío de su vida.
Intento afrontar cada día como una nueva vida, con una sonrisa en la
boca, de oreja a oreja. J Lo que más me reconforta del madrugón que nadie me
quita...es poder viajar en autobús. En serio, no es peloteo ninguno.
Me gusta viajar simplemente por viajar, por moverme de un
sitio a otro, fijarme en las formas que van adquiriendo las nubes algodonosas,
en como mi compañero de asiento se hace un ovillo con el periódico cuyas
páginas ya no sabe por donde meterse...me gusta mirar a las personas, y sin
pre- juzgarlas, observarlas con una especie de cariño universal.
Así es como debería hacerse, en mi débil y Light opinión,
los estudios de sociología: no sólo con honestidad intelectual sino incluso
humanamente, sentimentalmente. Con peña sensible se evitaría mucha de la
conductista ingeniería social actual de las empresas, infatigables buscadoras
de consumidores potenciales (necesitan hacer necesitar).
Intento imaginarme que vida harán estos tipos, ¿hacía
donde irán?¿qué aventuras las aguardan?, ¿viajan por trabajo?, ¿viajan por
placer?, ¿por simple necesidad de trasportarse de un sitio a otro?.
Cada persona viaja por un asunto concreto. Cada persona
tiene su historia personal, su “movida”, y a mi me gusta imaginarme esas
historias y esos monólogos interiores, hacerme mí propia intrahistoria dentro
de la historia oficial, ¿qué pensará esta gente sencilla?. Fijándose en las
personas, siendo observador, uno logra ser un poco psicólogo del alma y poder
llegar a entender sensiblemente a este género raro y complicado que es el ser
humano. (y que nunca podrá conocerse a sí mismo del todo)
Yo también me echo sueños, sueños
algodonosos como nubes, blancos y naifs, y he de reconocer que a veces he
dormido en estos cómodos asientos mejor que en mi propia cama (a veces tengo
insomnio y luego en el bus me han de despertar cuando llega mi bajada) Al
atravesar túneles oscuros todos dejamos de leer y cerramos un poco los ojos,
suspiramos y luego nos volvemos a sumergir dentro del periódico o la novela. En
esta hora que dura mi trayecto aprovecho para hacer muchas cosas; perdidas a
los amigos con el móvil, leer libros, escribir, estudiar, dormir, mirar el
paisaje, fijarme en las personas, pensar (ósea dialogar conmigo mismo y mi
conjunto fragmentado de esquizo- yos, jaja), soñar...
Siempre que viajo en estos buses
ALSA me acuerdo del autobús escolar. Aquel chofer al que vacilábamos.. los
monitores a los que enloquecíamos o jubilábamos... los malos malotes o “bad
boys” que sentados en la última fila del bus fumaban sus porros y escuchaban
sus CDs piratas... las confidencias de las niñas ñoñas que susurraban
“secretitos de viejas” de oreja a oreja, cotilleando frívolamente sobre los
asuntos del corazón, propio y ajeno (fuera ya famoseo o simple cotilleo de
instituto)...
Esas niñas gafotas y con coletas,
pecosas (creídas muy fermosas), y con aparatos de diente se convirtieron de la
noche a la mañana en “chorbas” “maqueadas” con minifaldas de plástico naranja
que ligaban desde el móvil con “bakaletas” del “chumba chumba”, que eran unos
auténticos “bad boys” o tíos malos y unos “cremas” de sus “clanes o tribus”
urbanas, cada cual más “malote”. En el bus escolar siempre estaba el
graciosillo que cambiaba la peli Disney por una porno para asustar a los críos
más chiquitines. En el bus hacíamos trafico de juegos del ordenador asesinos
(antes intercambiábamos cromos de futbolistas, tazos y gogos.. preparándonos
para extender nuestras patas y tentáculos por la telaraña laboral y no quedar
como moscas “atrapadas” en ella)
Todos de una forma u otra hemos
sufrido el “bulling” en este bus escolar pero también lo recordamos con añoranza,
como parte de nuestra infancia ¡todos llevamos a Peter Pan y el polvo de las
hadas en lo más profundo! ¡todos somos inocentes hasta que los demás nos
intenten demostrar lo contrario y “malear”!.
Siempre me sentaba con los niños
que nadie quería sentarse. Nadie quería tener al lado del asiento a la “gótica”
(a la que llamaban bruja por sus ojos esmeralda), al retraka “pardillo”, al
afeminado sensible (al “metrosexual”), a la sudamericana taciturna, al
“rasta-punk” auto- marginal o al gitano resentido contra toda nuestra
indiferencia y falta de sensibilidad. A todos estos compañeros de viaje los
marginamos en el bus, y así es como la
vida pasa de ser un viaje a convertirse en un naufragio para muchas personas.
Y nosotros no podemos creernos
inocentes desde el momento en que todos viajamos en el mismo barco; los del
Sur, los del Norte, los del plan, los de la alternativa global... Quizá todos
viajemos en el mismo Titanic, en el mismo naufragio del hundimiento vital.
La vida es un viaje, un viaje de
ida y vuelta, sin marcha atrás, siempre hacía adelante, a toda vela, surcando
abismales horizontes y dejando detrás nuestro las ruinas catrastoficas de
nuestros indignos heredados. Y lo de menos es el destino de llegada porque por
muchas metas de “autorrealización personal” que nos pongamos, mucho Alter Ego y
Súper- hombres ejecutivos o súper- womans que nos creamos....la meta de la vida
no es hacerse famoso y salir en gran hermano, la meta de la vida no es montar
tu empresa y hacerte millonario... todas estas metas son las que nos incitan a
querer desde la televisión, la publicidad o las escuelas formativas de las
empresas.
El verdadero, aunque triste, fin
de esta vida no es otro que la muerte. Y como no nos gusta nos creemos nuestro
propio fin utópico; ¡ser libres y felices!. Pero a veces sentimos que por la
libertad pagamos muy altos costes de soledad y que nuestra felicidad sedante
siempre es un poquito culpable de la infelicidad de los Otros. Por eso lo mejor
es no hacer un “planning” de nuestra vida, sino ir viviéndola, aceptando lo que
nos depare pero cambiando todo lo que podamos cambiar. Disfrutar con lo ganado
en el camino esperando, sin desesperar, arribar al Nuevo Mundo.
No existe la buena senda, el
camino señalado. Camino se hace al andar. MACHADO
No importan los fines sino los
medios. KANT
No existen las Ítacas pero
mientras huyes a ella disfruta con lo ganado en el camino. KAVAFIS.
Hay que viajar por viajar, por el
mero gusto de viajar y sentirte un poco más liberado, dinámico, moviéndote de
un sitio a otro, sintiéndote algo así como un “cosmopolita globalizado”.
Viajando uno se siente importante, se culturiza, aprende, le aguardan grandes
experiencias, aventuras, quizá amores fatales...¡¿quien sabe lo que nos depara
este gran viaje: el grand tour de la vida?! Y lo que vas dejando atrás... es
sólo ya arena derretida, castillos de arena que el viento- tiempo ha deshecho
para que sigamos edificando nuestros castillos de naipes.
El viento destruye nuestras
torres de marfil para que edifiquemos nuevas jaulas doradas (o más bien de
funcionalista plástico). Por más que nos de ostias la realidad, seguimos soñando, como la lecherita, empezando
nuestras casas por el tejado, guiados por esta loca, embelesada y embalada, de
la Imaginación.
En esta playa de nuestra vida
divisamos siempre un nuevo y gran horizonte, aunque nos peguemos tres veces con
el misma cacho roca... aunque nos demos cabezazos siempre contra el muro de la
realidad con el que hemos topado. Aunque nos caigamos de la parra y del manzano
y de las nubes apolíneas, seguimos soñando utópicamente “lo que debe ser” en
este mundo tópico de “lo que hay”.
Aunque nos batamos contra molinos
de viento y por más que no exista el París que sueñan las Madame BOBA- rys
noveleras, seguiremos soñando, sintiendo y sufriendo.
Aún todo, soñamos nuestra vida
porque sabemos que la vida es sueño, el sueño del soñador que así mismo se
sueña. Las vidas se gestan de la misma materia que los sueños. ¡Seguiremos siendo Quijotes Soñadores en este
mundo de Sancho Panzas echado la siesta! ¡Sigamos moviéndonos aunque todos se
hayan parado! Aún podemos cambiar el mundo (porque sí no lo cambiamos; nos lo
cambian otros por nosotros)
El espectáculo ha de continuar y
no hay que abandonar nuestra particular barricada. Si no nos dejan ya hacer un
mayo del 68... ¡Hagamos un mayo del 69! (jaja) Si no nos dejan cambiar el mundo
al menos intentemos que el mundo no nos cambie – o recicle- del todo.
¡Cuantas veces naufragamos en los
mares inciertos de la vida! Nos ahogamos en vasos de agua (que sí medio
lleno... que sí medio vacío...) Nos ahogamos en nuestras islas. (Pues los a-
isla- dos ponen una isla entre el uno y el dos.) Nos gusta ensimismarnos en
nuestros monólogos y mundos interiores por miedo a salir a la superficie del
mundo exterior. En esta era de la comunicación, cada día hay más soledad.
Soledad carcomiendo nuestro endurecido corazón.
Pero todo Robinsón solitario
halla siempre su Viernes, su compañero de viaje, su compañero en la vida. Sí, a
veces naufragamos en nuestros mares de lágrimas, caminantes perdidos y
desorientados en las bifurcaciones de la vida. ¡La vida ofrece tantas
alternativas y desviaciones, tantas sendas equivocadas...! El “buen” camino es
el que nos dicta la intuición, donde el corazón nos lleva.
En el andar, en el viajar, esta
ya la posada, la meta.
Al buscarnos a nosotros mismos... resulta que ya nos hemos
encontrado. Y entonces desistimos de conocernos a nosotros mismos, abandonamos a nuestro sicoanalista argentino y nos decimos: ¡Yo ya no me busco; yo ya me he encontrado!. Por eso viajar es más que una búsqueda; es un encuentro.
Y resulta que un día, junto a mi
asiento me encontré a esa compañera que todos buscamos. (Nunca desistimos de
buscar nuestra media naranja aunque a veces parezca que la han exprimido para
algún zumo concentrado). A mi lado se sentó una gabacha de la Gran France, con
pinta entre Amelí y Audrey Herburn, una cosita naif, inocente, feerica, con
carita de hada. Iba algo “morada” porque venía de la semana grande de San
Sebastián, de beber en los soportales de la parte vieja y desvariaba un rato
largo, se le vencían los ojillos de sueño y cada uno de sus bostezos me
incitaban a besarla. La ciudad la había encantado y hechizado con su azulina
magia. Esta guiri chapurreaba algo de castellano ayudada de un diccionario.
Comentamos cuatro tópicos y lugares comunes sobre ciudades pero al final
acabamos hablando de lo utópico, de las Ítacas, de las ciudades invisibles... Hablamos
también de esa isla infernal donde un a-isla-do dictador corrompe el sueño de
un soñador. (Siempre hay “un realista” para cada “soñador”. Siempre hay un
Platón para un Sócrates, un San Pedro
para un Jesús y un Stalin para un Lenin... Y “el realista” es el que lo
fastidia todo y nos baja de la nube)
A mi la literatura que más me
gusta es la que empieza con un viaje o una huida, la dije. Me gustan las
“bildurs-romans”, las novelas donde un chaval aprende de la vida, las crónicas
de los reporteros de guerra o de los anacoretas perdidos por lugares extraños y
exóticos... leemos para viajar sin necesidad de movernos del asiento de este
bus. Por eso la lectura, como la vida, es un viaje. Y en los autobuses ALSA
nosotros al leer; viajamos doblemente, infinitamente. Más que viajar, volamos,
“lo flotamos y lo flipamos” (fly = volar)
Aquel día intercambiamos número
de móvil y ahora, de vez en cuando, quedamos. ¿Cuánto durará el vuelo en común
que hemos emprendido?. El amor es eterno mientras dura. ¡Eterno mientras dura!,
¡que efímera eternidad la del hombre!, tan eterno como el trayecto en este bus
¡siempre acaba cuando más a gusto estamos!. De pronto llegamos a la parada y
nos da “cosa” despertarnos. Hay que
salir del calorcillo fetal del bus para enfrentarnos a la cruda y fría
realidad... y la verdad es que no apetece lo más mínimo. Los buses ALSA tienen
mucho de madre que te abraza en un cálido sueño.
No sé, a mi me parece que esta
bien eso de ser viajero, no viajante ni comercial, sino aventurero, bohemio. Y
todos podemos serlo aunque nos creamos atados a nuestra rutina, “tecno-
esclavos” de nuestro trabajo. Se trata tan sólo de hacer de la rutina una
aventura irrepetible que siempre será nueva mientras nosotros la hagamos así.
Porque la vida es un viaje hacía
ninguna parte, hacía el mar de la muerte (somos ríos los vivos y al mar de la
muerte van a parar también los “señoríos”, decía Manrique) Pero la muerte no
nos iguala a todos pues cada muerte dice mucho de cada vida que se ha vivido.
Morir es fácil, cada día mueren cientos de niños en el mundo, pero vivir...
¡que miedo nos da vivir! Podemos vivir o podemos sentirnos siempre “muertos en
vida”, y sentir ese “muero porque no muero” que nos impide vivir en plenitud.
Es mejor morir porque se ha vivido que seguir viviendo porque ya se ha muerto,
versó Holderling. Hay que vivir intensamente, viajar disfrutando del momento
eterno. (claro que también dijo Holderling
que “todo ha de cambiar en todas partes” y le respondieron los
empresarios aquello de “sí, todo ha de cambiar para que nada cambie”)
Vivamos pilotados por nuestra
Recta Imaginación, sublimando pero no reprimiendo nuestros caballos (el blanco
y el negro). Surquemos el mar azul del cielo hasta que atisbemos nuestros
paraísos artificiales.
– Señores viajeros, hemos llegado
a San Sebastián. Disfruten de su estancia-
El Viajero Soñador.
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