ANA MARIA MOIX DUELO CON ANA MARIA MATUTE
Ayer llegaba a Málaga desde
Barcelona Ana María Matute. En el trascurso entre estación y tren se abrió la
capota de nubes y brilló un sol magnifico. Se había dejado ver un arcoíris. Matute
lleva la magia y que magia allá donde vaya. Esta noche las palabras habituales
de presentaciones se nos vuelven vanas y tribales. Escuchar a la Matute y la Moix
es un placer. Dejará las convenciones del genero de la presentación y no hablará
de sus obras ni sus premios. Las dos comparten el nombre e inicial del apellido,
su ciudad natal y muchos amigos. Pertenecen a dos generaciones distintas, a
veces contrapuestas por los críticos. La rebelde y rara matute pertenece a la
definida generación del 50. Y Moix pertenece al grupo de novísimos que le pese
a quien le pese tanto aportó al final del franquismo en la renovación de formas
y costumbres liricas. Ambas abominan de los casilleros. Nunca quiso hacer lite
comprometida Matute y Moix hace guiño becqueriano como subraya el prólogo al
cuaderno de la lectura que en el 92 daba en el centro de la cultura. Moix es premio
ciudad de Barcelona por la vida de Sissi, mundo apasionante, que editó en Cataluña.
Al releer las obras de Matute descubres que el escritor es un maestro que nos
da lecciones sobre la vida. Hay muchos maestros en esta sala. Con palabras se
construyen mundos y fijan sensaciones. Ha contado en sus relatos nuestra propia
infancia. Niños tontos solitarios, con abuelas terribles y rígidas como doña
Praxeles o niños sedientos de aventuras. Nos ha ido desmontando los tópicos
oficiales de felicidad fácil y plana. Crecer duele y ella sabe la herida de
hielo en nuestro corazón como el niño de la reina de las nieves. Lo políticamente
correcto no es literario. En el cuarto oscuro se quedaba a solas con la fantasía,
nos dice mucho de su mundo. En nombre de esa fantasía ha inventado un
imaginario medieval para sus lectores, desde torre vigía hasta olvidado rey Gudú
y Aranmoth. Lo reconocemos como propio en la nebulosa de nuestra memoria. La
entrada a Europa de Maastricht le suena rarísimo. Yo he sido europea siempre,
desde que leía a Andersen de niña. La vitalidad y energía de Matute y de Moix
que está enferma, es increíble. Estan en una noche tan fría en Málaga. Matute
dice; cuando uno es joven come fruta verde y le da cólicos y a su edad se la
come la fruta con champan. Yo digo que la infancia es más larga que la vida.
Son frases para llevar consigo una. Ana María Moix leía a Matute a los 15 años.
Leía con avidez lo que iba publicando y su hermano Terenci. Pere Gimferrer era
su gran amigo y adorador de Matute. Se lo enseñaba todo a Gimferrer. Si quieres
escribir bien hay que leer literatura clásica y extranjera, española sólo a
Matute. No es verdad, pero qué bonito. Lo primero que leyó (es un libro que le
sirve para pasar la vejez, pues ya no existe en librerías) fue una antología de
relatos de la editorial Mateo que se titulaba el tiempo. describe un mundo
tremendo. Le gusta leer más que escribir. Los cuentos “Los vagabundos” son muy
conocidos. Un niño que vivía con un espía y tenía un gato tan egoísta como él.
Luego Moix leyó los niños tontos, cuentos de Artamila, pequeño teatro, o el
premio nadal Primera memoria, los hijos muertos, los soldados lloran de noche.
Maruja Torres entonces se llamaba María Dolores y Terenci Ramon y Pere
Gimferrer era Pedro. Terenci hizo una crítica a torre vigía; imprescindible
para su supervivencia. Escribió algo sobre primera memoria. Escribió sobre ella
con mucho cariño. Les conoció cuando tenían 16 años. Le escribió una carta Ana
María Moix que no había publicado nada, pero que le gustaba escribir. Ella
venia de EEUU y quedaron en un bar. Su hijo tenía 11 años y venia también. Se
había comprado un abrigo de leopardo en EEUU, llevaré un abrigo de gato viudo
para que me reconozcas. Juan pablo tenía 11 años. Lo sabía todo sobre los nazis
y vampiros. Se fue con él a EEUU. Terenci Moix era Peter pan. La escriben
cartas y no las contesta. Conocía a sus amigos prohibidos. Ha tenido muchos
amores prohibidos, en esa época cualquier amor era prohibido. Cuando ganó el
Nadal la portada de Destino ponía; claveles rojos para una ganadora morena.
Estaba con un ramo de flores, al lado del marido el malo. En aquel momento
estaba bien. En su casa compraban destino y la vanguardia, como en todas las
casas de Barcelona. La mujer del editor era muy guapa. La madre le dijo, esa es
la mujer del editor, pero era ella, la Matute. La juventud es belleza en sí
misma. Recuerda una anécdota cruel. Estaban muy buenas. Ahora la dicen, estaba
tan enamorado de ti, ¿por qué no lo decías antes? Eso era un despilfarro, a sus
84 años ella es muy vieja. La mujer se ha vuelto más desinhibida y ellos estan
más nervioso. Las mujeres ya no son las esclavas de los hombres en esta
civilización. Es cruel como viven muchas mujeres aun en el siglo XXI,
absolutamente oprimidas, con el burka. Se lo puso un día para protestar. No se
dio cuenta de lo que era. La mujer no es nadie ni nada. No se puede tolerar o
permitir que un país considere que las mujeres sean esclavas. Les metían la
comida por debajo de la puerta a muchas mujeres aún. Cuando empezó había
machismo. Pero ella no lo notó. Era muy jovencita. No se daba cuenta. Uno tiene
que escribir bien. Va con silla de ruedas y lo único que puede hacer es
escribir bien. Entró en la academia por sus cuentos o literatura, no por ser investigadora
o historiadora. A Matute lo que más le gusta es la poesía, pero ha sido incapaz
de escribir un libro de poesía en la vida. Moix tiene un libro, vals negro, la
mejor biografía de Sisi. Tiene que seguir escribiendo novelas, que son
verdaderas y extraordinarias. Lo que más le cansa a un escritor es no escribir.
Sigues escribiendo, pero con la cosa que no te sale. Las depresiones son muy
difíciles de explicar. Hay un escritor que escribió el libro maravilloso, la
oscuridad. Escribió sobre la depresión. Ella lo ha padecido. Eso lo lleva el
trabajo literario. Es un precio que tienes que pagar por haber escrito y
publicado demasiado joven. Olvidado rey Gudú
es el libro que llevas dentro, cuando yo sea mayor escribiré ese libro. Que
cuente lo que lleva dentro. Era un libro que necesitaba escribir, cuando ya no
podía más. Tardó años en sacarlo. Iban a verla a Sitges donde vivió dos años.
La última frase del manuscrito era la de ahora, hace 20 años que empezó a hacer
el libro. La última frase la tenía ya escrita desde siempre; todo se perdió en
el olvido. La primera es la que más le cuesta. Castellet era su amigo y tenía
casa allí. Allí se encontró con Carlos barral y con Ibone y Julio, su marido el
bueno, le dijo; te conoce desde que eras pequeña. Iban con Esther Tusquets, la
primera editora de libros para niños. Recuerda el primer libro que escribió
para niños, tenía un niño que ahora es un señor con bigote, juan Pablo. A él se
lo dedicó. Es el destino de los hijos; crecer. Ese señor tan adorable se
convertirá en un señor con bigote. El niño era guapísimo, es bello. Desde que
se casó con la última mujer, la buena, ha engordado. Tenía unos ojos… Jaime gil
de Biedma le dijo que se asomaba al muro para ver lo guapo que era el niño. Es
muy buen hijo, un poco tozudo. El gato todo el día maullando por ventanas y
tejados sin dejarnos dormir. Y el gato iba diciendo “¡que trabajo me espera
mañana!”. Era una época que era joven y entendía el lenguaje de los gatos.
Llegaba la primavera cuando llegaban los gitanos a unas casas cerradas, y había
música entre los árboles. Buenos días señoras, le decían. Tenía una cuadrilla
de niños que le traían cositas para la casa de muñecas. Hacia muebles con un
carpintero enfrente de su casa, muy amigo de ella, con el que desayunaba. Sacó
escaleras y cúpulas de cosas que el carpintero iba a tirar. Jugaba con su hijo
a eso; a hacer ciudades y casas. Jugaban con un barco pirata con un tesoro
escondido. Lo que promete a los niños lo cumple, no a los mayores y por eso le
hizo una casa de muñecas. Había monedas de oro. Hacia joyas. Se las regaló a
unas amigas. Arriba del pueblo que hacía había un castillo. A su marido “el
bueno” lo llamaban vikingo porque era rubio, ojos azules, muy guapo. Salió
antes la torre vigía que Gudú. Lo llevaba dentro desde que era pequeña. Cuando
sea mayor y sepa muchas cosas escribiré rey Gudú. Paquito rico don francisco Rico
(le conoce desde que tiene 17 años) le dijo que esa edad media no está
deformada, es la edad media. el ambiente, el clima. La van a llamar la Tolkien,
pero no tiene nada que ver con el señor de los anillos, aunque le encanta el
autor. Pero comprendieron bien el libro y funcionó muy bien. Moix nunca ha
podido con Tolkien. Hay gente que no sale en los periódicos, gente que la lee, tiene
muchos lectores que la apoyan, a los que quiere mucho. Nunca olvidará una carta
de un chico Joel que le dijo cuando terminé olvidado rey Gudú “me expulsaron
del reino olvidado y desde entonces vago a la deriva, gracias Matute”. Un
incentivo para seguir escribiendo con locura. Laura le escribe una carta
preciosa. Cosas que la impactan. U otro niño Borja. Deja lo que está bien
escrito, los cuentos, sigan como están e inventa tú otra cosa. A los niños les cuentas cuentos que son
cursis. Cursi no es algo delicado, espiritual.
Los hijos de sus sobrinas dejan la tv para que les cuente la bella
durmiente. No es la zapatera de nadie. Escríbele tú el cuento de la zapatera.
La bella durmiente no tenía ni voz ni voto. Tiene mucha magia para los niños.
El nieto de Esther Tusquets decía que era la reina de la fantasía. “Ese Borja
que has nombrado era hijo de una amiga mía”, le dice la hermana de Terenci
Moix; le llamaba por teléfono y le pedía juguetes a escondidas. Es difícil
matar al niño que fuimos, si es un niño que merece la pena. No todos los niños
son buenos. A veces les ves ojos de maldad. Ni buenos ni malos, son niños. La
infancia no va poco a poco, se acaba de pronto, el sol en el desierto no tiene
ocaso, se acaba de pronto. Todo se ha roto. No hay un oasis. Se acaba la
infancia así. ¿lloramos? El público no se manifiesta, querrán que les compres
algún juguete. Ya han contado como se conocieron, como se han compenetrado. Son
muy distintas, pero tienen en común la imaginación. Son de la misma raza, sin
ser racistas. Los escritores nos conocemos de lejos, los de verdad. No todos,
como lo de los niños. El escribidor es distinto al escritor. Muchos van por el
dinero, pero nadie gana mucho con la literatura. Ser escritor es una carga que
se lleva encima desde que se nace hasta que se muere. Que no puedes quitártela
encima ni quieres. Todavía conserva la disciplina como cualquier escritor de
sentarse ante el ordenador y escribir a diario o espera que vengan las ideas.
Nunca ha tenido la disciplina esa, aunque es buena. Da buenos resultados. Los
escritores no somos iguales en los métodos, si en lo esencial. Solo escribe
cuando tiene necesidad imperiosa de escribir. Un escritor tenía su horario
religiosamente, desde las 9 de la mañana y planos de sus novelas. Le cuentan
algo o ha vivido algo y no sabe que eso va a ser una novela. Tiene que salir
muy de adentro. Tienes que tener referencias de algo que ha ocurrido o puede
ocurrir. No todos son iguales. Vargas llosa escribe muy diferente a ellas. No
hay un patrón. Cada uno se crea su propio patrón. Cuando se escribe más es en
una playa tomando el sol, pues ellas no pueden. Ella escribe en su cuarto, con
sus libros, absolutamente sola, sin la mujer de la limpieza siquiera. No puedes
escribir en un parque. Ser escritor es una manera de ser. Tu eres así y no
puedes cambiarlo. Es muy suya. No le gusta ni que la hagan fotos en su cuarto,
además porque está hecho un asco. Tiene una cama de madera que parece como una
cabaña. Sale de ella y va a su mesa. escribe en el cuarto donde duerme como a
juan Marsé. Cuando viene la lola, mujer de la limpieza, esta le dice “que tengo
que limpiar”, ella ni la deja, entra pero la escritora se marcha. Terenci tenía
dos pisos muy grandes, en uno vivía y abajo era su lugar de trabajo con videos,
fotos de cine y dos o o tres despachos. Escribía sus últimos días en la cocina.
Cuando vivía aun en casa de sus padres escribía desde la cocina, como pequeño
teatro. En un cuaderno cuadriculado y hacía dibujos, a mano todo. La cocina es
el corazón protector de la casa. Cuando era jovencita por lo menos la mitad de
la novela la escribió en la cocina. Hay que buscar para el que está indecisa un
lugar donde te encuentres independiente, reunido contigo, como la habitación
propia de Virginia Woolf. Como esos niños de Dickens muertos de frio que de
pronto los meten en la cama. Ella piensa que es un niño de Dickens que le meten
en la cama y se pone a escribir, como David Copperfield. Ella de mayor
escribiría cosas así. Dickens, Emily Bronte son escritores muy importantes. ¡Que
importante y profundo lo que decían. Se respira tan bien dentro de esos mundos!
Yo haré algo que será grande. Una pregunta que le sale del alma, ¿hay que ser
escritor desde siempre? ¿Hay gente que no tiene ese privilegio? Es maravilloso
de mayor querer empezar algo o contar toda una vida. Es como un matiz de
esperanza, magia para la gente mayor. Hay escritores que han empezado muy
tarde. Sin pretender grandes éxitos sino trasmitir su alegría y vivencias
muchos ancianos se lanzan a escribir. Tusquets empezó a escribir a los 40 y
Sartre a los 60. Es una disposición natural. Hay quien lo necesita más urgente
o de manera más relajada y pausada. No tiene que ver ni la edad ni el sexo. Sus
herramientas han pasado de los cuadernos, a escribir a mano, ordenador, máquina
de escribir… Es la poesía la que me ha dejado a mí, no ella a ella, reconoce la
hermana de Terenci. Manolo Vázquez Montalbán escribe un libro de poemas al
final de su vida, que es lo mejor que escribió. Ella (Moix) poemas en ordenador
no podría escribir, pero narrativa si porque es como una máquina de escribir.
Matute usa la máquina de escribir porque es más cómoda y rápida y las
editoriales no te aceptan un libro a mano. Mejor hacerlo directamente a
máquina. Hay escritores que mandan los artículos a mano a los periódicos, Pere
Gimferrer y juan Goytisolo, que tienen la letra endemoniada. Las primeras las
escribía a mano. Ignacio Agustí, director de Destino, le dice que lo mande
escrito a máquina, y lo escribe con dos dedos. No necesita un ordenador. No
corrige mientras escribe sino después. No está de contra ni mucho menos. Manolo
Vázquez tampoco lo usaba. Tenía la impresión de que había un japonesito dentro
que lo iba cambiando todo. Tiene una maquina eléctrica que cuando te equivocas
te das dos bofetadas. Luego corrige a mano y lo manda y se lo ponen a limpio y
lo vuelve a corregir toda la noche. Se lo quitan de las manos. Cuando lo ves
publicado, dices; esto se me ha escapado. La censura le quitaba palabras como
negras en luciérnagas y la dejaban publicar cosas más escandalosas. En esa
época todo era pecado. Así la dos amigas concluyen esta distendida charla en la
que se ha hablado un poco de ambas escritoras y su época.
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