Sergio Ramírez es el mayor de los
cuatro autores. Nace en el 42 en Nicaragua, en Masatepe. Es una figura central
de la literatura centro latinoamericana. Es novelista e intelectual
comprometido políticamente. Estudia derecho allí. Pertenece a la generación de
la autonomía que no sé si tendrá que ver el nombre con la descolonización con
EEUU. De allí preceden la mayoría de líderes de la revolución sandinista. Se exilio
en Costa Rica. En 1964 con 22 años ocupó puestos importantes en la universidad.
En el 69 es presidente de la conferencia de universidades americanas. Crea hasta
una editorial universitaria. Vivió varios años en Berlín. En el 75 volvió a
Costa Rica a incorporarse en el frente sandinista y en el 79 fue la revolución.
En el 78 vuelve a Nicaragua desafiando la orden de prisión del dictador Somoza.
Fue buen recibido, aunque seguía la dictadura, hubo manifestaciones populares a
recibirle. Fue un eximio exiliado que, al volver, como todos los exiliados, no
reconocía al país. Llegó a ser vicepresidente de Nicaragua en el gobierno
sandinista del 79 al 90, en que democráticamente perdieron los sandinistas. Fue
jefe de filas del frente en la oposición del 90 al 94. Dimite y abandona el
sandinismo. Daisy Zamora fue vicepresidenta de cultura. Todos fueron abandonando
desencantados por el cáliz del frente. En 2007 publica “adiós muchachos”, libro
de memorias de la revolución. Tiene dos partes diferenciadas. El primer tomo es
el entusiasmo y alegría por la revolución y la toma de poder de los sandinistas
y la huida de Somoza. Hacían campañas de alfabetización y trasformaban los
cuarteles militares en escuelas. Hicieron una expropiación de tierras a Somoza y
las haciendas de su corte alrededor beneficiando a la gente sin recursos y pocos
ingresos. En el corazón de los políticos surge de nuevo la semilla de poder, la
voluntad de poder que corrompe como el anillo de Frodo o de los Nibelungos. En el
frete sandinista se produce la piñata. Nicaragua era propiedad de la corte de Somoza.
La devolución al pueblo de sus teirras se fue tiñendo de una corrupción política
que barría para casa. Esto provoco un lucro personal de los sandinistas por las
riquezas expropiadas. Él lo denuncia. La segunda parte del libro es de absoluta
tristeza, y cuenta el descalabro de esta revolución y república. Parecida a la segunda
república española. Luego se produce una
ascensión lenta de Daniel Ortega al poder. Ese frente sandinista que
actualmente gobierna poco tiene de socialista y mucho de liberal y corrupto y
es criticado por Cardenal, o por Sergio Ramírez. De hecho, le apoya a Ortega la
jerarquía eclesiástica que antes le criticaba. Es un reflejo del poder de los
ricos en Latinoamérica que tiene el mayor número de multimillonarios y de
desigualdad ricos y pobres. Sergio Ramírez en Nicaragua desde hace 5 años
organiza un festival literario centroamericano que se celebra en Managua en
verano, centrado en escritores latinos y de otros lugares. Tiene concurrencias masivas.
El gobierno no lo apoya en absoluto. Su novela más conocida es Margarita está linda la mar, título que
saca del famoso poema de Rubén Darío. Tiene otras novelas; tiempo de fulgor, le dio miedo la sangre, castigo divino, clave de sol,
un baile de máscaras, o ya nadie llora por mí. Cultiva el género de la
novela negra. En una última entrevista de octubre comenta que el protagonista
es un policía, Dolores Morales (los hombres allí reciben nombres femeninos como
Dolores Asunción o Mercedes), a muchos se les lama con nombres de la virgen y
sus devociones e invocaciones. Sus personajes son simbólicos. Él mismo ha dicho
que debería apellidarse “placeres” en vez de dolores. Placeres físicos. Su protagonista
es el típico hombre duro o policía de novela negra, viene de la revolución
sandinista y está desencantado con el país con el que critica la revolución
sandinista o la corrupción actual. Cumple con su labor de policía a pesar de su
veteranía. Esta desencantado del mundo y es una metáfora de los nicaragüenses y
el retrato de su actual política. Hay corrupción, clientelismo, nuevos ricos...
la novela negra es un género interesante porque sirve para denunciar los
entresijos del país, sacar muertos políticos, denunciar la tortura. En la
revista Forges de multimillonarios dicen que es el país centroamericano con
mayor número de multimillonarios. Es dinero fácil a la sombra de un régimen
injusto que convive con extremadas tasas de pobreza. El autor tiene un blog
literario; el boomerang. Allí escribió este artículo, “viaje desde una silla”
Viaje desde una silla Sergio Ramírez
La
literatura no deja de ser nunca un viaje que se inicia en la primera página de
un libro, y se llega a puerto al cerrar ese libro. Y hay grandes libros que cuenta
la historia de un viaje. Los nueve libros de la historia, de Herodoto, para
empezar. En tiempos de este historiador, cronista, periodista, y por fuerza
novelista, no era posible distinguir entre historia y narración. Ni
siquiera era posible separar de la fábula el relato de verdades.
Frente al vacío y la oscuridad que
representan lo desconocido, el amor a la verdad objetiva ha sido siempre un
deber, y la imaginación una tentación: la rigurosidad en la selección de los
datos, de un lado, y la libertad de suponer, del otro. Es lo que diferencia al
novelista del periodista, aunque sean los mismos dedos los que tecleen para
crear una crónica que cuenta verdades, o una novela que cuenta mentiras
Heródoto probó que se necesitaba curiosidad
para el oficio. Esa curiosidad no podía ser saciada sin echarse a navegar, y a
andar. Lo extraño comienza más allá de las fronteras. Es la avidez por saber
acerca de lo desconocido lo que da sentido al viaje. Y lo que nos pone en
camino.
Homero relata no un viaje propio sino
ajeno, el de Ulises de regreso a Ítaca, su anhelada patria, al terminar la
guerra de Troya. Virgilio cuenta el viaje de Eneas, derrotado en esa misma
guerra, hacia su nueva patria, que será Roma. Cervantes nos cuenta el viaje de
don Quijote por los campos de la Mancha; en realidad no uno, sino dos viajes,
uno por cada parte del libro. Un viaje de ida y regreso, ambas veces.
Y es lo que hará Joseph Conrad más tarde, un escritor que antes fue marinero en
barcos mercantes, tentado siempre por lo desconocido, tentación que lo lleva
hasta las profundidades del alma humana, como en su novela El corazón de las
tinieblas, que cuenta la historia de un viaje por un río africano, Marlow e
busca de Kurz, un río que viene a ser como el Hades, maldad y oscuridad.
O el capitán Abab en busca de Moby Dick, la
ballena blanca, en la novela de Herman Melville, que es también demoniaco, por
obsesivo, tanto que sólo puede terminar en catástrofe, en derrota y en
muerte. Siempre travesías malditas hacia lo desconocido.
Los viajes así contados están siempre llenos
de interrupciones. En los accidentes, en los obstáculos para llegar, está la
historia. La consabida frase final de los cuentos "y vivieron felices para
siempre" indica el cierre de un relato lleno de peripecias que hemos
seguido con desazón, y a la vez la apertura de otro que ya a nadie interesa, y
que ocurre fuera de las páginas del libro donde lo que hemos buscado, y
encontrado, son los obstáculos. Si Ulises y Penélope vivieron juntos una
ancianidad feliz, es algo que nadie contará, porque nadie quiere oír una
historia sin sobresaltos.
Pero el viaje de don Quijote se diferencia
del de Ulises y del de Eneas, en que ellos quieren llegar cuanto antes a su
destino; Ulises ansía ver su patria después de años de ausencia, encontrar a su
mujer, a su hijo, cansado de la guerra, y no quiere aventuras, sino regresar a
la vida doméstica. Son las aventuras las que se le interponen en contra de su
voluntad, y lo atrasan durante diez años, lo mismo que duró la guerra de Troya.
Al contrario, don Quijote sale a buscar las aventuras, quiere hallarlas, son la
razón de ser de su viaje, y cuando no las encuentra, las crea en su cabeza.
Ulises tarda en llegar a su destino porque los acontecimientos indeseados no lo
dejan. Don Quijote cabalga en busca de acontecimientos deseados. Si las
aventuras no le salieran al paso, su viaje sería un fracaso.
Según García Márquez en literatura no hay
nada más convincente que la propia convicción, la certeza de creerse la propia
mentira y contarla con toda naturalidad. Convertir lo extraordinario en
ordinario, darle certeza a lo falso. Es la manera de contar de Herodoto, y la
de Homero, y la de Cervantes. Contar con naturalidad, contar con naturaleza.
Nadie más mentiroso que Ulises, verdadero
maestro en ardides. Nunca sabremos si todo lo que cuenta por su propia boca es
una invención suya, o una invención de Homero. Siempre le está ocurriendo lo
insólito, y de allí sus constantes atrasos en llegar a su destino. Pero
si inventó él mismo a las sirenas con su melodioso canto mortal, nunca dejará
de creer que es cierto. Es la condición esencial del mentiroso.
Lo que a nosotros nos parecen dislates y
exageraciones, para don Quijote son la normalidad de la vida que le toca vivir.
Si no creyera, dejaría de existir, y su mundo extraordinario desaparecería. Es
lo que al final termina ocurriendo. La cordura lo mata. Es decir, la mediocre
realidad a la que regresa ya curado de fantasías lo mata.
Porque, ¿qué es La Mancha sino un árido
territorio rural donde nada asombroso pueda esperarse que acontezca? Es el
mundo real de Sancho, donde las mozas rústicas huelen a ajo y dan de comer a
los cerdos, las mismas que para don Quijote son princesas que si lucen así,
sucias y en harapos, es porque se hallan bajo encantamiento. De lo contrario,
el viaje no valdría la pena. Sería un viaje sin sorpresas. Salir de un mundo
que de maravilloso pasa a ser prosaico es una decepción y una derrota.
Toda lectura es un viaje, un viaje desde una
silla que nos lleva a lo desconocido, por arenas ardientes de desiertos
ignorados, por mares procelosos, por río que son como del infierno, y aún por
los aires sin entramos en las páginas de Las mil y una noches. Pero siempre
regresaremos de ese viaje mejor de lo que éramos cuando lo emprendimos.
Homero, que inventa las sirenas, se las cree. Esa es
la función de la literatura; hacer verosímil una ficción, hacernos creer una
mentira. No interesa una vida serena, buena, sino vidas enrevesadas, literarias,
aunque sean mentira. Y es lo que hace Sergio Ramírez en esta novela, está linda
la mar.
La novela está la linda la mar trascurre en dos
atmosferas o espacios en la misma ciudad, pero en distinto tiempo. En 1907 en
la ciudad de León, capital cultural del estado, donde nació Rubén Darío, le han
hecho un homenaje un poeta. Escribió Darío en el abanico de una niña un poema. Años
después, 50 años después, en 1956, en el café y tertulia reconstruyen su
leyenda. Somoza viene a esta ciudad con su esposa Doña Salvadorita y sufre el
dictador un atentado en 1956. L novela habla de dos épocas distantes y de la conspiración
que traman contra la dictadura. Organizan el atentado. El dictador va al restaurante
después del mitin y hay un bailoteo. Rafa parrales es uno de los policías típicos
de allí que velan en la puerta por la seguridad del dictador. Los policías se
hablan entre ellos al oído. Dentro de la fiesta bailan eléctricamente y el
dictador saca a bailar a una alumna de mecanografía. Que rico el mambo. Hay risas
y silbidos. Platos de pastelitos. Aparece como personaje una ayudante de pastelería
de 22 años. Rigoberto la toma de la cintura y las parejas bailan en el salón de
espejos. Suena; me importas tú y nadie más que tú. En la mesa presidencial reanudan
conversaciones cuando el bolero acaba. Somoza entre el humo de su cigarrillo se
frota su rostro pecoso y arrugado. Hay policías con el uniforme almidonado de
la marina, llevan dos fusiles. El dictador echa el pitillo en el cenicero. Y bebe
un black and white. Cantan no puedo con ella. La chica que saca a bailar el
dictador juega a hacerse de rogar y despreciarle. La toma por el talle y agita
sus brazos como maracas. De repente la chica le dispara. Todos corren
derribando los atriles y caen los objetos de la mesa, el biombo y hay gritos y
un charco de sangre. Se van todos corriendo y solo queda la primera dama que sostiene
a su marido bañado en sangre. Llaman a la ambulancia. Que no salga nadie. La multitud
se agolpa en la puerta. Caen zapatos, carteras. Todos quieren salir. Allí muere
Somoza y lo suceden sus dos hijos, que también son Anastasio Somoza.
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