martes, 7 de noviembre de 2017

GONZALO ROJAS POETA

Gonzalo rojas, su poema más destacado es el amor que yo amo Analiza como hombre que solo puede amar a una mujer y querría amar a 300. ¿Por qué me haces a mí esto? Destaca el erotismo y surrealismo, y su estilo propio a ese nivel
  
¿Qué se ama cuando se ama?

¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida
o la luz de la muerte? ¿Qué se busca, qué se halla, qué
es eso: amor? ¿Quién es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas, sus volcanes,

o este sol colorado que es mi sangre furiosa
cuando entro en ella hasta las últimas raíces?

¿O todo es un gran juego, Dios mío, y no hay mujer
ni hay hombre sino un solo cuerpo: el tuyo,
repartido en estrellas de hermosura, en partículas fugaces
de eternidad visible?

Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra
de ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar
trescientas a la vez, porque estoy condenado siempre a una,
a esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso

Recuerdo del boulevard. El 17 de febrero del 2004 trataron a Gonzalo Rojas. Escritor precoz, enemigo de la retórica sin rigor. Cultiva un oficio que enriquece con la incorporación del gozo y placer de la escritura. Su poesía erótica entabla un dialogo con el misticismo español y con lo oscuro y contra la muerte. Fue rupturista iconoclasta, alejado de las modas y vanguardias, rescatando el valor diamantino de la palabra, fue un hombre de su tiempo. Y es que esta poeta archiva todos los temas de las tertulias desde septiembre del 2003. Son temas interesantes, aunque hayan pasado años. La poesía no pasa. Siempre es actual. Un periodista le dijo en tono jocoso, se os están agotado los temas. Llevan casi 20 años. No faltan temas. Siempre hay miles de poetas.

Oficio mayor. Gonzalo rojas. Somos otro sol.
Algunos árboles son transparentes y saben hablar
varios idiomas a la vez, otros algebraicos
dialogan con el aire al grave modo
de las estrellas, otros
parecen caballos y relinchan,

hay
entre todos esos locos tipos increíbles
por lo sin madre, les basta el acorde
de la niebla.

De noche pintan lo que ven, generatrizan y
divinizan otro espacio con otro sexo distinto
al del Génesis, cantan
y pintan a la vez más que el oficio
de la creación el viejo oficio
del callamiento

ante el asombro, amarran la red
andrógina en la urdimbre
de un solo cuerpo
arbóreo y animal resurrecto
con los diez mil sentidos
que perdimos en el parto;

entonces
somos otro sol.

Carbón  Gonzalo Rojas. Dedica este poema a su padre, murió cuando tenía 4 años en la mina de carbón.
Veo un río veloz brillar como un cuchillo, partir
mi Lebu en dos mitades de fragancia, lo escucho,
lo huelo, lo acaricio, lo recorro en un beso de niño como entonces,
cuando el viento y la lluvia me mecían, lo siento
como una arteria más entre mis sienes y mi almohada.

Es él. Está lloviendo.
Es él. Mi padre viene mojado. Es un olor
a caballo mojado. Es Juan Antonio
Rojas sobre un caballo atravesando un río.
No hay novedad. La noche torrencial se derrumba
como mina inundada, y un rayo la estremece.

Madre, ya va a llegar: abramos el portón,
dame esa luz, yo quiero recibirlo
antes que mis hermanos. Déjame que le lleve un buen vaso de vino
para que se reponga, y me estreche en un beso,
y me clave las púas de su barba.

Ahí viene el hombre, ahí viene
embarrado, enrabiado contra la desventura, furioso
contra la explotación, muerto de hambre, allí viene
debajo de su poncho de Castilla.

Ah, minero inmortal, ésta es tu casa
de roble, que tú mismo construiste. Adelante:
te he venido a esperar, yo soy el séptimo
de tus hijos. No importa
que hayan pasado tantas estrellas por el cielo de estos años,
que hayamos enterrado a tu mujer en un terrible agosto,
porque tú y ella estáis multiplicados. No
importa que la noche nos haya sido negra
por igual a los dos.
Pasa, no estés ahí
mirándome, sin verme, debajo de la lluvia.

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