Eliot distingue
tres voces en la poesía. La primera es el poeta hablándose
así mismo o a nadie. La segunda es el poeta dirigiéndose a una audiencia o público y
entre esas dos voces está el proceso de comunicación.
Pero además el poeta crea un personaje dramático que habla en verso, ya lo encarne la primera persona (que no tiene por qué identificarse con él), la segunda apelando al lector o un personaje en tercera (y este personaje en tercera se acentúa si se trata de teatro). Cuando escribe es una voz no dramática, cuando
se dirige a una audición o público es cuasi dramática y el personaje es una voz dramática, aunque el teatro no se
reduzca sólo a su parte textual.
A Eliot le acusan de que ha aspirado a Broadway y de emplear un lenguaje muy diferente al que está acostumbrado el teatro. Le pidieron un texto con un plazo, unos diálogos en prosa, y unos pasajes corales en verso. Alli más que la voz dramática vio el poeta la voz de la comunicación, la primera voz dirigiéndose directamente a la segunda, a su público, porque él ni siquiera conocía a los actores y se sintió un actor mientras la escribía. Es más, parecía que sus personajes le hablaban directamente al escritor. En la obra Asesinato en la catedral Eliot compuso el coro de las criadas de Canterbury ante el juicio de Bardell contra Pieckwick. La tercera voz, la de su personaje de la señora Cluppins se le interpuso en su oído sin quererlo cuando escribía. No estaba escuchando pero oyó las voces de su poesía. Parecía que los miembros del coro no recitaban actores que los representaran sino que a Elíot le hablan directamente sus personajes, “hablaban para mí”. Trató de identificarse con esas mujeres en vez de dejar que ellas se identificaran conmigo. Es más fácil reflejar a una persona con un monologo interior dominante que a un coro que resuena como un zumbido de abejas en la cabeza. Se ve en el Yumberlaine de Marlowe, en Sófocles, Racine, en Shakespeare. Vivían los autores dentro de su ficción. Necesitaban comprender a sus personajes, concederles unas horas de su vida, para poder manipularlos en su creación. Parolles ni Ricardo III perturban tanto como Yago. Rosamunde Vincy en Middlemarch asusta más que Goneril o Regan.
A Eliot le acusan de que ha aspirado a Broadway y de emplear un lenguaje muy diferente al que está acostumbrado el teatro. Le pidieron un texto con un plazo, unos diálogos en prosa, y unos pasajes corales en verso. Alli más que la voz dramática vio el poeta la voz de la comunicación, la primera voz dirigiéndose directamente a la segunda, a su público, porque él ni siquiera conocía a los actores y se sintió un actor mientras la escribía. Es más, parecía que sus personajes le hablaban directamente al escritor. En la obra Asesinato en la catedral Eliot compuso el coro de las criadas de Canterbury ante el juicio de Bardell contra Pieckwick. La tercera voz, la de su personaje de la señora Cluppins se le interpuso en su oído sin quererlo cuando escribía. No estaba escuchando pero oyó las voces de su poesía. Parecía que los miembros del coro no recitaban actores que los representaran sino que a Elíot le hablan directamente sus personajes, “hablaban para mí”. Trató de identificarse con esas mujeres en vez de dejar que ellas se identificaran conmigo. Es más fácil reflejar a una persona con un monologo interior dominante que a un coro que resuena como un zumbido de abejas en la cabeza. Se ve en el Yumberlaine de Marlowe, en Sófocles, Racine, en Shakespeare. Vivían los autores dentro de su ficción. Necesitaban comprender a sus personajes, concederles unas horas de su vida, para poder manipularlos en su creación. Parolles ni Ricardo III perturban tanto como Yago. Rosamunde Vincy en Middlemarch asusta más que Goneril o Regan.
En la obra que Elíot analiza en este ensayo,
se dirige Robert Browning así mismo como “tú, autorcillo de obras”. Fra lippo
lippi, Andrea del sarte, los obispos…son otros de sus personajes. Oímos la voz
del autor maquillado en el personaje. En la tempestad Calibán habla. Pero en la
obra de Browning es el autor quien habla a través de él. Y allí estaría la diferencia entre crear un personaje que
prolongue nuestro monologo interior propio o un personaje propio, con sus
necesidades propias de comunicación, su pensamiento independiente y su forma
peculiar de expresarse, incluso en registros menos intelectuales que el del
autor. La piedra de toque es el propio autor que se lee así mismo. Es la diferencia
entre hablar por uno mismo o a través del personaje y hacer que tu personaje
hable, y la diferencia entre hablar solo y a un público, en el que haya
verdadera comunicación empática. No puede el poeta regalarnos todo su
pensamiento en el parlamento de un personaje con el que se identifica, porque
este monologo interior sería una chapa, un rollo que resolvería mejor en el
siquiatra. Debe repartirse su pensamiento ampliamente y tanto como lo permita
la caracterización del personaje. El personaje debe decir poesía y no meros
versos, y que no parezca portavoz del poeta. Puede el autor errar asignando a
un personaje líneas de poesía, impropias para su papel, no creíbles o verosímiles
con su nivel cultural por ejemplo. O hacerle hablar durante líneas y líneas que
no hagan progresar la historia, detalles chorras. Tamburlaine de Marlowe y los dramaturgos
isabelinos menores son maestros en diálogos que no aportan mucho. Racine,
Sófocles son lo contrario.
El poeta debe comprenderle, le está dando vida durante
dos horas y debe conocer a su hijo parido. Es inevitable poner características al
personaje que el autor tiene. Siempre surge la especulación de que el personaje
recuerda a alguien real y generalmente al mismo autor. Nunca hay un abismo entre la primera persona del poeta y la tercera persona
o personaje. En este monologo dramático el autor teatral que Elíot analiza
se refiere a sí mismo como escritor de obras. El buen autor debe adentrarse en la sique de personajes con los que en
ocasiones no simpatiza. No imponerle su poesía sino extraerla del
personaje. Dejar que se identifique el personaje con el autor. Toma posesión de
personaje imaginario Calibán o del histórico Lippo lLppi. El monologo no crea personajes,
porque estos necesitas moverse en acción y la comunicación entre seres ¿Hay
dinamismo en el monologista que imita varias voces? Un personaje bueno nos
invita a conocer a la persona real en que se basa. Si hace a hablar a su
personaje como el, es un personaje que ya conocemos y reconocemos a la persona
que es él mismo. No tiene sentido este sermón sin congregación, las poesías con
contenido pero en ausencia del otro. Esto no quita que además de entretener la
poesía siempre instruya moralmente o contra moralmente, la sátira es otra
forma de predicar con el humor. En la buena poesía no oímos al ciego Homero
sino al mismo héroe. Parece que Milton simpatizaba tanto por Satanás que casi
se mete en la logia o partido del diablo, pero al menos eso es lo que nos ha
hecho creer. El teatro es una acción exhibida ante una audiencia y la epopeya es
un cuento narrativo también contado a la audiencia.
La poesía en primera voz no es un intento en
principio de comunicarse (puede escribir un diario y guardarlo). Pero en la poesía
dramática siempre hay una comunicación y no se reduce a la verbal. Muchas
veces los versos son cantados, en Campion, Shakespeare, en Burns, en las arias
giberts, los números de cabaret, acompañados de una partitura musical. Vaugh,
Marvell, Donnne y Herbert hacen una poesía metafísica, con poemas divididos en
estancias o estrofas breves. Ponen énfasis en la brevedad y la división en
estrofa, en el ritmo y en la asociación con la música. Entre unos sentimientos y su expresión directa no hay un vínculo necesariamente,
porque esta pasión se debe contener y distanciar para ser comunicada. Daddy
lon glegs y y mr. Floppu son dos juglares que no pueden ir a la corte porque a
uno se le alargaron y al otro se le acortaron las piernas, quizá tuvieran mucho
que contar pero no llegaron a contarlo, como otros muchos a los que les
cortaban la lengua. Eliot menciona El problema
de la lírica de Gottfriend lyrik. Analiza Las elegías de Duino de Rilke. Jeune
parque de Paul Valery. Las califica de poesía meditativa. Teoriza sobre el
embrión inerte o el germen creativo. Analiza los recuerdos verbales y el lenguaje
al servicio del poeta, que ha de buscar
las palabras exactas y los recursos estilísticos necesarios y no los accesorios
que dejan la poesía afectada y pedante. Una vez escrito el libro desaparece
el autor, el para qué lo cuento y queda el libro. Es el libro el que habla y no
el poeta. El poeta ya ha cumplido. El
libro le pertenece ahora al lector y su lectura y reinterpretación. La
poesía trasmite algo que no es idea del todo ni sentimiento puro, sino una
mezcla, la niñez de la vida en la tiniebla.
El poema que no es didáctico, ni narrativo,
ni para el teatro ni con fin social, sería el poema puro, en el que parece que no hay una intención comunicativa clara. Al poeta mientras crea los
demás no le importan sino encontrar los vocablos correctos y raramente piensa
en su público sino en lo que necesita escribir o necesitan sus personaje. Le
posee un demonio o un dios o una inspiración. Eliot habla de exorcismo. Pero
esa inspiración romántica, que a
Picasso le pillaba trabajando, no es otra cosa que el aliento de la propia vida
como sugiere la propia palabra “inspirar”. Y es lo contrario a la muerte, al
expirar. El poeta entra en catarsis, se libera de su malestar agudo psicológico,
no le importa comunicarse. Siente agotamiento paz absolución, aniquilación por dentro.
Pero esta catarsis creativa, esta escritura automática, se debe corregir después,
con esa contención emocional. Valery estudia la mente en la composición de un
poema. La investigación biográfica del
autor, del tema, del contexto, de la psicológica, son sobre interpretaciones
como después definiría Humberto Eco, se alejan del poema sin legar a un sitio.
El poeta lo primero que quiere obtener es claridad en sí mismo. La más torpe poesía es en la que el poeta
no logra expresarse a sí mismo y la más burda es la que nos trata de convencer
de algo en lo que no está él convencido el propio poeta. La mala poesía es en la
que se implica demasiado, pero también la que es fría y alejada de él, y sobre
todo la que no traduce bien sus sentimientos.
Las tres voces se interrelacionan en un poema
y acaban encontrándose. El poeta escribe sin pensar en una audiencia a todo
momento, pero acaba publicándose. Para
el público el autor es lo que ha leído y un par de datos en la contraportada.
Ambos, autor y lector, son críticos divergentes en la misma obra. Que el autor
llegado a este punto descanse en paz, pues la obra es ya del lector. La poesía es retórica cuando no habla del
poeta sino que parece que habla solo el lenguaje pedante y los recursos afectados.
La verdadera poesía es de dentro. Y además la obra habla por sí misma. Son los personajes voces que se dirigen
a nosotros. No es un lenguaje privado y
desconocido sino compartido. En la lírica reflexiva las dos voces
comunicativas, autor (obra) y público, son claras. En el drama se dan las tres
voces, porque habla el autor (obra), el público y los personajes. Un
ventrílocuo convierte su personaje en portavoz de ideas y sentimientos, pero no
se trata de eso, sino de crear personajes con autonomía propia. Gottfried benn
analiza el oscuro material psíquico del poeta. El guion nos puede dar la forma
ya dada, la noción del argumento de la historia que voy a contar. Siempre tienes
que elegir, planificar esbozos en prosa en el teatro. Y esto obedece a impulsos
secundaros inconscientes. En un poema se oye siempre más de una voz. Se ha
dirigido el poeta o autor teatral no así mismo sino al público o lector. Los lectores
se quejan del poeta oscuro que ignora al lector o habla para un círculo
elitista en la que estamos excluidos. A Shakespeare solo lo encontramos en sus
personajes, no pudo haberlos creado otro, y nos pertenecen a todos. Está el autor en todas partes y a la vez en
todas oculto.
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