LAS HISTORIAS KRONEN HAN MUERTO
Por
los locales que recuerdan el mítico libro, la película y a esta generación
literaria también han pasado 20 años, como en el poema de Gil de Biedma. Primero fue un libro el que nos hablaba de
estos templos de la posmovida
Hay que ir al barrio de Malasaña de Madrid para
encontrar los bares que aparecen en la novela Historias del Kronen. “Han llegado tarde. Los kronen están todos
muertos”, asegura con voz ronca Pepi de Palma, camarera del Palentino, en cuyo
sótano Álex de la Iglesia se inspiró para su película El bar. (Este local clave de la movida ha cerrado el 22 de Febrero de
2018 por defunción del dueño). Pepi parece un personaje salido del filme del
bilbaíno o quizá más bien de un rollo en Super-8 de Almodóvar.
Según la leyenda urbana, José Ángel Mañas escribió
la novela una noche, al volver de borrachera con sus amigos. En realidad, el
escritor se tomó un año sabático en 1992 para escribirla (la redactó en quince
días). Su padre, ya que iba de viaje a
Barcelona, la presentó el último día, a última hora, al premio Nadal. La novela
quedó finalista en 1994 y vendió más libros que la ganadora: Azul de Rosa Regás. Del libro se han
vendido ya unos 400.000 ejemplares y aun así, quizá es más conocida la versión
cinematográfica.
Se convirtió así en el fundador improvisado de esta
generación de escritores de los 90, también llamada generación Nocilla. Mañas
fue el primero de una larga lista de jóvenes escritores que irrumpieron con
fuerza en el panorama literario de la España de los 90. Su ópera prima fue éxito
de ventas y público, pero la rechazó finalmente la crítica. Incluyeron a otros
autores en esta generación inventada. El autodestructivo Ray Loriga escribió
varias novelas en esta línea: Lo peor de
todo, Héroes, Caídos del cielo, Tokio
y El hombre que inventó Manhattan. Marta Rivera, Marta Sanz (Premio
Herralde con Farándula en 20015),
Paula Urquijo, Juana Salabert, Berta Vías Mahou, Paula Izquierdo, Lola
Beccaria, Belén Gopegui, Lucía Etxebarria eran las chicas del grupo. Esta última
sigue triunfando, reciclada al feminismo y más causas sociales. Belén Gopegui
acaba de sacar en 2018 Quédate este día y
esta noche conmigo. La autora de La
conquista del aire se desvincula de esta etiqueta comercial, y afirma
elaborar ahora una prosa más madura y reflexiva.
Otros autores menos conocidos son Juan Gracia, Ramón
Alcoberro, Luis de la Peña, Luis Mangriyá (Herralde 2000 con Los dos Luises), Benjamín Prado (Raro, en 1995), Tino Pertierra, Caimán
Montalbán, Nicolás Casariego, Fernando Gallican, José Machado, Enrique Urbijo, Antonio
Orejudo, Ismael Grasa (De Madrid al
cielo, en 1994), Pote Huerta, Pablo González Cuesta, Francisco Casavella,
David Trueba, Daniel Múgica, Juan Bonilla (Nadie
conoce a nadie en 1996), Félix Romeo, Care Santos (La muerte de Kurt Cobain en 1997) y Pedro Maestre (ganador del
Nadal 1996 con Matar dinosaurios con
tirachinas.) Muchos participaron en el libro colectivo Páginas Amarillas. Mañas es el padre de la generación X
española, la que se consideraba sin futuro y pérdida. Esta corriente literaria
se caracteriza por el realismo sucio, crudo; a veces, descarnado. La crítica no
ha tomado demasiado en serio este movimiento, lo ha visto como un fenómeno
puntual y accesorio, que obedecía a la necesidad de relatar la forma de vida de
los 90 tanto como a intereses editoriales y políticos.
El Kronen
Ni rastro del bar Kronen, que debería estar en la
calle Silvela, ni de su dueño y barman Manolo, porque nunca existió, se lo
inventó el autor. Mañas no quería llamar al bar protagonista de la novela como
ninguno que existiera en la realidad. Vio en esta calle un cartel de cerveza Kronenbourg y
así se le ocurrió el nombre. En
este antro se reunía Carlos, el adolescente protagonista, con sus amigos. No
sabemos si el escritor partió de su propia vida o la de sus conocidos para
contar las vicisitudes y problemas de su generación, aunque en varias
entrevistas repitió que no es autobiográfica. Imaginamos a Mañas con la libreta
apuntando las expresiones en jerga de sus colegas. Aparecen señas de identidad
propias de aquel tiempo, y los lectores sentían estar leyendo algo que les
afectaba y tocaba. La historia de su
familia desestructurada en una urbanización de la Moraleja con piscina y la
enfermedad y muerte de su abuelo trascurre paralela a la de su cuadrilla y sus
aventuras sexuales. Es la crónica de un clan de drogadictos que pasan el día
fumando porros y metiéndose cocaína, conduciendo frenéticamente en dirección
contraria, balanceándose subidos a unos andamios de una fábrica abandonada o
colgándose de un puente sobre la M30 de Madrid (Estas dos últimas escenas solo
aparecen en la película). La novela está redactada con una narrativa rápida,
fresca, original y alucinada, una atmosfera entre sueño y realidad, a mitad de
camino entre el retrato generacional y un simple diario de anécdotas macarras.
El Siroco
En la calle San Bernardo solo una placa en la puerta
confirma que existe el bar Siroco desde 1989. En este bar se emborrachaban los
personajes a cubatas al borde del
coma etílico. El barrio de Maravillas, que describe Rosa Chacel en su novela y
al que da nombre su convento, se convirtió en el lugar bohemio y rockero que es
ahora, dedicado a Manolita Malasaña. La fuente Dos de Mayo recuerda a otros dos
héroes de la guerra de la Independencia, inmortalizados en los fusilamientos de
Goya, y en ella se bañaron desnudos los estudiantes de la Complutense para
protestar por la expulsión en el tardofranquismo de los catedráticos de
filosofía Enrique Tierno Galván, José Luis López Aranguren y Agustín García Calvo.
(Y José María Valverde, en Barcelona). El barrio fue escenario de la movida en
los 80, y de la época Kronen que le sucedió en los 90. Por eso, la novela
comparte con la movida muchos bares.
El Vía Láctea
El bar Vía Láctea en la calle Velarde 18 sigue
siendo emblema de la movida y aparece también en la novela. Recibe a los
clientes con sus luces de neón y colorín, una barra americana, un billar y
litografías de ciencia ficción en las paredes: Alíen, Blade Runner y La guerra de las galaxias. Y fotos de Fredy
Mercuri, Jimi Hendrix, Jim Morrison, Elvis Presley, Janes Joplin y David Bowie
(y en los últimos años de Amy Winehouse). A este bar vino Andy Warhol
representando la cultura pop y beat de Greenwich Village. Aquí se inició
también la música electrónica o disco con los primeros DJ. La puerta del local
la controló 25 años el Puertas o el Sheriff. Así apodaban al “segurata”, un
señor mayor que se ponía una estrella de sheriff en la solapa como acreditación
y decidía quién no podía entrar con esas zapatillas o con ese peinado. A veces,
el pañuelo era discutible, pero los pantalones le parecían de hippie y no
dejaba entrar. A las 2 de la mañana la música se ponía muy alta y no se podía
hablar. Los conciertos acústicos solían ser en inglés. Su luz violeta a altas
horas de la noche se veía del color que uno quisiera. En el bar se conservan
vinilos antiguos y originales.
El Jumbo, el Warhol, y otros bares
Otro bar de la novela, el Jumbo en la calle Gonzalo
de Céspedes, es ahora un local de tapas y un restaurante que desconoce la tasca
anterior, llamada igual hace 24 años. Parece que la tierra se ha tragado el bar
Riau Riau, el Flas, el Más Allá o el Palo. Algunos establecimientos quedan lejos de Malasaña porque los
protagonistas del libro se desplazaban en coche, por ejemplo a los bares del
parque de las Avenidas o del barrio del Pilar. En Chueca sigue abierta la
cafetería Santander donde la dejó Mañas: en la plaza Santa Bárbara número 4.
El pub Warhol, «Huarjols» en la novela, continúa en
la calle Luchana número 20, junto a la estación de metro Bilbao. Este local
punk, donde los protagonistas de la novela escuchaban tecno y bacalao, cerró en
2008 y desde hace 8 años se llama bar Bohemia. El Jaque Mate está en Fermín
Caballero, en Fuencarral y sigue en funcionamiento. El bar Ágapo en la calle
Madera número 22 ya no existe. Se abrió en 1985, allí se iba a partir de las
tres de la mañana porque era de los que más tarde cerraba, pero cerró de verdad
en 1994. El local ahora se alquila como galería de arte. Estaba diseñado para
60 personas, pero entraban 80 a escuchar música en directo y cenar de madrugada
croquetas en la Casa de Julio (esta sigue en pie).
El Pachá
La famosa discoteca Pachá, junto al metro de
Tribunal, pertenece a una cadena de bares. Se inauguró el 23 de abril de 1980 y
se cerró en 1996. Ahora se ha reabierto y se la conoce como Teatro Barceló. Los
grupos de música entran a ensayar y así es posible colarse, sacar unas
fotografías del local por dentro. Lo gestiona el empresario Pedro Trapote. Nadie
se acuerda de la novela ni de cuando venían el rey, las infantas, Miguel Bosé o
el alcalde de la movida. Enrique Tierno Galván (ni blando ni duro, tierno) caía
bien, y daba carta libre a muchas propuestas culturales. Había dicho que España
tenía demasiado sentido trágico de la vida y que había que montar una movida:
«El que no esté colocado que se coloque, y al loro». Susana Estrada recogía de
su mano un premio, enseñándole un pecho de paso.
“La locura kronen”
El grupo Kronen se diferencia de otras corrientes
literarias en que fueron un fenómeno editorial popularizado por la publicidad:
un invento comercial fabricado en laboratorios de márquetin obedeciendo a
intereses empresariales. Estos escritores triunfaban muy jóvenes, con 20 años.
Sus personajes también rondaban esa edad. Han pasado a la historia como los
escritores más jóvenes y Mañas como el rimbaud
español, salvando las distancias. La literatura pasaba al papel cuché con el
sonado romance entre el escritor kronen Ray Loriga y Christina Rosenvinge,
vocalista del grupo musical de la movida Los Subterráneos que apenas tenía 16
años. Las editoriales les promocionaron con fuerza porque sus autores no eran
caros y podían fomentar los aspectos extraliterarios: firmas de libros,
conferencias, presentaciones, entrevistas… Por primera vez en la historia de la
literatura se imponían los estudios de mercado sobre la calidad. Sus narradores
eran jóvenes, guapos, buenos comunicadores. Los críticos les despreciaban, pero
a diferencia de los poetas malditos, el gran público acogió aquellos éxitos. La
juventud se consideró en sí misma un valor literario.
Esto llevó a una decadencia en la cual se atribuían
novelas incluso a adolescentes. El país se acabó cansando de ellos ante la
repetición hasta la saturación de temas y estilo. Escritores consagrados como
Arturo Pérez-Reverte criticaron a estos jóvenes que relataban lo contentos que
estaban de haberse conocido o la caña con los colegas. En aquel contexto de
fiebre juvenil, incluso se fichó a una autora de 14 años, Violeta Hernando, por
sus buenas redacciones escolares. Esta locura editorial, fruto de un negocio
con sus propias reglas, acabó tan intensamente como había empezado.
Hoy estos autores siguen escribiendo, sin paraguas de generación alguna,
reciclados en talleres literarios, webs y blogs, pero muchos han considerado
aquello novelas de juventud llenas de errores. Las que Mañas ha seguido
publicando se reciben como secuelas de la primera. Pero entonces ser escritor
era otra cosa…
El mérito de estos escritores fue llegar a muchos
jóvenes que nunca habían abierto un libro, pero que veían su gramática
parda reflejada en
este y se lo pasaban unos a otros. Las conversaciones
parecen reales, de un realismo desgarrado, con un lenguaje de la calle soez, malhablado, machista, sexista, homófobo y
racista: “En plan: pavo, no me rayes la biblia”. Todas las referencias a
películas, libros o grupos musicales en la novela Historias del Kronen están escritas fónicamente, como se
pronuncian, tal y como el protagonista las oye y le suenan en su limitado
castellano, no como se escriben en la lengua originaria. Castellaniza estos
anglicanismos que no comprende en una especie de spanglish o inglés macarrónico,
con acento cheli, que recuerda al lenguaje inventado de La naranja mecánica. En ese argot mete vocablos como “cerda calientapollas,
papear, pibas, chorba, mola mazo mogollón, peluco, pasmaos, pardillos,
carrozas, puretas, troncos y chochos” y no se ahorra los detalles escatológicos
del culopis cuando nos describe la
masturbación del protagonista antes de la siesta de 4 horas, o cuando va al
cuarto de baño “a cagar” o cómo se meten unas rayas de coca antes de nadar en
la piscina. Esa es la emocionante vida del adolescente protagonista.
Los kronen dieron más voz a los niños de papá que a
los barrios bajos. Los personajes de la novela eran los hijos de los de la
movida y estaban desencantados de la brillantina, el colorín, y las ideologías
anteriores. Todos los secundarios que desfilan por la novela y por estos bares
habían perdido sus esperanzas e ideales. Sólo les interesaba el fútbol, los
bares, los coches y las motos y vomitar en cualquier esquina cuando la noche
finalizaba, para dormir la mona en sus estupendas casas. Son una clase social
alta que teniendo todas las facilidades para estudiar, prosperar, mejorar su
estatus vital o luchar por lo colectivo; prefiere drogarse.
Retrataron un ambiente esencialmente violento; con
los bares, el sexo, la droga y el rock como temas morbosos a través de ese
lenguaje lleno de tacos e insultos. Se pusieron de moda porque relataban borracheras
en bares que existían, los lectores se identificaban y se reconocían en los
personajes. Era una literatura fresca, sencilla y espontánea, tal fácil de leer
como de crear. Fueron escritas y leídas muy mal, rápido, con prisa. A salto de
mata, a la velocidad con la que se vivía la posmovida, en ordenadores más que
en cafés literarios. Ahora Mañas se comunica en su web y blog, por email y
redes. Más que una generación quedan escritores aislados, independientes, que
han vuelto al mito romántico del creador individual. Eran novelas sin
documentación, sin sensibilidad, sin crítica ni denuncia, ni contenido
intelectual, pero cercanas a la calle. Toda una generación literaria hablaba a
sus contemporáneos con su mismo lenguaje y sobre su propia vida.
“Sin antecedentes en España”
Las influencias de este grupo de escritores fueron
la movida madrileña y la Gauche Divine catalana: la izquierda caviar que se
reunía en la discoteca Bocaccio, sala antifranquista de combinados. El editor
Carlos Barral publicaba a sus amigos y a los autores hispanoamericanos del
realismo mágico que la agente literaria Carmen Balcells conseguía. Podía verse
allí a poetas del 50 como Jaime Gil de Biedma o a los novísimos de los 70: Pere
Gimferrer, Luis Antonio de Villena, Terenci Moix y Ana María Moix y también a
Juan Marsé, Rosa Regás, Ana María Matute, Maruja Torres y Manuel Vázquez
Montalbán. A Euskadi llegó sólo un ligero eco, más musical que literario; el
rock radical vasco (Kortatu, Eskorbuto…) Muchos grupos han sobrevivido.
Los kronen eran hijos de los autores del mayo del 68
(Rosa Montero, Javier Marías, Juan José Millás, Antonio Muñoz Molina…) El
hipismo de los años 80 viró a fenómenos más posmodernos y de contracultura underground como el hip-hop y el rap, lo
hípster, los emos y góticos, el punk. Estas historias las sacaban de sus
propias vidas. No tienen en cuenta la literatura anterior. Parten de cero como
si no hubiera habido un antes. Aun así, está llena de referencias
metaliterarias e intertextuales y mencionan marcas comerciales, productos de la
sociedad pop del consumo. No hay en
ellas compromiso ni crítica social, aunque quiera verse. Como un retrato
hiperrealista, como un cuadro de Antonio López, o una fotografía de Ouka Leele,
inmortalizan esas calles y bares, y usan un lenguaje también vivo
y real, novelando así el
final de la movida. Y adivinando el comienzo de esta época actual.
La novela cumbre de Mañas es barroca: Refleja un
sexo pandémico, como en La Celestina.
Enlaza con la clásica picaresca española.
El protagonista es un buscón como El
lazarillo de Tormes, el de
Quevedo y El Guzmán de Alfarache
de Mateo Alemán. Se
busca la vida en un mundo de raterillos, camellos y personajes conflictivos. Se
mueve entre clases sociales niveladas casi estamentalmente. Los pubs de mala
muerte y esa épica de la nocturnidad les encierran en el ambiente opresivo de
la droga, callejón sin salida del que no pueden escapar. El protagonista no
puede evitar meterse en líos y hacer travesuras y trastadas hasta verse
involucrado en un asesinato. Su mensaje es profundamente nihilista: no hay
sentido de vida, Dios ha muerto y esta historia absurda llena de ruido y furia
la relata un enano, como decía Macbeth. No busca la belleza sino la trasgresión
y el griterío. Sus personajes tienen un fondo romántico. Es la crónica de los
perdedores, perdidos en la vida. No celebra el triunfo de la transición sino el
ocaso de la movida.
No
relata una historia de éxito y vencedores del capitalismo sino la derrota que
sus hijos ven en el padre sesentayochista y en ellos mismos. En la novela apenas pasa nada: muere el abuelo, se
emborrachan, copulan con prostitutas..., pero retrata esa nada opresiva de
forma realista y costumbrista. Este antihéroe urbano rechaza todo, no cree en
nada. Vive la vida rápido, en el hoy, en el día a día, en el instante presente,
sin pensar en futuro. Lo narra Mañas con un discurso inductivo, conductista,
behaviorista, imponiendo una cosmología y visión de vida de forma brusca, sin
transiciones ni dulzura. El protagonista es rebelde sin causa, porque el mundo
le ha hecho así, un James Dean o un duro Bogart. Es una obra evasiva de
entretenimiento, pero vanguardista y experimental, trasgresora en fondo y
forma, innovando estilísticamente con palabras inventadas o neologismos y
prestamos lingüísticos. Algunas escenas recuerdan al teatro del absurdo de Esperando a Godot de Samuel Beckett. La
crueldad de los niños en la isla de El
señor de las moscas de William Golding se repite aquí, sacando lo peor del
ser humano en estas relaciones y voluntades de poder.
“Los nuevos beats”
Pero las principales influencias de Mañas y del
resto de su generación vienen del mundo anglosajón (Los jóvenes airados
ingleses, la novela negra, el realismo sucio estadounidense de Raymond Carver o
Charles Bukowsky) y son más cinematográficas y musicales que literarias. En
esta literatura a partir de los años 70 es donde mejor se sitúa. La novela se puede
ver como un viaje interior, como En el
camino de Jack Kerouac y sus billares, las roadmovies o películas de
carretera americanas y las obras de otros autores de la generación Beat.
El almuerzo desnudo de William Buroughs,
Dorothy Parker… beben a su vez de Walt Whitman o Henry David Thoreau. El poema Aullido de Allen Ginsberg empieza así:
“He visto a los mejores cerebros de mi generación perdidos por el alcohol”. Recuerda
también a las novelas del gótico sureño (Carson Mc Cullers, Flannery O´Connor) Por
el intento de retrato generacional la obra refiere a Generación X de Douglas Coupland, (Peter
Shaffer escribió una obra de teatro llamada igual, representada en esos años 90) y a La naranja mecánica de Anthony Burgess, por la violencia, las
conductas antisociales, el lenguaje inventado. Al igual que en Trainspotting muestra la droga en todo
su abanico. En la novela se menciona Amerycan
Psycho, Menos
que cero, Beitman, obras que Bret Easton Ellis escribe en la
universidad con 19 añitos. La violencia de ese
psicópata americano se respira en toda la novela y de hecho es el libro fetiche
y preferido del protagonista. La película vendrá después. El guardián
entre el centeno de J.D. Salinger comparte con esta obra su aspecto de
diario confesional porque en ambas es el propio adolescente en primera persona
el que relata su vida. La novela es como una bildursroman alemana, llena de Herman Hesse y Nietzsche. Este
género inventado por los románticos (Hyperion
de Hölderlin, Wherter o Fausto de Goethe, Las
peregrinaciones de Childe Harold de Lord Byron…) consiste en un relato de iniciación o aprendizaje a la madurez,
el paso al mundo adulto. En la novela se muestra el mundo universitario, como en
El árbol de la ciencia de Pio Baroja, en El cuaderno gris de Joseph Plá y en
Nada de Carmen Laforet.
“Las
primeras salas tecno”
La novela es además testimonio de los primeros
antecedentes de la música electrónica o tecno (empezaba entonces las sesiones revival y jam, la ruta del bacalao de
Valencia a Ibiza, los locales de afterawers
y la fiebre por traficar y consumir pastillas de diseño) y de la tribu urbana
que surgió en los 90: los chunteros,
chonis y bacalas: «Esta sí, éxtasis» Transita la novela entre el fin de la
movida con sus ganas de cambiar el mundo, los plastaautores y la canción protesta, pasada de moda; y el comienzo
de la música reggaetón de ahora. En aquellos años se sugería no poner en la
radio a Paco Ibáñez sin llegar a censura y a Víctor Jara le cortaron los dedos.
Las letras simplonas y machistas de la pachanga o la ausencia de mensajes en el
tecno connotan el fracaso de los metarelatos y las ideologías comunistas.
Aparecían los fantasmas del paro y la droga, quedando ellos como los últimos
románticos, existencialistas e idealistas. En este clima de desasosiego y
melancolía se respiraba un aire de derrota, que contrastaba con la ilusión y la
purpurina de la movida y la transición.
“La posmovida de los 90”
La movida acabó trágicamente, surgiendo la época
kronen, que ahora también se ha diluido.
El fantasma de la droga tiñó el
barrio madrileño. Se convirtió en otra leyenda la muerte por sobredosis o chute de Enrique Urquijo. En 1999
apareció muerto en la calle del Espíritu Santo junto a unos contenedores, en
los que quizá su “camello” le abandonó para no verse involucrado. (Tras la
muerte por accidente de tráfico de Canito, cuyo homenaje es el origen de la
movida, él y su hermano habían dejado el grupo Tos formando Los Secretos, y él
había creado por su cuenta Enrique y los Problemas. Realmente los tenía) Su
muerte fue portada del ABC como escarmiento a los de la movida, pero sus fans 20
años después siguen poniéndole flores y velas en este callejón, y le dedican pintadas
que los vecinos borran. 10 años después que Enrique Urquijo, Antonio Vega, del
grupo Nacha Pop que formaba con su hermano Nacho, tuvo igual desenlace. El
Pentagrama es un bar dedicado a honrar su recuerdo. Carlos Berlanga murió de
cirrosis, ¡y tantos!
La
heroína se compraba en papelina como pipas en el oscuro quiosco de La Antonia,
abierto las 24 horas como un drugstore (cuando
no la ofrecían gratuitamente a la salida del colegio), como relata la novela Días Contados de Juan Madrid, llevada al
cine por Imanol Uribe. Los jóvenes se enganchaban creyendo que si a Lou Reed no
le pasaba nada, a ellos tampoco.
Acababan contrayendo el sida al compartir jeringuillas, que se
alquilaban por diez pesetas. Las anfetaminas también se vendían como caramelos.
El fin de la movida lo provocó que muchos de sus protagonistas consiguieron
trabajo, aprobaron unas oposiciones, o formaron una familia y desligaron sus
destinos de aquella gente. Cada uno hizo su vida y se separaron los caminos.
También el cambio del socialfelipismo
al aznarato, en el cual la izquierda
quedó afectada y fragmentada. Musicalmente las discográficas se capitalizan y
absorben las carreras de muchos de estos grupos, lanzándoles en solitario.
Muchas verbenas y orquestas de pueblo reclamaban a estos músicos de la movida.
Y cambiaron los gustos, haciéndose más cutreglam
y dark (como vemos en la misma
evolución de Alaska cambiando de look
como Madonna: Kaka de Luxe, Dinarama, Fangoria), más pachangueros,
vulgarizándose quizá, y revindicando la copla o una España más de pandereta al
gusto de Rafael. El sistema se fagocitó de lo antisistema comercializándolo y
reciclándolo. Los halls de los grandes bancos los decoraban pinturas de Miguel
Barceló, Tapies, Saura, Eduardo Arroyo, el grupo Crónica. La juventud viraba de ser progre a sedentaria,
pasota, apolítica y acomodaticia. Más que cambiar el mundo, como los del 68,
querían evadirse de él y drogarse.
«Los colgados del puente»
Allí en Malasaña muchos ni han oído hablar de la
novela, pero todos recuerdan en la película la escena en que los colegas se
cuelgan de un viaducto sobre la M30. Algo
que no aparece en la novela original. La película estrenada en 1995, ganó el Goya al mejor guion, adaptado entre el autor
y el director Montxo Armendáriz, aunque Juan Diego Botto (Carlos) no se llevó
el de mejor actor al que le habían nominado. Se presentó al Festival de Cannes,
quedando finalista. Los actores que protagonizaron la película siguen
formando parte de la industria: Juan Diego Botto, Jordi Mollà (Roberto), Aitor
Merino….Cayetana Guillén Cuervo interpretaba a Sara, la hermana de Carlos a la
que mete mano en el ascensor. Uno de los “colgados” del puente
era Eduardo Noriega haciendo de extra, que también vive en Malasaña, en la
calle Santa León. En unos cafés cercanos
(el bar 2D, y el de Pepe Botella) Amenábar escribió el guion de Tesis, que hizo célebre al actor. La
novela recuerda la atmósfera que se respira en Tesis. En
ambas películas aparecen las snuff movies
(películas pornográficas en las cuales se practica sadomasoquismo y necrofilia -sexo
con cadáveres- que circulaban por la universidad de un joven Amenábar. No eran
ficción sino grabaciones de violaciones y torturas reales, que aparecen también
en Tuno negro o en Framed).
La
película funcionó por el boca o boca. Hay una influencia clara del cine de
Tarantino y Scorsese, de Fassbinder, de los picaros de Pasolini y Fellini, de
las series Curro Jiménez y Makinavaja, así como del cine quinqui de Eloy de la Iglesia (El Pico, Colegas, Navajeros, La estanquera
de Vallecas, El diputado), de ¿Qué
hace una chica como tú en un lugar como este? de Fernando Colomo, y de Arrebato de Iván Zulueta, donde Cecilia
Roth y Eusebio Poncela interpretan a unos yonquis, tomándose muy en serio el
papel, porque ambos estaban enganchados a la heroína en la vida real. Vuelven a
hacer de sí mismos en Martín (Hache) de
Adolfo Aristarain en 1997, que
vuelve a protagonizar Juan Diego Botto Se han hecho después
más películas en esta línea: Mentiras y
Gordas, Yo soy la Juani, e incluso
Alex de la Iglesia, Iciar Bollaín o Julio Medem han reconocido su influencia. Elías
Querejeta fue el productor de la película Historias
del Kronen y su hija Gracia Querejeta toca los mismos temas en 15 años y un día de 2013.
Krámpack
de Cest Gay también va de unos adolescentes, haciéndose mayores muy rápido. Aunque la novela la protagonicen niños bien, la
adaptación al cine dio paso a las películas de realismo social, al cine de
Fernando de Aranoa (Barrio,
Los lunes al sol, Princesas), o a El bola de Achero Mañas (que no es
hijo del escritor). Estos filmes empezaban a hablar de los barrios obreros
posindustriales y sus marginados. La propia novela ya se estaba adelantando a
todo esto.
“Los kronen veinticinco años después”
El sociólogo Luis Mancha escribió su tesis
doctoral en 2006 con el trabajo de campo que había iniciado en 1996 entrevistando
a muchos de los protagonistas de aquella locura, y en 2015, veinte años después
de que se estrenara la afamada película, rodó el documental Generación Kronen, que recuerda este
fenómeno. Contactó con ellos de nuevo para saber qué había sido de sus vidas. El
mundo literario ha cambiado. Las clases bajas se han aburguesado en la tiranía
de las clases medías, según Borges. En estos tiempos de crisis su narrativa ha
sido superada por los Bestsellers y
el libro comercial, de autoayuda y la novela histórica, negra y rosa, como se
analiza en el ensayo La mala puta,
réquiem por la literatura española de Miguel Dalmau y Román Piña Vall. El
tiempo ha pasado también para estos bares y para estas novelas que retrataban
la noche urbana de la posmovida madrileña.
Mañas es ahora un señor maduro de 50 años que peina
muchas canas en esto de la literatura. Sigue escribiendo novelas tras su gran
éxito, intentando demostrar que es un autor serio. Mensaka, también adaptada al cine, o Sonko 95 y Ciudad Rayada parecen repeticiones de su gran obra y
juntas forman la tetralogía Kronen. Mundo
burbuja, Soy un escritor frustrado, Caso Karen.... Sigue siendo escritor de
una única novela, y justificándola en todas sus conferencias por el país. Los
temas no han cambiado mucho; un profesor de universidad frustrado como
escritor, una violación, un erasmus perdido por Chueca, un mensajero en moto y
esta nueva aurora posmoderna y mundo burbuja, pecera, New Age Acuario o Piscis o sociedad
líquida, como la denomina el filosofo Zygmunt Bauman. El País nombró a Mañas el mejor escritor del año.
No volvería a vender tantos ejemplares.
José Ángel Mañas nació en Madrid en 1971. Va siempre
vestido de negro, con sus gafas de sol y un look
copiado al de Ray Loriga, el verdadero iniciador del kronen con Lo peor de todo. Viste pragmático y
funcional, sin preocuparle ir elegante, aunque las marcas de ropa están muy
presentes en la novela como elemento pop. Tenía 23 años cuando cosechó el
éxito. Contextualizó una época de desfase con un lenguaje ágil, natural, actual
y cercano. Es padre de una gran novela,
quizá no de una obra maestra, y de rebote (no lo pretendió adrede) de este
grupo literario, que unos menosprecian al género menor mientras otros siguen
idolatrando.
El Botas
En el barrio de Lavapiés, calle La Fe número 9, se
encuentra por último el bar Botas. El camarero ha maquillado sus ojos como en
los 80. El bar ha estado abierto desde la movida, pero él
sólo lleva dos años en la barra. Nunca ha visto entrar en el bar al autor: “Mis
clientes no vienen diciendo que son escritores, piden cervezas”. Tampoco ha
visto a otros kronen y se pone muy nervioso al preguntarle sobre Lucía
Etxebarria. Muchos paparazis de la prensa rosa la persiguen por estos bares de
Malasaña. No se puede grabar dentro del bar. Nadie quiere hablar de esta
novela. A la salida un hombre de cuarenta años, algo bebido, evoca su juventud
al recordar el libro. Hace 20 años que tenía 20 años. Ahora que de todo hace ya 20 años, decía Jaime Gil de Biedma en un
famoso verso, supe que la vida iba en
serio y que envejecer y morir era el único argumento. Es un autor muy
citado en la novela y muere de sida dos años antes de que Mañas escribiera su
libro en 1994. Ese año, en abril, hallan a Kurt Cobain con la cabeza volada.
Tenía 27 años. Había muerto joven dejando una bonita calavera. Su suicidio le
convirtió en leyenda. Su novia, la cantante Courtney Love la sigue liando cuando bebe más de la cuenta. Han
pasado 24 años de la publicación de la mitificada novela. Toda esa actualidad
en las referencias (musicales, cinematográficas y literarias) y los vocablos
del argot han quedado un tanto desfasados. A quienes recuerdan con nostalgia
esta época les acusan de casposos, anticuados, de anclarse en el pasado, de no
evolucionar con los tiempos cada vez más rápidos. A esos progres ahora los
consideran retros. Se cumplían 20 años del estreno de la película cuando Luis
Mancha decidió en 2015 rodar el documental. ¡De todo hace ya 20 años!
El Manuela
El kronen tuvo muchos escritores y la movida pocos,
pero brillantes. El café Manuela reunía a escritores de la generación del 50
como el premio Cervantes Rafael Sánchez Ferlosio (y su hermano Chicho, el
cantautor) o su esposa Carmen Martín Gaite con otros como Fernando Savater, Félix
Grande o Alberto de Cuenca (el poeta que escribe las letras pop que canta
Loquillo) Moncho Alpuente, agitador cultural, subastaba, subido a una mesa, objetos
a precios ridículos para divertirles (Este miembro de la SGAE murió en 2015). Este
año 2018 se ha homenajeado a Agustín García Calvo, uno de los catedráticos expulsados
de la Complutense y condenado con la ley de vagos y maleantes, y a su esposa
Isabel Escudero, fallecidos recientemente, que encarnaban un Sartre-Simone a la
madrileña. Alejados del café Gijón (una “colmena” acaparada por Cela y Umbral),
aquellos intelectuales sin oficio ni beneficio imitaban la bohemia parisina bebiendo
absenta de brujas o el néctar del hada
verde.
“Paseo nostálgico por la movida”
La mayoría de los garitos kronen han cerrado, se han
remodelado o han cambiado. Hay más locales que recuerdan la movida que los que
evocan a la generación Kronen. La asociación Carpetania organiza una ruta de
tres horas por estos bares, en la que se incluye una consumición. RTVE grabó
hace unos años este recorrido guiado y su guía Juan Carlos
González colabora en varios programas de radio hablando de él. Hay hasta un museo de la movida dentro de un Harold café llamado Madrid me mata. Las
paredes las decoran carteles de conciertos, y en las vitrinas exponen y venden discos
y casetes de los grupos de entonces, chupas con pines, guantes o caratulas del
cine de Almodóvar. Se visita el Pentagrama, los bares de Sabina y la casa de
Alaska y Mario Vaquerizo, amarilla por fuera y rosa y hortera por dentro. (En
el piso de arriba vive Bibiana Fernández). Pero aún no hay un paseo específico
sobre esta generación Kronen. Quizá sea parte de su mito: este grupo surgió
repentinamente y todo lo ha envuelto en misterio. En la movida apenas se
escribieron grandes novelas que la recuerden (Pathy Difusa, de Almodóvar, emulaba Los diarios, de Warhol y la firmó como “la Venus de los lavabos” o
“Escroto en el viento”, parodiando a Bob Dylan.) En cambio, los kronen fueron
un fenómeno más literario que musical, que había que rentabilizar.
“Los
mileuristas”
“Los kronen han muerto”. Nadie quiere hablar de
ellos en estos bares. En el 2000 surgieron los mileuristas, escritores como
Espido Freire o Juan Manuel de Prada. Aunque son de la misma edad, rechazan
esta etiqueta. No se reconocen en la generación y huyen de ser incluidos en lo
que critican de novelas de yonquis. Estos autores escriben sobre temas
evasivos, novelas históricas más documentadas y con una ideología
conservadora. Ya nadie escribe al modo
kronen. La herencia del estilo literario la han recogido algunos famosos showmans de la televisión, que siguen
escribiendo sobre sus noches de cocaína en los bares de ambiente. Se puede caer
en el juicio crítico de si era una literatura de calidad o no. Tal vez, estas
novelas no pasen a la historia, fueron una generación perdida, pero legaron
muchos momentos entretenidos y se leían fácilmente. Estos libros hablaban de
bares, pero ahora han sido los bares los que han guiado y evocado la novela. Y
toda la locura que generó.
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