La inserción de un texto en un género
implica que el texto asume y cuestiona unas características de este género. No
es un problema previo al análisis del texto sino inserto en su lectura. Y afecta
a la creación individual, su componente lingüístico y su factor social. Bernard
E. Rollin define género como el apartado en que se divide un conjunto de obras estableciendo
las identidades que existen entre ellas. Por tanto, es un mero instrumento de clasificación,
y organización que solo tiene una existencia a posteriori de la lectura d la
obra. Está inserto el género en el devenir y cambio histórico y no son conceptos
invariables sino sutiles al cambio. El autor asume unos principios del género y
los trasforma en otro subgénero. Genera un horizonte de expectativas en el
lector, que con una ida previa es determinado o al menos condicionado a lo que
se va a encontrar en el texto según se lo presenten. Gérard Genette lo estudia
desde la architextualidad, el archilector, es decir; la suma de lecturas e
interpretaciones individuales en la que todos coinciden en que una serie de
obras tienen unas propiedades particulares compartidas y semejantes. Así estarían
los modos del discurso, los géneros literarios y sus subgéneros.
Los modos de discurso son categorías abstractas y transhistoricas
que afectan a cualquier discurso lingüístico. Aristóteles distingue en la retórica
oral: la preparación, la disposición
de la narración y la conclusión. Y en la escrita igual. Siempre las tres unidades. El 3 vale para todo en Aristoteles. Principio, nudo y desenlace en todas las relaciones de causa primera hasta la final. Pero lo que nos interesa son los
modos literarios fundacionales desde la retórica literaria clásica de Aristóteles;
lirica,
narrativa y dramática.
La lirica son los sentimientos cantados o entonados por escrito y atañe a la
subjetividad. La narrativa son los hechos que pueden ser narrados ante un
lector o espectador. La dramática es una mezcla de elementos literarios susceptibles
potencialmente de ser representadas en un espectáculo junto a otras formas de expresiones
artísticas. Estos modelos interfieren unos con otros. Los géneros son categorías
históricas (transitorias, inestables) de estos discursos, de características formales
variables a través de la dimensión histórica. Todo autor dialoga con su tradición e innova. Es
una adscripción histórica con una dimensión temporal y espacial en un
determinado periodo. En un análisis diacrónico,
del tiempo, y sincrónico, del lugar, hay que entender este contexto pluridimensional como variable,
inestable y en continua definición. Hay una tensión entre la adscripción a un género
y la individualidad del autor. Como ser social, se adscribe a un movimiento,
corriente, pero reclama su originalidad individual y la trasformación, ya no
sólo por su Yo, sino porque la historia es dinámica, cambiante y mutable.
No sólo hay que entender este
contexto histórico diacrónico y sincrónico, sino también el estilo-continente-significante- forma/ el contenido-fondo-significado,
Saussure, de nuevo. Ambas partes configuran el signo que es el mensaje que un
emisor trasmite a un receptor a través de un medio o canal con un código y un
contexto, en el que interfiere un ruido que lo entorpece. La relación bilateral o posibilidad de feedback de ese receptor son
inventos modernos, así como la teoría de
la recepción en el que la obra comunica al lector directamente y lo que
importa es la interpretación de este al recibirla (en todas sus formas de
lectura crítica; tradicional, impresionista, psicoanalítica, materialista-histórica,
deconstructivista, archilector, lector ideal, lectores reales etc). Esta obra
abierta supone cierta muerte del autor. No habla el poeta sino el poema y al
final el lector tiene la última palabra. En la postmodernidad la metaliteratura, intertextualidad, apropiacionismo
etc son relecturas, reinterpretaciones, reescrituras o contraescrituras,
pastiches, parodias, homenajes… que cada día se dan más, si bien han estado
siempre presentes en la literatura. Del plano lingüístico formal y pragmático se
ocupa la fonética, la gramática sintáctica, la tipo ortografía y lo que importa
es el “valor” para la lengua de su contexto histórico. Del plano humanístico de
todo texto se ocupa la hermenéutica antigua, la semiología o semiótica léxica moderna
y lo que analiza es el “significado”, más profundo y no sólo en su época y
contexto sino en la humanidad. Los subgéneros son entidades históricamente localizadas
que poseen características comunes al género al que se le añaden características
substantivas especiales.
La LIRICA es un discurso subjetivo e interiorizado con una tensión
emocional contenida y objetivada en una brevedad expresiva como es la poesía
rimada que la ciñe a una estructura. No presenta
una historia, unos hechos sino en todo caso una historia interior sentimental,
o mejor dicho, una descripción del mundo interior del poeta confrontado con la
realidad de los otros. Tiene un carácter
autotelico, llama la atención sobre sí mismo con juegos semánticos de
connotación, y significantes o recursos retóricos poéticos. Uno de ellos es la
rima, pero no es condición sine qua non, no tiene por qué haberla en el verso libre o en la prosa lírica. Si se elige la poesía
rimada se añaden sus cualidades musicales de ritmo y armonía (entonación, tono…).
Géneros del poema rimado:
La canción popular o tradicional proviene de las jarchas mozárabes, la lírica provenzal y
las cantigas galaicoportuguesas (las canciones de amigos y amadas) Eran de
contenido amoroso, religioso y satírico (cantigas de escarnho o mal decir) Se
presentan como monólogos o diálogos con métrica de arte menor repitiendo
esquemas temarios y con una sintaxis sencilla. La canción petrarquista surge en la Italia renacentista del siglo
XV. Parte de la canción tradicional pero varía hacía un tono más intimista,
individualista y subjetivo y asume una expresión más culta, elitista y hermética.
Son cinco o diez estrofas con versos endecasílabos y heptasílabos rimados al
gusto del poeta. Este esquema estrófico escogido se repite sistemáticamente en
todo el poema. La égloga nace en el
periodo helénico, en el final del clasicismo griego, y presenta la vida en el
campo (bucólica-pastoril en el renacimiento) como un jardín
del edén añorado y su tono es nostálgico y melancólico, sin el tono grave de la
canción culta, más extensa que ella y con diversas estrofas y métricas y con
una introducción y cierre narrativo y diálogos intercalados. La elegía procede de este mismo periodo
y su temática es fúnebre, triste, un canto funeral melancólico. En su origen
era una métrica octosilábica y a partir del siglo de oro heptasilábica. A diferencia
del carpe diem en esta queja hacía la muerte y el tempus fugis no hay esperanza
o proyección al futuro de la esperanza sino que se añora algo ya perdido e
irrecuperable del pasado.
El epigrama viene de las inscripciones que se hacían en los
monumentos, pedestales, estatuas y tumbas en las que se alaba a esta persona. En
su origen eran dísticos elegiacos y en el siglo de oro evoluciona a la
redondilla. El himno es un canto de
alabanza, como el epigrama, pero dirigido a dioses o héroes que se interpretaba
por un coro acompañado de una citara. Por tanto, su temática es la exaltación
de lo sobrenatural en cualquier religión. Y su tono es solemne, por lo que se
suele usar un metro de arte mayor. La oda viene de la lírica coral griega de la
que también proviene el ditirambo
(origen de la tragedia, según Sócrates y Nietzsche, vinculado a los cantos órficos,
dionisiacos, ritos de eleusís… que fueron sustituyéndose por este coro que
acompaña la tragedia griega) En la oda
los temas son contemplaciones de paisajes, el tópico del tempus fugis, de la
vida retirada y de la actividad del poeta. La onda pindárica se divide en tres: estrofas, antistrofas y epístrofes.
El lenguaje es elevado y solemne conjugado con una sensibilidad tierna y una métrica
de arte mayor. El soneto nace en el
dolc stil novo, con el marqués de Santillana en la edad media, aunque tenga
antecedentes en la poesía griega, pero su forma definitiva la toma en el
renacimiento con Garcilaso de la Vega, con Boscán y en el siglo de oro
(Góngora, Quevedo) Es una arquitectura formal silogística muy cerrada: dos
cuartetos y dos tercetos de versos endecasílabos, pero la rima y número de
silabas se ha modificado sincrónica y diacrónicamente. El tema es amoroso, el
tempus fugis, el metapoema (un soneto me manda hacer Violante…) En todas estas formas, un yo habla a una
colectividad, a un nosotros, al que se dirige como una segunda persona lirica. Y ni el yo ni el tú o el nosotros deben tomarse como personas reales desde el momento que se convierten en poema.
NARRATIVA. Necesita de un narrador que cuente hechos en los que hay
una sucesión temporal lineal, un principio que va a un final, en la que se da
un cambio o trasformación. En la lírica ese narrador es el poeta que describe
sentimientos. Al igual que en la lírica hay un pacto ficcional lector-autor; créetelo
que me lo he inventado yo, como decía la Matute. Pero algo que distingue la epopeya y épica de la lírica es que existe además el deseo de hacer que estos
hechos supuestamente históricos llenos de héroes fantásticos en su relación con
los dioses se tomen como factuales (pensemos en la historiografía clásica o en
sus epopeyas, o incluso en la épica medieval) Este narrador puede ser
omnisciente (lo sabe todo de sus personajes, cómo piensan, hablan, lo que nacen),
un narrador que conoce a su personaje por lo que este le ha contado (los
episodios nacionales de Galdós, por ejemplo), el estilo indirecto libre que
introduce Flaubert en el que el pensamiento del narrador y el de su personaje y
sus hechos y conversaciones se mezclan o ese narrador cinematográfico que
introduce la nueva novela en la que el narrador conoce lo que hace o dice pero
no sus pensamientos. Otra forma del narrador es en la que él se introduce como
personaje, caso de la autoficción, tan de moda ahora, pero que estaba ya en el
Lazarillo de Tormes o en cualquier biografía, o incluso en la forma de hacer
historia de julio Cesar por mucho que usara la tercera persona para hacerla
pasar por fáctica. La narración puede ser una copia o mimesis objetiva de la realidad que trata de reproducirla
exactamente o una diegesis o ficción,
tal como las definió Aristóteles. Por
tanto, no importa tanto la verdad como
la verosimilitud; hacer creíble esta ficción, algo que comparte con la lírica,
en la que el poeta ha de hacer creíbles al lector sus sentimientos y para ello,
aunque no haya vivido esa situación emocional biográficamente sí que ha d
experimentarla y sentirla antes de escribirla. Es una comunicación más
diferida, menos directa que el teatro. La epopeya clásica fue un fenómeno oral
hasta que se escriben los cancioneros, el aedo y bardo tenía que recurrir a técnicas
memorísticas como son la repetición de una serie de tópicas (El gerenio Néstor,
la blanca noche…), repeticiones, estructuras paralelas, y entre estas técnicas y
recursos estaba la rima, que no sólo la hacía más fácil de recordar sino de
trasmitir, con estas propiedades musicales de armonía y ritmo. Estas formas métricas
se mantienen en la épica medieval a través de los trovadores, juglares etc Pero
estas narraciones en verso han ido
evolucionando hacía la prosa y de lo oral a lo escrito y de lo compartido a lo
individual.
Dentro de la NARRATIVA está el cuento. Se caracteriza por su brevedad.
Ya estaba en el mundo clásico, en la novella italiana medieval y en los lais y
fabliaux fanceses y relatos folk y populares. Ha de haber un conflicto, como en
toda narración, y una conclusión no necesariamente cerrada (finales abiertos,
en círculo o en anillo semicerrado) Esta brevedad condiciona la unidad de
espacio, tiempo y acción, que son características que a Aristóteles le sirven
para todos los géneros y que se rompen en el siglo de oro, por ejemplo con Lope
de Vega en el teatro. Los diálogos son más breves y los personajes más esquemáticos,
más simples que redondos (con menos introspección psicológica que en la novela)
La sintaxis es más simple. La fábula
viene del clásico griego Esopo y en la modernidad se retoma con Samaniego, Le
Fontaine, llegando hasta las de Monterroso o Jose Luis Sampedro. Suelen ser
personajes zoomórficos pero con atributos humanos, con todos sus defectos y
virtudes, exaltando estas últimas a través de la moraleja. La moraleja es algo
que el cuento no lleva de forma explícita. Los cuentos de los hermanos Grimm,
recogidos de la tradición popular alemana en el renacimiento, eran historias
cruentas de cenicientas cuyas hermanastras se cortan los dedos de los pies para
que les entre el zapato del príncipe o la suegra se cocina a la bella durmiente
en una olla. Estos cuentos de hadas,
que ya se ven en el Asno de oro de Apuleyo (en la historia de Sique y Eros) que
contiene elementos fantásticos, mágicos. El quijote, al igual que este cuento o
las Metamorfosis de Ovidio, narra hechos a veces fantásticos dentro de un
realismo digamos mágico. En el cuento de hadas siempre hay un protagonista
bueno enfrentado a un antagonista malo. El bueno gana. Y el final es feliz, se
casaron, fueron felices y comieron perdices. No entra en la trastienda de ese
matrimonio el romanticismo, cosa que sí hará el realismo revelando las infidelidades
e infelicidades de esa pareja y haciendo inventario de sus trastos burgueses. Las
vanguardias dan un paso más: a las puertas de ese castillo de marfil había unos
marxistas con pancartas contra Madame Bobary o la cenicienta. Los cuentos de
hadas se contaban a los niños, y aunque parecen no tener moraleja explicita
como la fábula ilustrada, llevan el mensaje de que el mundo es cruel pero
siempre prevalecerá la virtud. La dulcificación de estos cuentos se debe más a
la factoría Disney, aunque en nuestro siglo, por ejemplo se han hecho
revisiones feministas y puño en alto de estos cuentos como en el caso de Carmen
Martin Gaite y Ana María Matute y Ángela Carter, devolviéndoles a su vez el
tono gótico que llevaban originalmente. Peter Pan, Alicia y sus maravillas. El cuento de terror es tan antiguo como el
relato del primer hombre lobo romano, y en el romanticismo Lovecraft, Allan Poe
le dan una autonomía propia. Todos estos subgéneros de la ciencia ficción, lo fantástico, lo sobrenatural, el realismo
mágico, es tan viejo como la humanidad, sí englobamos en él todas utopías (desde
la Republica de Platón, Tomas Moro, las leyendas aborígenes australianas,
incluso las mitologías clásicas, la biblia como otra rama de la literatura fantástica
que decía Borges) y distopías (Orwell en el Gran hermano y la rebelión de la
granja, el mundo feliz de Huxley, Walden2 d Skinner en contraposición a lo
útopico de Thoreau…) Ray Bradbury con Farenheit crea otra distopía, así como
los relatos de Asimov, las crónicas marcianas o Blade Runner. No importa que
exista el reino de Tolkien sino que sea creíble al lector que pudiera haber
existido un mundo así. Otro tipo de novela de fantasía cultiva la fantasía por
la fantasía, como el Principito, en la que el lector acepta que es una fantasía
y aun así la admira.
La epopeya cuenta los hechos de los héroes semidioses en su relación
con los dioses y los demás mortales. Está vinculado con los orígenes de una dinastía.
Homero, el bardo ciego que recogió esta tradición, es el modelo griego para Aristóteles,
igual que Virgilio lo será para Horacio. La revisión de la Odisea la hizo Yoyce
con su Ulises. De ahí viene el cantar épico
de gesta; Beowulf, la canción de Roldán, el Mio Cid, las historias de
Tristán e Isolda y todo el ciclo artúrico de la mitología celtica anglosajona o
el anillo de los Nibelungos (la historia de Sigfrido) recogida en la música romántica
de Wagner. Se idealiza a este héroe, en representación de la virtud de todo el
pueblo, que viaja hacía un destino, y del que sale airoso, como en los cuentos
de hadas. El bueno gana y consigue a la chica (el objeto de deseo disputado
entre antagonista y protagonista como aplicó Stanislasky al teatro) Alcanza la
torre, quizá ayudado por el pelo largo y rizado de Rasputel, la salva del
dragón y consigue la perla. Esto lo ilustra el cuadro de Rafael San Jorge y el
dragón tan imitado por los prerrafaelistas y lo estudia psicoanalíticamente y d
forma antropológica, simbólica y hermenéutica Joseph Cambell en El héroe de las mil caras. Sin duda, hay
muchos arquetipos del inconsciente colectivo de Jung representados en este héroe
mitológico, sin querer hacer una lectura exotérica o literal a estas leyendas,
como tampoco se debe hacer de la biblia, sino entendiendo sus metáforas y
su contexto histórico. Todo este género epopeya-épica lo narra una tercera
persona de narrador omnisciente con estereotipos no solo en las temáticas sino
en las formas y versos de arte mayor. (Recordemos que la tradición era oral; ágoras,
foro romano, plazas públicas medievales. Trasmitida generacionalmente. Comunitaria
tanto en creación, representación y trasmisión) De allí se deriva el romance tradicional, que se pasa a
papel inventado en China y es en el siglo XVI, en el barroco, cuando se
recopilan estos romanceros, hasta la versión moderna por ejemplo de Lorca del romancero
gitano. Estas antologías de poesía popular suelen contemplar versos de ocho
silabas con las rimas pares asonantes y las impares libres. La sencillez léxica,
sintáctica y la escasez de adjetivos, ya que supuestamente es el pueblo quién
los escribe y no el noble o burgués quien los juzga.
Todos estos géneros al ser orales y comunitarios en creación,
representación y trasmisión exigían la lectura
en voz alta, que no pasa a ser lectura
silenciosa hasta la época monástica y
de las universidades escolásticas (Bolonia la primera). Muchos monjes no sabían
leer y siempre había un monje en el refectorio dispuesto a leerles la Biblia
mientras comían. Con la reforma protestante del Renacimiento (luteranos,
anglicanos, calvinistas y erasmistas), esta lectura íntima y silenciosa, junto
al invento de Gutenberg de la imprenta, y el capitalismo librecambismo e industrialización,
originado en estos primeros bancos flamencos, como bien vio Max Weber, empezará
a desarrollar la NOVELA, la novela
de élite o grande y también la popular, los folletines románticos por entregas,
hasta el fenómeno de los Bestsellers actuales. Los libros eran objetos
preciados y apreciados por minorías religiosas, manuscritos con códices ilustrados,
copiados artesanalmente y luego en manufacturas, de elevado coste, y protegidos
en bibliotecas religiosas. Será por tanto, en el renacimiento, y con el
comienzo de la Modernidad, cuando nace la novela como tal, aunque podemos
denominar así muchas del mundo clásico. El
tema es libre, complejo, de lo más tradicional y orden cronológico lineal hasta
la experimentación más absoluta. La novela es más extensa que el cuento, así
que hay más conflictos, personajes, diálogos, tramas, diálogos, subtramas…
El TEXTO TEATRAL está dirigido a una representación, aunque muchas
obras como La Celestina no pueden ser representadas más que adaptándose. Además
del código verbal, juegan otros elementos expresivos artísticos en el
escenario. Es colectiva la emisión y recepción, y en la época moderna también la
composición (actores improvisando en la comedía del arte) La participación del
público es algo mucho más moderno. El actor se relaciona con otro personaje y
con su público, aunque finja o no desconocer su presencia. Son diálogos,
endulzando líricamente pero imitando la conversación humana, y también puede
haber anotaciones en el texto escrito.
Dentro del teatro estaría la tragedia, ya hemos indicado su relación
con el canto griego y los ritos a Dionisos emborrachándose y adorando cabras. El
héroe virtuoso se enfrenta al dios, a su sistema social, a su destino pero a
diferencia del cuento de hadas o la épica, acaba mal. Aristóteles define
unidades de tiempo, espacio y acción (tres o cinco actos con comienzo nudo y desenlace)
Forma rota en el teatro barroco y no digamos ya en el teatro moderno, como el
del absurdo, que se enfrenta al naturalista y realista. En la comedia las imperfecciones humanas se
toman a risa, levemente, se aceptan como naturales, ya que iban dirigidas al
pueblo y muchas veces se dirigían contra el poder político. En la época clásica
de Pericles, al borde de la crisis en Atenas y vomitando peste, era el género preferido, así como en el Renacimiento vomitando peste bubolica la Divina comedia de Dante, los cuentos de Canterbury, el Decamerón, el Heptamerón etc que aún siendo relatos narrativos, basados en cuentos orales, compartían muchos elementos con el teatro tragicomico como el ser contados entre todos a una colectividad, independiemente de quien los recogiera por escrito. La tragedia
clásica la retoma el auto sacramental y
el mester de juglaría, pero la
comedía bufa y la comedía del arte hace burla de esto, con los personajes arquetípicos
del Pierrot (el criado payaso), la colombina (la paloma inocente o heroína
romántica, un objeto de deseo), un banquero avaro padre de esta chica que
representa a la nobleza algo arruinada y un burgués gentilhombre con el que la
quieren casar para ganar el padre dinero y el burgués nobleza. Con todo el
abanico de criados, representado el pueblo, y las figuras del pedante médico, filósofo
o abogado que lee latinajos (en el teatro de Moliere, Racine) Shakespeare también
repite este esquema. El auto sacramental tiene su origen en los misterios sagrados medievales que se
representaban por ejemplo en navidades, pascua, semana santa (pasajes bíblicos o
de la vida de Jesús, de los santos, mártires, profetas etc) Su origen está en
el sacramento eucarístico, vinculado a fiestas litúrgicas. Al tratarse de actus son breves y su lenguaje es alegórico
y metafórico, simbólico, relacionado con toda esta literatura doctrinal, didáctica,
filosófica de la teología escolástica (San Agustín y Santo Tomás
reinterpretando a Platón y Aristóteles hacía lo cristiano) Por ejemplo, esto lo
rompe la Celestina, escrita en el barroco como una crítica al teatro profundamente
religioso del renacimiento y que presenta en forma de tragicomedia. El libro del buen amor también usa un tono irónico, sarcástico,
en el que sigue exaltando los valores religiosos pero de forma más humorística y
cercana al pueblo. En el siglo de oro,
el teatro de Calderón, aun siendo religioso, propone la vida como un sueño
hacía el verdadero teatro del cielo y toda la obra de Lope de Vega, Tirso de Molina,
Lope de Rueda plantea el engaño de los sentidos, el disfraz, el doble sentido
meta-físico etc. Un juego retorico, que
sin embargo, llegaba al pueblo por esa musicalidad del verso y por incorporar
dialectos locales y populares. La tragedia se convierte en drama cuando trata de situaciones cotidianas, normales, sin dioses
por medio, de la más costumbrista a la más experimental, de la más sentimental
(el drama romántico) al más naturalista y realista (en prosa), y más burguesa
que noble.
Esta barrera entre una gran literatura
y otra menor nunca ha dejado de existir. La filosofía recogida sistemáticamente a partir de la era clásica,
pero tan vieja como la humanidad, y luego trasmitida medievalmente con intervención teológica en estas universidades (academías ya existían en el mundo clásico),
se convierte en ensayo en el
Renacimiento (Montaigne, Spinoza) y se sigue cultivando hasta nuestros días, aunque
a veces en forma lírica (Nietzsche), aforística (Schopenhauer) o matemática (Wittgenstein)…
Dentro de la literatura factual la historiografía clásica, tan literaria,
se va haciendo más objetiva, y con la división
entre ciencias puras (matemáticas), naturales, sociales y humanas la
filosofía y el resto de ciencias se han ramificado y especializado por
disciplinas.
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