Burke o el conservadurismo liberal británico Gonzalo Villar
En este texto de Burke hay tres
ideas; que el mundo intelectual está lleno de prejuicios, que los ilustrados
creen en su razón personal pero no en la humana general y la tercera idea es contradictoria
en el texto; por una parte, dice que el hombre convierte el hábito en virtud
(aunque sean una “serie de actos inconexos”) y perpetua lo antiguo, por tanto,
tan antiguo como el prejuicio. Pero por otra parte dice que el hombre destruye
lo antiguo en nombre de la novedad. ¿está Burle defendiendo lo antiguo o lo
nuevo?
Burke se queja de la
proliferación de prejuicios que hay en su época. Los cuidados y mimamos con
amor cuanto más ancestrales sean. Muchos dicen incluso que los prejuicios esconden
sabiduría y virtud. Se perpetúan así porque han sido fruto de la razón. El cree
en una razón desnuda de prejuicios. Con prejuicios el hombre no duda ni piensa
por sí mismo. Burke cree en un hombre escéptico. (no así el resto de
conservadores) Los autores no se fían de la Razón individual. Los ilustrados
confían sin límites en su propia razón, pero desconfían de la del común mortal.
El deber forma parte de nuestra naturaleza. A veces claman a la revolución y
destrucción de las cosas añejas, pero no temen el edificio que se levanta a
toda prisa ni cuánto durará erguido. Ponen su esperanza en lo nuevo, y
consideran que detrás de ellos nada se ha hecho.
Este texto surge en el contexto del
conservadurismo inglés. Inglaterra después de la revolución Gloriosa había
creado un estado pacífico, constitucional, parlamentario, más basado en la
reforma que en la revolución. El modelo inglés era el buen ejemplo para
toda Europa y solo un gobierno así podía llevar al pueblo al bienestar y la
felicidad (eudaimonia colectiva y no
individual como ahora la entendemos). Los conservadores
liberales británicos son moderados y no radicales, anti revolucionarios
(que no contra revolucionarios como los reaccionarios) En el texto critica la
intransigencia y el dogmatismo de esos ilustrados franceses que coronaban a la
razón como diosa, que desconfiaban de la razón de cada cual, y que querían todo
para el pueblo, pero sin el pueblo. Acusa a los revolucionarios de dogmáticos en
el texto al decir que se aferran a los prejuicios. Para Burke la revolución
francesa es el demonio y una involución, una vuelta al caos y la anarquía (no
en el sentido de naturaleza caótica de Hobbes)
Los
conservadores son posibilistas de un cambio, pero este llega a través de
reformas paulatinas y sosegadas y no de estallidos revolucionarios de la noche
a la mañana. Son cambios graduales y concretos, pragmático. En contra de la
defensa de derechos y libertades en abstracto (que es lo que pretendían los
ilustrados) propone derechos concretos. Los ingleses (porque es aquí donde nace
el empirismo) creen más en derechos
históricos que abstractos, más en políticas hechas en la experiencia que en el
racionalismo metafísico. Hay un orden natural que hay que respetar, hecho de
costumbres y tradiciones y esto lo vemos cuando dice en el texto que lo nuevo
no es siempre mejor que lo antiguo.
Los revolucionarios crean una
utopía, una constitución geométrica y abstracta que es simplificar las cosas
pues la política es más complicada cuando se lleva a la praxis. En la época en
que Burke escribe esto algunos franceses se hacen tradicionalistas reaccionarios como de Maistre o Bonald pero esto
arraiga más en países católicos y mediterráneos. Parten de un pesimismo antropológico; el hombre es
malo, lobo. Adán peca al distinguir el bien y el mal en el árbol de la ciencia
y no obedecer a Dios. Venimos con el pecado original “de fábrica”. (ahora
vemos el génesis más como metáfora que literal. A través del Mitos explicaban el Logos) El hombre
soberbio intenta emular a Dios y hacer una moral personal en vez de obedecerle
ciegamente. Y Dios les castiga (providencialismo) La revolución es fruto del
demonio, un castigo de dios al ejecutar al rey que lo es por derecho divino. Se
compara al rey con Jesús, víctima de todos nosotros. La época del terror y Napoleón son un castigo de Dios.
Es una corriente mesiánica y
maniquea (buenos y malos) El individualismo ha llevado al caos y la
destrucción, al fanatismo y a la violencia. Se ha deshecho la jerarquía pues la
sociedad es más un castillo de arena donde cada uno tiene su función que
individuos vistos como granitos de arena, como decía Bonald. El hombre desde
que nace necesita la ayuda de los demás. Al contrario que otros animales no
funciona autónomamente. Culpan de todo a la ciudad que es la nueva Sodoma y
Gomorra, la Nueva Babilonia donde el hombre vive en pecado. En el pueblo en
cambio ven virtud, tienen una visión bucólica de lo rural que sigue una moral patriarcal.
Al contrario que Burke que cree
en el hombre escéptico, para los reaccionarios toda crítica es el comienzo de
la destrucción. Cuando se cuestiona el poder empieza el mal. Pone en cuestión
dogmas y se termina por no creer en nada. Los reaccionarios son lo contrario a
la llamada a pensar por nosotros mismos del sape audem de Kant. Rechazan el pensamiento crítico. La autoridad
es absoluta e indiscutible, y debe mantener su jerarquía orgánica; el poder del
papa, del rey, de la nobleza (indispensable como decía Montesquieu). Debemos
volver a la teocracia. (de ahí que se los llame los teócratas franceses) El
individuo ha de someterse a lo colectivo. Esto se concluye de la obra consideraciones sobre Francia de 1796 de
Maistre y de la teoría del poder político y religioso del mismo año de Bonald.
Hay un tercer movimiento en
discordia que es el romanticismo, creador del nacionalismo (la cultura popular) pero también del individualismo. Es una contradicción
que nos hace adivinar lo amplio que fue este movimiento. En su origen es un
movimiento reaccionario también que mira atrás a la edad media, aunque luego
serán los mayores defensores de la libertad y el irracionalismo. Frente al
estado como maquinaria, ellos lo ven como un organismo vivo. Románticos en
política fueron Herder o Fitse,
discípulo de Kant y autor de discursos a la nación alemana donde su
nacionalismo parece augurar lo que después será el nazismo. (Nietzsche no era nazi tampoco.
Heidegger sí) El nacionalismo revindica señas de identidad colectivas como la
raza, el lenguaje, el folclore, los bailes regionales, los vestidos, lo que
durante el sturm un drag alemán
llamarán el volksgeist o espíritu del
pueblo. (¿inconsciente colectivo en Jung?) La defensa de la nación estado
será algo más sentimental y pasional que racional. Los románticos están en
contra de una ingeniería política fría, deshumanizada y positivista criticando así
el racionalismo. De todas formas, no es una postura del todo contraria a los
ilustrados (razón- pasión) pues muchos ilustrados eran en parte románticos. Defienden
el mundo del sueño, la imaginación, los sentimientos, lo intuitivo, poético, simbólico,
lo interior, la libertad, el yo, la contradicción, lo pasado, lo inconsciente,
la locura…
Para los conservadores la
política debe surgir de la experiencia empirista y se prefiere el realismo pragmático
a la utopía (en esto difieren con los románticos) Los conservadores prefieren
el dato, lo real, lo cercano, lo practico a hacerse quimeras. El conservadurismo y sobre todo el
reaccionarismo francés se denotará en la historia cuando tras la caída de Napoleón se imponga en Europa la santa alianza como por ejemplo los 100 mil hijos de San Luis en España.
Según la dinámica acción reacción, a
toda revolución le sigue su contra revolución, igual que al renacimiento
protestante le siguió la contrarreforma. En España hay reaccionarios como Donoso Cortes. Los conservadores tenían
en el fondo una buena intención, conseguir la mayor felicidad posible para sus
súbditos al igual que Berthman o Mill y
los utilitaristas. Hoy en día sonaría raro que un gobierno prometiera la
felicidad de todos sus súbditos. Hemos de entender esta reacción a la
revolución dentro del ambiente católico y sobre todo del miedo. En apenas 10
años se había cambiado el mundo más que en toda su historia y todo cambio
provoca pánico y ansiedad. En ese sentido entendemos y absolvemos esta postura
conservadora, incluso a veces reaccionaria.
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