jueves, 13 de abril de 2017

DON INSEGURINI O LA PARANOIA CON EL SISTEMA



Llamo al ascensor. El ascensor es de estos viejos, de hierro. Primero he de abrir una puerta, luego otra reja y tengo la sensación al entrar de precipitarme hacía un abismo. Dentro del ascensor un botones de cara pálida y siniestra me pregunta a qué piso me dirijo. Los segundos se hacen eternos. Comentamos en el ascensor algo sobre corbatas. La luz se enciende, mi piso. Salgo del ascensor. La puerta de mi despacho esta abierta. Por el suelo hay papeles desperdigados. La ventana esta rota. En el cenicero esta una colilla aún reciente, sin apagar. Los que han entrado a mí piso aún no han salido. Andan por aquí. Quizá el ascensorista sepa algo del asunto. Saco mi pistola, calibre del 36, con esta arreglo yo todos mis asuntos. Me escondo tras el sofá chesterfield. Parece que unas sombras se mueven entre las cortinas. Son sombras, luego he de dispararlas. Creo que va a empezar un tiroteo. Sin embargo, era sólo un gato que sale con el rabo entre las piernas de su escondrijo. Rebusco entre los papeles. Ellos han debido cogerlo.  Para eso han entrado en mi despacho, para robarme el códice antiquísimo de la reina Maya. Sigo apuntando con mi pistola a las amenazas invisibles. Las paredes de mi despacho están deslucidas, voy a tener que cambiarlas. Parece que algo se mueve detrás del armario. Pienso que de niño me decían que había un monstruo detrás del armario. No me atrevo a disparar para no prevenirles sobre mi presencia (si es que aún no me han visto con el ruido que hago) Me resbalo con un bote, me mancho la gabardina de tomate, parece sangre, ¡interesante!, he de seguir el rastro, la huella, el inciso, y desde el suelo ve una sombra que se acerca, ¡bah!, sólo era el cuervo de Allan Poe gritando Nunca Jamás, ¿el cuervo?, ¿qué demonios hace aquí?, he debido dejarme la ventana abierta, sí, entra brisa y viento, los papeles se vuelan en bandada, y nada, sólo silencio, no veo a los terroristas. ¿dónde andarán? Todo resulta amenazante en mi cuarto. Todo me aterra. Caigo al suelo de la impresión que una sombra hace en el gotéele. De pronto me asusto de verme reflejado en el espejo de pie que tengo en la entrada, ¿de verdad soy yo este detective tan feo y calvo?, rebusco en mi bolsillo, ¡aja, las llaves!, ¡con  estas llaves entraré en mi bunker secreto, allí estaré a salvo de los terroristas que han venido a robarme los documentos secretos y confidenciales! ELLOS, ELLOS, saben donde vivo.

EL SISTEMA me persigue. Sólo puede tratarse de una conspiración judeomasonica. Allí dentro de mi bunker llamo a la base secreta de la seguridad nacional, ellos me protegerán, 0033, ¡vaya!, ¡esta comunicando!, ahora me sale uno de esos chismes que te hablan, - oiga, yo no quiero hablar con este aparato, paséenme con una teleoperadora por favor-... , nada, que no hay forma, ahora van y me ponen el lago de los cisnes, ¡esperan a que me duerma, ¡es una táctica suya para tenerme dormido porque el Estado esta conpinchado con los terroristas y entonces vendrán donde mí a llevarme, me llevarán a un campo de concentración, y allí... allí... ¡oh, Díos mío!; ¿qué me pasa? He visto demasiado Boody Allen y leído demasiado a los filósofos de la sospecha. Me estoy emparanoiando, ¡que angustia!, siento que se desintegra mi cerebro, y yo aquí, sólo con una pistola del calibre 36, para defenderme, y ni siquiera sé qué es eso de calibre, y lo del 36 me suena a la guerra, y ¡dios mío!, tengo un platano en la mano. Yo creía que era una pistola. Encima mi sicóloga dirá que es un símbolo fálico freudiano. ¡dios mío!, me estoy volviendo loco, loco, loco, loco, tengo miedo a todo, a los terroristas, al gobierno, a meterme en política, al compromiso, a la inestabilidad ciudadana, soy don Insegurini, tengo miedo de estas nuevas generaciones de depravados, estos jovenzuelos que me van a atacar y a robar, y me lanzarán play estation mutantes a la cara. ¡dios mío!, pondré el televisor des- concentror de realidad, he de evadirme, ¿a dónde?, no sé, no quiero pensar, la televisión se ha estropeado, ¡dios mío!, ¡no tiene cobertura mi móvil, me he quedado sin luz dentro de mi bunker y la televisión no funciona, no llega el rayo, la emisión, la antena...!
¿qué ocurre? ¿por qué todo se ha oscurecido de repente? ¿a dónde ha ido todo el mundo? ¿qué sucede? Dios, me estoy volviendo loco. ¡que miedo! ¡que miedo me da todo! El estado, los terroristas, las empresas, mi jefe, la secretaria siniestra, el técnico que me arregla el televisor y me pone un aparato para saber en todo momento que programa veo... Y ahora no funciona la televisión, no tiene cobertura mi móvil, ¡esto es el fin!, ¡la decadencia occidental!, Me invadirán los marcianos, me duplicaran en un clon maligno, Bill Gates vendrá a mi casa con su pistola anti- virus y me desintegrará, y entonces unos mutantes galácticos me robotizarán, me harán su esclavo, y  tendré que besarles sus sucios chips. Dios mío, esto es el gran hermano y el mundo feliz, ellos han llegado, ellos están aquí, en mi casa, y no más salga del bunker me alistarán en el ejercito o me comerán. No puedo permitir que me roben los archivos extraconfidenciales de agente secreto, estoy interrelacionado con el servicio de espionaje y sirvo como fuente confidencial en las filtraciones estatales, y ahora han venido a por mí, lo sé, lo noto, ya están aquí.
Me pegaré un tiro, no les daré el gusto de que me maten ELLOS. ¡¡¡PUUMMMM!!!
Se oye una detonación. El plátano (que él llama “pistola de calibre del 36”) se dispara y se queda con la monda en las manos y el plátano dentro de una oreja. Hay sangre de ketzup salpicando la alfombra.
La portera aparece en el umbral del despacho. - Perdone, señor Marlowe, me dejé la puerta abierta porque esta mañana ando muy retrasada y se me vino el santo al cielo. He dejado su habitación para ahora y sí se marcha un rato al café de abajo le ordenaré la oficina... ¿señor Marlowe?... ¡no juegue a el perro y el ratón, que ya estamos mayorcitos!... ¡ay, como le gusta a usted esconderse y darme sustos! ¡en el fondo es usted un crío!.... ¿Señor?....
          De pronto le ve con el plátano atravesado en la sien.  Pega un grito y se desmaya. Cae en redondo al suelo.

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