jueves, 10 de agosto de 2017

CRITICA A UN LIBRO QUE NOS VENDE LA POSTMODERNIDAD COMO NEO CRISTIANA

RESUMEN Y CRÍTICA DEL LIBRO
 “IDEAS Y CREENCIAS DEL HOMBRE ACTUAL” de Luis González Carvajal. 

CAPITULO I      LA CULTURA CRISTIANA (A CRÍTICA)

Cultura viene del latín “colere animi”, es decir; cultivación del espíritu o del alma. Los términos griegos Psico y Soma (alma y cuerpo) serán para los latinos Mens y Corpore. El espíritu- alma lo sustituyen los ilustrados por la Razón con todas sus etiquetas siguientes de Universal, Práctica, Pura, instrumental, vital... Los psico- marxistas la convierten en Conciencia. Los epicúreos, Fitse, los vitalistas o Freud preferían hablar del Yo interior. Hoy día, en la posmodernidad, ya no sé sabe qué cultivamos aparte del cuerpo.

Una definición de Cultura nos la esboza Freud en su malestar de la Cultura. Sería toda aquella sublimación del instinto animal. Es decir; somos salvajes por naturaleza (El estado al que quería  volver el utópico de Rosseau, Bakunin o la mayoría de poetas, especialmente románticos como Honderling, Whitman o Thoreau) y somos civilizados gracias a la cultura. Esta sublimación cultural a veces puede ir acompañada de una represión de lo natural. (Las necesidades básicas, físicas, sensibles,  primitivas, primarias,  inherentes a nuestra condición corpórea, prioridades fisiológicas que Platón llamó concupiscibles e irascibles y  Freud las bautizó como impulsos, pulsiones o principios de dolor y placer, o de Eros y Thanatos.)

La cultura es la sublimación (elevación trascendente) de lo natural/ animal a lo ideal e  intelectual. No somos hombres, sino proyectos de hombres o lo que decía Sartre de que el ser humano no nace; se hace. (En esta decadencia actual, el hombre se “deshace” de su cultura diariamente y renace a lo animal) Refinamos la necesidad de comer con el arte culinario. Purificamos el impulso sexual con la sensualidad y el arte amatorio. Disimulamos el miedo a la libertad con una delegación de nuestra voluntad en democracias representativas. Y así podría seguir ad nauseam pues la cultura engloba todos los aspectos de nuestra vida –civilizada-. La cultura es una forma, más que muchos fondos memorísticos de conocimiento y significaciones, unas maneras formales casi de gentleman, una aptitud, una “way of live” de vivir como personas realizadas. Ya decía Víctor Hugo que lo que nos separa del animal es nuestra capacidad de soñar e idear más allá; nuestra capacidad de reflexión, nuestras pajas mentales, imaginativas, absurdas... pero necesarias. Aunque Sartre diga en la Nausea que todo humanismo esta “de más”, nada de lo humano puede ser indiferente al hombre. 
No veo sentido en diferenciar como hace el autor, la cultura erudita y la vivida. Eso que llaman “escuela de la vida” tenemos todos, ¿O acaso quien lee no sale a la calle ni vive? ¿Quién vive “en la calle” no ve la Tele y no es influenciado por sus esteorotipos? Hegel lo expresa de forma más elegante; “el búho de Minerva inicia su vuelo a la caída del crepúsculo”.   
Pero si me parece polémica la escisión entre una cultura elitista y la de masas. La Cultura con mayúsculas siempre ha sido patrimonio del poderoso (no del rico, porque Teresa de Jesús vivía en la austeridad, pero era poderosa en cuanto q “saber es poder”) Dentro del poder no todos eran cultos; la mayoría de nobles medievales no sabían leer.
En la actual democracia cualquiera puede acceder a la cultura tradicional o a la contracultura vendida al por mayor en los centros comerciales, aunque en opinión de Gasset este aumento cuantitativo supone un menoscabo de su calidad. (Revolución de las masas) El saber, el deber y el ser (ciencia, ética y estética respectivamente) nunca han ido emparejados del poder (el ético pierde su curro inmoral. El estético es marginado del sistema si no se vende a la fealdad de su mecenas. Por no hablar del sino del científico que se va de España). Por otra parte, la contracultura se vende como un producto económico más (las camisetas o los posters del Ché, la industria del “carpe diem” de los surfers o los “reggaes”, new romantic, chunteros, borrokas, pijos etc) . 
En mi opinión esta cultura de masas es el “pan et circum” con el que se acalla a la población, una especie de soma (la droga de un mundo feliz de Huxley) que aletarga el crítico pensamiento libre pensante. Sin embargo, hoy hablamos de culturas, en plural, y no de masa sino de grupúsculos con diferentes identidades. (fragmentación del Yo, no en el sentido de Pessoa sino en el de interactuar con roles y mascaras hipócritas)
Conviene a las empresas hablar de culturas en plural para sus segmentaciones de mercado, pero en realidad se da un pensamiento único que esta aboliendo la cultura tradicional. (Vayan al país que vayan hallarán un mc Donald. En África conocen la chispa de la vida, ósea; la coca cola) Esta cultura no es la americana, sino la jerga económica capitalista y positivista de ayer, hoy y siempre; el pensamiento pragmático útilista que no es en realidad ni siquiera un pensamiento. En esta supuesta diversidad pluri- cultural y mestiza, abierta y cosmopolita, se constituyen nuestras supuestas democracias. Siempre ha habido pensamiento único; antes era la creencia en Dios, luego fue el pensamiento tecno- científico y a día de hoy es el opio futbolístico, la creencia política, la publicidad, la basura rosa y etc. Nuestro deber es atreverse a pensar distinto, en la diferencia, salirnos de los límites y estrecheces del pensamiento del hombre bidimensional (el que separa o reprime su naturaleza y su cultura como si fueran antagónicos, el que escinde el árbol de la vida y el de la ciencia como si no fueran el mismo árbol)

Centrándonos en la cultura occidental europea hemos de analizar su madre nutricia (me niego a escribir esa pedantería de alma máter); el cristianismo. Esa religión vive inmersa en esta cultura concreta y a la vez influye en ella, pero no creo que los conceptos de fe y cultura puedan equipararse y ponerse a la misma altura. La fe se halla sumergida dentro de una cultura determinada, no al revés como a veces quiere hacer entender el autor. Es cierto, como decía el confusamente religioso Unamuno, que nuestra civilización no es más que filosofía griega, derecho romano y religión cristiana. (Como si no hubiera habido ilustración ni modernidad por medio) pero esto no significa que nuevas culturas no nos tengan que aportan una apertura de nuestra mentalidad.

La iglesia con su tradicional in culturización redujo todas las formas culturales a las teológicas. Pero si critico la teología, no estoy criticando la teleología, no confundamos. Los hombres nacemos con  sentimientos de trascendencia congénitos, así que no sólo somos religiosos por naturaleza, sino también filósofos o artistas, melancólicos poetas de la noche, anhelantes de un “algo más”. En mi opinión la iglesia se ha ganado a pulso qué le devuelvan con la misma moneda. (theologiae est ancilla “gran hermanus”)
La iglesia no es que lleve siempre una revolución de retraso, es que encima se trata de contrarrevoluciones retrasadas, esto es; involuciones. No es que viva a la defensiva, es que agoniza penosa y patéticamente, dando palos en el aire como el Quijote, primero con la mano dura (en la modernidad) y después con la mano blanda (en la Light y comedida posmodernidad) Va siempre unos pasos por atrás por su síndrome de cangrejos (aparte de camellos, ya que estos jorobados venden una droga nefasta; la promesa del más allá saldada en la austeridad terrenal). Como toda creencia, el cristianismo se halla más ligado al afecto que al intelecto, más con el sentimiento que con el pensamiento y atañe más al corazón que a la razón, y esa apelación emocional es lo que la hace aún subsistir como pensamiento débil o balbuceo postmoderno y sofista. 
Me parece muy acertada la opinión de Azaña de que aunque haya miles de cristianos en España, Dios ha muerto en nuestra cultura. Es lo mismo que en política; ganará por mayoría absoluta el PP pero todos seguiremos izquierdistas de pensamiento. De la teoría a la praxis hay un trecho inmenso (del dicho al hecho), el que separa que todos seamos cristianos en las bodas, bautizos y otros compromisos sociales y que lo seamos de verdad. Me parece que el autor de este libro saca de contexto muchas frases, como la de que seamos un “mundo sin hogar”. Hemos perdido la identidad no sólo a consecuencia de la perdida de identidad cristiana, pensar esto es simplista. El sujeto precristiano no por ello se hallaba perdido. Además, también hay cristianos con crisis de identidad.

No me parece muy limpia la aptitud de este ensayista, él mismo reconoce su subjetividad y extrae del filosofo sólo lo que defiende la necesidad del retorno a su fe. Esto se denota en frases como “Esta bien, todo hay que decirlo...” Él mismo es muy consciente de que nos oculta la cara menos amable de esta moneda.
El cristianismo más integrista, el monoteísmo medieval aliado con la sacra monarquía absolutista, se desliga hasta de la filosofía clásica, se cree verdad última, sin percatarse de qué es producto de una cultura concreta. Quizá la teología liberal protestante o Kant sólo quisieran limitar los excesos de la iglesia, como patenta el mismo título “la regilión dentro del límite de la Razón”. Me parece loable intentar rescatar lo aprovechable del cristianismo, sin que por ello se le este deformando como alega el religioso. La iglesia nunca se ha dejado evolucionar externamente y tal vez a este orgullo herido se deba siempre que llegue con retraso en sus “reformas” y contrarrevoluciones.
Cuando hablan de evangelizar la cultura, la religión se esta situando por encima de ella y de la sociedad y desde esa altanería no puede reconciliarse ninguna de las partes.
La iglesia quiere recuperar su presencia social con mano blanda, rebajando axiomas, relajando formas. Esta aptitud de reconciliación Light, ponderada y taimada esconde un pensamiento débil y mutable (hoy la iglesia dice esto y mañana dirá algo más liberal) y una actitud claramente posmoderna o conformista. Se parece a la de un padre que tras pegar a su hijo se siente culpable y va a su cuarto y le pide perdón para tranquilizar su conciencia. Me revienta esa frase del papá León XIII de que el único crimen con el que se vincula la iglesia sea el de Jesús. Si de verdad fuera una iglesia consecuente con su pasado histórico se avergonzaría como se avergüenza en tantas ocasiones el autor de este libro. Además debe aprender de sus errores y pedir disculpas públicamente, como ya hizo respecto a sus vinculaciones franquistas. (algún día lo hará por no apoyar el aborto, la eutanasia, la mujer sacerdote o el matrimonio y adopción de las parejas de hecho pero, como siempre, llegará tarde)
Que la universidad nace ligada a los estudios eclesiásticos es mentira si consideramos la academia griega como el primer organismo de educación superior. Y aunque así sea, las “stodiorum de la sacra doctrina” muestran sólo el poder del que gozaba en esa época oscurantisima la iglesia y cómo manipularon muchas de las filosofías anteriores para ajustarlas a sus postulados.
Si que estoy de acuerdo en que Dios habla más en la forma literaria que en la filosófica, puesto que Dios y la literatura brotan de nuestra capacidad imaginativa, soñadora, fantástica, creadora. No sólo Dios, sino también nuestra visión del amor o el culto a la muerte etc son invenciones culturales, ficciones lógicas, creaciones intelectuales, mentiras literarias. Un teólogo es un escritor, sin más (o con el añadido de creer su mentira una verdad única). Dios no habla en la filosofía, pues esta según la define Hegel se diferencia por su racionalidad y su afán de aprehender la vida sin fundamentación a priori de la experiencia como es Dios. La religión es un mito, y no un logos, ya que ella misma reconoce qué no se puede conocer racionalmente a Dios, sólo tener fe de su existencia. Por otra parte, el cristianismo no ha generado ninguna obra literaria, ahí se expresa mal nuestro querido autor, sino que Dante ha escrito una obra (divina en mi opinión) y que 1º; se entiende en un contexto concreto y 2º ; admite más lecturas que la llanamente religiosa. (Por ejemplo, en mi depresión, sólo he leído hasta el purgatorio y quizá algún día lea la descripción del paraíso).
Pablo VI me produce hilaridad al justificarse de los crímenes cometidos contra el artista alegando que “para nuestra disculpa, nosotros no tenemos vuestra capacidad para hacer cosas grandes y por eso os pusimos un peso de plomo sobre las espaldas” Primero; los crímenes de la iglesia, ese enorme genocidio inquisitorial, sí fueron un proyecto grande, tan colosal como la megalomanía nazi. La iglesia hizo cosas grandes (destrucciones) y el artista también (construcciones) Es la diferencia entre un nihilismo negativo y uno positivo, constructivo. Ya lo decía Gasset; “quien vive inmerso en las creencias, no puede pensar por sí mismo, cree pero no crea ideas propias” Aunque pidan disculpas y hagan el peloteo a los artistas; la censura, la pira de libros, la condena de estilos “heterodoxos” ... ya no se la quita nadie al artista mártir de la causa del descendiente.  Por último en tono jocoso diría que menciona “Jesucristo superstar” pero se le olvida aludir a “la vida de Brian”.

CAPITULO 2   LA SECULARIZACIÓN
Introducción literaria:
- Dios ha muerto- gritaba Nietszche sobre un peñasco de Basilea. Me recuerda a la última carta del tarot (la del loco incomprendido) o a ese cuadro de D. Caspar Frieditch; romántico sobre un acantilado neblinoso. El hombre grita en un risco;  Gott is tot.
– Dios ¿Por qué me has abandonado? ¿Por qué me dejaste en este valle de lágrimas, tan triste y sólo?- (palabras de Jesús o del padre de Melibea)

La secularización, del latín saeculum, denota el cambio de lo religioso a lo seglar en todos los ámbitos vitales.  Otra definición más “racio- vitalista” sería la de autonomía de las ideas, esto es; mayoría de edad sin la tutela de las creencias.
Se trata de un fenómeno histórico sólo posible en una cultura religiosa, y especialmente en la monoteísta por desarrollar un complejo de Edipo sicoanaliticamente hablando. Antes de analizar el fenómeno moderno de la secularización, debemos repasar las religiones antiguas, aunque sólo abordaré la cristiana, como mal hace el autor. Este ensayista apuesta por una reforma eclesial pero no contempla muchos aspectos de la revolución seglar. Se le olvida hablar de Nietzsche, enfatizando la “remitificación”  posmoderna, con la latente intención de “evangelizar” a los estudiantes de Deusto. Sus intentos de resurrección del “nuevo cristianismo” resultan explícitos y hasta cómicos. 

Origen filosófico- intelectual del cristianismo.
El cristianismo es influido por el judaísmo y el neoplatonismo. Del judaísmo recoge esa promesa de la felicidad terrena, y del neo- platonismo la creencia en la vida ultraterrena. Será San Agustín quien confluya la filosofía platónica y la religión judía. (Hasta entonces la escolástica tradicional era más bien aristotélica) Según él hay dos sendas hacía Dios- Felicidad; La fe y la Razón. Estableciendo esta diferenciación legitima intelectualmente el cristianismo, entroncándolo con la dicotomía platónica del mundo sensible e inteligible. (Tierra y cielo.) Y encima pretende hacerlo un camino para la felicidad, quizá hipócrita si pensamos en lo felices que eran los cristianos de su época.

Origen histórico (socio-político- económico- cultural) del cristianismo.
La Eclesia era la asamblea griega de los aristoi con el vulgo, pero luego viene a designar las reuniones clandestinas de los apóstoles con sus seguidores en las catacumbas. A partir del edicto de Tesalónica (380) la iglesia pasa de una religión de perseguidos a perseguidores, al convertirse en religión oficial de la decadente Roma. Carlomagno se corona en Notre Dame (como luego imitó Napoleón) estableciendo ese pacto iglesia- estado que se ha cumplido hasta los últimos años de franquismo. A esta teocracia se la llamó cesaropapismo. (Dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios)
En mi opinión creo que hasta las sociedades laicas precisan saciar el sentimiento trascendente de sus súbditos para lograr la cohesión de los mismos.  En Atenas; los filósofos. En la república; los intelectuales. En la democracia actual; los sicólogos y los publicistas de coca cola... (Kant diferencia república y democracia. La democracia es el gobierno de todos, de la mayoría,  se equivoquen o no, como erraron al elegir por sufragio a Hitler o a Aznar. La república, sin embargo, es la voluntad del pueblo, lo que le conviene al pueblo este de acuerdo o no ese pueblo, como pasó en las repúblicas españolas dirigidas por eminentes intelectuales del tipo “todo por el pueblo, pero sin el pueblo que no sabe lo que quiere”)
Esta alianza de la iglesia con el poder es tan antigua como el arca y alianza del pueblo elegido (Y menos mal que no era el pueblo odiado)
Aún es más antiguo remontándose al faraón egipcio divinizado como Rey Sol o al héroe griego/ sumerio / árabe/ romano semidivino. El estado se sirve de la sacralización para ordenar su estructura social.
Desde entonces la iglesia se ha ido irguiendo en una torre de marfil.
Por una parte, in culturizaba al pueblo llano y a los aborígenes de las colonias.
Por otra; acaparaba el cúmulo del saber filosófico (psilosophia est ancilla theologiae). Gracias a los diezmos, bulos, impuestos, donativos... se ha ido enriqueciendo (en el nuevo testamento hay una parábola al respecto cuando Jesús halla el templo de Jerusalén convertido en un mercadillo).

Critica psicológica del cristianismo.
La cristiandad se ha construido sobre el sufrimiento. Freud afirmó que hemos sustentado el principio de realidad de nuestra civilización en un instinto de muerte – Thanatos- que prevalece sobre el de placer –Eros- (Ver el malestar de la cultura) Platón llamó a este instinto de muerte Irascibilidad y al instinto de placer Concupiscibilidad.
En la decadente cultura europea se han impuesto hasta el siglo XX los principios estoicos de “muerte en vida”, condenando los placeres terrenales epicúreos en espera siempre de un más allá del que no hay pruebas racionales, sólo fe en una “mentira de éter”. El cristianismo se ha constituido en el dolor y la represión; desde ese “trabajarás con el sudor de tu frente” o ese “parirás con el dolor de tu vientre” hasta nuestros actuales residuos de idealismo. El romanticismo, por ejemplo, nos hace asociar el verdadero enamoramiento con el que más te hace sufrir.

La religión judeocristiana es una cultura sádico-masoquista de sufridos, fanáticos y piedades plañideras, una sublimación del dolor y una represión del placer.  Pero esto nos remite a la budista (“Eliminando el placer, no hay dolor. Hay que llegar al estado del no- deseo, del nirvana o ataraxia contemplativa”), a la hindú (“No importa el padecimiento de tu karma, hay reencarnación”), la taoísta (“fundente en el Tao, con el No- Ser, ósea con la espera sosegada, conformista y templada de la muerte”) o la musulmana, sumisa donde las haya. Con lo cual concluimos que toda Religión necesita su moral de esclavos. El clero dominaba todos los estratos de la realidad del campesinado, desde sus bautizos hasta sus entierros. Sembraba sentimientos de culpabilidad, histerias de redención, fanatismos... Garantizaba el orden político a base de la caridad y no de verdadera justicia social. La iglesia ejercía poder a través de monasterios, colegios religiosos, universidades jesuitas, organismos de beneficencia, parroquias locales... Cubría los hoy separados servicios educacionales, sanitarios y sociales. Incluso ejercía de psicólogo a través del confesionario. No es de extrañar que en estos núcleos campesinos de miseria y analfabetismo sembrara sentimientos conformistas, conservadores y pragmáticos hacía la vida. Y que los aldeanos voten a Fraga o Arzallus. 

HISTORIA DE LAS SECULARIZACIONES
 Del Mito al Logos El primer antecedente de esta secularización es el paso del mito al logos, de las creencias a las ideas, de los dioses a las razones. Con el nacimiento de la filosofía nace la más embrionaria y tímida secularización. Aún así, los presocráticos siguen siendo unos mitómanos (igual que cristianos, ilustrados o posmodernos, en esto no cambiamos). Persisten en el “pensamiento mágico de la vida” o en el “encantamiento del mundo” (En la posmodernidad se produce la re- magificación). Fundamentan sus arches en lo divino (aunque lo llamen cuatro elementos. “Todo esta lleno de dioses” decía Tales como podía haber escrito Ovidio)
 Heterodoxias de la Razón y del Corazón
Otro primer atisbo de secularización brota en el mismo seno del cristianismo.
Dentro de la propia Fe cristiana se demandaba una fundamentación racional, una Teodocia (línea agustiniana de San Agustín, Santo Tomas de Aquino, Abelardo, Guillermo de Oca...) Por otra parte, el romanticismo y los místicos barrocos (Fray Luis de León y Santa Teresa en nuestro siglo de oro) conciben la religión como “religare” intimista,  religión amorosa intimista directa entre Dios y sus fieles.
Los cristianos ortodoxos no comulgan con estos feligreses románticos y heterodoxos a los que acusan de idolatras (“A Melibea amo y a Melibea adoro” escribió ese “hereje” de Francisco de Rojas en boca de Calixto) La propia iglesia se divide en “cartesianos” que apelan a la mutable Razón en su afán de una epistemología de Dios y en “pascalianos” que basan su fe en el voluble corazón, en el “éxtasis” místico o la “ataraxia” (felicidad y armonía interior en el sentido estoico). 

Cisma reformista. Fruto de la tensión interna y los excesos externos eclesiales, Lutero introducirá en su crítica tres ideas revolucionarias; El sacerdocio universal por el cual uno mismo se comunica con Dios sin intermedios, e interpreta la Biblia personalmente (en 1460 Guttember inventa la imprenta y edita la Vulgata como la primera Biblia divulgativa). La libertad de conciencia y de exégesis (libertad para interpretar el mensaje divino de la Biblia y la voluntad divina) También introduce la idea de  que todo hombre es humano y puede errar. Con la libertad de equivoco vital tambalea la idea del tradicional libre albedrío (elegir entre dos únicas sendas; bien y mal) ese pecado original del que no te puedes resarcir con tus obras. Paulatinamente, la autonomía moral empieza a residir  en el hombre moral y no en la Tora, los mandamientos o la ley divina. 

Los protestantes o reformistas (luteranos, anglicanos, calvinistas, pietistas...) se reparten en el mundo anglosajón y centroeuropeo. Según Max Weber el sionismo (no se entienda de forma “razi” por favor) y el protestantismo inculcó el concepto de individualismo que originó  el capitalismo. (Los capitalistas piden “liberté”económica e individual, y los comunistas “igualité”política y social.)  El cristianismo se consolida con la contrarreforma en las zonas mediterráneas y sudamericanas y en Rusia los ortodoxos.  Según Nietzsche el marxismo, el socialismo y el comunismo comparten los mismos valores que los cristianos; la humildad, la sumisión, el igualitarismo, el borreguismo, la moral de esclavos, la búsqueda de un paraíso, la utopía, el enriquecimiento de sus sacerdotes o líderes comunistas, la búsqueda de padres ideólogos y tutores morales o “pastores” de rebaño... etc
En el re- nacimiento nace el humanismo como hoy lo entendemos. El humanismo como estudio del hombre, y no de los dioses o de la naturaleza. Tras el giro cartesiano (Descartes es el primer filosofo moderno)la filosofía vira el timón de su búsqueda. COGITO ERGO SUM Ya no se empeña en una ontología, en una explicación racional y cosmologica del objeto (el mundo, la vida) sino en el estudio del sujeto (del hombre como libre- pensante, racional y conscientemente consecuente) en el “conócete a ti mismo” de la academia o “el hombre como medida de todas las cosas” famoso del sofista. Los filósofos antiguos fundamentaban la realidad con un principio ideal (o varios, pero a posteriori basados en una unidad excluyente). Es decir; la causa de las malas cosechas era una bronca entre los sempiternos olímpicos. O bien; no llueve porque esa semana no han rezado los campesinos el ángelus o el rosario. Los archés, los nous, las esencias y los sentidos de vida se fundamentaban en lo divino. (“Todo esta lleno de dioses”).

La ilustración Kant define a Dios como noúmeno, inaprensible, incognoscible, mágico, mítico, inescrutable, misterioso... Descartes también coloca a Dios en la cúspide de su sistema filosófico como principio ordenador o arquitecto para explicar lo inexplicable empíricamente. Quizá zurcen estos “parches” por el contexto en que publican. Incluso Wittgenstein se vuelve religioso tras leer al austero Tolstoi (Y ya había pasado medio siglo desde que se editara Zaratrustra).
Tal vez no sea tan sencilla la emancipación, pues la libertad acarrea un sentimiento de soledad frente a la nada, dejando al hombre sin atributos ni asideros, con el tradicional miedo a la libertad y al pensar por sí mismo que padece desde siempre. (¡Sapere Audem; Atrévete a pensar por ti mismo.!) Y como no es sencilla, se ha desistido de ella.

Pero no sólo se ha abandonando el “proyecto moderno” por utópico, por difícil de conseguir (igual que los estudiantes desechan las tareas difíciles según la ley del mínimo esfuerzo.) sino que hay un interés del poder y del sistema globalista (los mass media o la tiranía de la moda y la economía son culpables indirectos del fracaso escolar)
La excusa es que se ha abandonado el proyecto moderno porque este se saldó en muertes (aunque también los haya en las guerras). No sólo se ha abandonado el proyecto ilustrado, sino que hoy día se desconfía del intelectual, de todo “iluminado”, de todo aquel cuyas bellas utopías cuesten caro en la praxis. Por eso este apoliticismo actual, este agnosticismo religioso, este indiferentismo cultural.
En la ilustración la secularización se evidencia en dos nuevas creencias frente al teismo; el deísmo y el ateismo y en el siglo XX surgirá el agnosticismo.

EL DEISMO Kant o Descartes, como acabo de exponer, creen en último término en Dios. No en un Dios omnipotente, providente (diseñador del futuro) e histórico (interventor en el pasado), sino en un Dios creador y ordenador del mundo que después “pasa” del mismo. Un Dios como alfarero que nos moldea en arcilla y después nos deja libres. (Mito del demiurgo de Platón) Kant se cuestionaba la racionalidad de un Dios que permite tantas tragedias sin someterse al tribunal de la Razón Universal humana. Dios no puede ser un sádico (esa imagen del Yahvé patriarca y castigador) “Nuestra Razón sólo tiene sentido si Dios es un ser racional” Pascal se cuestiona los sentimientos de Dios; si nos quiere como nosotros a él, ¿por qué permite la tragedia?
Muchos de estos ilustrados sustituyen el teismo por un panteísmo científico naturalista. El Dios de los antiguos se disfraza de Diosa Razón de los modernos.

Madre Naturaleza (míto de Gea o Persefone o Demeter o Ceres o Insthar) en cuyo seno reside la verdad a posteriori (la episteme empírica) y los derechos humanos a priori, por adelantado, inherentes a nuestra condición, congénitos, crónicos, universales y que sin embargo paradójicamente han tenido que conquistar históricamente los antepasados.
El empirismo científico será el principal crítico de la religión, aunque muchos científicos al quitarse su bata del laboratorio reconocían y reconocen abrazar la fe.
La imagen tolomeica de un mundo plano que concebía Aristóteles será rebatida en las nuevas teorías heliocéntricas, o por los científicos modernos; Bacón o Galileo (“Dios habló en 2 libros; la Biblia y la naturaleza”) o Newton que también cree que en la naturaleza descansa la piedra angular de toda la filosofía.

El ateismo lo “pone de moda” Nietszche. Pero Nietszche no mata a Dios, se lo encuentra ya muerto en su sociedad decadente. La búsqueda filosófica se reafirma en su cambio de objetivo; de Dios al Hombre. “El hombre ya no necesita de un Dios, siempre ha sido libre de los pecados que le imponen unos filósofos resentidos contra su propia naturaleza corpórea” dirá el bigotudo y defenderá fervientemente Baroja.

En el siglo XX se extiende el AGNOSTICISMO, en figuras como la de Ortega y Gasset, Tierno Galván etc. Krausistas, existencialistas, nihilistas, estructuralistas,
vitalistas y demás “irracionalistas” del siglo XX no afirman ni niegan a Dios, sólo cuestionan la posibilidad de conocerle. (El noúmeno de Kant según él cual Dios esta dentro de lo inaprensible. Misma conclusión a la que llega el circulo de Viena, Wittgenstein, Russel y los suyos) Otro claro ejemplo es ese confuso Hamlet de  Unamuno (que por dudar no quede. Es más trascendente un ateo que este todo el rato criticando a Dios que un cura que ya lo de por asumido, por creencia inamovible).
Y por último; según al religioso al cual derrumbo el ensayo, en la posmodernidad brota el cáncer del IDENFERENTISMO, el pasotismo hacía Dios, la ética, la filosofía, el amor, la magia de la vida... (lo cual contradice su otra tesis, la de la re- mitificación.)
Se producen varias secularizaciones a lo largo de la historia; la política, la económica, la filosófica (ontologica y epistemológica), la ética, la estética y la vital. Hasta ahora he abordado la filosófica, pues el pensamiento impregna todas los campos de nuestra vida. 
Políticamente se pasa de unas sacras monarquías absolutistas (un rey ungido e hijo de Dios, divinizado, idolatrado y mitificado como todo héroe o faraón) a una democracia liberal, tolerante, laxa, laica, seglar, permisiva. La iglesia abandona menesteres ajenos a su función social como la de notario, psicólogo, recaudador de impuestos, filosofo, artista, abogado del diablo o inquisidor... Etc Y se llega a este estado de Tole Tole Tolerancia, donde todo vale para llegar a famoso y sacar pelas siendo yuppie y trepa.
Vitalmente; se pasa del providencionalismo (¡Dios proveerá!) a la libre iniciativa.
De un destino determinista a una libre y por tanto electiva voluntad (o noluntad en el caso de negarse a afrontar las decisiones vitales) Nace así la idea de libertad individual muy ligada a la de responsabilidad social. Somos Yo y nuestras circunstancias, Yo y el mundo, Yo y la polis, misántropo por naturaleza pero filántropo por la sociedad en que vivo y con la que me comprometo en un pacto social.
Es decir; Yo frente a la voluntad general de Rosseau  Sartre opinó que la libertad te condena a la elección responsable; al compromiso social; a la conciencia en derredor.
Desde Zola en adelante el escritor asume una función activista y comprometida con su sociedad. Ya no es un anacoreta asceta o un ermitaño huraño en su torre de marfil, porque hay tragedias cotidianas que no pueden dejarnos indiferentes. Elegir la “boheme” ya es una forma de contrapoder pues todo escritor escribe política sensu escrito. No flotamos en burbujas de éter en el Azul. El arte por el arte existe sólo si escribimos para nosotros mismos y entonces no hay Dios caído que nos entienda.
Fromm estudió sicológicamente ese miedo a la libre voluntad a lo largo del periplo histórico. Para Rosseau nacemos libres y la sociedad nos trasforma, aunque para la mayoría de ilustrados las parcelas de libertad son pequeñas conquistas de nuestra cultura hasta alcanzar la libertad consecuente y responsable.
Las ideas de Rosseau Voltaire las califica de primitivas, salvajes y libertinas, y desde entonces todos repiten esto sin molestarse en leerle. (¿Por qué les cuesta tanto aceptar la bondad natural? ¿Aún creen en la bondad intelectual adquirida, en el intelectualismo moral? No hay más que leer a Maquiavelo o Sade para ver lo inmoral del intelectual) Bakunin a su vez expone una teoría roussiana sobre la bondad natural pues no hay buenos o malos porque sí (por pecados originales y naturalezas genéticas malignas) sino en un contexto. (¿Quién no robaría si se muere de hambre o mataría en el estado misérrimo del iraquí?)

Económicamente; las ideas de Adam Smith desembocarán en el librecambismo económico y en el liberalismo político (libertad de aduanas, de mercados, de fronteras para el buen flujo del capital) La separación de poderes asienta las bases para el “dejar hacer” del estado al capital, llegando así a los excesos actuales (la mala planificación urbanística, la especulación inmobiliaria, los contrastes sociales, las diferencias Norte y Sur... etc) de nuestro neo- liberalismo feroz, disfrazado de globalización cultural.

Éticamente; se pasa de una moral heterónoma y teonoma (la divina) a una autonomía moral con los imperativos categóricos kantianos. “Obra como si mil ojos te enfocaran” “haz que tus actos pudieran convertirse en ley universal” Aunque no veo diferencia entre un Dios que dicta la moral y una Diosa Razón encarnada en un Kant dándose ordenes a sí mismo, pues en mi opinión la Razón puede actuar como auto- represión. 
De hecho ese “obra como si de tu acto fueran a hacer una ley universal” remite al cristiano “obra con tus hermanos como te gustaría que obrarán contigo” y además la moral consiste en el arte de ser feliz como decían los epicúreos y los grandes padres de la iglesia y no creo que Kant lo haya sido; su moral autónoma era una represión interna. (Ver la obra de teatro de B. Bretch sobre Kant o simplemente interesarse en la vida personal de este erudito que hizo como los lamas budistas; eliminar todo placer para que no haya dolor) Hoy hay una permisibilidad laxa, un relativismo moral, donde todos creen estar en la razón (aunque Ortega decía que en la raizón no se estaba de forma estática, pues esta se construye dinámicamente).
Frente a la predominancia de la conciencia o razón, Freud estudia la inconsciencia y los surrealistas crean sus irracionalidades.  El Yo, Ego o Razón reprime el Ello, el Id, lo instintivo, salvaje, primario y más vital que aflora en las lluvias de ideas, la escritura automática o el psicoanálisis y la hipnosis.
La Diosa Razón produce monstruos, como en el grabado de Goya, y frente a esa adusta nueva divinidad coronada en Notre Dame los posmodernos erigen un nuevo pedestal en París también; ¡¡Imaginación al poder!! 
Frente a la Razón; la Imaginación, la intuición vital.
Ha surgido una razón tecno- científica, útilista y positivista que cómo el monstruo de Frankenstein intenta engullir a su creador, a ese Prometeo prepotente que es el moderno. (Mary Sheley subtituló Frankenstein como “el nuevo Prometeo” y ¿Qué es el Dr. Fausto de Goethé o de Tomhas Mann sino “remasterizaciones” de este viejo mito de Esquilo?).
La Razón no es sino fruto de nuestra imaginación vital, igual que Dios.
El concepto de Razón cambia con el racio- vitalismo. Se percata Ortega de que la razón histórica es mutable y variable, y sin caer en el relativismo moral, reafirma una razón vital. Nuestras democracias de mínimos descansa en un tipo de racionalidad aceptada en el pacto social como convencionalismo. Esta democracia de mínimos no anula la ética utópica de máximos siempre que no caiga en el fanatismo. Esta moral social, esta deontología civil, esta lejos de la Ética Universal y la Paz que tanto soñó el utópico de Kant.
EL SECULARISMO Igual que la superchería y la superstición son las hijas locas de la religión (frase de Voltaire) la secularización ha tenido como hijo al secularismo con todo el valor peyorativo que comporta el diminutivo del “istmo”.
Este ha sembrado una cultura “horizontal” que no puede mirar verticalmente, al cielo, al futuro. Perdonen este inciso pero no estoy de acuerdo con esta tergiversación que nuestro religioso autor hace de Deleuze (un teórico posmoderno). Deleuze rescata este término de Nietszche quien lo usaba en contraposición a la cultura “vertical” del cristianismo o de Platón.
El pensamiento “vertical” establece una dicotomía entre la idea y la realidad para así reducir la múltiple y heterogénea diversidad.  Con Hegel se culmina esta pretensión de aprehensión unificadora. Antes de Hegel; Dios, y tras Hegel; la Razón, pero con el mismo afán de fundamentar la realidad en una unidad última, de conceptualizar la vida hasta reducirla a una única verdad. Un único eslogan y sentido en nuestras vidas que no puede ser simplemente vivir, hay que prohibir tantas cosas... (prohibido prohibir decimos los postmodernos tras el 68)
Sin embargo, el pensamiento horizontal corresponde al del diferente, el otro, el raro, el marginal y libre pensante (lo que Foucault llamó loco- sabio) Este pensamiento no pretende erigirse como la verdad, sino reclamar su diferencia.  También se lo llama pensamiento “nómada” por lo subjetivo, mutable y cambiante que es, e incluso “débil” por lo humilde que se declara, pero al menos no causa muertes como el pensamiento único, el de “la Verdad (divina)”, el que “tiene o esta en la Razón”.  

El pensamiento vertical va del cielo a la tierra y de la tierra al cielo.
El pensamiento horizontal, sin embargo, abarca el mundo en toda su magnitud, en la más amplia abertura de mente, en la sana diferencia (Derrida habla de la “Différance”, neologismo en contraposición al pensamiento logocentrico de un solo hemisferio cerebral. Sólo hemos desarrollado la parcela memorística y retentiva. Aristóteles dividió al ser humano en 3 grandes parcelas; Inteligencia, memoria y voluntad. La voluntad de “QUERER que es PODER” frente a la inteligencia del SABER y del DEBER. (Ambas
- inteligencia y voluntad- parecen reñidas dentro de la psique del ser humano.  ¡Podemos y se quiere hacer clonaciones humanas! pero.. ¿Debemos, sabemos lo que cuesta jugar a Dr Víctor Frankestein?)
La inteligencia y la voluntad para vivir brotan de lo mismo; de nuestra imaginación y capacidad de soñar.
Las personas conformistas nunca han soñado un futuro, viven pragmáticas y felices pero a costa de eliminar placer y dolor, ósea de cargarse la vida en sus lágrimas y alborozos y vivir como un muerto en vida. Si no soñamos un mundo mejor o un futuro más digno es porqué el sistema nos ha aletargado nuestra capacidad inventiva, innovadora, trasgresora, y quien duerme sobre un ordenador de empresa no puede soñar despierto. --Por algo el artista sufre tanto insomnio.-.
El pensamiento horizontal es tolerante, aunque quizá demasiado permisivo y ambiguo. Sin duda es el dominante en la posmodernidad. Ortega ya se adelantaba a esta forma de pensar con su teoría del perspectivismo o de la visión prismática. (-Las cosas no tienen una única explicación, dependen del prisma con que se vean- dirá el objetivo periodista)
¡Con lo grande que es nuestro mundo! ¿Por qué erigir otros? Mejor cambiar este. En ese sentido Nietszche habla de una visión horizontal, abierta, para auto- realizarnos en eso que Ortega  llamó proyecto de futurición y hoy diríamos más literariamente; SUEÑOS.
En la modernidad, en la edad madura del hombre, mermó la antigua e infantil magia vital (los adivinos, las pitias, los nigromantes, los alquimistas y su piedra filosofal.) pero tras la desmitificación propia del moderno, han resurgido los viejos mitos. El burgués positivista del XIX llenó de legañas los ojos atentos de la lechuza de Minerva y olvidó mirar como miran los niños. Platón definió el eros a la sabiduría (ósea la filo- sofía) como el encantamiento con la realidad y creo que Aristóteles decía que la filosofía brotaba del asombro. (Ya veo lo asombrados que están mis profesores de filosofía dormitando en sus cátedras) Hemos perdido el encantamiento con la vida (un concepto literario que acuñó Tolstoi) o la desfamilización (un término de los estructuralistas y formalistas rusos) Hemos dejado de ser niños asombrados viviendo en un mundo fantástico porque se nos apabulla de lo que llaman realidad (cuando hay realidades, tantas como personas) Sin embargo, en la postmodernidad han renacido los mitos, sea esto tan admirable como críticable. Ahora explicaré con detenimiento mi teoría sobre la infancia de los antiguos, la madurez moderna y nuestra vejez actual, nuestra decadence. 

MITO DE LA ESFINGE Y LAS 3 EDADES DEL HOMBRE
La antigüedad fue la infancia del mundo. Los pueblos antiguos eran niños, inocentes, inconscientes que creían en mitos y dioses, o en Dios, encantados con su mundo mágico y comportándonos como pequeños héroes trágicos que juegan (los niños se toman todo en serio, y a la vez  con un sentimiento lúdico pero trascendente de la vida) Esta muy bien el ensayo de las mil caras del héroe de Cambell en este sentido. Un poco ese niño interior que reivindican los intelectuales de Nietszche en adelante y en el que todo escritor debe convertirse para escribir su historia desde la autenticidad. Hoy, en la postmodernidad que anunció el Gran Filosofo Vital (ya saben de quien hablo), se retorna a lo infantil; las mujeres quieren parecer quinceañeras, los jóvenes no quieren madurar y son eternos Peter Pan... Esto es típico de la ancianidad que añora y anhela el paraíso de su infancia.

En la modernidad nos llega la nefasta adolescencia, y desarrollamos un complejo de Edipo increíble. Nos cargamos al Padre (a Dios) y nos abrazamos incestuosamente a la Madre (Naturaleza, a Gea, a Demetera para gusto de pedantes), ósea que jodimos a la naturaleza y la ecología, hablando pronto y mal. Nos creímos superiores, súper villanos, en el cenit cultural de la civilización, en la era tecnocratica (Tras superar la teocratica) cuando en realidad habíamos comenzado el descenso, la caída de Icaro o de la torre de Babel, la decadencia occidental que tanto vaticinaban profetas - Spengler.-
Tras la madurez; el declive. Nos hemos olvidado paulatinamente de los ideales, grandes relatos, de los discursos, del humanismo. Y por otra parte hemos perdido espontaneidad e intuición vital. Nos hemos  convertido en ejecutivos grises que se han olvidado volar como diría Barrie, el autor de Peter Pan. Nos hemos descreído de los meta- relatos (meta, más allá, teleo- relatos suena aún peor) y de las grandes palabras que prometían  los modernos. Nos hemos vuelto demasiado maduros, nos pasamos de castaño oscuro o manzana tan madura que se pudre.
(A Newton se le cayó una manzana encima, la del árbol de la ciencia, la manzana de la discordia según el juicio de París, la manzana de la sabiduría que nos costó el paraíso del buen salvaje, ese edén que los sicoanalistas llaman útero materno, primera infancia)
Otra consecuencia del complejo edípico moderno es la búsqueda desaforada de nuevos tutores como Sartre (padre del Mayo Francés) o los ideólogos psicomarxistas en plan nuevos lares o la ciencia como deux ex máchina o la Tv como becerro divino o el dinero como nuevo ídolo, confundiendo valor y precio que diría Machado.
Si la modernidad es el Edipo trasgresor y rebelde, la posmodernidad es Edipo en Colono más bien. Un viejo en la última edad de la esfinge que camina con el bastón de su lazarilla Antígona, criticando todo, despotricando de todo, sin cambiar nada.
Ese es el posmoderno; un niño- viejo, protestón pero conformista.
Los posmodernos somos débiles como todo viejo (Nietzsche quería niños; fuertes, cómico- trágicos, valientes, príncipes con moral de señores y no ranas) Desde este nihilismo negativo, desengaño existencial e indolencia (propia de la tercera edad) pasamos de todo, somos apáticos, y sólo pedimos comodidad, pensiones y seguros de vida. No es de extrañar que Europa entera sea un geriátrico, que la derecha venza, que la iglesia vuelva (se teme a la muerte cuando se acerca la hora)
Se vive en la abulia mental del exceso informativo (a los viejos les cansa pensar, pero no pueden tampoco dormir y necesitan llenarse de programas de TV)
La juventud también esta vieja, inmóvil, estática, conformista, realista, pragmática y encima como todo anciano se comporta de forma peterpanesca, inmadura en la acción aunque ya descreída y pasada de vuelta en la teoría.
En esta decadencia crepuscular, nihilismo negativo, desencanto y malestar cultural han muerto todo ideal juvenil -moderno- y toda ilusión infantil – antigua- (aunque esta última retorna en la remitificación actual de los adivinos tele mediáticos ya que volvemos a la naturalidad, inmadurez y animalidad del “niño- viejo” con alzheimer de su historia).
Lo que puede comportar en positivo; el retorno a la mayor naturalidad en usos sociales, a una “liberalización social”en realidad no lo es. Por ejemplo la promiscuidad actual sólo es un signo de desamparo, de desframentación del yo, de una sexualidad que no se sublima. (No es sensualidad, sino pornografía) El individuo se siente más sólo que nunca y en vez de emprender relaciones personales, se masturba frente a la pantalla de vitriolo de su PC, lo cual evidencia los tiempos de neurosis colectiva en que vivimos inmersos. Toda la humanidad, al morir el dios simbólico, ha tomado más conciencia de la muerte y de su existencia. Entonces tiene dos opciones; 1) la angustia existencial o el nihilismo negativo de Kirkegaard o 2) el nihilismo positivo de disfrutar del absurdo, de ser epicúreo. Se ha optado por la última, eso es obvio ya que la muerte se ha convertido en un tabú social y no se puede llorar ni en los entierros (Happy World).
Así que descreída de teorías, se vive en la practica una especie de carpe diem. Mas este carpe diem viene dictaminado por la publicidad y la industria de la imagología (concepto de Kundera para hablar de la sociedad de la imagen) No vivimos la vida, vivimos la vida que quieren que vivamos. (Para mí vivir la vida puede ser también leer pero esto no lo aceptan ni mis profesores que llegan a una edad en que no leen como si fuera un premio a toda su labor intelectual el “descansar”. Un verdadero escritor nunca se jubilará de leer. La cultura erudita monástica ha escindido el árbol de la vida y el de la ciencia, cuando están interrelacionados. La figura intelectual y vital del romántico ya es otro mito más.)
Cómo esta sociedad deshecha su cultura y por tanto su civilización, sólo le queda un pensamiento débil, agonizante,  próximo a su extinción (muerte de Dios, del sujeto, de la filosofía, de la novela, de la historia, de los grandes relatos, del comunismo, de... ¡escribe lo que quieras porque seguro que ha muerto!)
Igual que el anciano cuando se acerca la parca con las tijeras de podar, nos hemos vuelto tremendamente creyentes e inseguros (como la paranoica y neurótica Nueva York tras el 11- S con su débil y tímido paradigma de la talla de Boody Allen. América vive la paranoia de la seguridad, en palabras de la Susan Sontag)
¡Qué de conversiones religiosas cuando se acerca la muerte! El mismo san Agustín se lo pasó genial hasta que volvió al seno de Dios en plan hijo prodigo, pero ¡qué le quiten lo bailado! (Lean su autobiografía) Así se explica que se retorne brevemente a esa religiosidad del adivino o predicador tele mediático, la new age o las nosécuantas (1.117) religiones y sectas   estadounidenses como la metodista de Madonna y demás.
El anciano se mea en sus pañales para adulto, con perdón de la gráfica expresión. Si el hombre ha temido históricamente la libertad, ahora más que nunca (y por eso se refuerzan también las estructuras invisibles del “sistema”, tentáculos cada vez más globales pero adentrándose más en nuestra intimidad personal).
Y por eso vuelven los fetiches, las idolatrías, las supercherías y supersticiones. Si no crees en Dios crees en los ídolos postmodernos, pero la capacidad trascendente nunca muere; por ejemplo hemos convertido el arte en otro dios, y este arte cada vez es más catarsis personal egocéntrica y tiene menos concienciación social.
Es difícil fundamentar la eternidad de la materia (sobretodo cuando esa materia eres tú y vas a dejar de serlo en breve) sin una presencia teleologica, sin un más allá. Siempre recaes en una creencia, aunque no sea teológica, como la creencia en el eterno retorno de Nietszche. ¡No seamos hipócritas! Por supuesto que es más importante no confundir el perejil con la cicuta que saber si existe Dios. (¿Por qué no hará la prueba el autor de este libro? Digo en tono cómico, sin ninguna mala “fe”)
Lo que en realidad nos importa es la perpetuidad de nuestros cuerpos, la resurrección de nuestros cuerpos como en el mito de Baco, que exista un más allá donde continuar. Luego si llegamos y nos abre la puerta San Pedro o la diosa Visnhú en persona es lo de menos, lo que queremos es la eternidad. La religión se aprovecha de esta resistencia y miedo a la muerte, el mismo miedo que reflejó ya el canto de Gilgamesh, escrito en el origen de la humanidad. ¿Por qué nadie acepta que la peli acabe sin un Happy End?
La paradoja de la vida no es nacer para morir (Heidegger decía que somos un Ser- para el No- Ser), sino que nuestra vida no siga la estructura lógica del cuento de hadas pues en el final estamos mucho peor que al nacer, viejos y arrugados y dementes, y sea más difícil hallar lógica y sentido a esta vida vivida y absurda. Mi perogrullada de opinión es esta; aceptemos que el mundo es absurdo e intentemos no serlo nosotros.
La CRISIS DE LA IDENTIDAD sería el desequilibrio interno de nuestro Yo ante la frustración de no poder conocerse, definirse y sentir que sólo es un cuerpo perecedero.  Por eso se da este culto al cuerpo y la crisis interna de identidad personal, expresada por ejemplo en la patología egocéntrica o narcisista actual – sólo en lo relativo al cuerpo, pues la mente anda con el inconsciente colectivo, con el pensamiento único, con la masa, identificada con el grupo. “Nuestros cuerpos son sólo nuestros, nuestra mente del último anuncio que veamos y nos recomiende una liposucción”. Carecemos de una ética propia, personal y autónoma, de imaginación, de mundo interior... Lógicamente si la vida puede prolongarse con los avances técnicos y el cuerpo puede embellecerse con las operaciones quirúrgicas o los cosméticos, y encima el pensamiento se relaja... se llega a esta “autonomía de lo temporal”, de la carne dionisiaca, de la animalidad incivilizada.
Nunca el hombre había vivido tan plenamente la vida (vivir la vida no es emborracharse en los bares como creen mis colegas); las comunicaciones se han abierto, viaja, disfruta de más renta (Hablamos de Europa siempre. En el Sur la desigualdad ha aumentado respecto a nuestro desarrollo, saliendo un poco de nuestro ombligismo europecentrista) y tiene un margen más amplio de moralidad y libertad. Sin embargo, nunca ha habido tantos suicidios como en esta época, tantas personas en el paro sin saber qué rumbo dar a sus vidas, tanto miedo a la decisión, a la compra del piso, miedo al viaje turístico hacía un país con problemas políticos, miedo al matrimonio, miedo a la muerte (convertida en tabú)... El posmoderno siente que le falta algo que le de seguridad e identidad personal, se siente vacío pero rechaza todo contenido cultural, saturado -como esta-  de mensajes publicitarios o informativos. Así que sólo le quedan los mitos.
La PERDIDA DE “LA VERDAD” y DE LA COSMOVISIÓN
El ser humano necesita un orden dentro de su caos externo e interno, es la llamada cosmovisión (weltanschauung). Muchas cosmovisiones han sido antitéticas a la Vida, y auténticos fanatismos, como el cristianismo mismamente. No reconocían que el orden que intentaban imponer era el suyo personal; lo pretendían universal, único, excluyente y verdadero. Deberíamos aceptar nuestras vidas tan caóticas como se presenten, (ríos que van a las aguas del morir) Tratar de ordenarlas sin imponer ese orden a los demás.   El autor también se queja de la privatización de la fe y de que ocupe cada vez menos parcela vital. Se han compartímentalizado nuestras vidas y tenemos un estanco para la política (nuestra democracia representativa se resume en un día y se reduce a un voto), otra porción para el trabajo productivo y nada creativo y otro espacio para el ocio malsano liberador de las represiones y alineaciones interiores que nos causa ese trabajo. No es sana esta estratificación vital, pues se producen catarsis histéricas como la de la juventud de Tokio que vive para estudiar (jornadas intensivas de 10 horas) o duermen en cubículos alquilados y “el finde” se drogan, trasvisten de mujeres, se van a terapias para relajar el estrés o se visitan Europa con su polaroid en media hora.. etc   
Sin embargo, no creo, como el autor, que se haya perdido la parte trascendente del ser humano pues esta es inherente a su esencia, a su aidos o como llames al ¿alma?(lo que haya dentro si es que hay algo) Simplemente el hombre ha hallado nuevas formas de saciarse, desde el yoga a la música (todo un ritual mítico de ídolos masivos)Hasta la histeria de la fama es la búsqueda de la identidad que te dan los demás, igual que el sentimiento grupal de las pandillas (en la posmodernidad no ha muerto la autoridad, simplemente ha habido un cambio de legitimidad. ¿Cuándo hemos matado realmente al padre?) El mito de Edipo es sólo un mito en el sentido de que nunca hemos terminado de matar a Dios, sentimos un complejo de sin- dios, una búsqueda de padres, tutores y nuevas legitimaciones de autoridad. Y esto se debe a dos causas; el afán trascendente y nuestra naturaleza mimética, copiona, gregaria, becerril. La trascendencia no puede morir, pues es una característica innata del ser humano, un sentimiento emparejado a su necesidad de inmortalidad, la esencia hybrica de infinitos y perpetuidad y realizarnos (puesto que somos un proyecto de hombres, un sueño de personas, en este sentido entiendo el proyecto moderno; Nacer animal y hacerse hombre) o el miedo a la libertad. Cosa bien distinta es que la iglesia desaparezca como tal de nuestras vidas. Ya da igual que viva o no la iglesia porque Dios ha muerto en su concepción clásica (Dios como símbolo, es ridículo creer que Nietzsche se refiere sólo al dios cristiano). Hoy día la iglesia es como el rey; simplemente ornamental o formal, pero el problema es que al resto de la cultura le pasa lo mismo.
Nuestras democracias se consideran aconfesionales y presumen de laicas pero subvencionan a las instituciones cristianas (puedes negarte en la declaración de la renta y destinarlo a ayudas sociales) La religión aún tiene una considerable fuerza en los organismos educativos y culturales, prueba de ello es mi universidad de Deusto (los jesuitas han vuelto de toda sus expulsiones) o este libro. Desde luego el encantamiento, simbolismo y magia del mundo esta rebrotando en la posmodernidad, aunque no tanto el cristianismo, condenado a su extinción. A todo producto cultural le llega su san martín, su crepúsculo de los dioses, o más bien su síntesis, su trasmutación de valores, su transformación (Nada muere; todo cambia. Ha muerto el cristianismo, pero persisten sus valores. Ha muerto el idealismo pero nos quedan sus reductos, a los que aún nos aferramos para no caer en la batalla.)


CAPITULO III           LA MENTALIDAD CIENTÍFICO- TÉCNICA                     Ya hemos hablado de cómo el moderno mata a Dios y alza en su pedestal a la Razón divinizada. Positivistas y útilistas (hasta corrientes artísticas como la futurista y ultraísta) trasforman esta razón teórica (la practica es la moral) en una de razón tecnocientifica e instrumental, un deux ex machina (esa máquina que elevaba al dios en la greca tragedia clásica) Elevamos a la razón pragmática y teórica olvidándonos de la razón practica; la ética. En la ilustración París es la ciudad de las luces, el hombre como medida de todo tiene el mundo a su disposición abierto a su capital. En el siglo XIX Londres es el nuevo centro universal de un mundo edificado de hierro y vapor, y se hallan ya no en la cúspide de la cultura, pero sí en la cima de los avances técnicos y los inventos humanos. Esta prepotencia, la del prometeico ilustrado, la del positivista victoriano, sigue en auge hasta los felices años 20. Tras la “american way of live” o la “belle epoque” (Donosti es un residuo típico de esta época positivista) llega el desencanto, la caída de la bolsa, el crack del 29, las guerras mundiales, las posguerras, las dictaduras... Empieza la decadencia o malestar de nuestra cultura con esta crisis del positivismo “optimista” tecnocrático y la crítica al ideal de “progreso” y con ella; el fin de la historia como un relato lineal en el espacio y crono- lógico en el tiempo.                                                 No se trata de criticar las maquinas como el movimiento antimaquinista o ludita que temía que les sustituyeran en sus puestos laborales, ni despotricar de una tecnociencia en la que vivimos inmersos (todo es física) y que ha revolucionado los aspectos más pragmáticos de nuestra vida. Hoy la medicina ya no es un tratado hipocrático, galenos, sanguijuelas o pestes y epidemias; esta más cerca de salvar las vidas que nunca. Las comunicaciones han evolucionado vertiginosamente durante el siglo XX, destruyendo las concepciones clásicas espacio- temporales. Hoy la ciencia y la técnica se necesitan la una a la otra (aunque parezcámoslo olvidar cuando nos servimos de los avances tecnológicos prejuiciosos contra el filosofo abstraído)
El nacimiento de la tecnociencia.  La ciencia, como la filosofía, solo se motiva por el deseo de conocer la realidad, no así la técnica que nace con objetivos prácticos. (Las dos primeras son creativas y la otro sólo productiva o hasta destructiva como la técnica armamentística o la bomba atómica.) De hecho, unos matemáticos de Cambridge brindaban porque sus formulas nunca fueran útiles a nadie. Si repasamos la historia de la ciencia al primero que se le antoja hacer una episteme es a  Platón. Una epistemología absolutamente a priori que no se basa en la observación empírica de  fenómenos y se edifica sólo de noumenos o abstracciones mentales, de axiomas o reverberaciones lingüísticas. Así la ciencia griega cometió muchos errores, creían por ejemplo que dependíamos de los humores y que el espíritu escapaba por nuestra boca, o que al estornudar o eyacular perdías parte de tu esencia, de tu aidos, del eithos que es libertad frente al phatos, de la nous de cada cual. (¿A qué posmoderno le importa que no defina del todo estos términos griegos?). Después Galileo acaba con la concepción aristotélica y tolomeica del mundo, aunque también estuviera equivocado en su visión de la tierra. Al igual que Copernico, Bacon, Newton... basados todos en la observación empírica y la experimentación.                                                                                                               El circulo de Viena. Russel afirmaba que una frase sólo era verdadera si formaba parte de un axioma irrebatible empíricamente, en tal caso sería un atomismo lógico, y no una tautología. No sé qué ve el autor de paradójico en tal afirmación, sólo prosigue la idea de Kant de que hay ciertas cosas que no pueden conocerse fenomenologicamente en la experiencia, como es el caso de Dios y demás noumenos. No hace como la zorra con las uvas en absoluto, de hecho el loco gay de Wittgenstein también se hizo cristiano (Tras  leer un libro de Tolstoi, todo hay que decirlo como diría el escritor de este libro) Este circulo de Viena actuó, para el autor, como el santo Tomás que si no lo ve, no lo cree. Hay que reconocer que el tratado lógico- philosophicus acaba con ese tajante y lacónico “De lo que no se sabe, se debe callar”, un ejemplo de hermetismo filosófico (nada fácil de descifrar) y se extrae la conclusión de la muerte de la filosofía. ¡Tantos libros van de laudatorios de la filosofía...! ¿Qué autor pasará a la historia como “el último filosofo”.?
La Razón instrumental
La técnica actual (la técnica viene ya del “homo habilis” capaz de crear sus primeros útiles) se ha ido consolidando como una “metafísica camuflada” en la que ponemos todas las esperanzas. Jaspers llamó a nuestra sociedad tecnológica “dictadura del aparato” y Fromm “mega máquina”. Horkheimer llamó a nuestro pensamiento tecnocratico “razón instrumental”, una razón técnica teórica (según separó Kant los dos tipos de razones) que poco tiene que ver con la razón ilustrada y el sapere audem.

Los avances técnicos y científicos fueron financiados gracias al liberalismo económico (antes en el proteccionismo la ciencia estaba patrocinada paternalmente por mecenas, nobles o las cortes y por tanto sometida a mayor censura).Sin embargo el fundador del capitalismo (Adam Smith) insultaba a los creativos con tono despectivo “esa nada prospera raza de hombres de letras” que debían ser mantenidos por los productivos.
Si esto piensa un economista individualista, un igualitarista político o socialista utópico como Saint Simon opinaba, en su “parábola de los zánganos”, que la perdida de estas “eminencias” no supondría ningún daño al país.

Mayo del 68. Erich Fromm escribe; “Hay un espectro que asola Europa y no se trata de los viejos fantasmas fascistas y comunistas, sino el de una sociedad mecanicista donde el hombre se convierte en robot, vaticinada en la ficción por Orwell en GH 1984 o Huxley en un mundo feliz” Ya hemos visto que es el viejo mito del Homúnculo, del hombre artificial que “conquista al mundo, pero se pierde a sí mismo”. 
El mito de este Frankentein o Prometeo ilustra el problema de la clonación humana, quizá podamos pero no debemos. Algo en nuestro interior nos hace intuir que no conviene jugar a ser dioses. El hombre tecnocientifico ha querido emular a Dios desde su “siniestro laboratorio” (expresión de nuestro Ortega).
Es esa otra imagen literaria del Dr Jeckyll y su antónimo Mr Hide, obra profundamente ética de Stevenson que enfatiza las dos caras – clara y oscura- de la ciencia.
El hombre moderno ha intentado copiar a Dios, erigirse hasta los cielos en las nuevas torres de Babel o rascacielos, erguidos, altivos, construyendo en la tierra las utopías celestiales, como supervillanos o héroes tiránicos tipo Gilgamesh o Teseo que mata al bueno del minotauro (este representa al raro, al artista en su laberinto. La revisión del mito es de Borges y de Julio Cortazar. Ese minotauro representa el “caos” interior, dentro del laberinto de nuestro subconsciente frente al orden externo que nos imponen).

Igual que Dios ha sido asesinado por los hombres que supuestamente él ha creado, el hombre amenaza ser destruido por sus propias creaciones. Jacques Ellul lo ha llamado el relevo del hombre por su maquina. Marcuse llamó a este tipo de hombre mecanicista y unidimensional, con un pensamiento único, excluyente. El mecanicismo de Hegel funciona como una maquina; tesis, antitesis y síntesis final. (Hegel o su seguidor Marx creen a la economía como único motor del mundo.)

Roszak decía que el hombre es remplazado por la maquina no porque esta haga mejores cosas que el hombre, sino porque elimina otras alternativas. El hombre ya no es digno per se, por principio, sino dependiendo de su utilidad al estado (morir por un ideal patriótico, trabajar para el bien colectivo y otras ideas desfasadas) y de su productividad en la economía. Todo aquel que no es población activa esta bajo sospecha; el estudiante subversivo, el intelectual “vago y maleante”, el pensionista republicano, por no hablar del parado que “no trabaja porque no quiere” o del vagabundo “que pide para droga” o que “ha elegido la bohemia”. Este avance de la razón instrumental ha supuesto un menoscabo de la razón práctica o moral; ya el filosofo Aranguren (y me extraña que el autor no cite a este filosofo tan religioso pero reivindicativo) nos reprochaba la falta de moralidad. Tras la crítica a las moralidades represivas (la cristiana, la victoriana, la neoclásica...) parece que ya todo vale para el convento desde el más absoluto relativismo ético desmoralizante. (No hay moral universal como soñó Kant)
Poseemos la capacidad tecnológica para desastres como los de Nagasaki e Hiroshima, para autodestruirnos con una bomba atómica, pero carecemos de amor propio, de la humanidad necesaria, para no cometer tal inmolación.
Se ha ido desencadenado paulatinamente un “reduccionismo ético” al aumentar el marco de liberabilidad y las libertades. En la posmodernidad se suele decir que la estética ha sustituido a la ética, y que ya no hay esencia, sólo apariencias.
El hombre ha de saber controlar la técnica pues esta no deja de ser un medio aunque parezca un fin y alinee al hombre hasta mediatizarlo en un medio e instrumento de la maquina y los poderes institucionales y las jerarquías de mando que hay tras ellas.
(La culpa de la situación del proletariado no era la maquina de alinear tornillos que le enajenaba, sino el Taylor y el jefe que había detrás. El problema vuelve a ser de legitimización de autoridad. La culpa no es de la bomba atómica o de la dinamita sino de Nobel y sus inventores pues no mata el arma sino su portador), Como decía Kant; el hombre siempre ha de ser un fin para el hombre, y la tecnociencia lo ha convertido en medio, lo ha alineado.
Para Freud el capitalismo ha idolatrado el objeto de consumo en un nuevo Dios, ha fetichizado el objeto y ha enajenado y reprimido al sujeto hasta “objetivizarle”, convertirle en objeto, eliminar su subjetividad. Para Marx se ha confundido el valor de cambio con el de uso. Sin llegar a la austeridad monacal del centenario Toltstoi sí es cierto que habría que postular un retorno al entorno natural (si no al del buen salvaje de Rosseau, al menos ir de vez en cuando a oxigenarse al monte) La civilización, como exponíamos al principio del trabajo, no puede reprimir la parte natural del hombre (El principio de realidad establecido como impulso de Thanatos no puede reprimir el anhelo de Eros y placer pues se convierte en patológico y así surgen las perversiones neuróticas o sicóticos) Ya dibujó Goya esos monstruos y pesadillas que produce este sueño de la razón, y en la historia ya hemos podido comprobar lo nefasto de esta visión del hombre- maquina y de su razón instrumental.



CAPITULO IV  LA VOLUNTAD DE EMANCIPACIÓN

La ilustración es la liberación del hombre de su – culpable- incapacidad o minoría de edad ¡Sapere audem! ¡Atrévete a pensar! ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón! Esta es la incitación que nos hace Kant hacía la lechuza de la filosofía o la musa del arte, pero sobretodo una invitación a pensar por nosotros mismos, sin refugiarnos en las tutelas ni ampararnos más que en nosotros (“¡Es tan cómodo no estar emancipado! Tengo a mi disposición un libro que me presta su inteligencia o un cura de almas que me ofrece su conciencia”) Este opúsculo de Kant constituye una verdadera entrada de luz en el claustro tenebroso en que se había convertido el mundo (la edad media o oscura)
Igual que Platón, pretende iluminar nuestras oscuras cavernas de ignorancia, sólo que esta vez no nos desprecia (no todos tienen luces, piensa el griego; sólo los filósofos y tras un arduo y largo aprendizaje) y nos hace únicos participes de nuestra libertad. (¡Que miedo!) En este “teatro del mundo” las masas reclaman su papel protagonista, que en el plano vital les sirve Kant y en el político la conquista democrática en la revolución francesa. Syeyés expresó claramente el problema: “¿Qué es el tercer estado? Todo. ¿Qué ha sido hasta ahora? Nada. ¿Qué pide? Ser algo”
El espíritu de la modernidad y de la ilustración va a ser la búsqueda de la libertad. (“Para esta ilustración no se requiere más que una cosa; libertad” concluye Kant)

La Revolución Francesa y las burguesas; Democracia y Libertad.
Políticamente, aunque tenemos los antecedentes de la revolución gloriosa inglesa de 1688 o la independencia norteamericana, la revolución por antonomasia es la francesa.
En 1789 se considera que se inicia la época contemporánea y se inventa la democracia moderna.
Revolucionó toda la vida tradicional; convirtió a la sociedad estamental y cerrada en una sociedades de clases abierta, abrió las aduanas, las fronteras, extendió la idea de revolucionar las viejas estructuras del Áncine régimen (revoluciones burguesas de 1820, 30 y 48) y las comunicaciones, e incluso cambio el calendario, cambiando así la concepción del tiempo y la del espacio al reestructurar Napoleón el mapa europeo.
En la declaración universal de los derechos del Hombre y el Ciudadano se expresa qué este es libre e igual en derechos a los demás. La idea de liberté se contrapondrá pronto a la de Igualité, pero de momento comparten la utopía. En su fase ascendente las masas sentirán que todo cambia, con sus orgullos henchidos con discursos de Lafayette junto a la Bastilla (14 de Julio). En su fase descente, estas clases menesterosas se percataran de la traición de la burguesía que ha sustituido el papel del noble absentista e inmovilista y pronto convertirá al campesinado en proletariado. Las masas han visto cambiar todo, para que al final nada cambie, piensa hoy el posmoderno. 

La igualdad comunista, socialista, marxista. La revolución rusa de 1917
Desde Espartero hasta el “proletarios del mundo unios” del manifiesto comunista la utopía igualitaria ha sido una de las más atrayentes, por lo que se asemejaba a una panacea, arcadía, o paraíso terrenal, en lo intra terreno, en el más acá.
Sin embargo hoy sólo quedan micro utopías, como dice Adorno; “apúntate a las campañas, no a los movimientos” “No cuestiones; acata” “No revoluciones; reforma” “No cambies el mundo, cambia tu mundo” y otros pensamientos débiles aunque tole tole tolerantes. Ya no luchamos por cambiar el sistema sino porque el sistema no nos cambie a nosotros.
Como he expuesto al principio de mi resumen crítico (en el capitulo II sobre la secularización, apartado “cisma luterano en el barroco”) el comunismo es una especie de hijo revolucionario del cristianismo para Nietszhe, pues comparte el mismo afán de igualdad, aparte de otras muchas analogías que no me apetece repetir. Si me interesa dejar claro que la utopía no debería entenderse como un no- lugar, un paraíso que nunca se alcanzará, pues lo importante no es conseguir las utopías, sino luchar por ellas. (Qué pena que el lector marxista sólo entienda por utopías los proyectos políticos, uso esta palabra en su sentido más amplio; en el de promesa de felicidad personal y social)
No intentando cambiar nada, desde luego nada cambiará, pero debemos soñar sabiendo que se sueña, como decía Nietzsche.
La utopía siempre se ha representado como una isla lejana y nebulosa (igual que la edad de los sueños de los australianos) Podemos recordar muchas de estas utopías o mundos perfectos tejidos a la medida de sus creadores; la republica de Platón, la “Ciudad de Dios” de Agustín,  las renacentistas de Moro, Bruno o Campanela, la utopía de una ética universal de Kant, el paraíso proletario de Marx (El manifiesto esta escrito imitando el lenguaje bíblico), la nueva aurora del profeta incomprendido de Nietzche (En así habló Zaratrusta ridiculiza el lenguaje bíblico), las utopías Saint simonianas, los intentos de establecer comunas anarquistas basadas en Proudhon, la utopía izquierdista de Robespierre.. Hasta personajes tan nefastos para la humanidad como Hitler, Cesar, Nerón, Carlomagno o Napoleón tuvieron alguna especie de utopía. Cuando el sueño de la utopía se defiende fanáticamente se convierten en verdaderas pesadillas, como las tiranías comunistas rusa, china o cubana que criticó el “archipiélago Gulag” tras la caída del muro de Berlín o otros mesmerismos.  

Emancipación femenina.
La gran derrota de la mujer fue el paso de un matriarcado al patriarcado. En un principio ella cultivaba la tierra mientras el hombre cazaba (Algunos sumerios representaban a las diosas madres de la tierra con amplios pechos y en Creta la mujer era divinizada en una cultura femenina y pacifica) Sin embargo, el hombre, con mayor fuerza física, la doblegó y condenó a los fuegos del hogar, las tareas domesticas y el cuidado de los hijos. La ateniense prácticamente no podía salir de casa, como la árabe, comía separada, podía ser repudiada, vendida, violada. Era propiedad material del marido.

En el  franquismo la mujer dependía del marido para todo, para firmar todo documento, aceptar una herencia, buscar trabajo... El padre elegía su matrimonio por conveniencia y la niña daba el sí, pasando del padre al marido. Las solteras eran solteronas, varoniles y  “marimachos” y no se las aceptaba socialmente (como a toda que se preciará de intelectual reducida al esteorotipo de “marisabidilla” o “novelera”, según cuenta Carmen M. Gaite) .
No existía tampoco el divorcio y aquellas mujeres de posguerra sufrieron la ausencia de sus maridos (muchos tras la guerra civil habían establecido otro matrimonio paralelo y las abandonaban)  Se creía a la mujer un varón fallido (femina est mas occasionatus) y se las educaba en tareas del hogar, economía domestica, sumar y leer y poco más. Así que por educación cultural las mujeres se convirtieron en las pragmáticas, conformistas y “realistas” del hogar.  Dicen que detrás de cada “gran hombre” se escondía una gran mujer en la sombra (la hermana de Mozart) Es esa machista visión del “ángel del hogar”. Incluso el romanticismo convirtió a la mujer en una especie de objeto fetichista, en una muñeca barby o mujer- florero, en un oscuro objeto del deseo. La imagen de la dama prerrafaelista consistía en una chica ojerosa, taciturna, pálida cual crisantemo marchito o luna sin arrebol, una especie de Ofelia ideal, que se correspondía más con las muertas que con las vivas. Esta visión de la mujer en el arte es muy machista, igual que lo son muchos filósofos, aunque todo debe ser entendido en su contexto histórico. Balzac dijo que “la mujer es una esclava a la que se sienta en un altar” Goethe dijo una tontería aún más machista “el eterno femenino nos impulsa hacía arriba”.
El “eterno femenino” era la musa que inspiraba a todo poeta, pero no se entendía a una mujer poeta como Safo. Todas las escritoras firmaban con el nombre de sus maridos o inventaban seudónimos. (Incluso científicas como Madam Curie)
Olimpia de Gouges se considera la primera feminista. Durante la efervescencia de la revolución francesa redacta los “derechos de la Mujer y la Ciudadana” Si la mujer puede subir al patíbulo, también tiene derecho a subir a la tribuna. Ella sólo probó la primera. “¿Desde cuando una mujer puede abjurar de su condición y hacerse hombre?”
Se reían de ella ignorando que ya hay una mujer en el teatro de Calderón que se hace pasar por hombre, y que en el barroco se disfrazaban los hombres de mujeres, ¿por qué no al revés? También a las primeras sufragistas londinenses se las reprochó su imagen varonil. Lo cierto es que la verdadera feminista no renuncia a su feminidad, como quisiera el hombre para discutir de igual a igual, de insensible a insensible, el hombre no entiende la sensibilidad femenina o infantil, más  pacífica y templada (por educación, no por forma natural de ser) que la de su cultura varonil, viril, agresiva, bélica y falocratica. (Término con que L. Etxebarria se refiere a una cultura en torno al pene)

El autor gasta dos hojas de papel en explicar que Jesús quería mucho a las mujeres y nos habla de Maria Magdalena (Los textos apócrifos murmuran sobre esta relación).
Ya sabemos que Jesús como personaje histórico fue un revolucionario, pero esto no quita que la iglesia como organismo haya siempre colaborado en este rol sumiso- pasivo de la mujer, de la doña Inés clásica. La iglesia era quien no permitía el divorcio, parece que se tiende a olvidar lo malo y recordar sólo lo bueno.
Pasando de la voluntad emancipatoria de la iglesia que es una mera recopilación de frases de Papas que no pienso comentar por hipócritas, llegamos al tema V.

CAPITULO V  LA FE EN EL POGRESO

Concordet ve la historia como una marcha siempre adelante, más o menos rápida, pero nunca involucionando en plan retrogrado. (Pero un posmoderno sabe que la historia se repite hasta la saciedad en un eterno retorno de los mismos errores)  “Otra Tifis habrá y otro Argos que llevará escogidos héroes; otras guerras habrá, y por segunda vez caerá sobre Troya un terrible Aquiles” “Siempre se repite la misma historia, hartos de girar como una noria”. Será el judaísmo quien nos exporte esta concepción lineal y unidireccional del tiempo, es decir; la idea de pasado, presente y futuro.
Una creación (aurora) y una parusia (ocaso) de esta civilización. (Nietzsche le da la vuelta a la tortilla; tras el crepúsculo de los dioses nacerá la nueva aurora)
En la edad media, desde esa idea de la providente diosa Fortuna, se piensa en que somos enanos que nos apoyamos en esos pies de barro de los gigantes que nos antecedieron. Ortega y Gasset lo dice claro; somos unos indignos herederos de nuestros antepasados.  Perdimos el bagaje cultural anterior y así no podemos soñar ningún proyecto de futuro. Para los ilustrados la modernidad superaba a la antigüedad (Voltaire ridiculiza al Adán primigenio como un salvaje) pero quizá en el plano artístico vayamos a peor.
(La antigüedad es la infancia de la historia, antes lo hemos dicho, y esta indudablemente es más creativa que la era “adulta”) Hasta para Marx es indiscutible esta idea de progreso subiendo escalafones o periodos históricos. (El marxismo, como buen heredero del mecanicismo hegeliano, analiza la historia desde la causa – tesis- el hecho – antitesis- y la consecuencia – síntesis- y se queda en esa visión técnica, mecánica)

Bury decía que entre 1870 y 1880 el progreso era un verdadero articulo de fe. Víctor Hugo anuncia así la entrada en el siglo XX: “Prometeo encadenado se asombra de ver a Franklin robar el rayo del cielo. El hombre reconquista el edén y termina la torre de Babel” También el comunismo confiaba en el levantamiento de los parias “los que hoy no son nada, mañana lo serán todo”
Como antes he expuesto, el hombre intenta emular a Dios (Deus in terris o petit Dieu en Leibniz) y su consecuencia más inmediata es matar a Dios como también escuchamos en la Internacional. Si antes el hombre vivía sumiso en espera de una muerte aceptada, hoy es tema tabú y una gran angustia existencial tipo Kierkegaard.
Y por último la aptitud cristiana frente al progreso o decadencia de la civilización es que todo va bien, y que Dios sigue actuando como en tiempos bíblicos (Si él lo dice...) dentro de cada uno de nosotros. (los sicólogos opinan que el problema de la religión está en la interiorización, por eso a un creyente no se le puede sacar de su cerrazón intolerante, y lo mismo vale para un ateo al que no se le apee del burro)

CAPITULO VI         LA TOLERANCIA
Hemos alcanzado un considerable abanico de libertades personales; de conciencia, de pensamiento, de expresión, de prensa, de religión... Como dice Lippmann “donde todos piensan igual, nadie piensa mucho” y la tolerancia es la aceptación de las múltiples y heterogéneas “verdades”, opiniones o doxas. Toda persona es respetable, pero las ideas son todas rebatibles en el dialogo común, el consenso y esas palabras de los políticos.
Pone un ejemplo de la tolerancia entre religiones en la España pre- reyes católicos y pre- unificación nacional, ese año de 1492 en que se descubre América, se expulsa a árabes y judíos y se inicia la llamada época moderna. (En la historia se considera 1492 el inicio de la modernidad, así como 1789 el de la era contemporánea) Desde entonces España ha vivido en esa concepción de las 2 Españas que cantó Machado:
“Españolito que vienes/ al mundo, te guarde Dios/
Una de las 2 Españas/ ha de helarte el corazón”
La iglesia ya ha pedido perdón por su vinculación franquista en el nacional catolicismo. Hoy en día las aptitudes intolerantes se dan en grupúsculos minoritarios (excepto el terrorismo de estado, el ejercito, que cuenta con el apoyo institucional).
Los logros de la transición; 1) Se firmó una constitución democrática, 2) se legalizó el PCE, 3) se paró el 23- F y 4) se logró un gobierno socialista. La Pasionaria y Calvo Sotelo juntos, y encima aplaudiendo a un nieto de  Alfonso XIII (¡Ni escrito por Jardiel Poncela!.) Sin embargo, actualmente no debe confundirse la tolerancia con el irenismo  (dejarse llevar por las  opiniones de los “gate keepers” o líderes de opinión tales como Sardá en TV5 o Berlusconi), el  relativismo moral y la permisibilidad. ¿Existe “la Verdad” o las verdades? Machado recitaba:  “¿Tu verdad? No, la Verdad,/ven conmigo a buscarla/ la tuya, guárdatela.” Sin embargo, hoy nadie la busca porque todos creen tenerla ya, autosatisfechos intelectualmente, ¡señoritos comodicios!.

CAPITULO VII   EL ESPIRITU CAPITALISTA BURGUÉS
Max Weber en el “espíritu del capitalismo” identificó el mundo judío y protestante con la mentalidad capitalista. Para Mounier cada uno de nosotros lleva a un pequeño mediano burgués en su interior, pues burgués también es el proletario avergonzado de su condición obrera. 
Felipe González dijo que el capitalismo le parecía el menos malo de los sistemas: que este sea el mejor de los mundos posibles, no significa que no pueda ser aún mejor.
No dicen que el mundo sea bueno, sino que es el mejor y esto por dos causas; 1) lo comparan a los mundos subdesarrollados respecto al suyo 2) al usar el calificativo del “mejor” anulan el intento de mejorarlo. Esta frase del “mejor mundo posible” pertenece al “optimista” y cristiano de Leibniz. Se la dice a Voltaire, harto de oírle quejarse. 
La alineación laboral
Entre los valores de este burgués esta el egoísmo, la austeridad de su vida, el ascetismo, el individualismo, la liberabilidad, el laconismo, una racionalización instrumental de toda su vida. Hasta ven el matrimonio como mero convencionalismo social con una madre de sus hijos fuerte pero dócil y en segundo plano.
También ven el trabajo como una obligación que nunca se corresponde con la devoción (Y este es el mal que alinea al individuo, en mi opinión; desempeñar aquel trabajo que no le auto realiza) Para Aristóteles “trabajamos para poder holgar y emparejarnos luego con la hembra”, para disfrutar del ocio y tiempo de esparcimiento (el “free time”), pero para este capitalista “el tiempo es oro” (frase de B. Flanklin) y se ahorran hasta los besos. “Mas vale hacer cualquier cosa que no hacer nada” reflexiona Nietzche, o como decía cierto poeta beat “lo peor que puedes hacer es no hacer nada”. La mentalidad capitalista y calculadora se caracteriza por reducir el mundo a cifras y mediciones métricas, cuantificaciones sin calificaciones de calidad. El poderoso caballero Don Dinero nació como medio de intercambio de posesiones y se ha convertido su obtención en el único fin de nuestras vidas. “La Bolsa es un pobre sustituto del santo Grial” El burgués se aburre el Domingo, sin nada que hacer, y se siente vacío e infeliz en su seguridad acomodicia.

El individualismo
Balzac distingue individualidad (la conciencia de nosotros mismos, la identidad) y el individualismo (la atomización social en un determinado rol) Antes el hombre no podía desligarse de su Polis, de su comunidad campesina, de la voluntad general unánime y colectiva (El pacto social) Con la modernidad nace el individualismo (Rosseau reconoce  que él es único e intransferible y que se rompió el molde con el que lo fabricaron, así de romántico era) Siempre entran en confrontación la necesidad grupal que teme la libertad y la reclamación de la propia personalidad diferenciada del resto. Si antes el sistema gremial se basaba en los secretos preservados ente aprendices y maestros  y la ayuda entre los distintos oficios, el sistema de la oferta y la demanda carece de sentimientos, es cruel, e insolidario y sobretodo incomunicador, asocializador.
Se instauró con el capitalismo la oposición al enemigo y  la competitividad (relacionada con los deportes), pues el mercado es la pelea de las multinacionales para alzarse con el monopolio. El burgués fundamenta su realidad en lo racional, pragmático, realista, positivista (Todo lo real es racional y al revés. Hegel) No se cuestiona nada, vive inmerso en un mundo de creencias adorando a la diosa Plutos de la riqueza.

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