RESUMEN Y CRÍTICA DEL LIBRO
“IDEAS Y CREENCIAS DEL HOMBRE
ACTUAL” de Luis González Carvajal.
CAPITULO I LA
CULTURA CRISTIANA (A CRÍTICA)
Cultura viene del
latín “colere animi”, es decir; cultivación del espíritu o del alma. Los
términos griegos Psico y Soma (alma y cuerpo) serán para los latinos Mens y
Corpore. El espíritu- alma lo sustituyen los ilustrados por la Razón con todas
sus etiquetas siguientes de Universal, Práctica, Pura, instrumental, vital...
Los psico- marxistas la convierten en Conciencia. Los epicúreos, Fitse, los
vitalistas o Freud preferían hablar del Yo interior. Hoy día, en la
posmodernidad, ya no sé sabe qué cultivamos aparte del cuerpo.
Una definición de Cultura nos la esboza Freud en su malestar
de la Cultura. Sería toda aquella sublimación del instinto animal. Es decir; somos salvajes por naturaleza (El
estado al que quería volver el utópico
de Rosseau, Bakunin o la mayoría de poetas, especialmente románticos como
Honderling, Whitman o Thoreau) y somos
civilizados gracias a la cultura. Esta sublimación
cultural a veces puede ir acompañada de una represión de lo natural. (Las necesidades básicas, físicas,
sensibles, primitivas, primarias, inherentes a nuestra condición corpórea,
prioridades fisiológicas que Platón llamó concupiscibles e irascibles y Freud las bautizó como impulsos, pulsiones o
principios de dolor y placer, o de Eros y Thanatos.)
La cultura es la sublimación (elevación trascendente) de lo
natural/ animal a lo ideal e
intelectual. No somos hombres, sino proyectos de hombres o lo que decía
Sartre de que el ser humano no nace; se hace. (En esta decadencia actual, el
hombre se “deshace” de su cultura diariamente y renace a lo animal) Refinamos
la necesidad de comer con el arte culinario. Purificamos el impulso sexual con
la sensualidad y el arte amatorio. Disimulamos el miedo a la libertad con una
delegación de nuestra voluntad en democracias representativas. Y así podría
seguir ad nauseam pues la cultura engloba todos los aspectos de nuestra vida
–civilizada-. La cultura es una forma, más que muchos fondos memorísticos de
conocimiento y significaciones, unas maneras formales casi de gentleman, una
aptitud, una “way of live” de vivir como personas realizadas. Ya decía Víctor
Hugo que lo que nos separa del animal es nuestra capacidad de soñar e idear más
allá; nuestra capacidad de reflexión, nuestras pajas mentales, imaginativas,
absurdas... pero necesarias. Aunque Sartre diga en la Nausea que todo humanismo
esta “de más”, nada de lo humano puede ser indiferente al hombre.
No veo sentido en diferenciar como hace el autor, la cultura
erudita y la vivida. Eso que llaman “escuela de la vida” tenemos todos, ¿O
acaso quien lee no sale a la calle ni vive? ¿Quién vive “en la calle” no ve la
Tele y no es influenciado por sus esteorotipos? Hegel lo expresa de forma más
elegante; “el búho de Minerva inicia su vuelo a la caída del crepúsculo”.
Pero si me parece polémica la escisión entre una cultura
elitista y la de masas. La Cultura con mayúsculas siempre ha sido patrimonio
del poderoso (no del rico, porque Teresa de Jesús vivía en la austeridad, pero
era poderosa en cuanto q “saber es poder”) Dentro del poder no todos eran
cultos; la mayoría de nobles medievales no sabían leer.
En la actual democracia cualquiera puede acceder a la
cultura tradicional o a la contracultura vendida al por mayor en los centros
comerciales, aunque en opinión de Gasset este aumento cuantitativo supone un
menoscabo de su calidad. (Revolución de las masas) El saber, el deber y el ser
(ciencia, ética y estética respectivamente) nunca han ido emparejados del poder
(el ético pierde su curro inmoral. El estético es marginado del sistema si no
se vende a la fealdad de su mecenas. Por no hablar del sino del científico que
se va de España). Por otra parte, la contracultura se vende como un producto
económico más (las camisetas o los posters del Ché, la industria del “carpe
diem” de los surfers o los “reggaes”, new romantic, chunteros, borrokas, pijos
etc) .
En mi opinión esta cultura de masas es el “pan et circum”
con el que se acalla a la población, una especie de soma (la droga de un mundo
feliz de Huxley) que aletarga el crítico pensamiento libre pensante. Sin
embargo, hoy hablamos de culturas, en plural, y no de masa sino de grupúsculos
con diferentes identidades. (fragmentación del Yo, no en el sentido de Pessoa
sino en el de interactuar con roles y mascaras hipócritas)
Conviene a las empresas hablar de culturas en plural para
sus segmentaciones de mercado, pero en realidad se da un pensamiento único que
esta aboliendo la cultura tradicional. (Vayan al país que vayan hallarán un mc
Donald. En África conocen la chispa de la vida, ósea; la coca cola) Esta
cultura no es la americana, sino la jerga económica capitalista y positivista
de ayer, hoy y siempre; el pensamiento pragmático útilista que no es en
realidad ni siquiera un pensamiento. En esta supuesta diversidad pluri-
cultural y mestiza, abierta y cosmopolita, se constituyen nuestras supuestas
democracias. Siempre ha habido pensamiento único; antes era la creencia en
Dios, luego fue el pensamiento tecno- científico y a día de hoy es el opio
futbolístico, la creencia política, la publicidad, la basura rosa y etc.
Nuestro deber es atreverse a pensar distinto, en la diferencia, salirnos de los
límites y estrecheces del pensamiento del hombre bidimensional (el que separa o
reprime su naturaleza y su cultura como si fueran antagónicos, el que escinde
el árbol de la vida y el de la ciencia como si no fueran el mismo árbol)
Centrándonos en la cultura occidental europea hemos de
analizar su madre nutricia (me niego a escribir esa pedantería de alma máter);
el cristianismo. Esa religión vive inmersa en esta cultura concreta y a la vez
influye en ella, pero no creo que los conceptos de fe y cultura puedan
equipararse y ponerse a la misma altura. La fe se halla sumergida dentro de una
cultura determinada, no al revés como a veces quiere hacer entender el autor.
Es cierto, como decía el confusamente religioso Unamuno, que nuestra civilización
no es más que filosofía griega, derecho romano y religión cristiana. (Como si
no hubiera habido ilustración ni modernidad por medio) pero esto no significa
que nuevas culturas no nos tengan que aportan una apertura de nuestra
mentalidad.
La iglesia con su tradicional in culturización redujo todas
las formas culturales a las teológicas. Pero si critico la teología, no estoy
criticando la teleología, no confundamos. Los hombres nacemos con sentimientos de trascendencia congénitos, así
que no sólo somos religiosos por naturaleza, sino también filósofos o artistas,
melancólicos poetas de la noche, anhelantes de un “algo más”. En mi opinión la
iglesia se ha ganado a pulso qué le devuelvan con la misma moneda. (theologiae
est ancilla “gran hermanus”)
La iglesia no es que lleve siempre una revolución de
retraso, es que encima se trata de contrarrevoluciones retrasadas, esto es;
involuciones. No es que viva a la defensiva, es que agoniza penosa y
patéticamente, dando palos en el aire como el Quijote, primero con la mano dura
(en la modernidad) y después con la mano blanda (en la Light y comedida
posmodernidad) Va siempre unos pasos por atrás por su síndrome de cangrejos
(aparte de camellos, ya que estos jorobados venden una droga nefasta; la
promesa del más allá saldada en la austeridad terrenal). Como toda creencia, el
cristianismo se halla más ligado al afecto que al intelecto, más con el
sentimiento que con el pensamiento y atañe más al corazón que a la razón, y esa
apelación emocional es lo que la hace aún subsistir como pensamiento débil o
balbuceo postmoderno y sofista.
Me parece muy acertada la opinión de Azaña de que aunque
haya miles de cristianos en España, Dios ha muerto en nuestra cultura. Es lo
mismo que en política; ganará por mayoría absoluta el PP pero todos seguiremos
izquierdistas de pensamiento. De la teoría a la praxis hay un trecho inmenso
(del dicho al hecho), el que separa que todos seamos cristianos en las bodas,
bautizos y otros compromisos sociales y que lo seamos de verdad. Me parece que
el autor de este libro saca de contexto muchas frases, como la de que seamos un
“mundo sin hogar”. Hemos perdido la identidad no sólo a consecuencia de la
perdida de identidad cristiana, pensar esto es simplista. El sujeto
precristiano no por ello se hallaba perdido. Además, también hay cristianos con
crisis de identidad.
No me parece muy limpia la aptitud de este ensayista, él
mismo reconoce su subjetividad y extrae del filosofo sólo lo que defiende la
necesidad del retorno a su fe. Esto se denota en frases como “Esta bien, todo
hay que decirlo...” Él mismo es muy consciente de que nos oculta la cara menos
amable de esta moneda.
El cristianismo más integrista, el monoteísmo medieval
aliado con la sacra monarquía absolutista, se desliga hasta de la filosofía
clásica, se cree verdad última, sin percatarse de qué es producto de una
cultura concreta. Quizá la teología liberal protestante o Kant sólo quisieran
limitar los excesos de la iglesia, como patenta el mismo título “la regilión
dentro del límite de la Razón”. Me parece loable intentar rescatar lo
aprovechable del cristianismo, sin que por ello se le este deformando como
alega el religioso. La iglesia nunca se ha dejado evolucionar externamente y
tal vez a este orgullo herido se deba siempre que llegue con retraso en sus
“reformas” y contrarrevoluciones.
Cuando hablan de evangelizar la cultura, la religión se esta
situando por encima de ella y de la sociedad y desde esa altanería no puede
reconciliarse ninguna de las partes.
La iglesia quiere recuperar su presencia social con mano
blanda, rebajando axiomas, relajando formas. Esta aptitud de reconciliación
Light, ponderada y taimada esconde un pensamiento débil y mutable (hoy la
iglesia dice esto y mañana dirá algo más liberal) y una actitud claramente
posmoderna o conformista. Se parece a la de un padre que tras pegar a su hijo
se siente culpable y va a su cuarto y le pide perdón para tranquilizar su
conciencia. Me revienta esa frase del papá León XIII de que el único crimen con
el que se vincula la iglesia sea el de Jesús. Si de verdad fuera una iglesia
consecuente con su pasado histórico se avergonzaría como se avergüenza en
tantas ocasiones el autor de este libro. Además debe aprender de sus errores y
pedir disculpas públicamente, como ya hizo respecto a sus vinculaciones
franquistas. (algún día lo hará por no apoyar el aborto, la eutanasia, la mujer
sacerdote o el matrimonio y adopción de las parejas de hecho pero, como
siempre, llegará tarde)
Que la universidad nace ligada a los estudios eclesiásticos
es mentira si consideramos la academia griega como el primer organismo de
educación superior. Y aunque así sea, las “stodiorum de la sacra doctrina”
muestran sólo el poder del que gozaba en esa época oscurantisima la iglesia y
cómo manipularon muchas de las filosofías anteriores para ajustarlas a sus
postulados.
Si que estoy de acuerdo en que Dios habla más en la forma
literaria que en la filosófica, puesto que Dios y la literatura brotan de
nuestra capacidad imaginativa, soñadora, fantástica, creadora. No sólo Dios,
sino también nuestra visión del amor o el culto a la muerte etc son invenciones
culturales, ficciones lógicas, creaciones intelectuales, mentiras literarias.
Un teólogo es un escritor, sin más (o con el añadido de creer su mentira una verdad
única). Dios no habla en la filosofía, pues esta según la define Hegel se
diferencia por su racionalidad y su afán de aprehender la vida sin
fundamentación a priori de la experiencia como es Dios. La religión es un mito,
y no un logos, ya que ella misma reconoce qué no se puede conocer racionalmente
a Dios, sólo tener fe de su existencia. Por otra parte, el cristianismo no ha
generado ninguna obra literaria, ahí se expresa mal nuestro querido autor, sino
que Dante ha escrito una obra (divina en mi opinión) y que 1º; se entiende en
un contexto concreto y 2º ; admite más lecturas que la llanamente religiosa.
(Por ejemplo, en mi depresión, sólo he leído hasta el purgatorio y quizá algún
día lea la descripción del paraíso).
Pablo VI me produce hilaridad al justificarse
de los crímenes cometidos contra el artista alegando que “para nuestra
disculpa, nosotros no tenemos vuestra capacidad para hacer cosas grandes y por
eso os pusimos un peso de plomo sobre las espaldas” Primero; los crímenes de la
iglesia, ese enorme genocidio inquisitorial, sí fueron un proyecto grande, tan
colosal como la megalomanía nazi. La iglesia hizo cosas grandes (destrucciones)
y el artista también (construcciones) Es la diferencia entre un nihilismo
negativo y uno positivo, constructivo. Ya lo decía Gasset; “quien vive inmerso
en las creencias, no puede pensar por sí mismo, cree pero no crea ideas
propias” Aunque pidan disculpas y hagan el peloteo a los artistas; la censura,
la pira de libros, la condena de estilos “heterodoxos” ... ya no se la quita
nadie al artista mártir de la causa del descendiente. Por último en tono jocoso diría que menciona
“Jesucristo superstar” pero se le olvida aludir a “la vida de Brian”.
CAPITULO 2 LA SECULARIZACIÓN
Introducción
literaria:
- Dios ha muerto- gritaba Nietszche sobre un peñasco de
Basilea. Me recuerda a la última carta del tarot (la del loco incomprendido) o
a ese cuadro de D. Caspar Frieditch; romántico sobre un acantilado neblinoso.
El hombre grita en un risco; Gott is
tot.
– Dios ¿Por qué me has abandonado? ¿Por qué me dejaste en
este valle de lágrimas, tan triste y sólo?- (palabras de Jesús o del padre de
Melibea)
La secularización,
del latín saeculum, denota el cambio de lo religioso a lo seglar en todos los
ámbitos vitales. Otra definición más
“racio- vitalista” sería la de autonomía de las ideas, esto es; mayoría
de edad sin la tutela de las creencias.
Se trata de un fenómeno histórico sólo posible en una
cultura religiosa, y especialmente en la monoteísta por desarrollar un complejo
de Edipo sicoanaliticamente hablando. Antes de analizar el fenómeno moderno de
la secularización, debemos repasar las religiones antiguas, aunque sólo
abordaré la cristiana, como mal hace el autor. Este ensayista apuesta por una
reforma eclesial pero no contempla muchos aspectos de la revolución seglar. Se
le olvida hablar de Nietzsche, enfatizando la “remitificación” posmoderna, con la latente intención de
“evangelizar” a los estudiantes de Deusto. Sus intentos de resurrección del
“nuevo cristianismo” resultan explícitos y hasta cómicos.
Origen filosófico- intelectual del cristianismo.
El cristianismo es influido por el judaísmo y el
neoplatonismo. Del judaísmo recoge esa promesa de la felicidad terrena, y
del neo- platonismo la creencia en la vida ultraterrena. Será San Agustín
quien confluya la filosofía platónica y la religión judía. (Hasta entonces la
escolástica tradicional era más bien aristotélica) Según él hay dos sendas
hacía Dios- Felicidad; La fe y la Razón. Estableciendo esta diferenciación
legitima intelectualmente el cristianismo, entroncándolo con la dicotomía
platónica del mundo sensible e inteligible. (Tierra y cielo.) Y encima pretende
hacerlo un camino para la felicidad, quizá hipócrita si pensamos en lo felices
que eran los cristianos de su época.
Origen histórico (socio-político- económico- cultural) del
cristianismo.
La Eclesia era la
asamblea griega de los aristoi con el vulgo, pero luego viene a designar las
reuniones clandestinas de los apóstoles con sus seguidores en las catacumbas. A
partir del edicto de Tesalónica (380) la iglesia pasa de una religión de
perseguidos a perseguidores, al convertirse en religión oficial de la decadente
Roma. Carlomagno se corona en Notre Dame (como luego imitó Napoleón)
estableciendo ese pacto iglesia- estado que
se ha cumplido hasta los últimos años de franquismo. A esta teocracia se la
llamó cesaropapismo. (Dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de
Dios)
En mi opinión creo que hasta las sociedades laicas precisan
saciar el sentimiento trascendente de sus súbditos para lograr la cohesión de
los mismos. En Atenas; los filósofos. En
la república; los intelectuales. En la democracia actual; los sicólogos y los
publicistas de coca cola... (Kant diferencia república y democracia. La democracia
es el gobierno de todos, de la mayoría,
se equivoquen o no, como erraron al elegir por sufragio a Hitler o a
Aznar. La república, sin embargo, es la voluntad del pueblo, lo que le conviene
al pueblo este de acuerdo o no ese pueblo, como pasó en las repúblicas
españolas dirigidas por eminentes intelectuales del tipo “todo por el pueblo,
pero sin el pueblo que no sabe lo que quiere”)
Esta alianza de la iglesia con el poder es tan antigua como
el arca y alianza del pueblo elegido (Y menos mal que no era el pueblo odiado)
Aún es más antiguo remontándose al faraón egipcio divinizado
como Rey Sol o al héroe griego/ sumerio / árabe/ romano semidivino. El estado
se sirve de la sacralización para ordenar su estructura social.
Desde entonces la iglesia se ha ido irguiendo en una torre
de marfil.
Por una parte, in culturizaba al pueblo llano y a los
aborígenes de las colonias.
Por otra; acaparaba el cúmulo del saber filosófico
(psilosophia est ancilla theologiae). Gracias a los diezmos, bulos, impuestos,
donativos... se ha ido enriqueciendo (en el nuevo testamento hay una parábola
al respecto cuando Jesús halla el templo de Jerusalén convertido en un
mercadillo).
Critica psicológica del cristianismo.
La cristiandad se ha construido sobre el sufrimiento.
Freud afirmó que hemos sustentado el principio de realidad de nuestra
civilización en un instinto de muerte – Thanatos- que prevalece sobre el de
placer –Eros- (Ver el malestar de la cultura) Platón llamó a este instinto de
muerte Irascibilidad y al instinto de placer Concupiscibilidad.
En la decadente cultura europea se han impuesto hasta el
siglo XX los principios estoicos de “muerte en vida”, condenando los placeres
terrenales epicúreos en espera siempre de un más allá del que no hay pruebas
racionales, sólo fe en una “mentira de éter”. El cristianismo se ha constituido
en el dolor y la represión; desde ese “trabajarás con el sudor de tu frente” o
ese “parirás con el dolor de tu vientre” hasta nuestros actuales residuos de
idealismo. El romanticismo, por ejemplo, nos hace asociar el verdadero
enamoramiento con el que más te hace sufrir.
La religión judeocristiana es una cultura
sádico-masoquista de sufridos, fanáticos y piedades plañideras, una sublimación del dolor y una represión
del placer. Pero esto nos remite a
la budista (“Eliminando el placer, no hay dolor. Hay que llegar al estado del
no- deseo, del nirvana o ataraxia contemplativa”), a la hindú (“No importa el
padecimiento de tu karma, hay reencarnación”), la taoísta (“fundente en el Tao,
con el No- Ser, ósea con la espera sosegada, conformista y templada de la
muerte”) o la musulmana, sumisa donde las haya. Con lo cual concluimos que toda
Religión necesita su moral de esclavos. El clero dominaba todos los estratos de
la realidad del campesinado, desde sus bautizos hasta sus entierros. Sembraba
sentimientos de culpabilidad, histerias de redención, fanatismos... Garantizaba
el orden político a base de la caridad y no de verdadera justicia social. La
iglesia ejercía poder a través de monasterios, colegios religiosos,
universidades jesuitas, organismos de beneficencia, parroquias locales...
Cubría los hoy separados servicios educacionales, sanitarios y sociales.
Incluso ejercía de psicólogo a través del confesionario. No es de extrañar que
en estos núcleos campesinos de miseria y analfabetismo sembrara sentimientos
conformistas, conservadores y pragmáticos hacía la vida. Y que los aldeanos
voten a Fraga o Arzallus.
HISTORIA DE LAS SECULARIZACIONES
Del Mito al Logos El primer antecedente de esta secularización
es el paso del mito al logos, de las creencias a las ideas, de los dioses a las
razones. Con el nacimiento de la filosofía nace la más embrionaria y tímida
secularización. Aún así, los presocráticos siguen siendo unos mitómanos (igual
que cristianos, ilustrados o posmodernos, en esto no cambiamos). Persisten en
el “pensamiento mágico de la vida” o en el “encantamiento del mundo” (En la
posmodernidad se produce la re- magificación). Fundamentan sus arches en lo
divino (aunque lo llamen cuatro elementos. “Todo esta lleno de dioses” decía
Tales como podía haber escrito Ovidio)
Heterodoxias de la Razón y del Corazón
Otro primer atisbo de secularización brota en el mismo seno
del cristianismo.
Dentro de la propia Fe cristiana se demandaba una fundamentación
racional, una Teodocia (línea agustiniana de San Agustín, Santo Tomas de
Aquino, Abelardo, Guillermo de Oca...) Por otra parte, el romanticismo y los
místicos barrocos (Fray Luis de León y Santa Teresa en nuestro siglo de oro)
conciben la religión como “religare” intimista,
religión amorosa intimista directa entre Dios y sus fieles.
Los cristianos ortodoxos no comulgan con estos feligreses
románticos y heterodoxos a los que acusan de idolatras (“A Melibea amo y a
Melibea adoro” escribió ese “hereje” de Francisco de Rojas en boca de Calixto)
La propia iglesia se divide en “cartesianos” que apelan a la mutable Razón en
su afán de una epistemología de Dios y en “pascalianos” que basan su fe en el
voluble corazón, en el “éxtasis” místico o la “ataraxia” (felicidad y armonía
interior en el sentido estoico).
Cisma reformista. Fruto de la tensión interna y
los excesos externos eclesiales, Lutero introducirá en su crítica tres ideas
revolucionarias; El sacerdocio universal
por el cual uno mismo se comunica con Dios sin intermedios, e interpreta la
Biblia personalmente (en 1460 Guttember inventa la imprenta y edita la Vulgata
como la primera Biblia divulgativa). La
libertad de conciencia y de exégesis (libertad para interpretar el mensaje
divino de la Biblia y la voluntad divina) También introduce la idea de que todo hombre es humano y puede errar. Con
la libertad de equivoco vital tambalea la idea del tradicional libre albedrío
(elegir entre dos únicas sendas; bien y mal) ese pecado original del que no te
puedes resarcir con tus obras. Paulatinamente, la autonomía moral empieza a
residir en el hombre moral y no en la
Tora, los mandamientos o la ley divina.
Los protestantes o reformistas (luteranos, anglicanos,
calvinistas, pietistas...) se reparten en el mundo anglosajón y centroeuropeo.
Según Max Weber el sionismo (no se entienda de forma “razi” por favor) y el
protestantismo inculcó el concepto de individualismo que originó el capitalismo. (Los capitalistas piden
“liberté”económica e individual, y los comunistas “igualité”política y
social.) El cristianismo se consolida
con la contrarreforma en las zonas mediterráneas y sudamericanas y en Rusia los
ortodoxos. Según Nietzsche el marxismo,
el socialismo y el comunismo comparten los mismos valores que los cristianos;
la humildad, la sumisión, el igualitarismo, el borreguismo, la moral de
esclavos, la búsqueda de un paraíso, la utopía, el enriquecimiento de sus
sacerdotes o líderes comunistas, la búsqueda de padres ideólogos y tutores
morales o “pastores” de rebaño... etc
En el re- nacimiento nace el
humanismo como hoy lo entendemos. El humanismo como estudio del hombre, y no de
los dioses o de la naturaleza. Tras el giro cartesiano (Descartes es el primer filosofo
moderno)la filosofía vira el timón de su búsqueda. COGITO ERGO SUM Ya no se
empeña en una ontología, en una explicación racional y cosmologica del objeto (el mundo, la vida) sino en el
estudio del sujeto (del hombre como
libre- pensante, racional y conscientemente consecuente) en el “conócete a ti
mismo” de la academia o “el hombre como medida de todas las cosas” famoso del
sofista. Los filósofos antiguos fundamentaban la realidad con un principio
ideal (o varios, pero a posteriori basados en una unidad excluyente). Es decir;
la causa de las malas cosechas era una bronca entre los sempiternos olímpicos.
O bien; no llueve porque esa semana no han rezado los campesinos el ángelus o
el rosario. Los archés, los nous, las esencias y los sentidos de vida se
fundamentaban en lo divino. (“Todo esta lleno de dioses”).
La ilustración Kant define a Dios
como noúmeno, inaprensible, incognoscible, mágico, mítico, inescrutable,
misterioso... Descartes también coloca a Dios en la cúspide de su sistema
filosófico como principio ordenador o arquitecto para explicar lo inexplicable
empíricamente. Quizá zurcen estos “parches” por el contexto en que publican.
Incluso Wittgenstein se vuelve religioso tras leer al austero Tolstoi (Y ya
había pasado medio siglo desde que se editara Zaratrustra).
Tal vez no sea tan sencilla
la emancipación, pues la libertad acarrea un sentimiento de soledad frente a la
nada, dejando al hombre sin atributos ni asideros, con el tradicional miedo a
la libertad y al pensar por sí mismo que padece desde siempre. (¡Sapere Audem;
Atrévete a pensar por ti mismo.!) Y como no es sencilla, se ha desistido de
ella.
Pero no sólo se ha
abandonando el “proyecto moderno” por utópico, por difícil de conseguir (igual
que los estudiantes desechan las tareas difíciles según la ley del mínimo
esfuerzo.) sino que hay un interés del poder y del sistema globalista (los mass
media o la tiranía de la moda y la economía son culpables indirectos del
fracaso escolar)
La excusa es que se ha
abandonado el proyecto moderno porque este se saldó en muertes (aunque también
los haya en las guerras). No sólo se ha abandonado el proyecto ilustrado, sino
que hoy día se desconfía del intelectual, de todo “iluminado”, de todo aquel
cuyas bellas utopías cuesten caro en la praxis. Por eso este apoliticismo
actual, este agnosticismo religioso, este indiferentismo cultural.
En la ilustración la
secularización se evidencia en dos nuevas creencias frente al teismo; el deísmo
y el ateismo y en el siglo XX surgirá el agnosticismo.
EL DEISMO Kant o Descartes, como
acabo de exponer, creen en último término en Dios. No en un Dios omnipotente,
providente (diseñador del futuro) e histórico (interventor en el pasado), sino
en un Dios creador y ordenador del mundo que después “pasa” del mismo. Un Dios
como alfarero que nos moldea en arcilla y después nos deja libres. (Mito del
demiurgo de Platón) Kant se cuestionaba la racionalidad de un Dios que permite
tantas tragedias sin someterse al tribunal de la Razón Universal humana. Dios
no puede ser un sádico (esa imagen del Yahvé patriarca y castigador) “Nuestra
Razón sólo tiene sentido si Dios es un ser racional” Pascal se cuestiona los
sentimientos de Dios; si nos quiere como nosotros a él, ¿por qué permite la
tragedia?
Muchos de estos ilustrados
sustituyen el teismo por un panteísmo científico naturalista. El Dios de los antiguos se disfraza de
Diosa Razón de los modernos.
Madre Naturaleza (míto de
Gea o Persefone o Demeter o Ceres o Insthar) en cuyo seno reside la verdad a
posteriori (la episteme empírica) y los derechos humanos a priori, por
adelantado, inherentes a nuestra condición, congénitos, crónicos, universales y
que sin embargo paradójicamente han tenido que conquistar históricamente los
antepasados.
El empirismo científico será
el principal crítico de la religión, aunque muchos científicos al quitarse su
bata del laboratorio reconocían y reconocen abrazar la fe.
La imagen tolomeica de un
mundo plano que concebía Aristóteles será rebatida en las nuevas teorías
heliocéntricas, o por los científicos modernos; Bacón o Galileo (“Dios habló en
2 libros; la Biblia y la naturaleza”) o Newton que también cree que en la
naturaleza descansa la piedra angular de toda la filosofía.
El ateismo
lo “pone de moda” Nietszche. Pero
Nietszche no mata a Dios, se lo encuentra ya muerto en su sociedad decadente.
La búsqueda filosófica se reafirma en su cambio de objetivo; de Dios al Hombre.
“El hombre ya no necesita de un Dios, siempre ha sido libre de los pecados que
le imponen unos filósofos resentidos contra su propia naturaleza corpórea” dirá
el bigotudo y defenderá fervientemente Baroja.
En el siglo XX se extiende
el AGNOSTICISMO,
en figuras como la de Ortega y Gasset,
Tierno Galván etc. Krausistas, existencialistas, nihilistas,
estructuralistas,
vitalistas y demás
“irracionalistas” del siglo XX no afirman ni niegan a Dios, sólo cuestionan la
posibilidad de conocerle. (El noúmeno de Kant según él cual Dios esta dentro de
lo inaprensible. Misma conclusión a la que llega el circulo de Viena,
Wittgenstein, Russel y los suyos) Otro claro ejemplo es ese confuso Hamlet
de Unamuno (que por dudar no quede. Es
más trascendente un ateo que este todo el rato criticando a Dios que un cura
que ya lo de por asumido, por creencia inamovible).
Y por último; según al
religioso al cual derrumbo el ensayo, en la posmodernidad brota el cáncer del
IDENFERENTISMO, el pasotismo hacía Dios, la ética, la filosofía, el amor, la
magia de la vida... (lo cual contradice su otra tesis, la de la re-
mitificación.)
Se producen varias
secularizaciones a lo largo de la historia; la política, la económica, la
filosófica (ontologica y epistemológica), la ética, la estética y la vital.
Hasta ahora he abordado la filosófica, pues el pensamiento impregna todas los
campos de nuestra vida.
Políticamente se pasa de unas sacras monarquías absolutistas (un
rey ungido e hijo de Dios, divinizado, idolatrado y mitificado como todo héroe
o faraón) a una democracia liberal, tolerante, laxa, laica, seglar, permisiva.
La iglesia abandona menesteres ajenos a su función social como la de notario,
psicólogo, recaudador de impuestos, filosofo, artista, abogado del diablo o
inquisidor... Etc Y se llega a este estado de Tole Tole Tolerancia, donde todo
vale para llegar a famoso y sacar pelas siendo yuppie y trepa.
Vitalmente; se pasa del providencionalismo (¡Dios proveerá!) a la
libre iniciativa.
De un destino determinista a
una libre y por tanto electiva voluntad (o noluntad en el caso de negarse a
afrontar las decisiones vitales) Nace así la idea de libertad individual muy
ligada a la de responsabilidad social. Somos Yo y nuestras circunstancias, Yo y
el mundo, Yo y la polis, misántropo por naturaleza pero filántropo por la
sociedad en que vivo y con la que me comprometo en un pacto social.
Es decir; Yo frente a la
voluntad general de Rosseau Sartre opinó
que la libertad te condena a la elección responsable; al compromiso social; a
la conciencia en derredor.
Desde Zola en adelante el
escritor asume una función activista y comprometida con su sociedad. Ya no es
un anacoreta asceta o un ermitaño huraño en su torre de marfil, porque hay
tragedias cotidianas que no pueden dejarnos indiferentes. Elegir la “boheme” ya
es una forma de contrapoder pues todo escritor escribe política sensu escrito.
No flotamos en burbujas de éter en el Azul. El arte por el arte existe sólo si
escribimos para nosotros mismos y entonces no hay Dios caído que nos entienda.
Fromm estudió
sicológicamente ese miedo a la libre voluntad a lo largo del periplo histórico.
Para Rosseau nacemos libres y la sociedad nos trasforma, aunque para la mayoría
de ilustrados las parcelas de libertad son pequeñas conquistas de nuestra
cultura hasta alcanzar la libertad consecuente y responsable.
Las ideas de Rosseau
Voltaire las califica de primitivas, salvajes y libertinas, y desde entonces
todos repiten esto sin molestarse en leerle. (¿Por qué les cuesta tanto aceptar
la bondad natural? ¿Aún creen en la bondad intelectual adquirida, en el
intelectualismo moral? No hay más que leer a Maquiavelo o Sade para ver lo
inmoral del intelectual) Bakunin a su vez expone una teoría roussiana sobre la
bondad natural pues no hay buenos o malos porque sí (por pecados originales y
naturalezas genéticas malignas) sino en un contexto. (¿Quién no robaría si se
muere de hambre o mataría en el estado misérrimo del iraquí?)
Económicamente; las ideas de Adam Smith desembocarán en el
librecambismo económico y en el liberalismo político (libertad de aduanas, de
mercados, de fronteras para el buen flujo del capital) La separación de poderes
asienta las bases para el “dejar hacer” del estado al capital, llegando así a
los excesos actuales (la mala planificación urbanística, la especulación
inmobiliaria, los contrastes sociales, las diferencias Norte y Sur... etc) de
nuestro neo- liberalismo feroz, disfrazado de globalización cultural.
Éticamente; se pasa de una moral heterónoma y teonoma (la divina) a
una autonomía moral con los imperativos categóricos kantianos. “Obra como si
mil ojos te enfocaran” “haz que tus actos pudieran convertirse en ley
universal” Aunque no veo diferencia entre un Dios que dicta la moral y una
Diosa Razón encarnada en un Kant dándose ordenes a sí mismo, pues en mi opinión
la Razón puede actuar como auto- represión.
De hecho ese “obra como si
de tu acto fueran a hacer una ley universal” remite al cristiano “obra con tus
hermanos como te gustaría que obrarán contigo” y además la moral consiste en el
arte de ser feliz como decían los epicúreos y los grandes padres de la iglesia
y no creo que Kant lo haya sido; su moral autónoma era una represión interna.
(Ver la obra de teatro de B. Bretch sobre Kant o simplemente interesarse en la
vida personal de este erudito que hizo como los lamas budistas; eliminar todo
placer para que no haya dolor) Hoy hay una permisibilidad laxa, un relativismo
moral, donde todos creen estar en la razón (aunque Ortega decía que en la
raizón no se estaba de forma estática, pues esta se construye dinámicamente).
Frente a la predominancia de
la conciencia o razón, Freud estudia la inconsciencia y los surrealistas crean
sus irracionalidades. El Yo, Ego o Razón
reprime el Ello, el Id, lo instintivo, salvaje, primario y más vital que aflora
en las lluvias de ideas, la escritura automática o el psicoanálisis y la
hipnosis.
La Diosa Razón produce
monstruos, como en el grabado de Goya, y frente a esa adusta nueva divinidad
coronada en Notre Dame los posmodernos erigen un nuevo pedestal en París
también; ¡¡Imaginación al poder!!
Frente a la Razón; la Imaginación, la intuición vital.
Ha surgido una razón tecno-
científica, útilista y positivista que cómo el monstruo de Frankenstein intenta
engullir a su creador, a ese Prometeo prepotente que es el moderno. (Mary
Sheley subtituló Frankenstein como “el nuevo Prometeo” y ¿Qué es el Dr. Fausto
de Goethé o de Tomhas Mann sino “remasterizaciones” de este viejo mito de
Esquilo?).
La Razón no es sino fruto de nuestra imaginación vital, igual que Dios.
El concepto de Razón cambia
con el racio- vitalismo. Se percata Ortega de que la razón histórica es mutable
y variable, y sin caer en el relativismo moral, reafirma una razón vital.
Nuestras democracias de mínimos descansa en un tipo de racionalidad aceptada en
el pacto social como convencionalismo. Esta democracia de mínimos no anula la
ética utópica de máximos siempre que no caiga en el fanatismo. Esta moral
social, esta deontología civil, esta lejos de la Ética Universal y la Paz que
tanto soñó el utópico de Kant.
EL SECULARISMO Igual que la superchería y la superstición son las
hijas locas de la religión (frase de Voltaire) la secularización ha tenido como
hijo al secularismo con todo el valor peyorativo que comporta el diminutivo del
“istmo”.
Este
ha sembrado una cultura “horizontal” que no puede mirar verticalmente, al
cielo, al futuro. Perdonen este inciso pero no estoy de acuerdo con esta
tergiversación que nuestro religioso autor hace de Deleuze (un teórico
posmoderno). Deleuze rescata este término de Nietszche quien lo usaba en
contraposición a la cultura “vertical” del cristianismo o de Platón.
El pensamiento “vertical”
establece una dicotomía entre la idea y la realidad para así reducir la
múltiple y heterogénea diversidad. Con
Hegel se culmina esta pretensión de aprehensión unificadora. Antes de Hegel;
Dios, y tras Hegel; la Razón, pero con el mismo afán de fundamentar la realidad
en una unidad última, de conceptualizar la vida hasta reducirla a una única
verdad. Un único eslogan y sentido en nuestras vidas que no puede ser
simplemente vivir, hay que prohibir tantas cosas... (prohibido prohibir decimos
los postmodernos tras el 68)
Sin
embargo, el pensamiento horizontal
corresponde al del diferente, el otro, el raro, el marginal y libre pensante
(lo que Foucault llamó loco- sabio) Este pensamiento no pretende erigirse como
la verdad, sino reclamar su diferencia.
También se lo llama pensamiento “nómada” por lo subjetivo, mutable y
cambiante que es, e incluso “débil” por lo humilde que se declara, pero al
menos no causa muertes como el pensamiento único, el de “la Verdad (divina)”,
el que “tiene o esta en la Razón”.
El pensamiento vertical va
del cielo a la tierra y de la tierra al cielo.
El pensamiento horizontal,
sin embargo, abarca el mundo en toda su magnitud, en la más amplia abertura de
mente, en la sana diferencia (Derrida habla de la “Différance”, neologismo en
contraposición al pensamiento logocentrico de un solo hemisferio cerebral. Sólo
hemos desarrollado la parcela memorística y retentiva. Aristóteles dividió al
ser humano en 3 grandes parcelas; Inteligencia, memoria y voluntad. La voluntad
de “QUERER que es PODER” frente a la inteligencia del SABER y del DEBER. (Ambas
- inteligencia y voluntad-
parecen reñidas dentro de la psique del ser humano. ¡Podemos y se quiere hacer clonaciones
humanas! pero.. ¿Debemos, sabemos lo que cuesta jugar a Dr Víctor Frankestein?)
La inteligencia y la
voluntad para vivir brotan de lo mismo; de nuestra imaginación y capacidad de
soñar.
Las personas conformistas
nunca han soñado un futuro, viven pragmáticas y felices pero a costa de
eliminar placer y dolor, ósea de cargarse la vida en sus lágrimas y alborozos y
vivir como un muerto en vida. Si no soñamos un mundo mejor o un futuro más
digno es porqué el sistema nos ha aletargado nuestra capacidad inventiva,
innovadora, trasgresora, y quien duerme sobre un ordenador de empresa no puede
soñar despierto. --Por algo el artista sufre tanto insomnio.-.
El pensamiento horizontal es
tolerante, aunque quizá demasiado permisivo y ambiguo. Sin duda es el dominante
en la posmodernidad. Ortega ya se adelantaba a esta forma de pensar con su
teoría del perspectivismo o de la visión prismática. (-Las cosas no tienen una
única explicación, dependen del prisma con que se vean- dirá el objetivo
periodista)
¡Con lo grande que es
nuestro mundo! ¿Por qué erigir otros? Mejor cambiar este. En ese sentido
Nietszche habla de una visión horizontal, abierta, para auto- realizarnos en
eso que Ortega llamó proyecto de
futurición y hoy diríamos más literariamente; SUEÑOS.
En la modernidad, en la edad
madura del hombre, mermó la antigua e infantil magia vital (los adivinos, las
pitias, los nigromantes, los alquimistas y su piedra filosofal.) pero tras la
desmitificación propia del moderno, han resurgido los viejos mitos. El burgués
positivista del XIX llenó de legañas los ojos atentos de la lechuza de Minerva
y olvidó mirar como miran los niños. Platón definió el eros a la sabiduría
(ósea la filo- sofía) como el encantamiento con la realidad y creo que
Aristóteles decía que la filosofía brotaba del asombro. (Ya veo lo asombrados
que están mis profesores de filosofía dormitando en sus cátedras) Hemos perdido
el encantamiento con la vida (un concepto literario que acuñó Tolstoi) o la
desfamilización (un término de los estructuralistas y formalistas rusos) Hemos
dejado de ser niños asombrados viviendo en un mundo fantástico porque se nos
apabulla de lo que llaman realidad (cuando hay realidades, tantas como
personas) Sin embargo, en la postmodernidad han renacido los mitos, sea esto
tan admirable como críticable. Ahora explicaré con detenimiento mi teoría sobre
la infancia de los antiguos, la madurez moderna y nuestra vejez actual, nuestra
decadence.
MITO DE LA ESFINGE Y LAS 3 EDADES DEL HOMBRE
La antigüedad fue la infancia del mundo. Los pueblos antiguos eran
niños, inocentes, inconscientes que creían en mitos y dioses, o en Dios,
encantados con su mundo mágico y comportándonos como pequeños héroes trágicos
que juegan (los niños se toman todo en serio, y a la vez con un sentimiento lúdico pero trascendente
de la vida) Esta muy bien el ensayo de las mil caras del héroe de Cambell en
este sentido. Un poco ese niño interior que reivindican los intelectuales de
Nietszche en adelante y en el que todo escritor debe convertirse para escribir
su historia desde la autenticidad. Hoy, en la postmodernidad que anunció el
Gran Filosofo Vital (ya saben de quien hablo), se retorna a lo infantil; las
mujeres quieren parecer quinceañeras, los jóvenes no quieren madurar y son
eternos Peter Pan... Esto es típico de la ancianidad que añora y anhela el
paraíso de su infancia.
En la modernidad nos llega la nefasta adolescencia, y desarrollamos
un complejo de Edipo increíble. Nos cargamos al Padre (a Dios) y nos abrazamos
incestuosamente a la Madre (Naturaleza, a Gea, a Demetera para gusto de
pedantes), ósea que jodimos a la naturaleza y la ecología, hablando pronto y
mal. Nos creímos superiores, súper villanos, en el cenit cultural de la
civilización, en la era tecnocratica (Tras superar la teocratica) cuando en
realidad habíamos comenzado el descenso, la caída de Icaro o de la torre de
Babel, la decadencia occidental que tanto vaticinaban profetas - Spengler.-
Tras la madurez; el declive.
Nos hemos olvidado paulatinamente de los ideales, grandes relatos, de los
discursos, del humanismo. Y por otra parte hemos perdido espontaneidad e
intuición vital. Nos hemos convertido en
ejecutivos grises que se han olvidado volar como diría Barrie, el autor de
Peter Pan. Nos hemos descreído de los meta- relatos (meta, más allá, teleo-
relatos suena aún peor) y de las grandes palabras que prometían los modernos. Nos hemos vuelto demasiado
maduros, nos pasamos de castaño oscuro o manzana tan madura que se pudre.
(A Newton se le cayó una
manzana encima, la del árbol de la ciencia, la manzana de la discordia según el
juicio de París, la manzana de la sabiduría que nos costó el paraíso del buen
salvaje, ese edén que los sicoanalistas llaman útero materno, primera infancia)
Otra consecuencia del
complejo edípico moderno es la búsqueda desaforada de nuevos tutores como
Sartre (padre del Mayo Francés) o los ideólogos psicomarxistas en plan nuevos
lares o la ciencia como deux ex máchina o la Tv como becerro divino o el dinero
como nuevo ídolo, confundiendo valor y precio que diría Machado.
Si la modernidad es el Edipo
trasgresor y rebelde, la posmodernidad es Edipo en Colono más bien. Un viejo en
la última edad de la esfinge que camina con el bastón de su lazarilla Antígona,
criticando todo, despotricando de todo, sin cambiar nada.
Ese es el posmoderno; un niño- viejo, protestón pero conformista.
Los posmodernos somos débiles
como todo viejo (Nietzsche quería niños; fuertes, cómico- trágicos, valientes,
príncipes con moral de señores y no ranas) Desde este nihilismo negativo,
desengaño existencial e indolencia (propia de la tercera edad) pasamos de todo,
somos apáticos, y sólo pedimos comodidad, pensiones y seguros de vida. No es de
extrañar que Europa entera sea un geriátrico, que la derecha venza, que la
iglesia vuelva (se teme a la muerte cuando se acerca la hora)
Se vive en la abulia mental
del exceso informativo (a los viejos les cansa pensar, pero no pueden tampoco
dormir y necesitan llenarse de programas de TV)
La juventud también esta
vieja, inmóvil, estática, conformista, realista, pragmática y encima como todo
anciano se comporta de forma peterpanesca, inmadura en la acción aunque ya
descreída y pasada de vuelta en la teoría.
En esta decadencia
crepuscular, nihilismo negativo, desencanto y malestar cultural han muerto todo
ideal juvenil -moderno- y toda ilusión infantil – antigua- (aunque esta última
retorna en la remitificación actual de los adivinos tele mediáticos ya que
volvemos a la naturalidad, inmadurez y animalidad del “niño- viejo” con
alzheimer de su historia).
Lo que puede comportar en
positivo; el retorno a la mayor naturalidad en usos sociales, a una
“liberalización social”en realidad no lo es. Por ejemplo la promiscuidad actual
sólo es un signo de desamparo, de desframentación del yo, de una sexualidad que
no se sublima. (No es sensualidad, sino pornografía) El individuo se siente más
sólo que nunca y en vez de emprender relaciones personales, se masturba frente
a la pantalla de vitriolo de su PC, lo cual evidencia los tiempos de neurosis
colectiva en que vivimos inmersos. Toda la humanidad, al morir el dios
simbólico, ha tomado más conciencia de la muerte y de su existencia. Entonces
tiene dos opciones; 1) la angustia existencial o el nihilismo negativo de
Kirkegaard o 2) el nihilismo positivo de disfrutar del absurdo, de ser
epicúreo. Se ha optado por la última, eso es obvio ya que la muerte se ha convertido
en un tabú social y no se puede llorar ni en los entierros (Happy World).
Así que descreída de
teorías, se vive en la practica una especie de carpe diem. Mas este carpe diem
viene dictaminado por la publicidad y la industria de la imagología (concepto
de Kundera para hablar de la sociedad de la imagen) No vivimos la vida, vivimos
la vida que quieren que vivamos. (Para mí vivir la vida puede ser también leer
pero esto no lo aceptan ni mis profesores que llegan a una edad en que no leen
como si fuera un premio a toda su labor intelectual el “descansar”. Un
verdadero escritor nunca se jubilará de leer. La cultura erudita monástica ha
escindido el árbol de la vida y el de la ciencia, cuando están
interrelacionados. La figura intelectual y vital del romántico ya es otro mito
más.)
Cómo esta sociedad deshecha
su cultura y por tanto su civilización, sólo le queda un pensamiento débil,
agonizante, próximo a su extinción
(muerte de Dios, del sujeto, de la filosofía, de la novela, de la historia, de
los grandes relatos, del comunismo, de... ¡escribe lo que quieras porque seguro
que ha muerto!)
Igual que el anciano cuando
se acerca la parca con las tijeras de podar, nos hemos vuelto tremendamente
creyentes e inseguros (como la paranoica y neurótica Nueva York tras el 11- S
con su débil y tímido paradigma de la talla de Boody Allen. América vive la
paranoia de la seguridad, en palabras de la Susan Sontag)
¡Qué de conversiones
religiosas cuando se acerca la muerte! El mismo san Agustín se lo pasó genial
hasta que volvió al seno de Dios en plan hijo prodigo, pero ¡qué le quiten lo
bailado! (Lean su autobiografía) Así se explica que se retorne brevemente a esa
religiosidad del adivino o predicador tele mediático, la new age o las
nosécuantas (1.117) religiones y sectas
estadounidenses como la metodista de Madonna y demás.
El anciano se mea en sus
pañales para adulto, con perdón de la gráfica expresión. Si el hombre ha temido
históricamente la libertad, ahora más que nunca (y por eso se refuerzan también
las estructuras invisibles del “sistema”, tentáculos cada vez más globales pero
adentrándose más en nuestra intimidad personal).
Y por eso vuelven los
fetiches, las idolatrías, las supercherías y supersticiones. Si no crees en
Dios crees en los ídolos postmodernos, pero la capacidad trascendente nunca
muere; por ejemplo hemos convertido el arte en otro dios, y este arte cada vez
es más catarsis personal egocéntrica y tiene menos concienciación social.
Es difícil fundamentar la
eternidad de la materia (sobretodo cuando esa materia eres tú y vas a dejar de
serlo en breve) sin una presencia teleologica, sin un más allá. Siempre recaes
en una creencia, aunque no sea teológica, como la creencia en el eterno retorno
de Nietszche. ¡No seamos hipócritas! Por supuesto que es más importante no
confundir el perejil con la cicuta que saber si existe Dios. (¿Por qué no hará
la prueba el autor de este libro? Digo en tono cómico, sin ninguna mala “fe”)
Lo que en realidad nos
importa es la perpetuidad de nuestros cuerpos, la resurrección de nuestros
cuerpos como en el mito de Baco, que exista un más allá donde continuar. Luego
si llegamos y nos abre la puerta San Pedro o la diosa Visnhú en persona es lo
de menos, lo que queremos es la eternidad. La religión se aprovecha de esta resistencia
y miedo a la muerte, el mismo miedo que reflejó ya el canto de Gilgamesh,
escrito en el origen de la humanidad. ¿Por qué nadie acepta que la peli acabe
sin un Happy End?
La paradoja de la vida no es
nacer para morir (Heidegger decía que somos un Ser- para el No- Ser), sino que
nuestra vida no siga la estructura lógica del cuento de hadas pues en el final
estamos mucho peor que al nacer, viejos y arrugados y dementes, y sea más
difícil hallar lógica y sentido a esta vida vivida y absurda. Mi perogrullada
de opinión es esta; aceptemos que el mundo es absurdo e intentemos no serlo
nosotros.
La CRISIS DE LA IDENTIDAD sería
el desequilibrio interno de nuestro Yo ante la frustración de no poder
conocerse, definirse y sentir que sólo es un cuerpo perecedero. Por eso se da este culto al cuerpo y la
crisis interna de identidad personal, expresada por ejemplo en la patología
egocéntrica o narcisista actual – sólo en lo relativo al cuerpo, pues la mente
anda con el inconsciente colectivo, con el pensamiento único, con la masa,
identificada con el grupo. “Nuestros cuerpos son sólo nuestros, nuestra mente
del último anuncio que veamos y nos recomiende una liposucción”. Carecemos de
una ética propia, personal y autónoma, de imaginación, de mundo interior... Lógicamente
si la vida puede prolongarse con los avances técnicos y el cuerpo puede
embellecerse con las operaciones quirúrgicas o los cosméticos, y encima el
pensamiento se relaja... se llega a esta “autonomía de lo temporal”, de la
carne dionisiaca, de la animalidad incivilizada.
Nunca el hombre había vivido tan plenamente la vida (vivir la vida no es
emborracharse en los bares como creen mis colegas); las comunicaciones se han
abierto, viaja, disfruta de más renta (Hablamos de Europa siempre. En el Sur la
desigualdad ha aumentado respecto a nuestro desarrollo, saliendo un poco de
nuestro ombligismo europecentrista) y tiene un margen más amplio de moralidad y
libertad. Sin embargo, nunca ha habido tantos suicidios como en esta época,
tantas personas en el paro sin saber qué rumbo dar a sus vidas, tanto miedo a
la decisión, a la compra del piso, miedo al viaje turístico hacía un país con
problemas políticos, miedo al matrimonio, miedo a la muerte (convertida en
tabú)... El posmoderno siente que le falta algo que le de seguridad e identidad
personal, se siente vacío pero rechaza todo contenido cultural, saturado -como
esta- de mensajes publicitarios o
informativos. Así que sólo le quedan los mitos.
La PERDIDA DE “LA VERDAD” y DE LA COSMOVISIÓN
El ser humano necesita un orden dentro de su caos externo e interno, es la
llamada cosmovisión (weltanschauung).
Muchas cosmovisiones han sido antitéticas a la Vida, y auténticos fanatismos,
como el cristianismo mismamente. No reconocían que el orden que intentaban
imponer era el suyo personal; lo pretendían universal, único, excluyente y
verdadero. Deberíamos aceptar nuestras vidas tan caóticas como se presenten,
(ríos que van a las aguas del morir) Tratar de ordenarlas sin imponer ese orden
a los demás. El autor también se queja
de la privatización de la fe y de
que ocupe cada vez menos parcela vital. Se han compartímentalizado nuestras
vidas y tenemos un estanco para la política (nuestra democracia representativa
se resume en un día y se reduce a un voto), otra porción para el trabajo
productivo y nada creativo y otro espacio para el ocio malsano liberador de las
represiones y alineaciones interiores que nos causa ese trabajo. No es sana
esta estratificación vital, pues se
producen catarsis histéricas como la de la juventud de Tokio que vive para
estudiar (jornadas intensivas de 10 horas) o duermen en cubículos alquilados y
“el finde” se drogan, trasvisten de mujeres, se van a terapias para relajar el
estrés o se visitan Europa con su polaroid en media hora.. etc
Sin embargo, no creo, como el autor, que se haya perdido la parte
trascendente del ser humano pues esta es inherente a su esencia, a su aidos o
como llames al ¿alma?(lo que haya dentro si es que hay algo) Simplemente el
hombre ha hallado nuevas formas de saciarse, desde el yoga a la música (todo un
ritual mítico de ídolos masivos)Hasta la histeria de la fama es la búsqueda de
la identidad que te dan los demás, igual que el sentimiento grupal de las
pandillas (en la posmodernidad no ha muerto la autoridad, simplemente ha habido
un cambio de legitimidad. ¿Cuándo hemos matado realmente al padre?) El mito de
Edipo es sólo un mito en el sentido de que nunca hemos terminado de matar a
Dios, sentimos un complejo de sin- dios, una búsqueda de padres, tutores y
nuevas legitimaciones de autoridad. Y esto se debe a dos causas; el afán
trascendente y nuestra naturaleza mimética, copiona, gregaria, becerril. La
trascendencia no puede morir, pues es una característica innata del ser humano,
un sentimiento emparejado a su necesidad de inmortalidad, la esencia hybrica de
infinitos y perpetuidad y realizarnos (puesto que somos un proyecto de hombres,
un sueño de personas, en este sentido entiendo el proyecto moderno; Nacer
animal y hacerse hombre) o el miedo a la libertad. Cosa bien distinta es que la
iglesia desaparezca como tal de nuestras vidas. Ya da igual que viva o no la
iglesia porque Dios ha muerto en su concepción clásica (Dios como símbolo, es
ridículo creer que Nietzsche se refiere sólo al dios cristiano). Hoy día la iglesia
es como el rey; simplemente ornamental o formal, pero el problema es que al
resto de la cultura le pasa lo mismo.
Nuestras democracias se consideran aconfesionales y presumen de laicas pero
subvencionan a las instituciones cristianas (puedes negarte en la declaración
de la renta y destinarlo a ayudas sociales) La religión aún tiene una
considerable fuerza en los organismos educativos y culturales, prueba de ello
es mi universidad de Deusto (los jesuitas han vuelto de toda sus expulsiones) o
este libro. Desde luego el encantamiento, simbolismo y magia del mundo esta
rebrotando en la posmodernidad, aunque no tanto el cristianismo, condenado a su
extinción. A todo producto cultural le llega su san martín, su crepúsculo de
los dioses, o más bien su síntesis, su trasmutación de valores, su
transformación (Nada muere; todo cambia. Ha muerto el cristianismo, pero
persisten sus valores. Ha muerto el idealismo pero nos quedan sus reductos, a
los que aún nos aferramos para no caer en la batalla.)
CAPITULO III LA MENTALIDAD CIENTÍFICO-
TÉCNICA Ya
hemos hablado de cómo el moderno mata a Dios y alza en su pedestal a la Razón
divinizada. Positivistas y útilistas (hasta corrientes artísticas como la
futurista y ultraísta) trasforman esta razón teórica (la practica es la moral)
en una de razón tecnocientifica e instrumental, un deux ex machina (esa máquina
que elevaba al dios en la greca tragedia clásica) Elevamos a la razón
pragmática y teórica olvidándonos de la razón practica; la ética. En la
ilustración París es la ciudad de las luces, el hombre como medida de todo
tiene el mundo a su disposición abierto a su capital. En el siglo XIX Londres
es el nuevo centro universal de un mundo edificado de hierro y vapor, y se
hallan ya no en la cúspide de la cultura, pero sí en la cima de los avances
técnicos y los inventos humanos. Esta prepotencia, la del prometeico ilustrado,
la del positivista victoriano, sigue en auge hasta los felices años 20. Tras la
“american way of live” o la “belle epoque” (Donosti es un residuo típico de
esta época positivista) llega el desencanto, la caída de la bolsa, el crack del
29, las guerras mundiales, las posguerras, las dictaduras... Empieza la
decadencia o malestar de nuestra cultura con esta crisis del positivismo
“optimista” tecnocrático y la crítica al ideal de “progreso” y con ella; el fin
de la historia como un relato lineal en el espacio y crono- lógico en el
tiempo.
No se trata de criticar las maquinas como el movimiento antimaquinista o
ludita que temía que les sustituyeran en sus puestos laborales, ni despotricar
de una tecnociencia en la que vivimos inmersos (todo es física) y que ha
revolucionado los aspectos más pragmáticos de nuestra vida. Hoy la medicina ya
no es un tratado hipocrático, galenos, sanguijuelas o pestes y epidemias; esta
más cerca de salvar las vidas que nunca. Las comunicaciones han evolucionado
vertiginosamente durante el siglo XX, destruyendo las concepciones clásicas
espacio- temporales. Hoy la ciencia y la técnica se necesitan la una a la otra
(aunque parezcámoslo olvidar cuando nos servimos de los avances tecnológicos
prejuiciosos contra el filosofo abstraído)
El nacimiento de la tecnociencia. La ciencia, como la filosofía, solo se motiva por el deseo de conocer la
realidad, no así la técnica que nace con objetivos prácticos. (Las dos primeras
son creativas y la otro sólo productiva o hasta destructiva como la técnica
armamentística o la bomba atómica.) De hecho, unos matemáticos de Cambridge
brindaban porque sus formulas nunca fueran útiles a nadie. Si repasamos la
historia de la ciencia al primero que se le antoja hacer una episteme es a Platón. Una epistemología absolutamente a
priori que no se basa en la observación empírica de fenómenos y se edifica sólo de noumenos o
abstracciones mentales, de axiomas o reverberaciones lingüísticas. Así la
ciencia griega cometió muchos errores, creían por ejemplo que dependíamos de
los humores y que el espíritu escapaba por nuestra boca, o que al estornudar o
eyacular perdías parte de tu esencia, de tu aidos, del eithos que es libertad
frente al phatos, de la nous de cada cual. (¿A qué posmoderno le importa que no
defina del todo estos términos griegos?). Después Galileo acaba con la
concepción aristotélica y tolomeica del mundo, aunque también estuviera
equivocado en su visión de la tierra. Al igual que Copernico, Bacon, Newton...
basados todos en la observación empírica y la experimentación.
El circulo de Viena. Russel afirmaba que una frase sólo era verdadera si formaba parte de un axioma
irrebatible empíricamente, en tal caso sería un atomismo lógico, y no una
tautología. No sé qué ve el autor de paradójico en tal afirmación, sólo
prosigue la idea de Kant de que hay ciertas cosas que no pueden conocerse
fenomenologicamente en la experiencia, como es el caso de Dios y demás
noumenos. No hace como la zorra con las uvas en absoluto, de hecho el loco gay
de Wittgenstein también se hizo
cristiano (Tras leer un libro de
Tolstoi, todo hay que decirlo como diría el escritor de este libro) Este
circulo de Viena actuó, para el autor, como el santo Tomás que si no lo ve, no
lo cree. Hay que reconocer que el tratado lógico- philosophicus acaba con ese
tajante y lacónico “De lo que no se sabe, se debe callar”, un ejemplo de
hermetismo filosófico (nada fácil de descifrar) y se extrae la conclusión de la
muerte de la filosofía. ¡Tantos libros van de laudatorios de la filosofía...!
¿Qué autor pasará a la historia como “el último filosofo”.?
La Razón instrumental
La técnica actual
(la técnica viene ya del “homo habilis” capaz de crear sus primeros útiles) se
ha ido consolidando como una “metafísica camuflada” en la que ponemos todas las
esperanzas. Jaspers llamó a nuestra sociedad tecnológica “dictadura del
aparato” y Fromm “mega máquina”. Horkheimer llamó a nuestro pensamiento
tecnocratico “razón instrumental”, una razón técnica teórica (según separó Kant
los dos tipos de razones) que poco tiene que ver con la razón ilustrada y el
sapere audem.
Los avances
técnicos y científicos fueron financiados gracias al liberalismo económico
(antes en el proteccionismo la ciencia estaba patrocinada paternalmente por
mecenas, nobles o las cortes y por tanto sometida a mayor censura).Sin embargo
el fundador del capitalismo (Adam Smith) insultaba a los creativos con tono
despectivo “esa nada prospera raza de hombres de letras” que debían ser
mantenidos por los productivos.
Si esto piensa un
economista individualista, un igualitarista político o socialista utópico como
Saint Simon opinaba, en su “parábola de los zánganos”, que la perdida de estas
“eminencias” no supondría ningún daño al país.
Mayo del 68. Erich
Fromm escribe; “Hay un espectro que asola Europa y no se trata de los viejos
fantasmas fascistas y comunistas, sino el de una sociedad mecanicista donde el
hombre se convierte en robot, vaticinada en la ficción por Orwell en GH 1984 o
Huxley en un mundo feliz” Ya hemos visto que es el viejo mito del Homúnculo,
del hombre artificial que “conquista al mundo, pero se pierde a sí mismo”.
El mito de este
Frankentein o Prometeo ilustra el problema de la clonación humana, quizá
podamos pero no debemos. Algo en nuestro interior nos hace intuir que no
conviene jugar a ser dioses. El hombre tecnocientifico ha querido emular a Dios
desde su “siniestro laboratorio” (expresión de nuestro Ortega).
Es esa otra imagen
literaria del Dr Jeckyll y su antónimo Mr Hide, obra profundamente ética de
Stevenson que enfatiza las dos caras – clara y oscura- de la ciencia.
El hombre moderno
ha intentado copiar a Dios, erigirse hasta los cielos en las nuevas torres de
Babel o rascacielos, erguidos, altivos, construyendo en la tierra las utopías
celestiales, como supervillanos o héroes tiránicos tipo Gilgamesh o Teseo que
mata al bueno del minotauro (este representa al raro, al artista en su
laberinto. La revisión del mito es de Borges y de Julio Cortazar. Ese minotauro
representa el “caos” interior, dentro del laberinto de nuestro subconsciente
frente al orden externo que nos imponen).
Igual que Dios ha
sido asesinado por los hombres que supuestamente él ha creado, el hombre
amenaza ser destruido por sus propias creaciones. Jacques Ellul lo ha llamado
el relevo del hombre por su maquina. Marcuse llamó a este tipo de hombre
mecanicista y unidimensional, con un pensamiento único, excluyente. El
mecanicismo de Hegel funciona como una maquina; tesis, antitesis y síntesis
final. (Hegel o su seguidor Marx creen a la economía como único motor del
mundo.)
Roszak decía que el
hombre es remplazado por la maquina no porque esta haga mejores cosas que el
hombre, sino porque elimina otras alternativas. El hombre ya no es digno per
se, por principio, sino dependiendo de su utilidad al estado (morir por un
ideal patriótico, trabajar para el bien colectivo y otras ideas desfasadas) y
de su productividad en la economía. Todo aquel que no es población activa esta
bajo sospecha; el estudiante subversivo, el intelectual “vago y maleante”, el
pensionista republicano, por no hablar del parado que “no trabaja porque no
quiere” o del vagabundo “que pide para droga” o que “ha elegido la bohemia”.
Este avance de la razón instrumental ha supuesto un menoscabo de la razón
práctica o moral; ya el filosofo Aranguren (y me extraña que el autor no cite a
este filosofo tan religioso pero reivindicativo) nos reprochaba la falta de
moralidad. Tras la crítica a las moralidades represivas (la cristiana, la
victoriana, la neoclásica...) parece que ya todo vale para el convento desde el
más absoluto relativismo ético desmoralizante. (No hay moral universal como
soñó Kant)
Poseemos la
capacidad tecnológica para desastres como los de Nagasaki e Hiroshima, para
autodestruirnos con una bomba atómica, pero carecemos de amor propio, de la
humanidad necesaria, para no cometer tal inmolación.
Se ha ido
desencadenado paulatinamente un “reduccionismo ético” al aumentar el marco de
liberabilidad y las libertades. En la posmodernidad se suele decir que la
estética ha sustituido a la ética, y que ya no hay esencia, sólo apariencias.
El hombre ha de
saber controlar la técnica pues esta no deja de ser un medio aunque parezca un
fin y alinee al hombre hasta mediatizarlo en un medio e instrumento de la
maquina y los poderes institucionales y las jerarquías de mando que hay tras
ellas.
(La culpa de la
situación del proletariado no era la maquina de alinear tornillos que le
enajenaba, sino el Taylor y el jefe que había detrás. El problema vuelve a ser
de legitimización de autoridad. La culpa no es de la bomba atómica o de la
dinamita sino de Nobel y sus inventores pues no mata el arma sino su portador),
Como decía Kant; el hombre siempre ha de ser un fin para el hombre, y la
tecnociencia lo ha convertido en medio, lo ha alineado.
Para Freud el
capitalismo ha idolatrado el objeto de consumo en un nuevo Dios, ha fetichizado
el objeto y ha enajenado y reprimido al sujeto hasta “objetivizarle”,
convertirle en objeto, eliminar su subjetividad. Para Marx se ha confundido el
valor de cambio con el de uso. Sin llegar a la austeridad monacal del
centenario Toltstoi sí es cierto que habría que postular un retorno al entorno
natural (si no al del buen salvaje de Rosseau, al menos ir de vez en cuando a
oxigenarse al monte) La civilización, como exponíamos al principio del trabajo,
no puede reprimir la parte natural del hombre (El principio de realidad
establecido como impulso de Thanatos no puede reprimir el anhelo de Eros y
placer pues se convierte en patológico y así surgen las perversiones neuróticas
o sicóticos) Ya dibujó Goya esos monstruos y pesadillas que produce este sueño
de la razón, y en la historia ya hemos podido comprobar lo nefasto de esta
visión del hombre- maquina y de su razón instrumental.
CAPITULO
IV LA VOLUNTAD DE EMANCIPACIÓN
La ilustración
es la liberación del hombre de su – culpable- incapacidad o minoría de edad
¡Sapere audem! ¡Atrévete a pensar! ¡Ten el valor de servirte de tu propia
razón! Esta es la incitación
que nos hace Kant hacía la lechuza de la filosofía o la musa del arte, pero
sobretodo una invitación a pensar por nosotros mismos, sin refugiarnos en las
tutelas ni ampararnos más que en nosotros (“¡Es tan cómodo no estar emancipado!
Tengo a mi disposición un libro que me presta su inteligencia o un cura de
almas que me ofrece su conciencia”) Este opúsculo de Kant constituye una
verdadera entrada de luz en el claustro tenebroso en que se había convertido el
mundo (la edad media o oscura)
Igual que Platón,
pretende iluminar nuestras oscuras cavernas de ignorancia, sólo que esta vez no
nos desprecia (no todos tienen luces, piensa el griego; sólo los filósofos y
tras un arduo y largo aprendizaje) y nos hace únicos participes de nuestra
libertad. (¡Que miedo!) En este “teatro del mundo” las masas reclaman su papel
protagonista, que en el plano vital les sirve Kant y en el político la
conquista democrática en la revolución francesa. Syeyés expresó claramente el
problema: “¿Qué es el tercer estado? Todo. ¿Qué ha sido hasta ahora? Nada. ¿Qué
pide? Ser algo”
El espíritu de la
modernidad y de la ilustración va a ser la búsqueda de la libertad. (“Para esta
ilustración no se requiere más que una cosa; libertad” concluye Kant)
La
Revolución Francesa y las burguesas; Democracia y Libertad.
Políticamente,
aunque tenemos los antecedentes de la revolución gloriosa inglesa de 1688 o la
independencia norteamericana, la revolución por antonomasia es la francesa.
En 1789 se
considera que se inicia la época contemporánea y se inventa la democracia moderna.
Revolucionó toda la
vida tradicional; convirtió a la sociedad estamental y cerrada en una
sociedades de clases abierta, abrió las aduanas, las fronteras, extendió la
idea de revolucionar las viejas estructuras del Áncine régimen (revoluciones
burguesas de 1820, 30 y 48) y las comunicaciones, e incluso cambio el
calendario, cambiando así la concepción del tiempo y la del espacio al
reestructurar Napoleón el mapa europeo.
En la declaración
universal de los derechos del Hombre y el Ciudadano se expresa qué este es
libre e igual en derechos a los demás. La idea de liberté se contrapondrá
pronto a la de Igualité, pero de momento comparten la utopía. En su fase
ascendente las masas sentirán que todo cambia, con sus orgullos henchidos con
discursos de Lafayette junto a la Bastilla (14 de Julio). En su fase descente,
estas clases menesterosas se percataran de la traición de la burguesía que ha
sustituido el papel del noble absentista e inmovilista y pronto convertirá al
campesinado en proletariado. Las masas han visto cambiar todo, para que al
final nada cambie, piensa hoy el posmoderno.
La
igualdad comunista, socialista, marxista. La revolución rusa de 1917
Desde Espartero
hasta el “proletarios del mundo unios” del manifiesto comunista la utopía
igualitaria ha sido una de las más atrayentes, por lo que se asemejaba a una
panacea, arcadía, o paraíso terrenal, en lo intra terreno, en el más acá.
Sin embargo hoy
sólo quedan micro utopías, como dice Adorno; “apúntate a las campañas, no a los
movimientos” “No cuestiones; acata” “No revoluciones; reforma” “No cambies el
mundo, cambia tu mundo” y otros pensamientos débiles aunque tole tole
tolerantes. Ya no luchamos por cambiar
el sistema sino porque el sistema no nos cambie a nosotros.
Como he expuesto al
principio de mi resumen crítico (en el capitulo II sobre la secularización,
apartado “cisma luterano en el barroco”) el comunismo es una especie de hijo
revolucionario del cristianismo para Nietszhe, pues comparte el mismo afán de
igualdad, aparte de otras muchas analogías que no me apetece repetir. Si me
interesa dejar claro que la utopía no debería entenderse como un no- lugar, un
paraíso que nunca se alcanzará, pues lo importante no es conseguir las utopías,
sino luchar por ellas. (Qué pena que el lector marxista sólo entienda por
utopías los proyectos políticos, uso esta palabra en su sentido más amplio; en
el de promesa de felicidad personal y social)
No intentando
cambiar nada, desde luego nada cambiará, pero debemos soñar sabiendo que se
sueña, como decía Nietzsche.
La utopía siempre se ha representado como una isla lejana y nebulosa (igual que
la edad de los sueños de los australianos) Podemos recordar muchas de estas
utopías o mundos perfectos tejidos a la medida de sus creadores; la republica
de Platón, la “Ciudad de Dios” de Agustín,
las renacentistas de Moro, Bruno o Campanela, la utopía de una ética
universal de Kant, el paraíso proletario de Marx (El manifiesto esta escrito
imitando el lenguaje bíblico), la nueva aurora del profeta incomprendido de Nietzche
(En así habló Zaratrusta ridiculiza el lenguaje bíblico), las utopías Saint
simonianas, los intentos de establecer comunas anarquistas basadas en Proudhon,
la utopía izquierdista de Robespierre.. Hasta personajes tan nefastos para la
humanidad como Hitler, Cesar, Nerón, Carlomagno o Napoleón tuvieron alguna
especie de utopía. Cuando el sueño de la utopía se defiende fanáticamente se
convierten en verdaderas pesadillas, como las tiranías comunistas rusa, china o
cubana que criticó el “archipiélago Gulag” tras la caída del muro de Berlín o
otros mesmerismos.
Emancipación femenina.
La gran derrota de
la mujer fue el paso de un matriarcado al patriarcado. En un principio ella
cultivaba la tierra mientras el hombre cazaba (Algunos sumerios representaban a
las diosas madres de la tierra con amplios pechos y en Creta la mujer era
divinizada en una cultura femenina y pacifica) Sin embargo, el hombre, con
mayor fuerza física, la doblegó y condenó a los fuegos del hogar, las tareas
domesticas y el cuidado de los hijos. La ateniense prácticamente no podía salir
de casa, como la árabe, comía separada, podía ser repudiada, vendida, violada.
Era propiedad material del marido.
En el franquismo la mujer dependía del marido para
todo, para firmar todo documento, aceptar una herencia, buscar trabajo... El
padre elegía su matrimonio por conveniencia y la niña daba el sí, pasando del
padre al marido. Las solteras eran solteronas, varoniles y “marimachos” y no se las aceptaba socialmente
(como a toda que se preciará de intelectual reducida al esteorotipo de
“marisabidilla” o “novelera”, según cuenta Carmen M. Gaite) .
No existía tampoco
el divorcio y aquellas mujeres de posguerra sufrieron la ausencia de sus
maridos (muchos tras la guerra civil habían establecido otro matrimonio
paralelo y las abandonaban) Se creía a
la mujer un varón fallido (femina est mas occasionatus) y se las educaba en
tareas del hogar, economía domestica, sumar y leer y poco más. Así que por
educación cultural las mujeres se convirtieron en las pragmáticas, conformistas
y “realistas” del hogar. Dicen que
detrás de cada “gran hombre” se escondía una gran mujer en la sombra (la
hermana de Mozart) Es esa machista visión del “ángel del hogar”. Incluso el romanticismo
convirtió a la mujer en una especie de objeto fetichista, en una muñeca barby o
mujer- florero, en un oscuro objeto del deseo. La imagen de la dama
prerrafaelista consistía en una chica ojerosa, taciturna, pálida cual
crisantemo marchito o luna sin arrebol, una especie de Ofelia ideal, que se
correspondía más con las muertas que con las vivas. Esta visión de la mujer en
el arte es muy machista, igual que lo son muchos filósofos, aunque todo debe
ser entendido en su contexto histórico. Balzac dijo que “la mujer es una
esclava a la que se sienta en un altar” Goethe dijo una tontería aún más
machista “el eterno femenino nos impulsa hacía arriba”.
El “eterno
femenino” era la musa que inspiraba a todo poeta, pero no se entendía a una
mujer poeta como Safo. Todas las escritoras firmaban con el nombre de sus
maridos o inventaban seudónimos. (Incluso científicas como Madam Curie)
Olimpia de Gouges
se considera la primera feminista. Durante la efervescencia de la revolución
francesa redacta los “derechos de la Mujer y la Ciudadana” Si la mujer puede
subir al patíbulo, también tiene derecho a subir a la tribuna. Ella sólo probó
la primera. “¿Desde cuando una mujer puede abjurar de su condición y hacerse
hombre?”
Se reían de ella
ignorando que ya hay una mujer en el teatro de Calderón que se hace pasar por
hombre, y que en el barroco se disfrazaban los hombres de mujeres, ¿por qué no
al revés? También a las primeras sufragistas londinenses se las reprochó su
imagen varonil. Lo cierto es que la verdadera feminista no renuncia a su
feminidad, como quisiera el hombre para discutir de igual a igual, de
insensible a insensible, el hombre no entiende la sensibilidad femenina o
infantil, más pacífica y templada (por
educación, no por forma natural de ser) que la de su cultura varonil, viril,
agresiva, bélica y falocratica. (Término con que L. Etxebarria se refiere a una
cultura en torno al pene)
El autor gasta dos
hojas de papel en explicar que Jesús quería mucho a las mujeres y nos habla de
Maria Magdalena (Los textos apócrifos murmuran sobre esta relación).
Ya sabemos que
Jesús como personaje histórico fue un revolucionario, pero esto no quita que la
iglesia como organismo haya siempre colaborado en este rol sumiso- pasivo de la
mujer, de la doña Inés clásica. La iglesia era quien no permitía el divorcio,
parece que se tiende a olvidar lo malo y recordar sólo lo bueno.
Pasando de la
voluntad emancipatoria de la iglesia que es una mera recopilación de frases de
Papas que no pienso comentar por hipócritas, llegamos al tema V.
CAPITULO V
LA FE EN EL POGRESO
Una creación
(aurora) y una parusia (ocaso) de esta civilización. (Nietzsche le da la vuelta
a la tortilla; tras el crepúsculo de los dioses nacerá la nueva aurora)
En la edad media,
desde esa idea de la providente diosa Fortuna, se piensa en que somos enanos
que nos apoyamos en esos pies de barro de los gigantes que nos antecedieron.
Ortega y Gasset lo dice claro; somos unos indignos herederos de nuestros
antepasados. Perdimos el bagaje cultural
anterior y así no podemos soñar ningún proyecto de futuro. Para los ilustrados
la modernidad superaba a la antigüedad (Voltaire ridiculiza al Adán primigenio
como un salvaje) pero quizá en el plano artístico vayamos a peor.
(La antigüedad es
la infancia de la historia, antes lo hemos dicho, y esta indudablemente es más
creativa que la era “adulta”) Hasta para Marx es indiscutible esta idea de
progreso subiendo escalafones o periodos históricos. (El marxismo, como buen
heredero del mecanicismo hegeliano, analiza la historia desde la causa – tesis-
el hecho – antitesis- y la consecuencia – síntesis- y se queda en esa visión
técnica, mecánica)
Bury decía que
entre 1870 y 1880 el progreso era un verdadero articulo de fe. Víctor Hugo anuncia
así la entrada en el siglo XX: “Prometeo encadenado se asombra de ver a
Franklin robar el rayo del cielo. El hombre reconquista el edén y termina la
torre de Babel” También el comunismo confiaba en el levantamiento de los parias
“los que hoy no son nada, mañana lo serán todo”
Como antes he
expuesto, el hombre intenta emular a Dios (Deus in terris o petit Dieu en
Leibniz) y su consecuencia más inmediata es matar a Dios como también
escuchamos en la Internacional. Si antes el hombre vivía sumiso en espera de
una muerte aceptada, hoy es tema tabú y una gran angustia existencial tipo
Kierkegaard.
Y por último la
aptitud cristiana frente al progreso o decadencia de la civilización es que
todo va bien, y que Dios sigue actuando como en tiempos bíblicos (Si él lo
dice...) dentro de cada uno de nosotros. (los sicólogos opinan que el problema
de la religión está en la interiorización, por eso a un creyente no se le puede
sacar de su cerrazón intolerante, y lo mismo vale para un ateo al que no se le
apee del burro)
CAPITULO VI LA TOLERANCIA
Hemos alcanzado un
considerable abanico de libertades personales; de conciencia, de pensamiento,
de expresión, de prensa, de religión... Como dice Lippmann “donde todos piensan
igual, nadie piensa mucho” y la tolerancia es la aceptación de las múltiples y
heterogéneas “verdades”, opiniones o doxas. Toda persona es respetable, pero
las ideas son todas rebatibles en el dialogo común, el consenso y esas palabras
de los políticos.
Pone un ejemplo de
la tolerancia entre religiones en la España pre- reyes católicos y pre-
unificación nacional, ese año de 1492 en que se descubre América, se expulsa a
árabes y judíos y se inicia la llamada época moderna. (En la historia se
considera 1492 el inicio de la modernidad, así como 1789 el de la era
contemporánea) Desde entonces España ha vivido en esa concepción de las 2
Españas que cantó Machado:
“Españolito que
vienes/ al mundo, te guarde Dios/
Una de las 2
Españas/ ha de helarte el corazón”
La iglesia ya ha
pedido perdón por su vinculación franquista en el nacional catolicismo. Hoy en
día las aptitudes intolerantes se dan en grupúsculos minoritarios (excepto el
terrorismo de estado, el ejercito, que cuenta con el apoyo institucional).
Los logros de la
transición; 1) Se firmó una constitución democrática, 2) se legalizó el PCE, 3)
se paró el 23- F y 4) se logró un gobierno socialista. La Pasionaria y Calvo
Sotelo juntos, y encima aplaudiendo a un nieto de Alfonso XIII (¡Ni escrito por Jardiel
Poncela!.) Sin embargo, actualmente no debe confundirse la tolerancia con el
irenismo (dejarse llevar por las opiniones de los “gate keepers” o líderes de
opinión tales como Sardá en TV5 o Berlusconi), el relativismo moral y la permisibilidad.
¿Existe “la Verdad” o las verdades? Machado recitaba: “¿Tu verdad? No, la Verdad,/ven conmigo a
buscarla/ la tuya, guárdatela.” Sin embargo, hoy nadie la busca porque todos
creen tenerla ya, autosatisfechos intelectualmente, ¡señoritos comodicios!.
CAPITULO VII EL ESPIRITU CAPITALISTA BURGUÉS
Max Weber en el “espíritu del capitalismo” identificó el
mundo judío y protestante con la mentalidad capitalista. Para Mounier cada uno
de nosotros lleva a un pequeño mediano burgués en su interior, pues burgués
también es el proletario avergonzado de su condición obrera.
Felipe González dijo que el capitalismo le parecía el menos
malo de los sistemas: que este sea el mejor de los mundos posibles, no
significa que no pueda ser aún mejor.
No dicen que el mundo sea bueno, sino que es el mejor y esto
por dos causas; 1) lo comparan a los mundos subdesarrollados respecto al suyo
2) al usar el calificativo del “mejor” anulan el intento de mejorarlo. Esta
frase del “mejor mundo posible” pertenece al “optimista” y cristiano de
Leibniz. Se la dice a Voltaire, harto de oírle quejarse.
La alineación laboral
Entre los valores
de este burgués esta el egoísmo, la austeridad de su vida, el ascetismo, el
individualismo, la liberabilidad, el laconismo, una racionalización
instrumental de toda su vida. Hasta ven el matrimonio como mero
convencionalismo social con una madre de sus hijos fuerte pero dócil y en
segundo plano.
También ven el
trabajo como una obligación que nunca se corresponde con la devoción (Y este es
el mal que alinea al individuo, en mi opinión; desempeñar aquel trabajo que no
le auto realiza) Para Aristóteles “trabajamos para poder holgar y emparejarnos
luego con la hembra”, para disfrutar del ocio y tiempo de esparcimiento (el
“free time”), pero para este capitalista “el tiempo es oro” (frase de B. Flanklin)
y se ahorran hasta los besos. “Mas vale hacer cualquier cosa que no hacer nada”
reflexiona Nietzche, o como decía cierto poeta beat “lo peor que puedes hacer
es no hacer nada”. La mentalidad capitalista y calculadora se caracteriza por
reducir el mundo a cifras y mediciones métricas, cuantificaciones sin
calificaciones de calidad. El poderoso caballero Don Dinero nació como medio de
intercambio de posesiones y se ha convertido su obtención en el único fin de
nuestras vidas. “La Bolsa es un pobre sustituto del santo Grial” El burgués se
aburre el Domingo, sin nada que hacer, y se siente vacío e infeliz en su
seguridad acomodicia.
El
individualismo
Balzac distingue
individualidad (la conciencia de nosotros mismos, la identidad) y el
individualismo (la atomización social en un determinado rol) Antes el hombre no
podía desligarse de su Polis, de su comunidad campesina, de la voluntad general
unánime y colectiva (El pacto social) Con la modernidad nace el individualismo
(Rosseau reconoce que él es único e intransferible
y que se rompió el molde con el que lo fabricaron, así de romántico era)
Siempre entran en confrontación la necesidad grupal que teme la libertad y la
reclamación de la propia personalidad diferenciada del resto. Si antes el
sistema gremial se basaba en los secretos preservados ente aprendices y
maestros y la ayuda entre los distintos
oficios, el sistema de la oferta y la demanda carece de sentimientos, es cruel,
e insolidario y sobretodo incomunicador, asocializador.
Se instauró con el
capitalismo la oposición al enemigo y la
competitividad (relacionada con los deportes), pues el mercado es la pelea de
las multinacionales para alzarse con el monopolio. El burgués fundamenta su
realidad en lo racional, pragmático, realista, positivista (Todo lo real es
racional y al revés. Hegel) No se cuestiona nada, vive inmerso en un mundo de
creencias adorando a la diosa Plutos de la riqueza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario