Mohamed (nombre ficticio) ha emigrado de Marruecos a la guipuzcoana
localidad de Andoaín no por problemas políticos o económicos, sino por una
cuestión personal. Mohamed tiene 18 años, es muy moreno, de ojos verdinos, viste ropa
de marca (zapatillas Nike y pantalones de zara) y es homosexual. Su familia era
de clase social media tirando a alta. –
En mi país hay mucha
pobreza pero a mí no afectó nunca, siempre he podido comprar una coca cola o ir
a un concierto. En España disfruto de mucha menos renta, ¡imposible mantener mi
nivel de vida...! - asegura.
Mohamed empezó a tener
relaciones sexuales con otros chicos a la edad de quince años. Hace un año su
padre se enteró. Le persiguió por todo el pueblo, una aldea llamada Khadesh, y
propagó por el pueblo su “deshonra”. Según las enseñanzas coránicas del Islam la
homosexualidad es pecaminosa e incluso el estado la persigue. El castigo penal
para esta desviación sexual es siempre la muerte, el presidio o la lapidación.
Mohamed nos cuenta, entre
lloros, cómo su padre le borró del libro familiar y le repudió, renunciando a
ser su padre. Le expulsó de la casa paterna, aunque su madre, muy enferma, no
estuvo de acuerdo en la decisión. Mohamed, con los ahorros de toda su vida, partió
rumbo a un destino incierto en una patera. Tuvo que pagar 1000 alharís a una de
las mafias portuarias para embarcar en la barcaza junto a otros treinta jóvenes
que compartían su huida. – Tuve miedo, mucho miedo a caerme en el mar. Ni
siquiera sé nadar y aquel fin de semana la tormenta nublaba el cielo. Sólo
respiré al llegar a la costa de Málaga. Era de noche y por suerte no patrullaba
la guardia civil por la playa. Un matrimonio nos cobijó y nos dio de
cenar.- relata el adolescente.
Al llegar aquí no
encontré un mundo mejor, todo lo contrario- logra balbucear. Aunque aquí la
homosexualidad no es un delito penal, su situación económica le ha obligado a
prostituirse. – Soy “chapero” porque es lo único que sé hacer; dar mi cuerpo,
hacerme daño a mí mismo. Yo no hago cosas malas, como otros marroquíes, no
vendo droga ni robo ni mato a nadie.-
Mohamed no quiere hacer
daño a nadie en este país, pero sabe que se esta haciendo daño a sí mismo ya
que desea morirse. Un cliente le dijo que las cosas en España eran así, y le
insultó, le llamó basura y escoria.
Mohamed vive en un centro
de acogida, con otros inmigrantes ilegales, y estudia un modulo de peluquería
en el barrio de Hernani, a la vez que se prostituye. Sin embargo, sabe lo difícil que será encontrar
trabajo pues no tiene aún los papeles, y si no trabaja no puede obtener papeles, con lo
cual su situación en nuestro país le parece de difícil solución, y un circulo vicioso, aunque no sólo
se ha adaptado a todas las costumbres españolas, sino que ya en su país
compartía los mismos gustos europeos, nos asegura. -Me vendieron este país como un paraíso y se ha convertido en mi infierno-
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