martes, 29 de agosto de 2017

TARDE CON MI ABUELO CON ALZHEIMER




La soledad triste de mi abuelo en un viejo bar con sus camaradas de otros tiempos, su triste soledad poblada de fantasmas, y como tiene Alzheimer yo ya no sé en que piensa o sí todavía sueña, yo no sé nada, nunca he entendido nada con la cabeza, pero con el corazón todo lo comprendo. Mi abuelo es un anciano corpulento, cejijunto, huele a campo y su nariz es chata y deforme como la de un cerdo por un accidente de carpintería que tuvo. Te devora con sus ojos oscuros de animal salvaje y la pelambrera bajo la nariz y entre dedos cual madreselva. El abuelo me echaba pelos para que en el futuro me creciese el pelambre del pecho.  Ssonríe con sus mofletes surcados por una escandalosa cicatriz y arrima a su amigo a su barba macilenta para darle un beso con sabor a trujas. No es del toda cierta esta descripción, ahora parece un oso de nieve (si existe tal raza) y se ha nevado la selva. Enjuto en su sillón, el abuelo se emborrachaba Enciende sus puros y su discurso cae plomizo sobre los comensales. Abuelo a veces pierde la memoria, quien es, donde viene, y se le cae la baba en una servilleta.
La cuidadora lo aleja casi a rastras. El abuelo se despide de nosotros como una estrella en ciernes que va perdiendo a su público a medida que el comedor se difumina desde su cansada vista. Cuando la cuidadora regresa, ya nadie puede comer. Tras los cariñosos arrumacos, la llorera del patriarca resuena estridente como tenedores en pugna, o platos rotos o las uñas de la cuidadora rasgando los platos con furia mientras friega. Sentado en el café irlandés de abajo pienso en su decadencia, en la vida que ha llevado. Llora y se le empañan las lágrimas, se limpia con una servilleta y no se le altera el color de sus mejillas. Es bruto pero tiene el corazón amplio como el mar. Representaba para mí lo duro de la vida, un hombre hecho y derecho, curtido de palos, No podía dejar de imaginarlo como el alma del pueblo en las tabernas, el ligón de verbenas, el acérrimo carpintero de la Granja, el currante chupatintas del banco que había llegado en los 60 a director general... y sin embargo también simbolizaba para mi el defecto del realista; su carencia de imaginación, de sueños, de ideas.  



Mi abuelo, con Alzheimer, no sé en qué piensa...le doy la mano y le cojo su mano llena de venitas. Tiene los ojos en blanco y sentados en un banco vemos pasar las nubes blancas que salen entre tantos grises chubascos.... Miramos al cielo, con miedo de que se derrumbe sobre nuestras cabezas.... el abuelo divaga y desvaría... dice muchas cosas raras, de lejanas eras, cosas de otros tiempos que los viejos nos contaban.... yo le limpio la baba que se le queda en la barbilla... sus ojos son telitas y a través de ellas sólo ve estrellas...mi abuelo mira el firmamento perdido de estrellas y ya no entiende nada.... –

--Mi abuelo se apoya en su bastón para caminar. Su otra mano me la ofrece temblando y yo se la aprieto con fuerza y noto sus arrugas, blandas como tocar una gelatina. A veces me coge la cabeza entre sus manos y me revuelve un poco el pelo. Los ojos se me llenan de lágrimas cuando me mira fijamente a los ojos y me pregunta quién soy. Le digo “soy yo, abuelo” y me mira sin ver, después se ríe y posa su mirada en el cielo o en el suelo o en el horizonte. Como los locos, pienso yo. Tiene ojos tristes, marrones como las hojas del otoño del patriarca. A veces creo que dentro de sus ojos no hay nada. Nos da miedo mirar a los ojos ciegos de los locos. Dentro no hay nada; una oquedad vacía sin alma. Ya no hay alma, hay ordenadores. Se lo dije a un cura el otro día y me contestó cínico, “¿y que más da la forma que informe a tu alma? ¡¡Almas de Macintosh, almas perdidas!!!.”
El abuelo se fatiga andando. Empieza a correrle sudor desde su despoblada frente blanca hasta su nariz puntiaguda. Saca la lengua y resopla, echa toses y vaho por la boca, y a veces escupe al suelo y dice ¡queazko!, así, en vasco. Yo le agarro de los brazos y hago fuerzas para sentarlo en un banco. No me gusta coger a mi abuelo como a una maleta o cualquier objeto que cargas, pero tengo que agarrarle de las axilas y sentarle con el culo hacía dentro y la espalda recta. Mi abuelo se ríe como un niño, le da risa tonta y a veces me contagia. Nos pasamos minutos riéndonos y luego nos miramos muy serios el uno al otro, como diciéndonos ¿de qué nos estamos riendo?. Pero nos reímos mi abuelo y yo, él en su silla de ruedas, y yo volado en mis fantasías, y nos reímos de este mundo en el que tanta gente llora. Nos reímos por no llorar, por no llorar....
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Normalmente sólo miramos al frente. Mi abuelo y yo no hablamos ni nada. Ya somos postmodernos. Lo decimos con silencios. Lo decimos con imágenes. Lo decimos con agresividades pegando una patada a una lata de coca cola. Simplemente estamos ahí en el banco y vemos a los jardineros que se encaraman a los árboles para podarles las ramas. Unas palomas se posan en nuestros pies y el abuelo es capaz de subir una pierna y aún así no espantar a las palomas. Es como si a mi abuelo ya le dieran igual las palomas y como si a las palomas le dieran ya igual mi abuelo.... y allí miramos el quiosco del barrio y a los viejos anticuarios en sus librerías y miramos a los obreros haciendo hoyos en el parque y miramos a estas ratas voladoras de la ciudad que nos parecen palomas grises... 
Y a los árboles les sopla un viento que los deja meciéndose y vapuleándose en el aire roto, en este silencio tan poblado de fantasmas.... Los jardineros rapan al cero a los árboles. Las mujeres hacen la compra en los súper mercados. Los jubilados van cantando la Internacional y hablando no sé que cosas de sindicatos... yo no entiendo nada. Es todo extraño..el mundo oscurecido de pronto, como cuando en un teatro se apagan todas las luces y queda un triste loco monologando... un triste Hamlet hablándole al vacío, y respondiéndole, no sé, quizá ese Dios que allá arriba está tan callado, ese Dios que no escucha a nadie, que pasa de todos nosotros, como si no le importásemos un carajo a nadie, ni siquiera a nosotros mismos....  .-----
Las palomas se toman muchas confianzas con mi abuelo y ya se sabe que donde hay confianza da asco. El abuelo, ahí quieto, todo parado, parece un espantapájaros de esos que ya no espantan a nadie. A mi abuelo la guerra le ha dejado un poco tocado del ala. Por eso ya todo se la reflanfinfa. Él se sienta en su banco y cuando viene algún conocido asiente con la cabeza y a veces deja escapar formulismos aprendidos de memoria como: “que tiempos locos estos” “Ay, señor, señor, no somos nadie”, “dios nos lo da, dios no lo quita”, “resignación, hijo, resignación”, “y usted que lo diga” “lleva usted toda la razón”. Y lo gracioso es que siempre queda bien mi abuelo con todo el mundo. Mi abuelo tiene Alzheimer pero siempre queda bien con sus conocidos soltando estos típicos tópicos.
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El señor con corbata monologa y comenta el  tiempo que hace y hablan de todo el tiempo que llevan sin verse, y que tal la parienta, familia e hijos, a cuidarse, ale, esta como una rosa, usted, ale, a seguir tirando. Y después mi abuelo suelta alguna frase afirmativa y asiente con la cabeza y el señor se piensa que mi abuelo esta como siempre, que no cambia y que sigue siendo un chaval. Y se va, hasta la próxima si Dios quiere. En esos momentos mi abuelo parece que esta bien de la cabeza y todo, porque le responde a la gente lo que quiere oír. La mayoría del tiempo que trascurre en ese banco nos lo pasamos en silencio. Tiempos de silencio, silencio de siglos son estos... pasan los milenios... las voces de los pensadores... los gritos de la gente.... y en mi cabeza se mezclan todas estas voces que piden ayuda y no sé ni que hacer.
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De pronto mi abuelo parece acordarse de algo, se frota la calva, arquea las cejas en forma de interrogante, mueve sus labios como si fuera a preguntar algo... y después nada, silencio, los labios vuelven a su posición inicial, una lagrimilla parece salirle de uno de sus opacos ojos y vuelve a quedarse dormido con los ojos abiertos. ¿En qué piensas abuelo?- le pregunto. Pero no me responde, sólo me mira sin comprender. Mi abuelo frunce el ceño y gira un dedo a la altura de su frente como dando a entender que estoy loco. Quizá sea cierto. Quizá él, con su Alzheimer, sea el sano. ¿Dónde vive? ¿en que mundos vive mi abuelo? ¿En qué piensa mi abuelo? ¿Piensa, imagina, recuerda...? Me pregunto lo mismo cuando miro a un gato. ¿por qué me mira? ¿Qué esperan sus ojos de mí? ¿por qué va posando sus ojos primero aquí, luego allí y porque luego parpadea? Y a veces con las personas me pasa igual. ¿en qué piensa la gente?

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