La película El manantial es muy
conocida, sobretodo en EEUU y es una película generacional. Se basa en un libro del 43 de Any Rand. Se
estrenó en el 49. La rodó King Vidor y la protagonizaron Gary Cooper y Patricia
Neal. Es una película de tesis, moral, porque se defiende el valor moral del Individualismo
liberal. Este liberalismo en política ha sido el dominante hasta ahora. y
también hay un liberalismo en lo económico que surge con la industrialización.
El individualismo está en el germen del capitalismo como lo conocemos ahora. El
protagonista defiende la libertad personal y lo privado frente al bien común o
público. Defiende cierto libertarismo, pero no comunitario, no llega a
anarquismo liberal.
Howard Roark es un arquitecto. Su
profesor de arquitectura está arruinado y se muere al comienzo de la película.
El rascacielos es el elemento estructural más importante del hombre que yergue
torres en el cielo desafiantes hasta Dios. Para el arquitecto la forma del edificio
debe ajustarse a su función y esto exige nuevas formas. (funcionalismo) No hay
que copiar las formas de otros edificios igual que el hombre no debe copiar el alma
de otro. El arte surge de un hombre en particular, pero el precio que paga por
crear es muy grande. El profesor le pide que queme los dibujos papeles y contratos
pues no quiere dejar nada a un mundo que no le comprende. Howard está en
crisis, al borde del desahucio. Le acusan de mantener una postura ideal
contraria a los gustos de la gente. Va contra corriente. Podría ser famoso y admirado,
pero elige no traicionarse así mismo. Busca la originalidad y no la semejanza
en los edificios. A sus edificios quieren darle un toque nuevo, mezclando
elementos de lo antiguo, pero para él el edificio debe ser integro como el hombre,
funcional y servir para el propósito, y hacer nuevas formas y no antiguas. Él
dice; “me guio por mis propios patrones. Quiero clientes para poder construir,
no construir para tener clientes. Siendo arquitecto trabajaré de peón si es
necesario”. Así que buscan otro arquitecto. Howard es un individualista
desenfrenado al que le acusan de ir contra la sociedad. Estaba extendida la creencia
de que la arquitectura se construye colectivamente. El edificio no debe mostrar
la personalidad especifica del diseñador sino agradar al colectivo. La belleza,
el genio y la grandeza no tienen oportunidad en un mundo de masas.
El director de The Banner de New
York va a buscar a su casa a la empleada, que se ha ausentado del empleo sin
permiso. Dominique Francon trabaja de columnista en el periódico, pero es una
mujer liberada (para la época) que no está atada a nada. Tira la escultura de
un viaje por la ventana como forma de desapego a las cosas. El director está enamorado
de ella y le propone al novio de su empleada que rompa su compromiso con ella a
cambio de un ascenso. Toda vida y todo hombre tiene un precio. Lo de cambiar a
su novia por un trabajo son cosas que se hacen, pero no se dicen. Todos los hombres
pueden ser corrompidos, se pueden comprar. O te sometes o dominas en esta vida.
Él ha elegido dominar, tener poder. Dominique es una mujer sin sentimientos que
nunca se ha enamorado de nadie. Quiere la libertad de no querer nada, no depender
de nadie. Acaba aceptando casarse con su director de periódico. Sin embargo, hay un hombre íntegro al que no
pueden corromper; al arquitecto Howard. “El arquitecto es mejor que nosotros, un
hombre íntegro”, dirá la pareja. El magnate quiere construir una casa de campo
para él y su esposa, una fortaleza templo. El arquitecto pone su talento al servicio
de las masas. Construirá todo para el magnate. En la película se ve la crisis
de los arquitectos que estuvieron en la cima, de moda y ahora nada. “Todo lo han
robado a los hombres grandes. No tienen ideas propias”. Howard hace un pacto
con otro arquitecto. Él hará las obras y le dará el mérito a él siempre que
respeten su estilo. No lo respetan. Y hacen una campaña de difamación contra el
arquitecto.
Dominique va con el coche al
edifico y lo bombardea con dinamita. Se lo ha pedido Howard porque así se
dejarán de ver, para que no les relacionen en el caso. El magnate intenta
influenciar en la opinión pública, pero todos están contra el arquitecto al que
juzgan por dinamitar su edificio. En el juicio le dicen que el ser humano debe
conformarse, estar de acuerdo, obedecer, pero él piensa que los grandes hombres
no se pueden sacrificar por su colectivo. El magnate del periódico sigue
apoyando al arquitecto, pero ya no se leen sus periódicos que se devuelven sin
haberlos leído, como cadáveres. Lo va a perder todo por defender a ese hombre
dinamitero. El hombre que ha creado no lo ha hecho en nombre de su sociedad. Su
sociedad primero ha rechazado todo aquello que era novedoso y vanguardista. El
creador lo es a pesar de su sociedad. Es un regalo que hace el creador y que la
sociedad tarda en apreciar. Los grandes pensadores, científicos artistas
inventaron y lucharon contra su época. No complacían a sus coetáneos que
rechazaban el regalo que los hacían. Su trabajo era su único meta, no el
beneficio que tuvieran otros, y creaban sin tener en cuenta a los que estaban
de acuerdo o a los que no. Se discute si el trabajo privado, la propiedad
intelectual es propiedad pública. La sociedad somos todos nosotros, y eso exige
auto sacrificio, someterse y servir. Y ven al arquitecto como un supremo
egoísta. Él Yo no hay que sacrificarlo por su sociedad, sino respetarlo en el hombre
por encima de todo. En su discurso de defensa en el juzgado nos recuerda que el
hombre descubrió el fuego y fue quemado en la hoguera con su propio invento, aunque
nos diera la luz. Igual que el inventor de la guillotina probó su invento. Es la naturaleza de la creatividad, del cerebro
y del alma. No hay cerebro colectivo, el cerebro actúa por sí solo, sin coacción.
No puedes sacrificarte por las opiniones de los demás. El creativo mantiene sus
convicciones, crea. El parasito solo copia y busca poder. Las mentes
independientes son las que provocan el desarrollo y permiten el progreso. Y los
horrores y destrucciones surgen cuando se obliga a la sociedad a ser robots sin
alma ni cerebro, voluntad o dignidad. Es el conflicto individual contra el
colectivo; la propiedad intelectual contra la colectiva. El hombre necesita
prosperar, no morir de hambre, realizarse, primero las necesidades básicas y
luego las más sublimes según Maslow. El hombre ha destruido parte de la tierra,
pero también ha hecho muchas creaciones. “Yo lo diseñé, yo lo destruí”,
concluye el arquitecto. Lo construyó según sus deseos y no fue pagado con
respeto a su creación. La sociedad rechaza al soñador, no al criminal. Nadie
quiere ver la luz del que se ha liberado del mundo de las sombras. Galileo,
Nietzsche, Jesús…miles de intelectuales quemados en hogueras, exiliados,
apresados, enviados a Siberia, tomados como corderos de dios, marginados,
perseguidos, gaseados… el creador crea en malestar cultural, y aunque lo haga
en beneficio de la comunidad, la sociedad siempre rechazará su aportación al
mundo. El magnate del periódico le propone a Howard crear el edificio más alto de
la ciudad y después no volver a verlo nunca más. La realización del hombre en
la tierra es importante antes de que la humanidad se destruya así misma. El
magnate del periódico se pega un tiro. Y todos entendemos que Howard y
Dominique vuelven a unirse y el arquitecto queda libre de los cargos de
destruir su propia obra. Quizá esto nos haga pensar en por qué rechazamos la
cultura y el arte, la arquitectura en este caso, cuando solo el mero hecho de
haber creado algo nuevo ya merecería todos nuestros respetos. Es el sino del
creador que transgrede su época, muchas veces adelantado a ella y siempre
incomprendido.
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