Hoy nos habla Gustavo Martin
Garzo (Valladolid, 1948) de creación literaria. estamos en una de las salas de la biblioteca Azcuna conocida como la alhóndiga. Aunque su formación fue de
filosofía y letras en la universidad de Valladolid pronto se fue a vivir a
Madrid, aunque nunca ha olvidado su origen, su ciudad o su infancia. Como todos
los escritores va en busca del tiempo perdido. No será un taller de escritura
al uso pues no hay tiempo para ello. Hablará de la importancia que tiene la
literatura y la escritura en su vida. Todos somos aficionados al mundo de los
libros y entre nosotros habrá algún escritor incluso. Quiere que sea una tertulia
e interactuar con el público en vez de una charla magistral. No tiene el poder
de iluminar a vida de los demás, aunque la psicología es importante en sus
novelas. Quizá sea esta la misión de la literatura; iluminar nuestras vidas,
junto a la búsqueda de la belleza que es el arte y la búsqueda a la verdad que
es la filosofía. Esas búsquedas son inexpresables pues nos dan más preguntas
que respuestas. El autor ejerce fascinación entre nosotros y opina que la
literatura gira en torno a la fascinación. Le interesan los relatos
tradicionales y los religiosos. Le interesa cómo la religión nos proporciona un
conjunto de relatos, pero no comparte la doctrina que la iglesia impregna a
esos meta-relatos. Hay algo esencial en la religión que pertenece al mundo de
la literatura. Quizá sea lo fantástico, lo sagrado, lo trascendente, lo
maravilloso. Parafraseando a Borges; “La teología es una rama de la literatura
fantástica”. La literatura abarca el mundo de lo maravilloso, las cosas no
acaban en el mundo real que nos vemos obligados a vivir como adultos.
Cuando hablamos de realidad, de
racionalidad, ¿de qué estamos hablando? Chesterton, el autor del hombre que fue Jueves, era también un amante de los cuentos de hadas. Son los textos más
hermosos que hay. Le reprochaban que como siendo un hombre tan serio y culto
prestaba tanta atención a unas historias cuya función era entretener a los
niños, dormirlos por las noches y que no dieran la lata a los adultos. Él usaba
mucho la paradoja. Gustavo no está muy de acuerdo con su lado conservador pero
lo que él decía le hace reflexionar sobre los cuentos de hada y su importancia.
Los cuentos de hadas son en el fondo la verdadera literatura realista. El que
quiera saber lo que hay en el corazón de un niño en vez de preguntar a psicólogos
o pedagogos debe abrir un cuento de hadas de los hermanos Grimm o de Andersen.
En ellos están los miedos, los temores, las angustias, el anhelo de felicidad,
el sentimiento de pérdida, el temor a ser rechazado… los cuentos resumen lo que
hay en el interior del niño o en el nuestro. El corazón pertenece a los niños y
si estamos vivos conectamos con nuestra infancia o niño interior. Y si no es
que nuestro corazón está muerto, como el corazón envenenado o congelado en
hielo del olvidado Rey Gudú, metáfora
del olvido al que nos condena la existencia y del niño que abandonamos para
convertirnos en un rey cruel como es el adulto.
La literatura viene de la Biblia,
de los mitos griegos o hindúes. Se prolonga en el mundo de los cuentos
maravillosos y tradicionales y populares, que nos alimentaron de buena
literatura de niños. La literatura es simbólica, como todo lenguaje, está llena
de símbolos, de signos, de ideas, de arquetipos universales del inconsciente
colectivo. La literatura no dice lo que ya sabemos o “lo que es”, para eso ya
estan los reportajes, el periodismo, o la historia. la literatura cuenta
nuestra vida invisible, lo desapercibido, lo que pasa imperceptible por debajo
de nuestra piel. Habla de todo lo visible e invisible en cada uno de nosotros.
Somos lo que mostramos a los demás, llevados por el consciente y el subconsciente
social, lo aprendido, Los Otros, pero también somos lo inconsciente; el mundo
de los sueños, los sentimientos, los anhelos, los suspiros, esas cosas ocultas
de las que no sabemos nada a pesar de los esfuerzos de Freud y los siguientes.
A veces nos fallan las palabras. Eso ya lo percibían los románticos (Bécquer;
se escapan los fantasmas de mi interior y no tengo palabra para nombrarlos) Por
eso la literatura entra en el terreno de lo indecible que hay en nuestra vida,
para lo que el lenguaje no puede dar palabras. Mentiroso e ineficaz es el lenguaje,
gramática; vieja hembra engañadora, como decía Nietzsche. La literatura es
decir lo que no se puede decir, por lo que siempre tiene algo de trasgresora. Es
entrar en el territorio de la sombra. En muchos relatos el ser pierde su sombra
y se convierte en un ser plano o unidimensional como decía Marcuse. La
literatura nos contacta con lo que queremos conocer en el fondo y no nos
atrevemos; nuestra sombra.
El señor de las moscas cuenta la
historia de un naufragio y unos niños que aislados en una isla deserta
representan lo peor del ser humano. Hacen las mayores atrocidades que se pueden
imaginar y suceden cosas terribles. Cuando los rescatan uno de los niños se
echa a llorar al abandonar el lugar. ¿Por qué llora si le están salvando? Llora
ese niño por la oscuridad que hay en el ser humano. No está nada orgulloso de
pertenecer al genero humano. El niño, ante lo visto y oído, se pregunta qué ha
pasado en esa isla. Se pregunta ¿Quiénes somos? ¿Cómo es posible que hayamos
hecho estas cosas? ¿Qué hay en el interior del ser humano? No podemos
prescindir de la sombra. Si no nos miramos en ella nos perdemos una parte de lo
que somos, la oscuridad. Somos luz, pero también sombra. Parte de nuestra
vitalidad esta en ese fondo oscuro.
Hay ahora una tendencia a
cargarse los maravillosos cuentos de hadas. Muchos padres, psicólogos y
pedagogos creen que hay que suavizar la crueldad o la crudeza que aparece en
los cuentos de hadas para hacerlos más digeribles a los niños. Es el reino de
lo políticamente correcto. Pero si quitamos la violencia del cazador que mata
al lobo por no herir la sensibilidad del niño tendríamos que quitar también los
muertos de la odisea o del cid. Los cuentos reflejan la vida y la crueldad o la
maldad son parte de la vida y en ella se dan. Se pierde además el sentido simbólico
de estos maravillosos cuentos. Censurar estos cuentos es como hacer una
literatura en la que ya los seres humanos no nos tuviéramos que decir nada. Los
niños se sienten reconocidos en esos cuentos, les produce interés. Los niños
quedan fascinados por estas historias, aunque sean tremendas. Les gusta que
haya ogros y sacamantecas y no lloran con los malos, como quisieran los padres,
sino que disfrutan con el retrato de los personajes malvados. Los padres se
escandalizan, “no podemos contarles esto”. Pero contarles estos cuentos es como
advertirles de lo que se van a encontrar. Los cuentos surgen con una moraleja
siempre. Muestran personajes malvados, pero estos siempre pierden. Los que
ganan son los buenos. Una característica de los cuentos de hadas es que los
buenos vencen sobre el mal. Así que estan mostrando a los lobos y a los ogros,
pero el cuento tiene justicia poética y los malos son castigados y los buenos
premiados.
Cenicienta consigue a su príncipe
azul, pasa de las cenizas y la oscuridad al cristal de sus zapatos o su
carroza, a la delicadeza, a la luz. En los cuentos hay ese deseo de sabiduría,
de pasar del mundo de las sombras al de las ideas luminosas. Esa salida
platónica de la caverna de la ignorancia hacía la luz ilustrada o iluminada y
en el fondo a lo divino. No olvidemos que estos cuentos de hadas surgen en el
romanticismo alemán, en las historias y la tradición de romances y leyendas
populares tan impregnada de cristianismo. Eran las historias que contaban
aedos, bardos y rapsodas o que se trasmitían de padres a hijos o se leían en
las plazas por los trovadores o por los eclesiásticos, en la juglara y clerecía
(en los autos de fe). El mensaje de caperucita roja es” No te fíes de los
extraños”. El lobo sería el violador potencial del que no debe fiarse la niña
que atraviesa el bosque de su adolescencia y primera sexualidad. Aunque
aparezca el machismo en esa búsqueda del príncipe azul las protagonistas son
mujeres valientes que trasgreden las normas y toman un papel activo en la vida.
Gustavo compara a la madrastra de “Pescadito” con la madrastra de Blancanieves.
Tiene celos del hijastro y manda a un sirviente que le mate y traiga su corazón
como prueba de que lo ha matado. Es la misma historia. ¿Cómo pueden decir que
pertenece a otro mundo que ya no tiene nada que decir?
Caperucita lleva la cesta con
comida de su madre a su abuelita. Debe ir directamente sin entretenerse en el
camino. Pero ella se entretiene. Se pierde en el bosque que es un símbolo de lo
oscuro, lo inconsciente. Es el camino de lo prohibido, la senda de lo diferente
e irracional en vez del camino de siempre. El lobo la propone otro plan, que no
vaya por ese camino, sino que se bifurque por otras sendas, que se pase a la “acera
de enfrente”. Si toma un nuevo rumbo verá cosas que no ha visto y se divertirá.
Caperucita, como buen personaje de cuento, desobedece, trasgrede y hace caso al
lobo. Eso tiene sus consecuencias. Si no hubiera desobedecido no habría cuento.
Al niño le gusta que el personaje desobedezca. El padre quiere que el niño vea
las consecuencias que tiene desobedecer. Desobedece porque hay algo que la
llama. En las películas de terror el protagonista llega a una casa abandonada
de aspecto terrorífico y suena un ruido en el sótano, debajo de la casa y va
allí. Los espectadores tenemos el corazón desbocado y en un puño. Tú le dices
desde el otro lado de la pantalla “¡No Vayas!” pero él se mete en la boca del
lobo, en la boca del bosque.
Y lo hace por la curiosidad, por
el deseo de conocimiento, por esa curiosidad que hizo a Eva morder la manzana
del pecado. O a la mujer de Lot mirar detrás. O a Blanca nieves morder la
manzana envenenada. Y la consecuencia es la expulsión del paraíso; al morder el
fruto del árbol del bien y el mal se nos condena a “parir con el dolor del
vientre y a trabajar con sudor en la frente”. El árbol de la ciencia nos habla
de la toma de conciencia. Cuando no hay inocencia, cuando ya sabemos distinguir
lo bueno y lo malo y nos entra la conciencia social o la conciencia moral somos
en cierta forma desterrados de la inocencia. Esa expulsión del paraíso es la
perdida de la infancia. Un ángel nos expulsa del edén de la inocencia, del
jardín de los secretos. Perdemos nuestra infancia así de repente y a veces de
forma traumática. Y el escritor se pasa la vida intentando recobrar ese tiempo
perdido. (quizá por eso se diga que los escritores son como niños, esperando
premios como esperaban la felicitación de la profesora por sus redacciones y a
veces con la mala educación de los niños) Esa toma de conciencia es la misma que
a Edipo le hace querer cortarse los ojos. Ante el árbol de la ciencia y el de
la vida Fausto debe elegir entre la Vida o la Razón. Fue una manzana la que le
cayó a Copérnico de un árbol. Y a la que disparó Guillermo Tell cuando disparó
a su padre. (el mismo mito que Edipo) Según el viaje de las mil caras de
Cambell el protagonista del cuento parte de una situación problemática,
emprende un viaje y llega a un destino y por el camino encuentra personajes
secundarios o protagonistas. Es un viaje de iniciación, de conocimiento. En el
fondo es una diáspora, un exilio interior al que un dios nos ha castigado a los
escritores; intentar volver al mundo perdido. Es el viaje del héroe, el camino
de las lágrimas.
El personaje siente que puede
haber peligro. La curiosidad tiene un límite, aunque Pandora abriera la caja de
los truenos de las que escapó todo menos la esperanza. Se siente llamado por lo
prohibido, lo desconocido. El personaje se siente llamado por algo ajeno a él,
escucha su nombre secreto (el impronunciable nombre de Dios, que no se podía ni
escribir), Oye pronunciar su nombre, acude al lugar a ver quién le está
llamando. Esa voz llama a otra, no a la prudente niña que va al colegio, sino a
la niña rebelde capaz de desobedecer a su madre. Es la otra la que entra en
juego en la literatura. Rimbaud decía “soy otro cuando escribo”. Somos muchos,
como los heterónimos de Pessoa, somos un conjunto de yos fragmentados y
heterogéneos. Si somos escritores habremos sentido ese momento extraordinario
en qué no sabes a dónde te está llevando la escritura. El relato va por el
inesperado camino que de pronto toma el relato. Te lleva a hallazgos insospechados,
a lo inesperado del relato y tú mismo descubres caminos nuevos.
Es una forma de despertar lo que
estaba dormido. No se escribe para dormir a los niños sino para despertar, para
despertarles, para que tomen conciencia. No es dar cuenta de lo que ya se sabe,
como en el periodismo, sino de lo que desconocemos de nosotros mismos y los
Otros. Internado por ese territorio desconocidos se van despertando cosas que
no sabías que estaban ahí. Es la bella durmiente que despierta cuando un
príncipe la besa en los labios, como si alguien la llamara. Simboliza lo
dormido en nosotros que es la parte animal, desconocida, en la que está lo concupiscente
y lo irascible (eros thánatos, placer dolor, vida muerte), las pasiones
reprimidas que el arte hace sublimar. Es el poeta dormido por la luna o el rey
Arturo que permanece dormido en Camelot hasta que alguien le despierte con la
espada.
Escribimos de lo que habríamos
querido vivir y no hemos vivido. De joven el mundo se abre ante nosotros con un
abanico lleno de promesas, de territorios nuevos, de esperanzas que ojalá se
cumplan. De mayor te das cuenta de que la vida se olvida de ti, de que hay
cosas que no has vivido y te gustaría vivir. Al leer o vivir despiertas esa
parte no vivida de la vida. Te adentras en un territorio interesante que eres
tu mismo y lo que guardas, la perla que escondes como un dragón que custodia
una doncella. Muchas veces te encuentras con la sombra, con la parte monstruosa
de ti, con el Calibán talibán, con el Gilgamesh, con el Zaratustra, con el
monstruo de Frankenstein que hay dentro de ti. Despiertas a la bestia, a la vez
que te encuentras con tu niño interior. Muchos relatos hablan de esa perdida de
la sombra que se trata de recuperar. Al perder tu sombra te conviertes en un
sujeto gris sin intereses. Peter Pan lucha con su sombra, quiere recuperarla
pues sin ella no es nada. No puede volver a Nunca Jamás (el paraíso, la utopía;
el país de las mil maravillas de Alicia a través del espejo. La tierra del Mago
de Oz. Las atopias de Platón, Moro, San Agustín… la tierra de los sueños de los
aborígenes australianos. Fantasía de la historia interminable. La Tierra Media
del señor de los anillos. El olimpo, el parnaso, el cielo en la tierra. La
Ítaca de Ulises, el mar de Kavafis. El reino de Olar del rey Gudú…)
Vuela con Wendy y sus hermanos a
una tierra que no sabe donde está, pero “llegar es su vocación, sin forzar la
travesía, porque llegar no es la meta sino lo ganado en el camino”. Importa más
el viaje en sí que la meta, o la Ítaca. O como decía Cervantes; importa el
camino y no la posada. Caminante no hay camino de Machado. El camino como medio
en sí mismo y no como fin, igual que el hombre. A veces el adulto desdeña el
cuento de Peter Pan y lo considera inmaduro. No sabe lo que hace porque es un
cuento espectacular sobre el paso de la infancia a la adolescencia. Es una
bildursroman romántica, un viaje de iniciación a la madurez como lo son los
cuentos, o Fausto o el señor de las moscas o el guardián entre el centeno, el
árbol de la ciencia, el lazarillo, el buscón, el camino de Delibes o de Querouak,
Nada de Laforet, historias del Kronen, los relatos de Herman Hesse (Demian, Siddhartha),
el principito, juan salvador gaviota, el alquimista de Coelho, el Robinson,
Gulliver, el retrato del artista adolescente, la educación sentimental, las
peregrinaciones de Byron, el Hyperion de Hölderlin. Peter Pan es el líder de
los niños perdidos, como en el libro del señor de las moscas. Wendy le dice
¿dónde vamos? ¿Dónde esta esa isla, ese capitán garfio? Pero no lo encuentras
tu la isla, es ella que te encuentra. La isla como metáfora de la soledad a la
que está abocado el escritor, siempre a-isla-do del mundo. Ya desde Platón y la
Atlántida la utopía tiene forma de isla. Quizá porque las utopías se pueden
emprender en solitario y no grupalmente (han fracasado todas las utopías
comunistas del cielo en la tierra. Y nos dicen; no cambies el mundo, cambia tú
y cambia tu mundo cercano) La literatura es explorar esa isla, ese otro mundo.
Al inventarte un mundo de evasión ya estás criticando el mundo que te rodea. El
escritor es siempre un ser en malestar en el mundo, como decía Freud, por lo que
siempre hace denuncia social aun llevándote al lugar más mágico e irreal del
mundo.
Se tiene la idea de que la
facultad de la imaginación nos aleja y aparta del mundo. Ante los conflictos de
nuestra realidad buscamos una vida diferente, y nos evadimos a mundos de
fantasía. La ciencia ficción nos lleva a distopias como el Mundo Feliz, Walden
2, rebelión en la granja o el Gran Hermano de Orwell o Blade Runner, la guerra
de las galaxias o Matrix. La novela histórica nos lleva a otras épocas. La
novela rosa a amores románticos que no se dan en la realidad. igual que Walden
se aisló del mundo en los bosques. Nos lleva a una zona de confort y a un lugar
idílico, a ese paraíso del que nos han expulsado, a esa utopía. Es un lugar que
no sabemos bien precisar dónde está, en un tiempo legendario y en un lugar
alejado del nuestro. Pero en realidad esa facultad de evasión es mas propia del
best Sellers porque la buena literatura nos reconcilia con nuestra realidad. No
nos aleja, sino que nos acerca a la vida, nos enseña como debemos vivir,
siguiendo el ejemplo de lo que les pasa a los personajes. Porque toda
literatura, por fantasiosa que sea, es social y critica y denuncia. Kafka decía
que la literatura nos hace romper el mar de hielo que hay en nosotros y con los
demás. Te hace cuestionarte cosas, hacerte preguntas, romper el mar de hielo y
se abren cosas que nos permiten descubrir más cosas. Abandonamos la realidad
por unos momentos y volvemos de cada lectura con más fuerza para vivir. Nos
habla de lo callado, de los deseos, anhelos y sentimientos, de lo que no hemos
vivido.
Rosa Chacel decía que escribir es
el deseo de irse por los tejados. En nuestra casa hay una puerta por la que
salimos habitualmente y que nos lleva a un portal y unas escaleras y a una
calle conocida que sabemos donde está y vamos a nuestro trabajo o recorremos
calles en función de sí queremos ir de compras o hacer nuestras ocupaciones.
Pero la literatura es la ciudad (como las ciudades de Ítalo Calvino), la ciudad
desconocida, la tierra prometida donde lloverá maná del cielo. Abriremos la
ventana y saldremos por los tejados. Veremos otras ventanas iluminadas y
tejados y quizá nos metamos por una azotea ante la curiosidad de ver qué hay
dentro. ¿Qué me voy a encontrar en esa azotea? Platón decía que un demiurgo nos
creaba y nos hacía enteros, en unidad, pero luego éramos separados en dos
mitades y arrojados a la tierra. Y que nos pasábamos la vida buscando a la otra
media naranja que sería nuestro amor eterno, ideal, verdadero. Todos los filosofases
o las mitologías sitúan al intelectual y al conocimiento arriba. El mundo de
las ideas, el cielo, el olimpo, todo está sobre nosotros. Se dice que los niños
vienen de una cigüeña de París y que los ángeles y querubines orinan lluvia y
que el cielo podría caer encima nuestro. El escritor “está en las nubes”, “¿cuándo
se caerá del manzano?” (de nuevo la metáfora de la manzana) “¿cuándo se caerá
de la parra?” Se hace castillos en el aire en vez de hacerse castillos de arena
en la tierra. El escritor mira al cielo, dónde supuestamente está la divinidad.
“Se anda por las ramas”, “se mete en el bosque”, está en las alturas de lo
trascendente. “Está en babia” En el fondo la literatura es ir en busca de la
isla del tesoro. Es emprender una aventura. Vivir en las ramas como el
personaje de ese escritor polaco. Es el deseo de aventura, de estar en otro
lugar y ser diferente al que somos. Eso es esencial en la vida y en la
literatura. No tomas el camino habitual de tus obligaciones laborales o
escolares sino un camino nuevo.
Igual que en el amor que no es
más que el deslumbramiento por el otro, la fascinación por el otro, el deseo de
conocer a la otra persona y poner toda tu atención en el sujeto amado. Quieres conocer a la otra persona y por eso
el amor está lleno de preguntas. Ya en las cantigas de amor se ve a la amada hace
índole preguntas al amado ¿a dónde te me fuiste? ¿Dónde te escondiste? Incluso
la literatura mística religiosa de Fray Luis de León, Santa Teresa es en el
fondo una literatura erótica, de dejar penetrar a Dios en ti, de
descubrimiento, de deseo de conocimiento y experiencia de ataraxia o nirvana
(formas de lograr una iluminación, un cielo en la tierra) El amor se pregunta
¿Quién eres tú? ¿por qué apareces en este momento y al aparecer todo lo cambias?
¿Qué lengua hablas, que quieres de mí? La literatura o la filosofía son los
reinos de las preguntas. A veces sin respuestas.
Le preguntan a Gustavo si primero
se plantea la historia y luego encuentra la voz. Cada libro es diferente,
contesta. Sus libros son proyectos que le han acompañado durante mucho tiempo. Esta
ultima novela surge de ver la película la
mujer y el monstruo. En la que se ha inspirado Guillermo del Toro para
rodar la forma del agua. Es una
variante de la bella y la bestia. Una muchacha va a nadar, y entra en las aguas
de la laguna. Mira arriba y se siente fascinada por una criatura que no es de
este mundo, no sabe de donde viene. Nunca ha visto criatura así. ¿de dónde
viene? Se fascina, se queda encantada como en mágico hechizo por lo que ve.
Mitos y cuentos nos hablan del mundo amoroso de la fascinación por el otro. en
esos instantes de deslumbramiento con la vida es cuando surge la idea
literaria. Son los momentos de inspiración o iluminación en que te visita el
duende de Lorca, te entra la chispa, te visita la musa. Lo que Joyce llamó las epifanías
o los momentos de plenitud, catarsis y ataraxia o Kairós. De repente llega un
momento especial que se hace expresivo en el relato cotidiano. Sin embargo,
como decía Picasso, la inspiración te viene trabajando, concentrado en la
historia que cuentas.
Artemisa o Diana, la diosa de la
caza, se está bañando en el bosque con sus perros. Un muchacho cazador oye
risas y voces femeninas y se extraña, aparta las ramas y la ve bañándose con su
corte de ninfa. La ve desnuda. No puede apartarse de ahí y ella la descubre.
Ella, tan celosa de su intimidad, cuando le descubre le castiga. Y el castigo
de los dioses es terrible, te dan la vida y la muerte a la vez. Ella le
convierte en un ciervo y sus perros al verle le persiguen, le despedazan y le
matan. Imaginemos que no termina tan bruscamente, que él sigue mirándola
escondido y que vuelve al pueblo. Él ya no dejará de acudir a ese lugar,
volverá una y otra vez al lugar mágico como en un circulo vicioso o una vida en
eterno retorno. No puede ya olvidar lo visto, ese lugar, aunque no lo entienda.
Algo te hace volver a ese lugar de tu infancia donde fuiste feliz, donde viste
a la diosa bañándose desnuda. El liberto de la caverna vuelve a liberar a los
que esclavos viven en un teatro de sombras, como el asesino que vuelve al lugar
del crimen a retirar las pruebas. Por eso el cazador- escritor ha de tratar de
no ser descubierto por la diosa, de no decir demasiado pues la literatura es
proteger el misterio, no desvelarlo. Esa es la función que el escritor comparte
con el mirón o el voyeur, mirar sin ser visto. y luego relatar lo mirado como
hacía Ulises cuando contaba a sus amigos sus aventuras amorosas con Circe y
Calipso.
La literatura busca lo mágico,
enigmático, el misterio. Lo que no se puede decir, pronunciar, descubrir. (impronunciable
nombre de Dios; no mentarás su nombre en vano. Pero todos le mentamos cuando
decimos ¡ay dios!, adiós, dios mío...) No podemos entender la vida, la muerte,
el amor, por qué hay injusticia en el mundo, por qué perdemos a los seres
queridos, qué pasa con los muertos, a dónde van, a qué río último, qué es el
niño que nace… la literatura mantiene viva la antorcha del fuego de las
preguntas, mantiene los misterios más que rebelarlos porque el lenguaje siempre
traiciona, siempre es insuficiente para nombrar la realidad. No trata de dar
respuestas falsas, cómodas ni certezas. Algo te llama a ese lugar y sabes que
tienes que ir. Ese lugar puede ser la película que ha visto de niño y no puede
olvidar. A Gustavo le gustan mucho las películas de monstruos (King Kong, el
conde Drácula, el hombre invisible, la mujer pantera) ¿Qué tenían esas
historias que le hacían permanecer ojo platico viéndolas sin cansarse nunca?
Han pasado miles de años y siguen vivas en él. La escritura es tratar de
regresar al lugar donde has visto a la diosa. Es regresar al lugar de los primeros descubrimientos, dice Marsé,
al cine de los sábados de Terenci. No se puede definir mejor ese motor que te
lleva a escribir; es el recuerdo teñido de imaginación.
¿Cómo me acerco a ese lugar? La
historia la descubres a partir de la escritura del libro. No sabes la historia
que vas a escribir. Conoces algo, pero no todo. Y a veces solo el final. El
proceso de la escritura te va conduciendo a la historia. Por eso tienen sentido
los juegos que el surrealismo o el grupo Oulipo hacían con la escritura (la
lluvia de ideas, el cadáver exquisito o esqueleto, escribir un texto sin una
letra o usando tales palabras…) Porque “se escribe con palabras, no con ideas”
Muchas veces las palabras te van sugiriendo la historia y el pensamiento surge
después de la palabra. La escritura te va llevando al proceso de pensar. Sin
embargo, no podemos priorizar la forma sobre el fondo a riesgo de caer en el
juego formal, en el juego de palabras, en textos que no dicen nada. Textos que
son mero artificio, barroquismo retorico sin un mensaje de fondo.
Todo se ha escrito ya (los temas
son universales, siempre los mismos; amor, muerte vida) pero cada persona tiene
una manera diferente de contarlos. Tienes
que descubrir el estilo, la manera de contarlos. De entrar y acercarse a ese
lugar. Los comienzos de libros son difíciles y desesperantes. A veces tienes
una idea, de ella van surgiendo rápidamente o paulatinamente historias y luchas
y luchas. Gustavo agradece que escriba tan lento, pues eso le hace corregir
menos, escribir menos retorico o barroco. Si la escritura fluyera más rápida en
él habría cosas que no se le habrían ocurrido. En el primer párrafo esta ya el
germen de la novela entera y es importante la frase con la que empiezas. Isaac
b Singer, un escritor judío, escribía las historias con inicio nudo y
desenlace. No le gustaba la escritura automática o la escritura surrealista
experimental (los monólogos interiores de Joyce, Virginia Woolf y toda la
experimentación lingüística que se ha hecho después) Para él la literatura
debía estar vinculada al folclore tradicional, tener presente las historias
contadas en el lugar donde vivimos (lo que hicieron los hermanos Grimm con los
cuentos populares alemanes en el romanticismo) El escritor es un digno heredero
de todo eso. Debes estar arraigado en un lugar para escribir bien. Todo lo que
escribes tiene un valor universal, aunque las mejores novelas que se han
escrito son novelas provinciales (Madame Bobary o don quijote) La literatura
nos habla de la perdida del mundo rural y sus leyendas y mitos en la nueva
sociedad obrera e industrial.
También necesitas la voluntad, el
querer contarlo, el deseo de leer y escribir como diría Víctor Moreno. Para
escribir hay que estar enamorado, decía Hemingway. Si no estás enamorado de la
historia no la haces bien. En el fondo es una contradicción dialéctica, una
dualidad entre ese no saber qué vas a contar y el deseo que tienes de contarlo,
junto a las carencias del lenguaje de contarlo todo con exactitud o honestidad.
Vas tirando del hilo e hilando la historia con coherencia (esa metáfora de
Carmen Martin Gaite con el hilo que une al autor con la historia y el
interlocutor soñado) La propia escritura ya te va llevando. Pero necesitas un
principio, unos personajes. Cada maestrillo tiene su librillo. Hay escritores
que necesitan tener en su cabeza la historia totalmente detallada. Javier
Marías dice que los escritores se dividen entre los que van con plano y los que
van con brújula. Los del plano necesitan visualizar el espacio. Sampedro tenía
hasta un plano de la casa que aparecía en su novela, aunque después no la
usara. El escritor con brújula va por un camino, pero no sabe lo que se va a
encontrar. En el viaje cuenta el hecho de viajar y no el final. Son
aproximaciones sucesivas. Partes de un punto, avanzas, retrocedes. El punto de
partida se acerca cada vez más al objetivo. Y eso me lleva a pensar si hay
realmente una evolución en los escritores. La ultima obra de un escritor no
tiene por qué ser la mejor. A veces la primera obra, la hecha en la infancia, tiene
una frescura y creatividad y originalidad que no tiene la obra madura en la que
por ejemplo puedes caer en la cititis, en la literaturizacion. El estilo casi
siempre mejora, pero a veces empeora.
Hay que tomar decisiones, como en
la vida (que es una condena a la libertad; a elegir, a equivocarse, a rectificar
y a aprender) No sabes si este es el buen camino o te vas a perder por las
ramas del bosque, “por los cerros de Úbeda”. Gustavo no sabe si esto es un
oficio de maestría o una profesión (retribución), si es una pasión o una obsesión,
una afición o una condena a ser novelista como decía Ortega. Entras en el reino
de la incertidumbre, donde no hay certezas sino preguntas. Pero a la vez
necesitas una coherencia máxima, una claridad que es la honestidad del filosofo
escritor. Es contradictorio ese equilibrio y desequilibrio, esa necesidad de
ordenar lo que es un caos. La vida no tiene sentido (es el relato de un
tartamudo, de un loco, lleno de ruido y furia y que nada significa) pero
nosotros nos empeñamos en darle un significado, un sentido. Te inspiras en la
vida y en la imaginación y vas encontrando o despertando cosas. Buscas lo
oculto en la sombra que todos tenemos y que no queremos que se sepa. Y esa
sique nuestra interna la trasladamos a los personajes en su introspección psicológica.
¿De dónde nace la inspiración?
Vas tomando de aquí y allá, pero a veces no sabes ni de dónde. Con la novela ya
empezada fue a ver a un amigo pintor que le enseñó su estudio. Le gusta a su amigo
pintar escuchando música clásica de Carlos Gesualdo, un príncipe renacentista compuso
unos madrigales perturbadores. Este músico se casó con una prima suya y se dedicó
a componer, pero ella se siente desatentada y tiene un amante. Él la tiende una
trampa, la dice que se va pero se queda escondido tras las cortinas y la
descubre haciendo el amor salvajemente. Entonces los mata, les corta en pedazos
y lo tira por la ventana. la casa empieza a oler pues se niega a deshacerse de
los restos. Empieza a pensar que su hija es hija del amante. Y la mata.
Mientras la niña muere en la cuna él compone sus madrigales como música para la
ocasión. La familia de la chica y del amante quieren denunciarle, pero él es
poderoso y no pueden hacer nada. Se vuelve a casar y se segunda hija muere y el
cree que es por su culpa, se obsesiona con lo que ha hecho. Arrastra una gran
culpa, como los personajes de Dostoievski, esa culpa judeocristiana y se aísla
en su palacio. Manda que vengan muchachos desnudos para azotarle. A la vez
compone esa música tan extraordinaria llena de disonancias que en su época no
se entendía pero que sirvió de inspiración a Stravinski. La historia le viene
al pelo para la historia que está escribiendo. Se la apropia. Cuando escribes
eres como una esponja, o más bien como un buitre carroñero. El escritor ese ese
ladrón que no se puede negar a robar ciertas cosas. Es un pícaro que roba
pinchos en la posguerra española, es un Robín Hood que roba a los ricos para
dárselo a los pobres. (Justicia poética.) La originalidad no existe. Todos
somos ladrones de lo anterior. Todos partimos de una literatura anterior. Ye
alimentas de la vida y también del arte póstumo. En la parte ultima esta historia
aparece en el libro. Si no hubiera encontrado la anécdota del amigo la historia
habría sido distinta, con un núcleo parecido, pero con partes diferentes. La originalidad
no existe. Si un autor no lee (que es esencial para ser escritor) porque no
quiere ser influenciado por lo anterior seguiría igualmente influenciado, pero
de malas influencias como son la tele basura o lo que le pase en su vida. Por
eso hay que leer para escribir. Quizá por eso se lleve tanto la meta literatura,
la intertextualidad, el copiar pegar de otros, hacerles homenajes, como es la
literatura de Borges que siempre está citando autores anteriores.
Al escribir siempre se hace de
uno mismo por lo que toda novela es autobiográfica, en cuanto es subjetiva
hecha por un sujeto y es personal, única, autentica. Pero a la vez no lo es
pues todo recuerdo es deformado por la imaginación, se exagera, se suaviza, se
idealiza, se reconstruye. Puedes partir de un suceso ocurrido, pero lo que te
ha pasado lo trasformas. Usas el material de tu propia vida como un obrero
haciendo un edifico (un castillo de arena en el aire, un castillo de naipes que
no sea derrumbado, con los pilares y cimientos en la tierra) o un orfebre
haciendo su pieza de artesanía. Pero ese material del que se hacen los sueños
lo vas elaborando. Hay que partir de lo vivido. Si no has sentido miedo, ¿Cómo
vas a escribir de ello? El amor quién lo probó lo sabe. Hay que conocer el amor
para escribir. ¿Cómo un hombre puede ponerse en el pensamiento de una mujer?
pero lo hace. Ana Caterina, madame Bobary, la regenta, madame lescaut fueron
escritas por hombres. Fortunata o Jacinta. Cuando escribes no tienes una mente
masculina ni sexo ni edad. No se sabe bien de donde sacas las cosas, pero las
sacas
Los personajes te van llevando.
Eres el cronista de tus propios personajes que te van llevando a la historia si
son personajes complejos y no planos. Para escribir sus novelas no ha tenido
que documentarse mucho. La novela trascurre en una isla inventada al lado de
isla Mauricio y Madagascar en África. Como no ha estado nunca allí se ha
documentado sobre su fauna, flora, sobre el agua o las comidas con una guía de
viaje. Si quieres hacer una novela histórica entonces si hay que documentarse.
No hace falta situarse en un momento histórico para escribir una novela- hay
que elegir los detalles. La literatura es atemporal. Una escritora americana
escribió una novela sobre una secta americana (mormona o de amis o de testigos
de Jehová) No se había documentado. En una época de su vida iba a ver a un
familiar enfermo y en el piso de abajo se reunía la secta y a veces se quedaba escuchándolos.
Eso le sirvió para hacer la historia. a Gustavo las novelas históricas le
aburren por el exceso de documentación, salvo que sean del tipo Memorias de
Adriano. Ha escrito novelas que se sitúan en otros tiempos como la historia del
minotauro niño. Para esa historia si que se fue a Creta y pasar por esa isla le
sirvió mucho. El lenguaje de las flores es la historia de la sagrada familia
basada en los evangelios. Empezó a leer tochos de libros tipo “Jerusalén en
tiempos de Jesús”. No podía con tanta información, pero lo resolvió leyendo “la
biblia contada a los niños” En el primer capitulo decían como vestían, de que
se alimentaban y había un mapa de Galileo. Con eso y su imaginación escribió la
historia.
La imaginación es una facultad
increíble. La pasión tiene razones que la razón no entiende. Hay más realidades
aparte del principio de realidad-racionalidad impuesto. La imaginación tiende
puentes entre otras realidades. La razón adulta cartesiana separa el mundo
animal del humano (pero las fabulas lo unen o la mitología antropomorfizada de
los dioses) Separa el mundo de los vivos y los muertos (pero las novelas de
fantasmas o de terror las vuelven unir, por no hablar de las religiones y sus
ritos) Separa al adulto del niño, a la mujer del hombre (si se quiere ver así),
lo orgánico de lo inorgánico, lo trascendente de lo inmanente, lo superior de
lo inferior. Pero la imaginación une esas realidades. Los muertos se vuelven
mensajeros que dicen cosas a los hombres, que hablan con los vivos. Los adultos
tienen alma de niños y los niños son maduros como adultos. Es como si la
literatura tratara de sintetizar realidades opuestas, contradictorias y
ambivalentes. Es el mismo afán que el sistema dialectico hegeliano; tratar de
unir una tesis y su antítesis en una síntesis. Igual que el recurso estilístico
del oxímoron, o del juego surrealista del matrimonio de palabras. Unir
realidades antagónicas y opuestas. La literatura tiende a esa unión del sistema
dialectico (bipolar, dual, ya desde el idealismo de Platón frente el
materialismo de Aristóteles) Claro que esa unión, esa síntesis es imposible.
(La numerología gnóstica diría que trata de buscar el 1 uniendo el 1 y el 2
para así crear el 3, número sagrado; santa trinidad, la trinidad aristotélica,
la dualidad platónica)
En la literatura las fuentes son
de oro, los arboles hablan… cuando muere un ser querido lo seguimos recordando,
sigue estando con nosotros. El amor es una realidad que, aunque sea invisible
ante nuestros ojos, es real. Ya decía el principito que existen otros mundos,
aunque no los veas, aunque no los percibas con los sentidos. El nazismo fue una
idea, una ideología, pero se plasmó en un delirio de terror. Los sueños sirven
en cuanto se convierten en realidad. Pero tienen entidad en sí mismos. Y lo
mismo pasa con las pesadillas. El mundo de los sueños tiene tanta realidad como
el mundo de la vigilia. Y de nuevo el mundo del inconsciente de Freud, el mundo
del sueño eterno de la bella durmiente; “dormirás durante cien años”
Nos influenciamos por los libros
que hemos leído, por los cuadros que hemos admirado. ¿Cuándo hablamos de
realidad de qué hablamos? La realidad es todo lo que queramos que sea. Hay
tantas como individuos, tantas lecturas como personas. si no se hubiera escrito
sobre el amor la mayoría de la gente no se habría enamorado. Una cosa es cuando
se la nombra. El lenguaje es un código de significación y lo que no nombramos
no existe. Ya decía Wittgenstein; de lo que no se habla no existe. El limite de
mi lenguaje es el limite de mi mundo. Si no tenemos palabras no experimentamos
esa sensación. Necesitamos el lenguaje del arte y la cultura para significar la
vida y para ordenar el caos sin sentido que es la vida. Claro que ese lenguaje
siempre es insuficiente, ilimitado. Madame Steel en Rojo y Negro siente cosas
raras por el protagonista, pero Sthendal escribe; “si hubiera sido una lectora
de novelas sabría que lo sentía es que estaba enamorada” Hay que amar y leer
mucho si queremos saber sobre nosotros mismos. Y ese conocimiento también será
siempre insuficiente, siempre querremos querer siguiendo saber más.
Los cuentos son alegorías,
metáforas, símbolos en sí mismos. Una de las asistentes al taller plantea el
debate de la igualdad de géneros en los cuentos de hadas. ¿por qué la mujer, la
princesa rosa, ha de buscar a ese príncipe azul que luego le resulta un sapo
verde? Las versiones de Walt Disney han edulcorado y suavizado los cuentos de
hadas convirtiéndoles en una persecución de la mujer por su príncipe azul. Los
cuentos acaban con el feliz casamiento de los enamorados, con el vals de Bertoldi
de las bodas y nos perdemos lo verdaderamente interesante, lo que sucede
después; las infidelidades, la rutina matrimonial. La literatura romántica nos
ofrece solo el periodo del enamoramiento y los personajes son siempre jóvenes y
la historia acaba o bien en muerte (por suicidio) o bien en boda. Pero la
novela realista nos cuenta la crónica de las infidelidades matrimoniales
burguesas, amen del inventario de los trastos que hay en sus mansiones. Debemos
entender los cuentos de hadas como fruto de su tiempo. Los cuentos eran
deudores de una época histórica llena de machismo donde la mujer solo tenía el
objetivo de casarse y formar una familia. Pero si lo analizamos así,
históricamente, lo estamos analizando superficialmente. Porque detrás de los
cuentos hay una simbología, unos arquetipos universales presentes en todo el inconsciente
colectivo de la historia. La mujer era el eterno femenino, decía Goethe. No hay
una versión buena de los cuentos por encima de otras. pero hay que transcender
su circunstancialidad espacio temporal y analizar los símbolos como en la
historia psicoanalítica de los cuentos de hadas de Bruno Bettelheim. Son
deudoras del momento en que fueron escritas, están los roles de lo masculino y
lo femenino, pero también se abren al mundo de lo simbólico. Un sicoanalista
diría que la bella durmiente simboliza el inconsciente oculto, lo que empieza a
despertar. Ahora se hacen versiones feministas o izquierdistas o políticamente
correctas de los cuentos. Esto enlaza con lo que hablábamos al principio de la
charla; los cuentos no se pueden traicionar. Igual que no podemos quitarles la
crueldad que reflejan, tampoco podemos cambiarlos para adaptarlos a nuestra
época postmoderna.
Un cuentacuentos le dijo a Ana
María Matute que le gustaba mucho su obra y que usaba cuentos de ella pero que
le había cambiado el final. Eso a ella no le gustó nada. Si no te gusta escribe
otro. hay diferencia entre hacer un texto literario basándote en otros y en
cambiar el cuento de otra persona. No se puede escribir que cenicienta va en
deportivas en vez de en zapatos de cristal o en su carroza porque eso hace
perder la simbología. Ahora está muy extendido que el lobo de caperucita sea el
capitalista que la intenta pervertir, ella que tan roja es. (como en el cuento
caperucita en Manhattan de Carmen Martin Gaite) Eso es darle otra nueva
simbología al cuento que entonces no tenía.
La cenicienta habla del anhelo de
transfiguración, del anhelo de belleza. Tiene que ver con la alquimia;
convertir un material inerte en oro, en algo eterno e inmortal y luminoso. Es
la búsqueda de la sabiduría y la belleza, del Dorado, de la tierra prometida.
En el cuento original un árbol nace de la tumba de la madre. La versión de Walt
Disney se inspira en el cuento de Perrault. La madre le da un vestido a cenicienta.
Ella abandona el mundo gris en el que vive y aparece en el baile como la que
realmente es. “Esa ya no soy yo, la que humillaban, la que tenían cautiva”
Ahora es libre con su vestido de llamas. El vestido simboliza el deseo, el ser
deseante de mostrar al mundo su deseo, la inteligencia sintiente, la razón
poética y sentimental, la razón vital. Se encuentra con el príncipe azul que la
ve como realmente es. Y de nuevo triunfa el bien sobre el mal. Las hermanastras
se cortan los dedos de los pies para que les entre el zapato, pero no podemos
quitar esa parte del cuento por sangrienta que sea. Los malos tienen su
merecido, se han quedado sin príncipe azul y sin dedos. El cuento original
habla luego de como la madre intenta cocinar a la bella durmiente en una
cacerola. Los cuentos nos hablan de ese anhelo de ser lo que realmente somos.
Ana María Matute también escribió el verdadero final de la bella durmiente.
Pero no escribía para niños, son cuentos para adultos. El olvidado rey Gudú es
una obra que nos habla del olvido y la crueldad medieval. Además, no debemos
olvidar la primera época de Matute en la que sus cuentos iban sobre niños
pobres de la posguerra.
La literatura, la bildursroman,
retrata la adolescencia en ese anhelo de mostrarse a los demás como realmente
somos. El poeta se encuentra en el abismo entre lo que quiere decir y lo que
realmente es capaz de expresar. El vestido de cenicienta es el deseo de transfiguración.
Ionesco en su diario habla de la cenicienta que olvida las sucias cabañas de la
realidad. El palacio es la plenitud, el deseo cumplido. Son historias sagradas.
Los cuentos nacen en una época en la que se quería moralizar y todos tienen
mensaje. Aparece el mal, pero este siempre acaba mal, valga la rebuznancia.
¿Por qué cambiarlos y suavizarlos si al niño le encanta que la bruja acabe en
la olla? Caperucita logra meter al lobo en la cama. ¿para que hacer una versión
light? La niña la pregunta a la abuelita porqué tiene orejas, manos y boca tan
grandes. Es un momento de erotismo cuando la abuela la responde “para comerte
mejor” Claro que está en forma de metáfora. No se podía hablar a la niña de la
sexualidad directamente y se hacía así, veladamente, subliminalmente. Pero la
niña entiende el mensaje escondido en la metáfora; no te fíes de los lobos que
danzan contigo. El lobo es la noche, lo que va a vivir, el despertar de su
sexualidad, el alcohol. Si quiere estar en esta vida experimentará el sexo y la
noche, todo de lo que queremos apartar a los niños, como si fueran tontos. Son
inocentes, pero no tontos. Si les apartamos de eso, si fingimos que eso no
existe en la vida, les apartamos de la vida. Igual que la madre que aísla a su
niño de la vida para que no sufra. A los niños les encantan los hombres del
saco escondidos en los armarios, el ratón Pérez que les trae un regalo, los
reyes magos, los monstruos que vienen a verle debajo de la cama… si les quitas
eso, la fantasía, les quitas todo. A los niños les gustan los fantasmas, ver
Sreck y los juegos de rol, las series de vampiros y las películas de terror. y
eso siempre ha sido así y así seguirá.
Le preguntan a Gustavo si las
novelas le cambian personalmente y si se hace consciente de algo nuevo en su
vida en esa búsqueda. Todo lo que escribe son tentativas de escribir ese gran
libro que se le escapa y no logra escribir. Le encantan los escritores que
siempre escriben el mismo libro y tienen los mismos temas y personajes. El
nobel hace dos años Patrick Modiano siempre escribe el mismo libro. A Marsé le
dicen “vuélvemelo a contar” No te cansas de leerlos ni ellos de escribir. Hay
otros autores como era Cela que cada libro era diferente y parecía hecho por
autores diferentes. Pero en el fondo se repiten las mismas obsesiones en los
escritores. Y se van a la tumba sin escribir ese libro que querían escribir,
igual que la Utopía nunca se alcanza, aunque ello no nos hace dejar de
buscarla.
Garzo dedica mucho tiempo a la escritura.
Cuando tenía un trabajo se levantaba temprano y escribía a las cinco de la
mañana un par de horas antes de trabajar y luego por la tarde. Desde que se
dedica en exclusivo a la literatura escribe de 9 a 2 todas las mañanas, unas
cinco horas. Su aspiración, como la de Gabo, es escribir un folio al día y si
lo logra se da por contento. Ha sido una mañana productiva. Parece poco, pero
al mes son 30 folios y al año 130, una novela. Tarda entre un año y dos en
escribirlas. Habla siempre desde su experiencia. De niño tienes una frescura que
luego pierdes. Es un trabajo de tenacidad, regularidad, esfuerzo, estar todos
los días, no perdonar sábado ni domingo. Tener el brazo caliente. Es un trabajo
de esperar, de no tener prisa. En el fondo es no tener prisa por crecer, por
dejar de ser niño. Ha pasado una semana y al volver a ponerse a escribir has
perdido la conexión con lo que estabas escribiendo. Tienes que hacer un
esfuerzo en recuperar lo que estabas escribiendo en esa hoja. Él deja el
trabajo del día siguiente preparado. Lo deja cunado todo está fluyendo y él
inspirado, no cuando está atascado. Mañana sigue. Y así se reencuentra con la
historia con más optimismo cada vez. Hay que elaborar cada palabra, cada frase
y luego corregirla y esa corrección a veces nunca acaba.
Le preguntan sobre la literatura
social, tipo el Jarama o Marsé. Si es bueno todo merece la pena. Y el primer
juez eres tu mismo y luego el lector, siempre comparándolo con las obras de tus
escritores preferidos. Tienes que escribir aquello que necesitas hacer. Hay que
olvidar tópicos, lugares comunes, etiquetas y escribir encontrando tu propio
estilo, las palabras justas. Cuando empezó a publicar veía sus obras al lado de
Faulkner, Proust o Kafka y se preguntaba por qué sus libros estaban ahí. Piensas en los grandes escritores y te dices,
¿y yo que hago? Pero te consuela pensar que de la manera que tú lo has contado
solo tu podías escribirlo. Jean Rhitgs en el
ancho mar de los abrazos cuenta la historia de la mujer loca de Jane Eyre.
La hace ir a Jamaica, de dónde procede. A ella le daba pena que la historia no
cuente esa parte y la escribe cuando tiene 80 años. La literatura es un gran
lago que se alimenta de grandes ríos como los clásicos, pero necesita de
riachuelos pequeños, de tender un hilo en el gran bosque. Un hilo para no
perderse en el laberinto del minotauro como enredaron Ariadna y Teseo, echar
miguitas de pan para encontrar el camino a casa como en Hansel y Gretel. Seguir
hilando para unir autor, historia y lector. Y atreverse a decir “el emperador
va desnudo” como el niño de Andersen. Él se conforma con alimentar ese lago que
es la escritura. Algo te va llevando a ello.
El taller ha sido muy interactivo
haciendo feedback con el público. Aunque no ha abarcado aspectos concretos de
la escritura, sino que ha sido más una charla, ha dado algo de lugar a lo
espontaneo, No se han leído textos de los asistentes de escritura creativa. En
la hora y media que ha durado no había tiempo para ello. Ha sido un taller muy
sugerente e interesante.
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