viernes, 9 de marzo de 2018

LA PENULTIMA BONDAD ESQUIROL


CALOR HUMANISTA VITAL ANTE EL FRIO EXISTENCIAL

Estuvimos en la charla en el mercado de la Rivera. Enfrente se veían las casas del duque de Marzana. Saramago cuando vino a Bilbao le dijo a Pilar del rio; esto es Lisboa. Se parece mucho al barro de Alfama en Lisboa. Dio una conferencia aquí en Bilbao. Paseó por aquí. Esto es Lisboa. Desde el ducado de Marzana, también confundido con el barrio de Lisboa, esta charla clandestina que tuve con el duque o Carlos de Agustín trató el último libro que había leído; la penúltima bondad. Empiezo a pensar que Carlos es psicológicamente bipolar o filosóficamente ambivalente. Nunca sé a ciencia cierta si hablo con uno o con otro.
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El libro último de esquirol, la penúltima bondad, juega esta misma línea de ambivalencia; no todo son las afueras, pero vivimos en las afueras. Los filósofos existencialistas (Schopenhauer, Nietzsche) y después los nihilistas (Heidegger, Sartre, Camus, Simone…) nos dejaron en la afueras. Lo que no nos dijeron era que era posible volver al centro.

Nosotros estamos en las afueras, estamos en exclusión, pero lo que nos salva son los otros. Debemos rescatar la poesía amorosa de la convivencia entre los hombres. Albert Camus habla de la caída. Hemos caído del mundo de las ideas de Platón, nos hemos caído de la parra y del manzano como manzana de Newton. Pero no hemos sido arrojado de ningún paraíso sino situados a las afueras de algo que es esto que llamamos vida. Nos han expulsado del paraíso de la infancia, el edén terrenal y el jardín de infancia, pero nos pasamos la vida queriendo volver como ángeles caídos. Recuperar el tiempo perdido proustiano. Los nihilistas nos dicen que es imposible el retorno, la vuelta al origen (que diría Paniker) una vez mordido el árbol de la ciencia y habiendo conocido el fuego de los mortales que es el conocimiento del bien y del mal (de la muerte y el sexo, del eros-tanatos)
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Hay que buscar en la vida cotidiana la interrelación con los seres humanos porque siempre hay que estar con alguien. Aunque sea para tomar un zumo de naranja, alguien ha traído la naranja. No podemos subsistir sin los otros. Podemos sobrevivir, pero no vivir y aún menos existir. Ya Aristóteles nos condenaba a la sociabilidad por nacimiento.  Esquirol no es ingenuo. El asume que la vida tiene su desesperación, su búsqueda, pero apuesta, como en su anterior libro, por la resistencia intima. El libro recuerda al que tratamos en la última charla clandestina; el exilio de dios de Lluís Duch Álvarez. La resistencia intima es de lo que nos habla Esquirol. Ya tratamos otro libro de este autor religioso. Coincidió con una de las ultimas charlas alli arriba en Norai, o hablamos de ello en algún bar. Hace algunos meses. El exilio de dios es el exilio de alguien que si esta exiliado significa que está afuera. Es imposible reflexionar sobre la religión ignorando el dios ha muerto de Nietzsche. El religioso que no contemple en su filosofía el ateísmo reinante y el pasotismo y relativismo actual hacía la religión está pecando de maniqueo o de farsante. Si la honestidad es la cortesía del filosofo hay que reconocer que la iglesia ha perdido la guerra, igual que el escritor político ha de empezar reconociendo la victoria del capitalismo sobre el comunismo. Otra cosa es que el autor religioso no esté de acuerdo con la perdida de valores y el relativismo y la nueva era actual. O que en su fuero interno quiera renovar la religión, siempre desde posturas mas heterodoxas, proponiendo una religión más personal.
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No son libros religiosos como los de antaño. La presencia del padre condicionaba toda nuestra vida, en conceptos de protección total. El autor del exilio de Dios es un monje benedictino por lo que no está al margen de la religión, pero son autores más maduros que los antiguos. Se dan cuenta de que en las afueras que vivimos estamos desnudos y hace frio y hay que encontrar vestimenta para no sentirnos vacíos. La presencia del otro, que es una ayuda, y un bálsamo en la convivencia cotidiana. Lejos de ser una pasión destructiva como diría Sartre, el infierno no son los otros o sí lo somos el objetivo el buscar un cielo compartido. Esquirol dirá que en los otros, desde su filosofía subjetiva, se encuentra también el cielo. Sartre dirá lo contrario. Es la caída que simbolizaba el mito de Sísifo. Esquirol habla de las afueras. Sartre habla del infierno en toda vida en convivencia con los otros. En Camus es el hombre rebelde, que en la caída saca lo mas provechoso de la condición humana. En esquirol las afueras te invitan a la destrucción o a la creación. Y él opta por la creación por edificar el calor frente al vacío. Sartre será la destrucción, la negritud, la náusea, diciendo que el ser humano tiene pocas esperanzas, que el ser humano es egoísta y destructivo y que la comunicación humana no es posible. Este hombre apuesta porque sea posible. Lejos de quedarse en el punto final, pone puntos suspensivos y encuentra matices esperanzadores, de apuesta por el sí, en vez de quedarse en la negación nihilista.
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Camus en el mito de Sísifo habla de la pesada piedra que tiene que llevar constantemente el obrero, la condenación por la condición social. Esto engloba con el mito de Prometeo que representa la modernidad. Prometeo es el que descubre el fuego de los dioses, y se lo da a los hombres mortales y como castigo un águila le devora las entrañas cada noche. ¿no era acaso eso el proyecto moderno que empieza con los ilustrados? Es el mismo mito que “si coméis del árbol de la ciencia del bien o mal estaréis expulsados del paraíso”. Nietzsche con Zaratustra se pone mas allá del bien y el mal, en el territorio hedonista e individualista del placer y el dolor, del eros thanatos en Freud. En Esquirol la vida supone un riesgo, el ser humano tiene que enfrentarse a la realidad, como el que va por primera vez a la escuela y tiene que sacar el cuaderno, el lapicero o el ordenador o lo que le van a solicitar allá. Hay que estar a la altura, en situación diría Sartre para afrontar esa realidad. Cada uno en su subjetividad va optando por esas opciones que tiene, que le ponen en pie, sorteando los obstáculos, con ese asidero que el necesita para que la travesía llegue a buen término. (Lo importante no es Ítaca sino el viaje) Prometeo representa la modernidad. La postmodernidad se representa con el mito de Narciso, el yo, el individualismo, se mira así mismo. Este narcisismo empezó con el Yo romántico, fisheriano, la recreación de que YO soy el centro del universo y mi única divinidad. Este hombre dirá que Narciso es insuficiente. Valora el yo de cada cual, pero necesita el colectivo, la colectividad que no es narcisista sino de apoyo mutuo como forma de no sucumbir a la hecatombe de la vida. El narciso recrea su propio individualismo y no necesita nada más. El grupo, colectivo desde el compromiso con el apoyo mutuo supone un riesgo para tu individualidad, pero un superávit si la apuesta por el grupo es satisfactoria. Si es satisfactoria es más reconfortador que el individualismo del Narciso que se limita a un ejercicio onanista de autosuficiencia hedonista sin contar para nada con la presencia del otro. Sartre dice el infierno son los otros. El narciso dice; “si el infierno son los Otros no tengo más remedio que quedarme conmigo mismo porque el otro me va a arrebatar mi propia individualidad”. De ahí vienen los personalismos comunitarios que dicen que el individuo necesita del otro. El nihilismo del narcisista, bien sea individual o grupal, no necesita de ningún punto de referencia, ese individualismo no le da sentido de nada. El individualismo actual es el señor con auriculares que hace footing, y no necesita absolutamente de nada, ni oír a nadie ni que nadie le interrumpa en su audición, pues va con un perro como mucho. (cuanto más odio al mundo más amo a mi perro. Schopenhauer) Va con su chándal y sus grandes auriculares. No puedes pararle para decirle que te duele la tripa, porque sería una osadía para el, ¿qué me está diciendo?  Ante ese dolor de tripas del Otro sólo siente Indiferencia, apatía. La misma indiferencia que el extranjero de Camus siente cuando su propia madre ha muerto y se carga a un argelino porque le da el siroco. Contra esa indiferencia Esquirol se rebela y denuncia el relativismo moral y de valores.
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El otro es una realidad y como tal, en lo teórico al menos, se pone a la altura del otro que no es desconocido sino conocido. Hay que buscar remedio a esta anestesia emocional, de apatía y frialdad de sentimiento. El romanticismo vive su YO con gravedad, sufre por el yo. El postmoderno es aséptico, nihilista, no le importa la figura del otro sino su propia levedad, ataraxia, levedad que consigue con esas formas de taichí yoga y nueva era. El romántico y el postmoderno exaltan el YO individual personal, pero lo que en el romántico es drama, tragedia, gravedad, en el postmoderno es una defensa estúpida, inmadura y capitalista a su satisfacción primaria de instintos y deseos peregrinos.
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El postmoderno renuncia infantilmente al compromiso para hacer que el tiempo sea mas llevadero, y mero pasa tiempo, porque no se siente el compromiso, ni al otro. El otro te recuerda que hay dolor. Todo son escusas para no tomar compromiso. Hay que superarlo, rechazarlo. El compromiso implica la presencia del otro, la interrelación con los otros, no el autismo cibernético que en la penúltima bondad denuncia este autor.

El libro se acaba de publicar en febrero, es un libro reciente que a Carlos le ha gustado mucho. En Camus Sartre hay presencia del otro, (ambos son comunistas) pero el otro es un obstáculo. El otro debería ser prolongación del propio yo y un remanso de convivencia en paz. Sartre es comunista teórico y la figura del otro no le da confianza, el infierno son los otros, el otro no es un ser para el amor. El ser humano es bueno por separado, pero junto es terrible. El hombre por individual es un cordero de Rousseau y en cuanto grupo o colectivo se vuelve un lobo de Hobbes y un egoísta. No hay necesidad de parrillas, el infierno son los otros, decía Sartre. Se habla de que se puede quemar alguien en la guerra, pero Sartre tenía más miedo al infierno terrenal que al celestial. Estar en la vida cotidiana con el otro suponía estar en el infierno. Es un mensaje desolador demoledor el de Sartre. Para los autores con este matiz cristiano el otro no es el infierno sino un amigo hermano con el que encontrar el camino al cielo. Busquemos juntos la verdad, a lo Machado, guardándonos nuestra verdad. Es un mensaje de paz y armonía. Eso es el discurso esperanzador de Esquirol.
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Juega con términos que se repiten mucho en el libro; el apoyo mutuo, la presencia del otro como algo creador y no destructor, la consecución de la armonía a través de la esperanza siempre con el otro. Aun sabiendo que todo puede ser negativo no se queda como Sartre en lo negativo solo, sino que va en camino de lo que puede ser positivo en la vida. Se lee el libro con un color parecido al de la obra de Paul Cézanne (en este mismo blog) La armonía de colores es algo claro, no negruzco, como ese último cuadro de Van Goth que era negro, loco y lleno de cuervos. Si hubiera que poner colores a las páginas de Esquirol serian colores claros, tenues, no agresivos. No es una filosofía de destrucción sino de creación.

La filosofía tan pesimista de Sartre nace de una frustración con la gente. Eso sería entrar en terrenos psicológicos de su vida personal. Se habla de sus axiomas, pero estos parten de su vida concreta. En la interpretación vas dando significados distintos. No es una pose existencialista la de Sartre, es resultado de una vida. Pero en Sartre sí que hay compromiso, político y filosófico, pero siempre frustrado por esa incomunicación humana a la que estamos condenados. Es una filosofía acorde a la vida que ha vivido. Esquirol apuesta por la esperanza. Hay que tener en cuenta que Sartre vivió dos guerras mundiales. No lo mismo vivir un tiempo histórico que otro, en el tercer mundo o en el primero. Cuando haces un comentario de texto echas mano de muchos referentes; el tiempo histórico que has vivido, la clase social, tu postura ante la propia vida, tu defensa, tu fortaleza de defenderte o no, la debilidad ante la vida, muchos puntos de referencia. Por eso una obra de literatura está sometida a muchas interpretaciones. El comentarista de una obra cuando lo hace, al margen de lo semántico, sabe y ubica el libro en un contexto histórico, no es mismo la montaña mágica que los Kronen o libro del realismo francés o la literatura de la modernidad. Hay que ubicarlo. Esto se hace al comienzo de un tiempo determinado. Modernidad no es lo mismo que postmodernidad. Cada uno tiene una filosofía determinada porque el autor quiere reflejar eso. El existencialismo es una continuación del romanticismo (que era el Yo y acaso el objeto amado) pero añadiendo a Los Otros, a la sociedad, aunque sea un infierno.
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Portadas de libros;

Gabriel marce, el misterio del ser

Max stinger, el único y su propiedad

Simone Weill, religiosa), escritos históricos y políticos. Editorial trotta

Robert Bresson, que es el cinematógrafo

La nausea, portada de Losada, se ve el café Le Flore

Albert Camus, el hombre rebelde. (más interesante Que el mito de Sísifo)

Carlos Díaz Hernández, manifiesto para los humildes
Ignacio iacuria, tratado de realidad histórica
 
 

Carlos Mejía Godoy y los de palacaguina, misa campesina nicaragüense, compuesto por Ernesto Cardenal. Eso lo canta Ángela carrasco, no María Ortiz, lo canta Mercedes Sosa pero en otra versión.

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