martes, 20 de marzo de 2018

HAN MUERTO LOS KRONEN, QUE HA SIDO DE ELLOS


¿HAN MUERTO LOS KRONEN? ¿QUÉ HA SIDO DE ELLOS?

                                                                                                                                             Gonzalo Villar

Son bares que hablan de libros y películas, pero primero fueron libros que hablaban de bares.

 

“Han llegado tarde, los Kronen estan todos muertos”. La camarera del Palentino, bar en cuyo sótano Alex de la Iglesia ha rodado su película El bar, parece otro personaje más en el film. Según la leyenda urbana José Ángel Mañas escribió el libro Historias del bar Kronen en una noche, al volver de borrachera con sus amigos. Se convirtió así en el fundador improvisado de esta generación de escritores de los 90.  

La camarera insiste; “toda aquella gente del grupo Kronen están muertos por la heroína, el speed.” Mañas es ya un señor maduro que peina canas por los premios recibidos. (Ahora la gente le conoce más por ser padre del actor Achero Mañas.) Aquellos que recuerdan con nostalgia esta época son acusados de casposos, anticuados y “retros”, de anclarse en un pasado desfasado, de no evolucionar con los tiempos cada vez más rápidos.  Esta fiebre editorial, fruto de un negocio con sus propias reglas, acabó tan intensamente como había empezado. Hoy estos autores siguen escribiendo, sin el paraguas de generación alguna: son independientes, para bien y para mal, pero entonces ser escritor era otra cosa…

Del bar Kronen no queda ni rastro. Unos dicen que existió, otros que se lo inventó Mañas. En este bar de Malasaña se reunía Carlos con sus amigos en la novela. El escritor partió de su propia vida para contar las vicisitudes y problemas de su generación. La novela trata de un chaval que vive en un chalé de la Moraleja con criada filipina y piscina. La historia de su familia desestructurada, de sus padres ausentes y de su abuelo enfermo trascurre paralela a la historia de sus colegas, su drogadicción y sus aventuras sexuales. Sus colegas son su mafia, cuadrilla, clan. Es la crónica de una tribu de drogadictos que se pasan el día fumando porros y metiéndose cocaína, conduciendo frenéticamente o colgándose de un puente sobre la M30 de Madrid. La novela está redactada con una narrativa rápida y alucinada, una atmosfera entre sueño e irrealidad, a mitad de camino entre el retrato generacional y un diario de anécdotas macarras. 

 En la calle San Bernardo el bar Siroco no está aún abierto, solo una placa en la puerta confirma que existe desde 1989. En este bar se emborrachaban los personajes a cubatas al borde del coma etílico. La novela acaba de forma muy trágica con final abierto: a uno de los amigos, sospechoso de homosexual, le emborrachan con un embudo hasta matarle.  Otro bar de la novela, el Jumbo en la calle Gonzalo de Céspedes, es ahora un local de tapas y un restaurante que desconoce el bar anterior llamado igual hace 14 años. Parece que la tierra se ha tragado el bar Riau Riau, el Bar Flais, el Más Allá o el bar Palo. Algunos bares pillan lejos de Malasaña pues los protagonistas del libro se desplazaban en coche y metro, por ejemplo, a los bares del parque de las Avenidas. En Chueca, sin embargo, sigue abierta la cafetería Santander en la plaza Santa Bárbara 4.

Mañas es el padre de la ‘Generación X’ española, una corriente literaria que comenzó a principios de los 90 y que se caracteriza por el realismo sucio, crudo, cercano y a veces demasiado descarnado. Es un movimiento que no se ha tomado demasiado en serio y se ha visto como un fenómeno puntual y accesorio, que obedecía a la necesidad de relatar esa forma de vida en los 90. La famosa discoteca Pacha pertenece a una cadena de bares y ahora se le conoce como teatro Barceló, junto al metro de Tribunal. Se inauguró el 23 de abril del 80 y se cerró en el 96 para volver a abrirse luego. Los grupos entran a ensayar y así es posible sacar unas fotografías del local por dentro. Lo gestiona el empresario Pedro Trapote pero nadie se acuerda de la novela y de cuando acudían al local el príncipe Felipe y las infantas, Almodóvar, Miguel Bosé o el alcalde de la movida Tierno Galván.  El bar Warhol (Huarjols en la novela) sigue en la calle Lutxana número 20, junto a la estación de metro Bilbao. Pero aquel local punk donde los protagonistas de la novela escuchaban tecno y “bakalao” cerró en 2008 y desde hace 8 años se llama bar Bohemia. El pasado viernes cenaron los de Sicoledicom Lenon, antes de un concierto homenaje. El bar Jaque Mate está en Fermín Caballero, en Fuencarral.

La generación Kronen se diferencia de otros grupos de escritores como los del 27 en que además fue un fenómeno editorial popularizado por la publicidad: un invento comercial fabricado en los laboratorios del márquetin obedeciendo a unos intereses empresariales. Estos escritores triunfaban muy jóvenes, con 20 años. Sus personajes también rondaban esa edad. Se vendían sus novelas como discos.  Han pasado a la historia como los escritores más jóvenes de la Historia y Mañas como el “Rimbaud” español.  La literatura pasaba al papel cuché con el sonado romance entre Ray Loriga y Cristina Rosenvinge, vocalista del grupo musical de la movida Los Subterráneos que apenas tenía 14 años.  Las editoriales les promocionaron con fuerza pues sus autores no eran caros y podían fomentar los aspectos extraliterarios: presentaciones de libros, conferencias, firmas de libros…

Por primera vez en la historia de la literatura se imponían los estudios de mercado sobre la calidad. Sus narradores eran jóvenes, guapos, sociables, buenos comunicadores y quedaban bien en las solapas de los libros y en la promoción de sus obras. 

Los críticos les odiaban, pero a diferencia de los poetas malditos, el gran público acogió sus novelas. Se consideró la juventud en sí misma un valor literario. Esto llevó a una decadencia en la cual se atribuían novelas incluso a adolescentes y el país se acabó cansando de ellos. Escritores consagrados como Arturo Pérez Reverte criticaron a estos jóvenes que relataban lo contentos que estaban de haberse conocido o la caña con los colegas. En aquel contexto de fiebre juvenil, incluso se fichó a una autora de 14 años, Violeta Hernando, por sus buenas redacciones en el colegio.

El mérito de estos escritores fue acercar al público joven que no leía a la literatura. Lo consiguieron empleando un lenguaje popular o coloquial, el argot de las tribus urbanas y del lumpen, la jerga de la calle (“pavo, no me rayes la biblia”). Dieron voz a las clases bajas obreras de los barrios urbanos más desfavorecidos. Retrataron un ambiente esencialmente violento, con la droga muy presente, a través de tacos, insultos o palabras del inglés que no se traducían y se ponían tal y como sonaban. Usaron un lenguaje sexista, homófobo y racista para retratar a una generación NO Future. Se pusieron de moda por los temas morbosos; los bares, la noche, “el sexo, la droga y el rock and roll”. La gente joven relataba sus borracheras. Esta literatura se caracterizaba por su frescura y espontaneidad. Está escrita a salto de mata, a la velocidad con la que se vivía la post movida, en ordenadores más que en cafés literarios. (Ahora Mañas se comunica por email y redes. Y más que una generación hay escritores aislados, más cercanos al mito romántico del genio individual)

Son novelas escritas y leídas muy mal, con prisa, muy rápido. Novelas sin documentación y sin sensibilidad, pero cercanas a la calle. Toda una generación literaria hablaba a sus contemporáneos con su mismo lenguaje y sobre su propia vida.  En ellas hay más influencia del cine, de los grupos musicales y de la propia vida que literarias.  No tiene en cuenta la literatura anterior, parten de cero como si no hubiera habido un antes.  Son novelas meta literarias, intertextuales que citan a otros autores. Mencionan marcas comerciales, productos de la sociedad pop y del consumo postmoderno.  Los nombres en inglés están escritos como suena en el idioma castellano, no como se escribe en la lengua originaria.

No hay en ellas compromiso social, ni crítica social. Como un retrato realista fotografían la vida de estos barrios obreros postindustriales. Aparecen los fantasmas del paro y la droga, los últimos románticos, existencialistas y marxistas y el fracaso del meta relato y las ideologías comunistas. En este clima de desasosiego y melancolía se respira un aire de derrota y fracaso. Más que cambiar el mundo, como los del 68, querían drogarse. La juventud viraba de ser progre a convertirse en sedentaria y acomodaticia.

Estas novelas relataban la noche urbana de la post movida madrileña.  El bar Ágapo en la calle Madera número 22 ya no existe, cerró en el 94. El local ahora se alquila como galería de arte. Gracias a este bar, el barrio de Maravillas (así se llamaba el convento que describe Rosa Chacel en Barrio de Maravillas) se convirtió en el lugar bohemio que es ahora, dedicado a Manolita Malasaña. En la fuente Dos de Mayo, que recuerda a otros héroes de la guerra de la independencia, se bañaron desnudos los estudiantes de la Complutense en tiempos de Tierno Galván. Los grupos sex Museum tocaron allí, los enemigos y los Ronaldos, Los Macana, y los Pleasure Fuckers, y los Karstein, y Los Potros, y Los Rescuers. El bar mezclaba a “mods, punks, garageros, siniestros, ramoneros”, y a “los rockers” ligados al bar Revolver. El 8 de mayo del año pasado le hicieron un homenaje al bar en la sala Rock Kitchen. Por el escenario pasaron 15 grupos, entre ellos Los Enemigos, Ana Curra, La Uvi o Glutamato Ye-yé.

El tiempo ha pasado también para estos bares. ¿Qué acontecía en aquellos años 90? España llevaba 15 años de transición tras el franquismo. El neo capitalismo estadounidense y el consumismo postmoderno se erguían ya soberanos del mundo. En el año 92, en que se escribe la novela, se celebraban los Juegos Olímpicos de Barcelona, la Exposición Universal de Sevilla y el Quinto Centenario de América. El Mundial de fútbol se había celebrado en el 86. Kobi, Kurro y Naranjito simbolizaban un periodo de prosperidad económica, en que se construyeron las torres Kio, en medio de la crisis. España entraba en la Unión Europea y en la OTAN. Aún gobernaban los socialistas. A esta época se la conocía por la post movida.

Dos movimientos antecedieron a la generación Kronen; la Gauche Divine catalana y la movida madrileña. En Barcelona se reunía la Izquierda Caviar en la discoteca Bocaccio; poetas del 50 (Carlos Barral, Gil de Biedma, Juan Marsé) junto a los novísimos de los 70 (Gimferrer, Antonio de Villena), Rosa Regás, Matute, Carmen Posadas, Maruja Torres, Montalbán o Terenci Moix… Al País Vasco llegó sólo un ligero eco, más musical que literario; el Rock Radical Vasco, que aún se escucha, pues muchos grupos han sobrevivido. Pero las influencias de los Kronen hay que buscarlas más en EEUU; Whitman, “los beats” y novelas como Generación X de Coupland o American Psyco o la Naranja Mecánica. Los Kronen eran hijos de los autores del mayo del 68 (Rosa Montero, Javier Marías, Millás…) El hipismo de los años 70, la música protesta y los cantautores oscilaban a fenómenos más post modernos y de contra cultura como el hip hop, lo hípster, o el nihilismo del grupo Nirvana, tantas veces citado en la novela. Kurt Cobain se suicidaba convirtiéndose en leyenda. Y su novia Courtney Love la liaba bebiendo más de la cuenta.

El bar Vía Láctea en la plaza 2 de mayo sigue siendo un bar mítico de la movida que aparece también en la novela.  El bar, en la calle Velarde 18, recibe a los clientes con sus luces de neón y colorín y sus litografías de ciencia ficción, al estilo de Alíen, Blade Runner o la Guerra de las Galaxias. A este bar vino Andy Warhol representando la cultura pop y la generación X americana. Hay fotos de Jimi Hendrix, Jim Morrison, Elvis, Janes Joplin, David Bowie encima de su billar. Aquí se inició la música disco o electrónica con los primeros DJ. La puerta del local la controló 25 años el Puertas o el Sheriff. Así apodaban al “segurata”, un señor mayor que se ponía una estrella de sheriff en la solapa como acreditación y decidía si podías entrar con esas zapatillas o con ese peinado. A veces el pañuelo era discutible, pero con los pantalones parecías un hippie y no entrabas. A las 2 de la mañana la música se ponía muy alta y no se podía hablar. Los conciertos acústicos solían ser en inglés. Su luz violeta a altas horas de la noche se veía del color que uno quisiera. En el bar se conservan vinilos antiguos y originales.

Mañas fue el primero (o el más exitoso) de una larga lista de jóvenes escritores que irrumpieron con fuerza en el panorama literario de los noventa. La obra maestra de Mañas fue éxito de ventas y de público, pero rechazada por la crítica. Otros escritores fueron incluidos en esta generación inventada. El autodestructivo Ray Loriga escribió varias novelas en esta línea; Héroes, Tokio o El hombre que inventó Manhattan. Lola Beccaria, Belén Gopegui, Lucia Etxebarria fueron la parte femenina de la generación. Ambas siguen triunfando recicladas al feminismo, abanderadas de muchas causas sociales. Gopegui acaba de sacar novela y Etxebarria sigue disfrutando de su éxito. Otros autores menos conocidos fueron Juan Gracia, Ramón Alcoberro, Luis de la Peña, Juana, Benjamín Prado, Nicolás Casariego, Fernando Gallican, Enrique Urbijo, Paula Urquijo, Marta Sanz, Pote Huerta, Pablo González Cuesta, Pedro Maestre, Francisco Casavella.

El sociólogo Luis Mancha escribió una tesis doctoral basada en entrevistas a muchos de los protagonistas de aquella locura. Ahora se ha intentado contactarles de nuevo para saber qué ha sido de ellos. El mundo literario ha cambiado. Las clases sociales se han aburguesado en “la tiranía de las clases medías” (según Borges) En estos tiempos de crisis y paro, su narrativa ha sido superada por el Best Seller y el libro comercial, de autoayuda y la novela histórica, negra o rosa.

Mañas es hoy un señor maduro de 50 años. Sigue escribiendo novelas tras su gran éxito, intentando demostrar que es un autor serio. Mensaka (también adaptada al cine) o Sonko 95 y Ciudad Rayada parecen secuelas y repeticiones de su gran obra. Escribirá también Soy un escritor frustrado, e incluso Caso Karen, pero sigue siendo escritor de una sola novela. Los temas no han cambiado mucho; un profesor de universidad frustrado como escritor, una violación, un mensajero en moto y un mundo burbuja o sociedad líquida, pecera y de nueva era.

El documental Generación Kronen recuerda este fenómeno de hace 20 años. El País nombró a Mañas el mejor escritor del año.  No volvería a vender tantos ejemplares.  José Ángel Mañas nació en Madrid en 1971 y va siempre vestido de negro, con sus gafas de sol (un look copiado al de Loriga.) Viste pragmático y funcional, sin preocuparle ir elegante (las marcas de ropa están presentes en la novela como un elemento pop) Tenía 23 años cuando cosechó el éxito. Contextualizó una época de desfase y drogas con un lenguaje ágil, natural, actual y cercano.  Es padre de una gran novela y de rebote -nunca lo pretendió adrede- de esta generación que algunos menosprecian al género menor mientras que otros siguen idolatrando. 

Aunque el libro fue finalista del premio Nadal, quizá sea más conocida la versión cinematográfica que realizó Montxo Armendáriz. Ganó el Goya al Mejor guion adaptado y se presentó al Festival de Cannes. La película funcionó gracias al boca a boca, dejando en el recuerdo esa escena en que se cuelgan los colegas de un viaducto sobre la M30.

Los actores que protagonizaron la película siguen formando parte de la Industria: Juan Diego Botto, Jordi Mollà, Aitor Merino. A la novia la interpretaba Cayetana Guillén Cuervo. Uno de los “colgados” del puente era Eduardo Noriega, que vive también en el barrio de Malasaña.  En un bar cercano Amenábar escribió el guion de Tesis, en la que también sale el actor. En ambas películas aparecen las “snuff movies”, o películas pornográficas de necrofilia y sadismo que circulaban por la universidad de un joven Amenábar.   

En el barrio de Lavapiés encontramos el bar Botas en la calle La Fe 9. A la salida un hombre de cuarenta años, algo bebido, recuerda su juventud al recordar el libro. Hace 20 años que tenía 20 años. De todo hace ya 20 años, decía Gil de Biedma, un autor muy citado en la novela. El camarero lleva los ojos maquillados como en los 80. El bar lleva 15 años en funcionamiento y él unos 4 años en la barra. Nunca ha visto entrar en el bar a Mañas, “Mis clientes no entran diciendo que son escritores”. Tampoco a otros miembros de la generación y se pone muy nervioso al preguntarle sobre Lucía Etxebarria. Muchos periodistas de la prensa rosa la persiguen por estos bares de Malasaña. No se puede grabar dentro del bar. Nadie quiere hablar de esta novela y el camarero se pone algo violento. Así que la cosa acaba en salir botando del bar Botas. 

De los bares que aparecen en la novela queda poco. El fantasma de la droga tiñó el barrio madrileño; la muerte por un chute de Enrique Urquijo en la casa de su camello o la de Antonio Vega. El café Manuela reunía escritores de los 50 como Ferlosio o su mujer C M Gaite, Alberto de Cuenca (letrista de canciones pop), García Calvo y su mujer Isabel Escudero o Moncho Alpuente que subastaba objetos a precios ridículos para divertirse. Imitando la bohemia parisina, bebían absenta o “néctar de hadas”.

La mayoría de los bares Kronen han cerrado o han cambiado. Hay más bares que recuerdan la movida que los que evocan a los Kronen; el Pentagrama o los bares de Sabina, (junto a la casa de Alaska y Mario Vaquerizo.) Hay hasta un museo de la movida (Madrid me mata) con discos de los grupos de entonces o caratulas del cine de Almodóvar, y organizan una ruta de tres horas por estos bares, en la que se incluye una consumición, pero aún no hay un paseo específico sobre esta generación. Quizá sea parte de su leyenda; este grupo surgió repentinamente y todo lo ha envuelto en misterio. En la movida apenas se escribieron grandes novelas que la recuerden (Días Contados de Juan Madrid o Pathy Difusa de Almodóvar emulando Los diarios de Warhol), pero los Kronen fueron un fenómeno más literario que musical.

“Los Kronen han muerto”, nadie quiere hablar de ellos en estos bares. En el 2000 surgieron los autores “mileuristas” y escritores como Espido Freire o Juan Manuel de Prada, aunque son de la misma edad, rechazaron esta etiqueta, no se reconocían en la generación y huían de ser incluidos en lo que empiezan a criticar como “novelas de yonquis”. Estos autores escriben en la actualidad sobre temas evasivos, novelas históricas más documentadas y con una ideología más de derechas.  

Ya nadie escribe al modo Kronen. La herencia del estilo literario la han recogido algunos famosos “show-mans” de la televisión como Jaime Bayly, Jorge Javier o Boris Izaguirre que siguen escribiendo sobre sus noches de cocaína en los bares de ambiente. Se puede caer en el juicio moral de si era una literatura de calidad o no. Seguramente estas novelas no pasen a la historia, fueron una generación perdida, pero legaron muchos momentos entretenidos y se leían fácilmente. Estos libros hablaban de bares, pero en este recorrido los bares son los que han hablado de libros.























 

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