¿HAN MUERTO LOS KRONEN? ¿QUÉ HA SIDO DE ELLOS?
Gonzalo Villar
Son bares que hablan de libros y películas, pero primero fueron
libros que hablaban de bares.
“Han llegado tarde, los
Kronen estan todos muertos”. La camarera del Palentino, bar en cuyo sótano Alex de la Iglesia ha rodado su
película El bar, parece otro personaje más en el film. Según la leyenda urbana José
Ángel Mañas escribió el libro Historias
del bar Kronen en una noche, al volver de borrachera con sus amigos. Se
convirtió así en el fundador improvisado de esta generación de escritores de
los 90.
La
camarera insiste; “toda aquella gente del grupo Kronen están muertos por la
heroína, el speed.” Mañas es ya un señor maduro que peina canas por los premios
recibidos. (Ahora la gente le conoce más por ser padre del actor Achero Mañas.)
Aquellos que
recuerdan con nostalgia esta época son acusados de casposos, anticuados y “retros”,
de anclarse en un pasado desfasado, de no evolucionar con los tiempos cada vez
más rápidos. Esta fiebre editorial,
fruto de un negocio con sus propias reglas, acabó tan
intensamente como había empezado. Hoy estos autores siguen escribiendo,
sin el paraguas de generación alguna: son independientes, para bien y para mal,
pero entonces ser escritor era otra cosa…
Del bar Kronen no queda ni rastro. Unos
dicen que existió, otros que se lo inventó Mañas. En este bar de Malasaña se
reunía Carlos con sus amigos en la novela. El escritor partió de su propia vida para contar las
vicisitudes y problemas de su generación. La novela trata de un chaval que vive
en un chalé de la Moraleja con criada filipina y piscina. La historia de su
familia desestructurada, de sus padres ausentes y de su abuelo enfermo
trascurre paralela a la historia de sus colegas, su drogadicción y sus
aventuras sexuales. Sus colegas son su
mafia, cuadrilla,
clan. Es la crónica de una tribu de drogadictos que se pasan el día fumando
porros y metiéndose cocaína, conduciendo frenéticamente o colgándose de un
puente sobre la M30 de Madrid. La novela está redactada con una narrativa
rápida y alucinada, una atmosfera entre sueño e irrealidad, a mitad de camino
entre el retrato generacional y un diario de anécdotas macarras.
En la
calle San Bernardo el bar Siroco no
está aún abierto, solo una placa en la puerta confirma que existe desde 1989.
En este bar se emborrachaban los personajes a cubatas al borde del coma
etílico. La novela
acaba de forma muy trágica con final abierto: a uno de los amigos, sospechoso
de homosexual, le emborrachan con un embudo hasta matarle. Otro bar de la novela, el
Jumbo en la calle Gonzalo de
Céspedes, es ahora un local de tapas y un restaurante que desconoce el bar
anterior llamado igual hace
14 años. Parece que la tierra se ha tragado el bar Riau Riau, el Bar Flais, el Más Allá o el bar Palo. Algunos
bares pillan lejos de Malasaña pues los protagonistas del libro se desplazaban
en coche y metro, por ejemplo, a los bares del parque de las Avenidas. En
Chueca, sin embargo, sigue abierta la cafetería
Santander en la plaza Santa Bárbara 4.
Mañas es el padre
de la ‘Generación X’ española, una corriente literaria que
comenzó a principios de los 90 y que se caracteriza por el realismo sucio,
crudo, cercano y a veces demasiado descarnado. Es un movimiento
que no se ha tomado demasiado en serio y se ha visto como un fenómeno puntual y
accesorio, que obedecía a la necesidad de relatar esa forma de vida en los 90. La
famosa discoteca Pacha pertenece a
una cadena de bares y ahora se le conoce como teatro Barceló, junto al metro de Tribunal. Se inauguró el 23 de
abril del 80 y se cerró en el 96 para volver a abrirse luego. Los grupos entran
a ensayar y así es posible sacar unas fotografías del local por dentro. Lo
gestiona el empresario Pedro Trapote pero nadie se acuerda de la novela y de
cuando acudían al local el príncipe Felipe y las infantas, Almodóvar, Miguel
Bosé o el alcalde de la movida Tierno Galván.
El bar Warhol (Huarjols en la novela) sigue
en la calle Lutxana número 20, junto a la estación de metro Bilbao. Pero aquel local
punk donde los protagonistas de la novela escuchaban tecno y “bakalao” cerró en
2008 y desde hace 8 años se llama bar
Bohemia. El pasado viernes cenaron los de Sicoledicom Lenon, antes de un
concierto homenaje. El bar Jaque Mate
está en Fermín Caballero, en Fuencarral.
La generación Kronen se diferencia de otros
grupos de escritores como los del 27 en que además fue un fenómeno editorial
popularizado por la publicidad: un invento comercial fabricado en los
laboratorios del márquetin obedeciendo a unos intereses empresariales. Estos
escritores triunfaban muy jóvenes, con 20 años. Sus personajes también rondaban
esa edad. Se vendían sus novelas como discos. Han pasado a la historia como los
escritores más jóvenes de la Historia y Mañas como el “Rimbaud” español. La literatura pasaba al papel cuché con el
sonado romance entre Ray Loriga y Cristina Rosenvinge, vocalista del grupo
musical de la movida Los Subterráneos que apenas tenía 14 años. Las editoriales les promocionaron con
fuerza pues sus autores no eran caros y podían fomentar los aspectos
extraliterarios: presentaciones de libros, conferencias, firmas de libros…
Por primera vez en la historia de la
literatura se imponían los estudios de mercado sobre la calidad. Sus narradores
eran jóvenes, guapos, sociables, buenos comunicadores y quedaban bien en las
solapas de los libros y en la promoción de sus obras.
Los críticos les odiaban, pero a diferencia
de los poetas malditos, el gran público acogió sus novelas. Se consideró la
juventud en sí misma un valor literario. Esto llevó a una decadencia en la cual
se atribuían novelas incluso a adolescentes y el país se acabó cansando de
ellos. Escritores consagrados como Arturo Pérez Reverte criticaron a estos
jóvenes que relataban lo contentos que estaban de haberse conocido o la caña
con los colegas. En aquel contexto de fiebre juvenil, incluso se fichó a una
autora de 14 años, Violeta Hernando, por sus buenas redacciones en el colegio.
El mérito de estos escritores fue acercar al
público joven que no leía a la literatura. Lo consiguieron empleando un lenguaje
popular o coloquial, el argot de las tribus urbanas y del lumpen, la jerga de
la calle (“pavo, no me rayes la biblia”). Dieron voz a las clases bajas obreras
de los barrios urbanos más desfavorecidos. Retrataron un ambiente esencialmente
violento, con la droga muy presente, a través de tacos, insultos o palabras del
inglés que no se traducían y se ponían tal y como sonaban. Usaron un lenguaje
sexista, homófobo y racista para retratar a una generación NO Future. Se
pusieron de moda por los temas morbosos; los bares, la noche, “el sexo, la droga
y el rock and roll”. La gente joven relataba sus borracheras. Esta literatura
se caracterizaba por su frescura y espontaneidad. Está escrita a salto de mata,
a la velocidad con la que se vivía la post movida, en ordenadores más que en
cafés literarios. (Ahora Mañas se comunica por email y redes. Y más que una
generación hay escritores aislados, más cercanos al mito romántico del genio
individual)
Son novelas escritas y leídas muy mal, con
prisa, muy rápido. Novelas sin documentación y sin sensibilidad, pero cercanas
a la calle. Toda una generación literaria hablaba a sus contemporáneos con
su mismo lenguaje y sobre su propia vida. En ellas hay más influencia
del cine, de los grupos musicales y de la propia vida que literarias. No tiene en cuenta la literatura anterior,
parten de cero como si no hubiera habido un antes. Son novelas meta literarias, intertextuales que citan a otros autores. Mencionan
marcas comerciales, productos de la sociedad pop y del consumo postmoderno. Los nombres en inglés están escritos como
suena en el idioma castellano, no como se escribe en la lengua originaria.
No hay en ellas compromiso social, ni crítica
social. Como un retrato realista fotografían la vida de estos barrios obreros
postindustriales. Aparecen los fantasmas del paro y la droga, los últimos
románticos, existencialistas y marxistas y el fracaso del meta relato y las
ideologías comunistas. En este clima de desasosiego y melancolía se respira un
aire de derrota y fracaso. Más que cambiar el mundo, como los del 68, querían
drogarse. La juventud viraba de ser progre a convertirse en sedentaria y
acomodaticia.
Estas novelas relataban la noche urbana de la
post movida madrileña. El bar Ágapo en la calle Madera número 22 ya no existe, cerró en el
94. El local ahora se alquila como galería de arte. Gracias a este bar, el barrio
de Maravillas (así se llamaba el convento que describe Rosa Chacel en Barrio de Maravillas) se convirtió en el
lugar bohemio que es ahora, dedicado a Manolita Malasaña. En la fuente Dos de
Mayo, que recuerda a otros héroes de la guerra de la independencia, se bañaron
desnudos los estudiantes de la Complutense en tiempos de Tierno Galván. Los
grupos sex Museum tocaron allí, los enemigos y los Ronaldos,
Los Macana, y los Pleasure Fuckers, y los Karstein, y Los Potros, y Los
Rescuers.
El bar mezclaba a “mods, punks, garageros, siniestros, ramoneros”, y a “los rockers”
ligados al bar Revolver. El 8 de mayo del año pasado le hicieron un homenaje al
bar en la sala Rock Kitchen.
Por el escenario pasaron 15 grupos, entre ellos Los
Enemigos, Ana Curra, La Uvi o Glutamato Ye-yé.
El tiempo ha pasado también para estos bares.
¿Qué acontecía en aquellos años 90? España llevaba 15 años de transición tras el
franquismo. El neo capitalismo estadounidense y el consumismo postmoderno se erguían
ya soberanos del mundo. En el año 92, en que se escribe la novela, se
celebraban los Juegos Olímpicos de Barcelona, la Exposición Universal de
Sevilla y el Quinto Centenario de América. El Mundial de fútbol se había
celebrado en el 86. Kobi, Kurro y Naranjito simbolizaban un periodo de
prosperidad económica, en que se construyeron las torres Kio, en medio de la
crisis. España entraba en la Unión Europea y en la OTAN. Aún gobernaban los
socialistas. A esta época se la conocía por la post movida.
Dos movimientos antecedieron a la generación
Kronen; la Gauche Divine catalana y la movida madrileña. En Barcelona se reunía
la Izquierda Caviar en la discoteca
Bocaccio; poetas del 50 (Carlos Barral, Gil de Biedma, Juan Marsé) junto a los
novísimos de los 70 (Gimferrer, Antonio de Villena), Rosa Regás, Matute, Carmen
Posadas, Maruja Torres, Montalbán o Terenci Moix… Al País Vasco llegó sólo un
ligero eco, más musical que literario; el Rock Radical Vasco, que aún se escucha, pues muchos grupos
han sobrevivido. Pero las
influencias de los Kronen hay que buscarlas más en EEUU; Whitman, “los beats” y
novelas como Generación X de Coupland
o American Psyco o la Naranja Mecánica.
Los Kronen eran hijos de los autores del mayo del 68 (Rosa Montero, Javier
Marías, Millás…) El hipismo de los años 70, la música protesta y los cantautores
oscilaban a fenómenos más post modernos y de contra cultura como el hip hop, lo
hípster, o el nihilismo del grupo Nirvana, tantas veces citado en la novela. Kurt
Cobain se suicidaba convirtiéndose en leyenda. Y su novia Courtney Love la
liaba bebiendo más de la cuenta.
El bar Vía Láctea en la plaza 2 de mayo sigue
siendo un bar mítico de la movida que aparece también en la novela. El bar, en la calle Velarde 18, recibe a los
clientes con sus luces de neón y colorín y sus litografías de ciencia ficción,
al estilo de Alíen, Blade Runner o la Guerra
de las Galaxias. A este bar vino Andy Warhol representando la cultura pop y
la generación X americana. Hay fotos de Jimi Hendrix, Jim Morrison, Elvis, Janes
Joplin, David Bowie encima de su billar. Aquí se inició la música disco o
electrónica con los primeros DJ. La puerta del local la controló 25 años el Puertas o el Sheriff. Así apodaban al
“segurata”, un señor mayor que se ponía una estrella de sheriff en la solapa como
acreditación y decidía si podías entrar con esas zapatillas o con ese peinado.
A veces el pañuelo era discutible, pero con los pantalones parecías un hippie y
no entrabas. A las 2 de la mañana la música se ponía muy alta y no se podía
hablar. Los conciertos acústicos solían ser en inglés. Su luz violeta a altas
horas de la noche se veía del color que uno quisiera. En el bar se conservan
vinilos antiguos y originales.
Mañas fue el primero (o el más exitoso) de
una larga lista de jóvenes escritores que irrumpieron con fuerza en el panorama
literario de los noventa. La obra maestra de Mañas fue éxito de ventas y de
público, pero rechazada por la crítica. Otros escritores fueron incluidos en
esta generación inventada. El autodestructivo Ray Loriga escribió varias
novelas en esta línea; Héroes, Tokio o El
hombre que inventó Manhattan. Lola Beccaria, Belén Gopegui, Lucia
Etxebarria fueron la parte femenina de la generación. Ambas siguen triunfando
recicladas al feminismo, abanderadas de muchas causas sociales. Gopegui acaba
de sacar novela y Etxebarria sigue disfrutando de su éxito. Otros autores menos
conocidos fueron Juan Gracia, Ramón Alcoberro, Luis de la Peña, Juana, Benjamín
Prado, Nicolás Casariego, Fernando Gallican, Enrique Urbijo, Paula Urquijo,
Marta Sanz, Pote Huerta, Pablo González Cuesta, Pedro Maestre, Francisco
Casavella.
El sociólogo Luis Mancha escribió una tesis
doctoral basada en entrevistas a muchos de los protagonistas de aquella locura.
Ahora se ha intentado contactarles de nuevo para saber qué ha sido de ellos. El
mundo literario ha cambiado. Las clases sociales se han aburguesado en “la
tiranía de las clases medías” (según Borges) En estos tiempos de crisis y paro,
su narrativa ha sido superada por el Best Seller y el libro comercial, de
autoayuda y la novela histórica, negra o rosa.
Mañas es hoy un señor maduro de 50 años. Sigue escribiendo novelas
tras su gran éxito, intentando demostrar que es un autor serio. Mensaka (también adaptada al cine) o Sonko 95 y Ciudad Rayada parecen secuelas y repeticiones de su gran obra. Escribirá
también Soy un escritor frustrado, e
incluso Caso Karen, pero sigue siendo
escritor de una sola novela. Los temas no han cambiado mucho; un profesor de
universidad frustrado como escritor, una violación, un mensajero en moto y un
mundo burbuja o sociedad líquida, pecera y de nueva era.
El documental Generación
Kronen recuerda este fenómeno de hace 20
años. El País nombró a Mañas el mejor escritor del
año. No volvería a vender tantos
ejemplares. José Ángel Mañas
nació en Madrid en 1971 y va siempre vestido de negro, con sus gafas de sol (un
look copiado al de Loriga.) Viste pragmático y funcional, sin preocuparle ir
elegante (las marcas de ropa están presentes en la novela como un elemento pop)
Tenía 23 años cuando cosechó el éxito. Contextualizó una época de desfase y
drogas con un lenguaje ágil, natural, actual y cercano. Es padre de una gran novela y de rebote -nunca
lo pretendió adrede- de esta generación que algunos menosprecian al género
menor mientras que otros siguen idolatrando.
Aunque el libro fue finalista del premio Nadal, quizá sea más
conocida la versión
cinematográfica que realizó Montxo Armendáriz. Ganó el Goya al Mejor guion
adaptado y se presentó al Festival de Cannes. La película funcionó gracias al boca a boca,
dejando en el recuerdo esa escena en que se cuelgan los colegas de un viaducto sobre la M30.
Los actores que protagonizaron la película siguen formando parte de la Industria: Juan Diego
Botto, Jordi Mollà, Aitor Merino. A la novia la interpretaba Cayetana Guillén
Cuervo. Uno de los “colgados” del puente era Eduardo Noriega, que vive también en el barrio de Malasaña. En un bar cercano Amenábar escribió el guion
de Tesis, en la que también sale el actor. En ambas películas aparecen las “snuff
movies”, o películas pornográficas de necrofilia y sadismo que circulaban por
la universidad de un joven Amenábar.
En el
barrio de Lavapiés encontramos el bar
Botas en la calle La Fe 9. A la salida un hombre de cuarenta años, algo
bebido, recuerda su juventud al recordar el libro. Hace 20 años que tenía 20
años. De todo hace ya 20 años, decía Gil de Biedma, un autor muy citado en la
novela. El camarero lleva los ojos maquillados como en los 80. El bar lleva 15
años en funcionamiento y él unos 4 años en la barra. Nunca ha visto entrar en
el bar a Mañas, “Mis clientes no entran diciendo que son escritores”. Tampoco a
otros miembros de la generación y se pone muy nervioso al preguntarle sobre
Lucía Etxebarria. Muchos periodistas de la prensa rosa la persiguen por estos
bares de Malasaña. No se puede grabar dentro del bar. Nadie quiere hablar de
esta novela y el camarero se pone algo violento. Así que la cosa acaba en salir
botando del bar Botas.
De los bares que aparecen en la novela queda
poco. El fantasma de la droga tiñó el barrio madrileño; la muerte
por un chute de Enrique Urquijo en la casa de su camello o la de Antonio Vega.
El café Manuela reunía escritores de
los 50 como Ferlosio o su mujer C M Gaite, Alberto de Cuenca (letrista de
canciones pop), García Calvo y su mujer Isabel Escudero o Moncho Alpuente que
subastaba objetos a precios ridículos para divertirse. Imitando la bohemia
parisina, bebían absenta o “néctar de hadas”.
La
mayoría de los bares Kronen han cerrado o han cambiado. Hay más bares que
recuerdan la movida que los que evocan a los Kronen; el Pentagrama o los bares de Sabina, (junto a la casa de Alaska y
Mario Vaquerizo.) Hay hasta un museo de la movida (Madrid
me mata) con discos de los grupos de entonces o caratulas del cine de
Almodóvar, y organizan una ruta de tres horas por estos bares, en la que se
incluye una consumición, pero aún no hay un paseo específico sobre esta
generación. Quizá sea parte de su leyenda; este grupo surgió
repentinamente y todo lo ha envuelto en misterio. En la movida apenas se
escribieron grandes novelas que la recuerden (Días
Contados
de Juan Madrid o Pathy Difusa de
Almodóvar emulando Los diarios de Warhol),
pero los Kronen fueron un fenómeno más literario que musical.
“Los
Kronen han muerto”, nadie quiere hablar de ellos en estos bares. En el 2000
surgieron los autores “mileuristas” y escritores como Espido Freire o Juan Manuel de
Prada, aunque son de la misma edad, rechazaron esta etiqueta, no se reconocían
en la generación y huían de ser incluidos en lo que empiezan a criticar como
“novelas de yonquis”. Estos autores escriben en la actualidad sobre temas
evasivos, novelas históricas más documentadas y con una ideología más de
derechas.
Ya nadie escribe al modo Kronen.
La herencia del estilo literario la han recogido algunos famosos “show-mans” de
la televisión como Jaime Bayly, Jorge Javier o Boris Izaguirre que siguen
escribiendo sobre sus noches de cocaína en los bares de ambiente. Se puede caer
en el juicio moral de si era una literatura de calidad o no. Seguramente estas
novelas no pasen a la historia, fueron una generación perdida, pero legaron
muchos momentos entretenidos y se leían fácilmente. Estos libros hablaban de
bares, pero en este recorrido los bares son los que han hablado de libros.
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