JEANETTE WINTERSON Manchester, 59
Una pareja de pastores evangélicos
la adoptan y se va a vivir con ellos. El padre adoptivo es un obrero de una fábrica
cortocircuitado por la personalidad extravagante y depresiva de la madre. Se
intenta suicidar la madre y cambia de dentadura según la ocasión. Es una religiosa
fundamentalista de la biblia y no le deja recibir a sus amigos en la casa. La maltrataba,
la decía que se había equivocado al adoptarla. La niña era una ofensa al cielo
y a la naturaleza. La encerraba en la carbonera. Tenia la madre el pelo rojo
como el demonio. Ella descubre que es lesbiana y la madre le encierra y la
hacen ver a un exorcista con 16 años. Entonces se escapa de casa. La madre le
decía; ¿por qué ser feliz cuando puedes ser normal? Y esa frase se le quedó tan
clavada en la cabeza que tituló así su libro de memorias.
FRAGMETO
DE SUS MEMORIAS Mi madre no quería recibir a nadie ni me dejaba llevar amigas
del colegio a casa. Así era mejor, pues las amigas no descubrirían que no tenían
cuerpo de baño. Colocaba frases religiosas en todos los lugares de la casa “piensa
en Dios, no en el perro” o ponía en la nevera; “no sólo de pan vive el hombre”
Tenía muchos problemas intestinales, su amargura se reflejaba en el hígado. Solo
comía pan blanco. Mi madre solo abría la puerta a los mormones que blandían la biblia
advirtiendo de la condena eterna. Mi madre les quería quitar el puesto, era más
beata que ellos. Con 6 años me leía Jane Eyre porque salía un pastor evangélico
misionero, pero en la versión que ella leía no aparecían las escenas de amor,
censuradas. Pasaba las paginas e inventaba el texto de forma improvisada. Le cambiaba
el final, que ella iba de misiones voluntarias. Mi madre me escondía los libros,
pero ese libro lo encontré. Nos atacábamos la una a la otra, hasta que nos
apartamos para siempre la una de la otra.
La escritora se va de casa a
vivir a un coche. Estaba obsesionada con la literatura y se había leído todos
los libros de la biblioteca. Su profesora de literatura la posibilita estudiar
en Oxford, reservada para una elite. El primer día el director o rector la
recibió y la dijo que ella era un experimento obrero, y a su amiga negra la
dijo que era un experimento con un negro. En una entrevista dice que no sabes
lo que contiene un libro hasta que es demasiado tarde. Con 26 años se convierte
en una celebridad al publicar frutas prohibida. Es la historia de su infancia y
juventud como homosexual en el norte de Inglaterra. Cuenta el maltrato de la
madree. La novela en su titulo original eran las naranjas no son la única
fruta, pues dentro de la novela la naranja tiene el simbolismo de fruta del
pecado como la manzana para la biblia.
Cuenta lo mismo en sus memorias
del 2012 pero hay varias diferencias. En las memorias cuenta más cosas que en
esa novela primeriza. Las he leído a la par. Una la escribe desde la rabia y el
dolor y en las memorias hay dolor, pero también serenidad y reconciliación y
perdón con la madre. “era un monstruo, pero era mi monstruo”, le dice a su
verdadera madre cuando se rencuentra con ella y la explica por qué la dio en
adopción y sus dificultades económicas. Además, en las memorias ha mejorado el
estilo y escribe mejor. Se le ha criticado hacer una literatura demasiado auto referencial
y de la experiencia cuando aún no se había instalado la moda de las novelas de
auto-ficción. “Cuando me acusan de inventarme las cosas o de arrogancia me
gustaría arrastrar al periodista al lugar de mi infancia. No es arrogancia sino
militancia política, me han hecho crecer siempre que una mujer no vale para la
escritura. Las mujeres se reducen al estereotipo de escribir literatura para mujeres
y solo hablar de sentimientos y de sus vidas. El gran lienzo de la literatura
con mayúsculas la hacen los hombres y los experimentos con la forma”. Tiene
comentarios que pueden chochar o hacernos gracia.
En 2002 escribe escrito en el
cuerpo, considerada su mejor novela. Ella se anima así misma; “a la mierda los
que no reconocen lo bien que escribo, si nadie me valora me tendré que
valorarme a mí misma”. Salman Rusdhie, Mc Ewan y Martin Amis hablaban de que
nadie escribía buena literatura ahora, no la conocían. También habla de su
relación con Pat Kavanagh,
la mujer de Julián Barnes. Esa mujer casada se enamora de ella. En la novela
aparece ese amor amenazado como una sicosis. La perversidad del homosexual se
debe a los de fuera, no a ellos mismos.
El arte no es un producto de lujo,
sino que debe cambiar la conciencia de las personas. es como una carta que
escribes y no te acabas de creer. Tiene una intención social y política al
escribir. Ha recibido cinco cartas de gente que confiesa que lo que leyó impidió
que se mataran. Fue un hito la novela en el mundo homosexual, pero no pasó las
fronteras de Gran Bretaña. Ahora en España vuelve a darse una oleada de moda
con esta novela. Ella sufrió depresión y se intentó suicidar. A veces vivir
muerto en vida es peor que suicidarse. Escribía de su vida cuando no existía la
auto ficción. Es ella y no lo es en la novela. Se partía de la idea de que las
mujeres debían cuidar de los niños y la casa, mientras que los hombres tenían
tiempo para escribir de todo. Si Henry Miller o Paul Auster se meten así mismos
como personajes lo celebramos como una graciosa ocurrencia, pero si lo hace una
mujer ya está hablando de sí misma, se sicoanaliza… Ella rompe la idea de mujer
que el machismo nos da, le da igual su obra, si se vende más o menos, pero le
importa que conciencie a la gente en el feminismo. Quiere abrir nuevos camiones
a las escritoras y ser una pionera, aunque cometer errores y recibir malas
criticas es inevitable. Jane Austen o las Brönte Emily Dickinson o Cristina Rossetti
se habían sacrificado para ser escritoras. La mujer debe sacrificar toda su vida y tener
hijos y no tener amantes. Con la auto ficción cambia aptitudes y en sus novelas
aparece siempre el deseo, la relación con el propio cuerpo, la pasión, y la religión
pues es creyente, aunque no pegue con su personalidad.
La pasión es una ficción histórica que le sirve de excusa para tratar
temas universales. Un chico entra en el ejercito como cocinero de pollo de
Napoleón, su plato preferido. Y cuenta la relación con una ladronzuela
estafadora de Venecia que acaba ejerciendo la prostitución.
FRAGMENTO DE LA PASION
Me
encanta la noche. En Venecia, hace mucho tiempo, cuando teníamos nuestro propio
calendario y nos manteníamos a distancia del mundo, empezábamos los días por la
noche. ¿Para qué queríamos el sol si nuestro comercio, nuestros secretos y
nuestra diplomacia dependían de la oscuridad? En la oscuridad se está
disfrazado, y ésta es la ciudad de los disfraces. En aquel os tiempos (que no
puedo situar en el tiempo porque el tiempo tiene que ver con la luz del día),
en aquel os tiempos, cuando se ponía el sol, abríamos las puertas y nos
deslizábamos por las aguas escurridizas con una luz cubierta en la proa.
Entonces, todas nuestras barcas eran negras y no dejaban huella en el agua.
Comerciábamos
con perfumes y sedas. Esmeraldas y diamantes. Asuntos de estado. No construimos
nuestros puentes sólo para evitar andar sobre el agua. Nada tan simple. Un
puente es un lugar de encuentro. Un lugar neutral. Un lugar informal. Los
enemigos deciden encontrarse en un puente y acabar su disputa en ese vacío. Uno
cruzará hacia el otro lado. El otro no volverá. Para los amantes, un puente es
una posibilidad, una metáfora de sus esperanzas. Y, para el tráfico que se hace
entre susurros, ¿qué mejor que un puente en la noche? Somos gente filosófica,
conocedora de la naturaleza de la ambición y del deseo, próxima al diablo y a
Dios. No queremos alejarnos de ninguno de los dos. Este puente viviente es
tentador para todos, y en él se puede perder el alma o encontrarla. ¿Y nuestras
almas? Son siamesas.
Hoy
en día, la oscuridad tiene más luz que antes. Hay antorchas por todas partes, y
a los soldados les gusta ver las cal es iluminadas, ver algún reflejo en los
canales. No se fían de nuestros pies sigilosos, de nuestros finos cuchillos.
Pero se puede encontrar oscuridad en los canales poco transitados y en la
laguna. No hay oscuridad como ésa. Es suave al tacto y pesa en las manos. Se
puede abrir la boca y tragarla, hasta que forma una bola compacta en el
vientre. Se puede hacer juegos malabares con el a, nadar en el a, se la puede
esquivar. Se la puede abrir como una puerta.
Los
antiguos venecianos tenían los ojos como los de los gatos, que atravesaban la
oscuridad más densa y les guiaban por los caminos impenetrables sin tropezar.
Incluso ahora, si se nos mira con atención, se descubre que algunos tenemos los
ojos rasgados a la luz del día. Yo pensaba antes que la oscuridad y la muerte
debían de ser lo mismo. Que la muerte era la ausencia de luz. Que la muerte no
era otra cosa que el país de las sombras en el cual la gente compraba, vendía y
amaba como siempre pero con menos convicción. La noche parece más efímera que
el día, sobre todo a los amantes, y también parece más incierta. Así resume
nuestras vidas, que son inciertas y efímeras. Durante el día nos olvidamos de
esto. Durante el día seguimos siempre adelante. Ésta es la ciudad de la
incertidumbre, en la cual los caminos y las caras parecen iguales y no lo son.
La muerte será así. Reconoceremos una y otra vez a personas a las que nunca
hemos conocido. Pero la oscuridad y la muerte no son lo mismo. La una es
temporal, y la otra no.
Los jóvenes piensan que Napoleón les llevará
al triunfo y luego se desengañan. Napoleón apenas sale en la historia. trata de
la campaña en Rusia y de los campesinos.
El
inimaginable invierno bajo cero. —Atacaremos Moscú —dijo, cuando el zar le
traicionó. No era ésta su intención; él quería una campaña rápida. Un golpe a Rusia
por atreverse a desafiarle otra vez. Pensaba que siempre ganaría las batallas,
como las había ganado siempre. Como un perro de circo, pensaba que todos los
públicos se maravillarían ante sus mañas, pero el público empezaba a cansarse
de él. Los rusos no se molestaron siquiera en combatir seriamente a la Grande
Armée; fueron retrocediendo, quemando los pueblos, sin dejar nada que comer,
ningún lugar en el que dormir. Se fueron adentrando en el invierno, y nosotros
les seguimos.
Entramos
en el invierno ruso con nuestros abrigos de verano. Entramos en la nieve con
nuestras botas remendadas. Cuando los caballos morían de frío, les rajábamos el
vientre y dormíamos con los pies dentro de sus tripas. A un hombre que dormía
así se le heló el cabal o muerto; por la mañana, cuando quiso sacar los pies,
los tenía atrapados, enterrados en las entrañas quebradizas. No pudimos
liberarle; hubo que dejarle. No paraba de chillar.
Bonaparte
viajaba en trineo, lanzando frenéticas órdenes a las líneas, intentando
hacernos vencer estratégicamente a los rusos en un solo lugar. Pero no podíamos
vencerles. Apenas podíamos andar.
Las
consecuencias del incendio de los pueblos no recaían sólo sobre nosotros, sino
sobre los campesinos. Gentes cuya vida se regía por el sol y la luna. Como mi
padre y mi madre, aceptaban cada estación y esperaban la cosecha. Trabajaban
duro durante el día, y después se consolaban con relatos de la Biblia y relatos
del bosque. Sus bosques estaban llenos de espíritus, algunos buenos y otros no,
pero cada familia tenía una historia alegre que contar; cómo se salvó un hijo
suyo o cómo se curó su única vaca por la intervención de un espíritu.
Llamaban
al zar «padrecito», y le adoraban como adoraban a Dios. Yo veía en su simplicidad
un espejo de mis propios anhelos, y entendí por primera vez que era mi
necesidad de un padrecito lo que me había llevado hasta al í. Son gente
hogareña, que se conforman con encerrarse en casa cada noche y comer sopa
espesa y pan negro. Cantan para espantar la noche y, como nosotros, meten a los
animales en la cocina en invierno. En invierno el frío es insoportable, y la
tierra es más dura que la espada de un soldado. Encienden las lámparas, viven
de lo que tienen en la despensa y sueñan con la primavera.
Cuando
el ejército les quemó los pueblos, los campesinos ayudaron a prender fuego a
sus propias casas, a sus años de trabajo y de sentido común. Lo hicieron por el
padrecito. Se arrojaron a sí mismos al invierno helado y fueron a la muerte de
uno en uno, de dos en dos o por familias. Fueron a los bosques y se sentaron
junto a los ríos helados, no por mucho tiempo pues la sangre se congela pronto,
pero lo suficiente, en el caso de algunos, para que nosotros les oyésemos
cantar cuando pasábamos. Sus voces pasaban al aire feroz, y llegaban a nosotros
por entre los restos de sus casas.
Les
habíamos matado a todos sin disparar un tiro. Recé por que nevase y la nieve
los enterrase para siempre. Cuando nieva, casi se puede creer que el mundo
vuelve a estar limpio.
¿Es
diferente cada copo de nieve? Nadie lo sabe. Ahora tengo que dejar de escribir.
Tengo que hacer ejercicio. Quieren que hagamos ejercicio cada día a la misma
hora; si no, se preocupan por nuestra salud. Les gusta tenernos sanos para que,
cuando vengan los visitantes, se vayan satisfechos. Yo espero tener una visita hoy.
Lo
peor de esta guerra no fue el ver morir a mis compañeros, sino el verles vivir.
Había oído decir cosas del cuerpo y la mente humanos, de las situaciones a las
que pueden adaptarse, de las maneras en que sobrevive. Había oído hablar de
personas a las que había quemado el sol y a las que les había salido otra piel,
gruesa y negra como la superficie de las gachas quemadas. Otros aprendieron a
vivir sin dormir, para no ser devorados por las fieras. El cuerpo se aferra a
la vida a cualquier precio.
Hasta
se come a sí mismo. Cuando no tiene comida se vuelve caníbal y devora su propia
grasa, después los músculos y después los huesos. He visto soldados,
enloquecidos por el hambre y el frío, cortarse los brazos y cocerlos. ¿Hasta
dónde se puede cortar? Los dos brazos. Las dos piernas. Las orejas. Pedazos del
tronco. Podría uno cortarse a sí mismo hasta el final, y dejar el corazón
latiendo en su palacio saqueado. No. Es mejor comerse primero el corazón. Así
no se siente tanto el frío, ni el dolor. Cuando no se tiene corazón, no hay por
qué contenerse.
Se
puede mirar la muerte sin temblar. Es el corazón el que nos traiciona, el que
nos hace l orar, el que nos hace enterrar a nuestros amigos cuando deberíamos
seguir adelante. Es el corazón el que nos enferma por la noche y nos hace
odiarnos a nosotros mismos. Es el corazón el que canta viejas canciones, el que
nos trae recuerdos de días cálidos, el que nos hace vacilar ante otra mil a que
hay que recorrer, ante otro pueblo humeante.
Escrito en el cuerpo. Tiene un narrador no fiable, como el de Ishiguro.
La llaman “la Virginia Woolf americana”, porque tiene narradores ambiguos, en
calidad no sé si es comparable. No sé sabe si el narrador es chico o chica. Lo
relacionas con un hombre y luego te da detalles para pensar lo contrario. A la
mujer protagonista la han roto el corazón muchos hombres y cuando se enamora de
uno bueno este tiene cáncer. Es un tema el cáncer importante pero secundario,
para hablar de otros temas. Le obsesiona crecer, tener pareja y a partir de
fragmentos de un libro de anatomía sobre distintas partes del cuerpo va contado
sus historias amorosas. Se lee mu rápido, toca siempre los mismos temas
universales, pero cada novela es distinta.
Su libro de memorias no es
afortunado en el titulo ni en la portada, porque el titulo ¿por qué ser feliz
si puedes ser normal? Sugiere que es un libro de autoayuda. No parece ni de
lumen. Aparece una foto de ella en la portada pues su imagen es importante. No
lo compras si piensas que es de autoayuda. Tiene poco humor e ironía. habla de
la relación conflictiva con su madre. Zadie Smith es amiga suya, pero se renciona
poco con escritores pues siente que no la aceptarían bien, es de clase baja, y
gruñona y por eso se fue a vivir al bosque.
Era una mujer desarraigada que no
deseaba tener una familia y Margaret Tacher la engatusó. En el norte trabajó
duro en las minas y la fabricas una pobre gente sin poder económico. El trabajo
de las mujeres estaba invisibilizado y no valorado. Las amas de casa eran
dependientes del marido. Era el esquema domestico marital y patriarcal. Las
mujeres no ocupaban cargos directivos y las profesoras o intelectuales estaban solteras.
La profesora del departamento de literatura que la apoyó estaba viuda, pero
cocinaba para los hijos, no tomaba vacaciones y quería apartar su deseo sexual
cuando fuera mayor. Aquí en Inglaterra no se había implantado el feminismo ni
nadie leía el enenuco femenino de los 70. En el norte el feminismo no había
llegado. En las postales humorísticas aparecían mujeres dominantes sobre los
hombres enclenques. Las mujeres eran lo que los hombres deseaban, temían o
necesitaban dependientemente. Esas mujeres caricaturescas iban con el rodillo a
pegar a los hombres. La mujer que trabajaba en la tienda de “fishs and chips”
decía que el negocio era de su marido y ella solo trabajaba. Se daban clases de
economía sexual en las que aconsejaban dar dinero a los hombres para que
pareciera que pagaban ellos o fomentar el orgullo masculino, y hacerles creer
que son ellos los que dominaban. Era la teoría de que la tierra es plana
aplicada al mundo de las relaciones sociales. Las mujeres debían fingir
sexualmente que disfrutaban. Algunas iban con el pasamontañas y tapadas para
que no las identificara como lesbianas. O se afeitaban esperando que al día
siguiente se convirtieran en hombres transexuales. El izquierdismo se centraba
en el marxismo de clases y no en el feminismo y la autora no se acaba de
integrar en él. Era una marginada del propio izquierdismo. El guardia del
tiempo está basad en una obra de Shakespeare.
Escrito en el cuerpo. Tiene un narrador no fiable, como el de Ishiguro.
La llaman “la Virginia Woolf americana”, porque tiene narradores ambiguos, en
calidad no sé si es comparable. No sé sabe si el narrador es chico o chica. Lo
relacionas con un hombre y luego te da detalles para pensar lo contrario. A la
mujer protagonista la han roto el corazón muchos hombres y cuando se enamora de
uno bueno este tiene cáncer. Es un tema el cáncer importante pero secundario,
para hablar de otros temas. Le obsesiona crecer, tener pareja y a partir de
fragmentos de un libro de anatomía sobre distintas partes del cuerpo va contado
sus historias amorosas. Se lee mu rápido, toca siempre los mismos temas
universales, pero cada novela es distinta.
FRAGMENTO DE ESCRITO CON EL
CUERPO
Era demasiado
joven para que nadie esperara que dijera la verdad. Quería como el oráculo de
Delfos dar respuesta a la verdad eterna. Aquí empieza esta historia, en esta roída
habitación, donde las estrellas se vuelven gigantescas. No llevo nada bajo el
brazo. Date prisa que llegamos tarde, me apremiaba mi amiga. No sé si es un
buen final, pero aquí estamos, corriendo por el campo. Voy a relatar los últimos
espasmos de mi relación con una feminazi, narco feminista. La torre Eiffel era
para ella un símbolo fálico. Los jóvenes se entregaban al romanticismo en
París, a ella la habían dicho muchas veces “ya no te amo”. Fuimos al Louvre y
justificamos la entrada gratuita como una investigación política. Ella llevaba
sus botas de monte y su ropa para que no la confundieran con una turista. Ante los
desnudos de Miguel Ángel exclamó; los odio, pero me conmueven. Renoir pintaba
con el pene. Cuando murió sólo encontraron un pincel viejo entre sus pelotas. Te
lo estás inventando, la dije. Son funcionarios del pene, sin escrúpulos,
continuó ella. Los urinarios masculinos son sitios donde, polla en mano, los hombres
intercambian pronósticos sobre el fútbol o las carreras mientras se sacuden las
gotitas. ¿Por qué les gusta hacer todo juntos? Los urinarios son un símbolo del
patriarcado. Y de la castración. Su pene es su pistola. Mi amiga entró a uno de
esos baños y apuntó con su pistola a uno de los hombres que le dijo; ¿te has
escapado de un psiquiátrico? No le dijo manos arriba para no verle el pene.
Ver todos los autores que quedan
en 45 minutos y después merendola. Zadie Smith no va a tratarlo. Hablar del
próximo año.
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