viernes, 8 de junio de 2018

TERRAZA MARTINI


Terraza Martini, de ayer al hoy con las percepciones de lo que uno siente ante unas imágenes determinadas. En el mercado de la Rivera de forma improvisada hay unos nuevos decorados y uno de ellos recuerda la terraza Martini, lugar de encuentro de bohemios, intelectuales y gente de la política progresista en la Roma de finales de los 70. Nos referimos a la película La Terraza de Ettore Scola. En la fuente de Trevi se bañan los protagonistas de la Dolce Vita y en esta película toman Martinis. Es una película que refleja un lugar elegido donde uno puede consumir y beber y estar con gente variada, a las horas que los demás sitios estan cerrados, toda la noche si se quiere. La terraza acogía ese ambiente de intelectualidad sibarita. Va impregnando una serie de caracteres; políticos progres, el escritor frustrado con mucha ansiedad por su novela, el actor, los amigos, las gentes, las emociones que rodean todo ello… Es una película de vanguardia que refleja cómo se viven estos mundos de la farándula, la pasarela Martini. Quizá en este espacio en el que ahora estamos alguien tiene una buena idea al margen de solo consumir comer y beber. 





Puedes encontrar un cambio de impresiones, una dialéctica elevada, en un lugar de este Bilbao en expansión, Marzana, Bilbao la vieja bilbi y este mercado de la Rivera. Centro neurálgico del encuentro, del jazz club, que decía Javi. Esto es más abierto, más estético, luminoso, no sé si es ético, el hecho de hablar va a estar allá, al servicio del ego de cada cual. Recuerda este ducado de Marzana lo que se hizo hace 40 años en otras partes de Europa. El Bilbao de ahora despunta en el ámbito de la comunicación, las gentes, el consumo, la gastronomías, músicas y deportes. El capital ha invertido para que las gentes tengan un tiempo histórico nuevo donde el divertimento unido al consumo hace que las vidas de la gente sean más divertidas, entretenidas, no sé si más valiosas. Es la farándula organizada, el tiempo está cubierto, porque todos los dias hasta altas horas de madrugada hay reunión, siempre se habla de algo. Uno está perdido en el Bilbao de hoy a las 4 de la mañana, cuando todo está cerrado, y vamos a este mercado porque está abierta la terraza y siempre hay alguien con quien puedes hablar. Terraza al lado de la ría y los muelles de Marzana. A Carlos, como Duque de Marzana que es, le dio alegría ver esta terraza, le hizo recordar imágenes del pasado. Estos ducados hay que potenciarlos con esta bohemia rica. No es marginal o pobre esta bohemia. Recuerda también la izquierda caviar catalán, la Gauhe Divine de los 70, todos eran en teoría gente progre con ideas de izquierda, pero la cuenta de chalés estaba presente. El placer de los humanos gira en torno a ese bienestar. 


Vemos fotogramas en YouTube de la terraza de Scola. La secretaria hablando con el escritor. Cada uno tiene su neurosis, su ego insatisfecho, con ganas de hacer cosas. Había una señalización que ponía terraza Martínez, no Martini. Los tiempos se van sucediendo, lo que era imposible en el Bilbao de hace dos años, se aglutina ahora como hipótesis de otro tipo de comportamiento. ¿Habrá una regeneración cultural con un gobierno del SOE? Se ha nombrado ministro de cultura a Máximo Huertas, tertuliano de Ana Rosa Quintana. ¿Pondrán de primer ministro a Jorge Javier Vázquez y a Belén Esteban de tesorera mayor del reino? Cuando crezca mi generación que parece abocada al botellón, gobernaran los que se están formando y preparando, pero en la sombra. Seré una especie de tuerto en el país de los ciegos. Pasaba con la movida y la heroína, sólo los listos llegan a la elite y se compran el chalé.
Marcello Mastroianni: Stefania Sandrelli, Trintillani, Alberto sordi, la comedia italiana es una tragicomedia. Cada uno en su ego tiene una parte muy doliente y hay una parte de comedia, las conversaciones son baladís, los escritores políticos son infantiles, las mujeres con que se relacionan son seductoras. Hay una punta del iceberg y otra que no se ve, la condición humana es doliente y ridícula. El cine de Scola es triste y alegre, en una ambivalencia inseparable. No es una tragedia trágica como absoluto ni una comedia cómica como absoluto, sino que las dos cosas van juntas. El malo del nombre de la rosa quería ocultar el libro de la risa de Aristóteles, para que esto fuera un valle de lágrimas. Pero el origen de la tragedia viene del ditirambo griego, de las orgias y sexo libre y las borracheras dionisiacas. 


Este valle de lágrimas interior se lleva con risa. Hay un alma trágica, los dos conceptos conviven muy bien. Se puede hacer sociología de esa terraza, por qué se hizo hace 40 años y se hace ahora en Bilbao. Los seres humanos tenemos una necesidad hedonista de comunicarnos, de estar con los otros. No profundizar en las cosas, porque todo lo que se habla es baladí, pero en eso está la compañía, una denominada comunicación. Tu tiempo no está parado, sino que parece que estas en constante movimiento de cosas, aunque no se digan muchas cosas. En su nadería estas acompañado de otras soledades. Es un lugar de compañía en nuestras soledades modernas, donde el ruido, aunque sea llevadero de las músicas, las luces de neón todo eso supone un acompañamiento, un divertimento en el que uno se encuentra cómodo. Aunque sea metáfora de la nadería y nada, parece que hay algo. En esta época de consumo, Bilbao ocupa su protagonismo con el Rugby y los deportes y los hosteleros de los nuevos pinchos veganos, cantidad de luz y de color, que puede entroncar con esa Italia de hace 40 años en la misma dinámica de una expansión capitalista donde parecen que pasan cosas, conectadas a los intereses del propio capital, dónde el ser humano no encuentra estabilidad sino divertimento. En eso coinciden las dos terrazas. Uno sigue estando solo, pero acompañado. Paolo Sorrentino, director de la gran belleza, crea un personaje cuya vida no tiene sentido, es dura, le dice a una intelectual que su vida familiar suya no tiene sentido. Dino Rissi es otro director de cine de la época. Las sociedades industriales postmodernas se llenan con el falso sueño de la post modernidad. Ponen el anagrama de Martini, símbolo de lo que se pretende. Es un acompañamiento de verdad y belleza, patrocinado y forzado, no sale por algo espontaneo sino ser feliz por decreto. Es el juego de esa empresa. El verlo en Bilbao le deja a Carlos la puerta abierta a esta reflexión. Son tiempos que en otros lugares de Europa ya se vivieron. Vendrán a ocupar un tiempo y un terreno que antes no estaban.
 

El Martini dulcifica con su sabor la insoportable levedad del ser que siempre es algo férreo, como un hormigón que te deja paralizado. Es el juego de la bebida como ligero adicionamiento. Con el refresco Martini la insoportable levedad del ser se lleva mejor. La persona cultivada sale de la inmanente levedad del ser, pero ¡si son felices en la caverna que dejen en paz a los esclavos felices de serlo!
En esa película siempre hay temas que analizar, el eurocomunismo, el feminismo. Los escritores noveles se desesperan si no les sale una obra maestra, hablan con guionistas del cine. Todo el mundo quiere crear porque forma parte de su identidad del yo. Pone en el yo su espejo. Cuando no sale esa creación el espejo del yo se resquebraja. Son personajes dolientes, caídos, por eso. Esa idea de absoluto no la materializan, siempre queda a medio camino. Se necesitan unos brebajes externos para soportan la sequedad de la propia identidad de cada cual. Se trata de inventar el movimiento, una acción, para que la inmanencia no nos recuerde que somos muy débiles. Se quedan muy debilitados en su identidad y necesitan salir de ese bucle en que están y por eso nos inventamos cosas como la terraza Martini. Carlos ha estado 15 minutos hablando de lo que simboliza esta terraza al camarero de la misma.
 

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