Zamora era una ciudad cunado era
un muchacho, todavía lo era. Era una ciudad donde se podía vivir o hacer una
imitación aceptable de la vida. Los recuerdos se trasfiguran. El recuerdo es la
única forma gozosa de la realidad. En sus calles alrededor, en el bosque de Valorio,
en el rio, aprendiendo a nadar entre sus ondas. Ahora Zamora en sus últimos
decenios como tantas ciudades ha desaparecido. No ha tenido suerte en estas
labores de conservación, complementarios a la destrucción por la construcción
del capital. El progreso nos condena a esto. De esa ciudad larga solo queda la
punta donde está la catedral, la cresta o poa donde esta ciudad se levantaba. Los
ricos prefieren vivir en el ensanche, camino a la carretera de la ciudad y han
dejado esta zona desierta donde aun se puede pasear. Zamora tiene otras cosas,
el pequeño terreno que dejaron mis padres para mí y mis hermanas, donde puedo
retirarme relativamente y estar libre de latazos y más tranquilo y hacer cosas.
Casa modesta rodeada de almendros y lirios y árboles. Sigue estando en medio
del bosque de los amores por el otro lado del rio. Este año me he hecho una
barquita de remos y he ido río arriba 4 kilómetros hasta la desembocadura. El
rio Duero es la fuente inagotable de vida. Eso sigue estando ahí y en parte
gracias a estar enriquecido por los recuerdos que también el río arrastra y
siguen sonando en el bosque. Alli se hizo la comuna antinacionalista de Zamora.
Nada tiene que ver la Zamora real o la mía, cargada de recuerdos, con ese lugar
de la rebelión contra el estado y capital, que cada vez son más lo mismo. No es
una asociación corriente la que allí se formó. Y nunca dejará de existir. Los
más o menos zamoranos eran más o menos miembros de esta comuna. Éramos los que
no nos resignamos a esta destrucción y ocupamos el antiguo cuartel militar de
Zamora para hacer una universidad. Es una Zamora eternamente liberándose, donde
no hay esta resignación por la televisión y el automóvil. Todavía se puede
vivir en Zamora, y es más que un sueño que exista esta ciudad, más allá de
estos pisos con televisión.
AGUSTIN GARCIA CALVO
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