lunes, 11 de junio de 2018

LA ZAMORA DE AGUSTIN GARCIA CALVO


Zamora era una ciudad cunado era un muchacho, todavía lo era. Era una ciudad donde se podía vivir o hacer una imitación aceptable de la vida. Los recuerdos se trasfiguran. El recuerdo es la única forma gozosa de la realidad. En sus calles alrededor, en el bosque de Valorio, en el rio, aprendiendo a nadar entre sus ondas. Ahora Zamora en sus últimos decenios como tantas ciudades ha desaparecido. No ha tenido suerte en estas labores de conservación, complementarios a la destrucción por la construcción del capital. El progreso nos condena a esto. De esa ciudad larga solo queda la punta donde está la catedral, la cresta o poa donde esta ciudad se levantaba. Los ricos prefieren vivir en el ensanche, camino a la carretera de la ciudad y han dejado esta zona desierta donde aun se puede pasear. Zamora tiene otras cosas, el pequeño terreno que dejaron mis padres para mí y mis hermanas, donde puedo retirarme relativamente y estar libre de latazos y más tranquilo y hacer cosas. Casa modesta rodeada de almendros y lirios y árboles. Sigue estando en medio del bosque de los amores por el otro lado del rio. Este año me he hecho una barquita de remos y he ido río arriba 4 kilómetros hasta la desembocadura. El rio Duero es la fuente inagotable de vida. Eso sigue estando ahí y en parte gracias a estar enriquecido por los recuerdos que también el río arrastra y siguen sonando en el bosque. Alli se hizo la comuna antinacionalista de Zamora. Nada tiene que ver la Zamora real o la mía, cargada de recuerdos, con ese lugar de la rebelión contra el estado y capital, que cada vez son más lo mismo. No es una asociación corriente la que allí se formó. Y nunca dejará de existir. Los más o menos zamoranos eran más o menos miembros de esta comuna. Éramos los que no nos resignamos a esta destrucción y ocupamos el antiguo cuartel militar de Zamora para hacer una universidad. Es una Zamora eternamente liberándose, donde no hay esta resignación por la televisión y el automóvil. Todavía se puede vivir en Zamora, y es más que un sueño que exista esta ciudad, más allá de estos pisos con televisión. 
 AGUSTIN GARCIA CALVO
 

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