Blas de Otero se saca una foto en Guadalajara. Empieza a escribir Historia
casi de mi vida y lo escribe en Madrid desde febrero a marzo del 69 y lo acaba
en Campedio Alicante en Octubre. Se trata de la única autobiografía del poeta,
por supuesto en verso y prosa poética. El poeta se plantea que no va a contar
todo. Sabe que está en el final de su vida. Blas de Otero murió a los 63
prematuro de un cáncer de estómago. Ahora en Bidebarrieta el genial actor Ramón
Barea interpreta y teatraliza sus poemas. Blas de Otero tenía también una gran
sensibilidad por el teatro. Nunca quiso ser otra cosa que poeta y recitaba muy
bien. Historia casi de mi vida la terminó en la mesa de un bar de Campedio.
En Mayo del 68 llega de Cuba. Allí se había casado con una cubana divorciada.
Blas de Otero llega enfermo, tiene un cáncer de estómago. En Madrid le dan radiaciones
de bomba de cobalto. El poeta nunca se ha sentido tan solo como ahora que va a
morir. Tiene a su amor eterno, a Sabina, que se dedica a cuidarle y atenderlo los
16 años que le quedan de vida a Blas. Blas se había separado de ella, porque no
existía el divorcio. Blas de Otero comparte su desesperación con sus amigos. Lo
del cáncer no se lo dijo a su madre ni a sus hermanos de Bilbao para no
disgustarles. El 22 de mayo del 68 Blas de Otero pisa Madrid. Enero. Estado de excepción. Blas alquila un apartamento en el barrio de
Madrid dónde tenía varios de sus amigos. Lo había compartido con su novia de
Bilbao años antes, cuando terminaba sus estudios de filología en Madrid. Una luz
áurea invade el relato. Empieza a escribir historia de mi vida. Lo terminó en Alicante
en Octubre. En Campello concluye su historia a la puerta de bares de los
puertos. Empieza a escribir y mezcla la prosa y el verso.
Dice que no recuerda nada del viaje a Moscú. En la URSS ha visto cosas
malas y muy buenas. No lo va a contar
del todo, no va a contar todo pero siempre dirá la verdad. No tiene la pretensión
de ser objetivo, ninguna autobiografía lo es. Quita seriedad a la narración de
las tragedias y horrores en el entramado de la vida. El lenguaje coloquial
aligera una escritura llena de gracia. No esconde la realidad histórica, habla
mucho de política, constantemente (si no no sería Blas de Otero). Hace una descripción
critica de su vida y su historia. Son historias reales. Cuenta lo vivido en
países socialistas como Moscú y China o en París.
Blas de Otero nació en el valle de Orozco en un caserío y recuerda la figura
maternal de su abuela que le animaba a escribir. El relato de su vida no es
lineal. Año 1, año 2, año 3...es un montaje caprichoso de secuencias
entrelazadas. Hace comparaciones entre varias vivencias, el colegio horroroso
de Bilbao y la enseñanza mixta del Madrid de sus últimos años. Conoce a la niña
de sus juegos infantiles que nunca olvidó. Él la llama “jarroncito de porcelana”.
Tiene buena memoria., no olvida a las muchachas de su infancia y adolescencia. A
ella dedica sus poemas y recuerda el delicado primer beso que puso en su
mejilla y labios. Recuerda Blas a las mujeres que amó. Las iras del espíritu, su
depresión le aislaba del normal discurrir de las horas. Blas de Otero pasó casi
toda su vida deprimido pero en sus versos siempre hay esperanza, ilusión,
optimismo. En 1952 hace un viaje a París
como apéndice. Recuerda la mina de los alemanes en la Arboleda, trabajó allí
una semana, pero parecía que había trabajado varios meses. Viaja a las tierras
castellanas con Agustín Ibarrola, el abuelo de este, y Manuel Fidalgo. Los 4
puntos cardinales de mi vida son el arte, la mujer, la justicia y pasear por la
calle, dice el poeta.
Ayer murió Blas, nolo sabe nadie pero es cierto. Paseaba por la
calle pensativo, con un periódico, miraba los escaparates del fondo de la
calle. No ha muerto en medio de frascos y tabletas, ha muerto del tiempo, ante
la incógnita del médico. Ha interrumpido la tos de turno para decir sus últimas
palabras y dar un beso a Sabina No se sabe por qué ha muerto, no lo saben los médicos,
son sus circunstancias íntimas. En unos minutos dijo estas últimas palabras; “acerté
el camino en todos mis errores”. Llueve,
el valle esta helado como tus ojos, la cima de Santamaría, las nubes semi verdes
excluidas. Retumba en la pared la tos del cura, su muerte es natural, abierto a
la calle, se oyen sus últimas palabras; “las
nubes se levantan, sigo echando como un rey, no tumbado como un mar, consulten
al médico, a Cesar Manrique, todo es mentira, la vida sigue, sigue subiendo
aunque yo muera”.
A los 53 años
comienzo a andar de otra manera, la esperanza aguarda fuera como un arado, el
soneto es distinto, las vocales más anchas, los naufragios más originales. He
vivido volcándome en mis días, noches destrozadas entre cristales rotos y
alegrías, corazones abiertos entre olas rotas. ¡Como escuchan los hombres, como
miran los muertos!. Recuerdo que no recuerdo nada, sé que había nacido, tuve
que nacer. Andaba a gatas hasta el seno
de mi madre, no se qué sentía o vislumbraba en aquellos años. Aparezco en la
casa de mi infancia en Hurtado de Amezaga 52, la casa que construyo en la
primera guerra mi padre. Debajo del piso vivía don Genaro, director de
tranvías, en días huelga decían que peligraba su vida, tenía miedo a un atentado
anarquista. El piso era el propio de la buena burguesía, teníamos muchachas al
servicio, claveles y margaritas, y un comedor donde la criada julia mostró su
muslo blanco. Me quedaba pensativo ante los cristales mirando la lluvia triste
de mi país. Ahora estoy en Madrid. En el colegio atocha conocí a María del
Carmen jarroncito de porcelana que tanto supuso en mi vida sentimental y
poética, con sus pechitos insinuados. Era la imagen santísima de la virgen con
el niño Jesús al mismo tiempo. Retozamos en verdes y blancos prados, la
acompañaba todas las tardes a su portal, contemplando el escaparate de la joyería de enfrente. Mañana Domingo se queda
dormida hasta la 1, la misa voló, me quedé asombrado y asustado y admirado
profundamente. Tenía en mi infancia a mi amigo Enrique, aprendiz y ayudante de
pintura. Me iba a las ventas a ver torear el aire. Me gustaba hacer de
monaguillo, lucirme ante los fieles. La corrida de toros costaba 8 duros que
había que apoquinar al valenciano, según ponía en un cartel a la puerta. Me
gritaban que tenía los huesos demasiado tiernos. Mi padre me mandó a sacar tres
entradas al teatro Novedades, se representaba allí lo mejor del pueblo, y las
mejores obras. La fiesta trascurría en
la cubierta de un barco decorado con farolillos a la valenciana. Recuerdo de
forma gráfica aquellos días, la escalera del anfiteatro y todos como muertos de
pie. Le agarra al muerto de delante mi padre con su rasgada navaja. Luego el tiempo
terrible de la guerra., recuerdo Alcañiz, los cañones de Vinaroz, bajando a
Morella, el culo duramente azul. Hablar de la guerra es hablar de curas y soldados
bajo el respaldo del hijo de puta de Hitler. Bilbao asediado por los requetés,
en mi batallón vasco. Solo ante la fina y
triste lluvia que tanto amé siempre. Me voy a parís aunque tenga que vender
toda mi biblioteca. Para ir a París pasé por San Sebastián y en Amara me
esperaba Amatsu. Cenarnos con Eugenio y a los postres le dije la pregunta
dostoyeskiana de nuestro siglo, tu quién eres. Salí de la estación de Irún con el
peso arrugado por tantos años. Al llegar a Hendaya el mundo era maravilloso
ante mi vista. Escribir la historia de mi vida podría resultar escandaloso para
los demás que no aman la sinceridad pero no para mí.
Toda mi vida
me hundí con el lema, prefiero una verdad desagradable que una mentira
agradable. En verdad no pretendo ser objetivo. No sabe ser objetivo ni Dios. Estoy en Moscú,
soy socialista, hace una mañana fría, espero al porvenir. Se endulzan los grandes
almacenes de la plaza roja. Vi muchas cosas, malas y muy buenas en la URSS,
algún compatriota enenuco, las cumbres del Cáucaso. Visité la República Popular
China, desciendo escaleras de Pekín, una muchacha llega a mí con un ramo de flores
intensamente perfumadas. Pero ahora estoy escuchando música Latinoamérica en el
barrio blanco de Madrid, en la Habana, subo Sierra Maestra, la bahía de 100
fuegos. Hablan compañeros de la secundaria vasca, de las tierras de España me
complace la tierra de campos. No cambio una torre o plaza de Valencia por todo Toledo, y sus tenues laderas. Bilbao es adusto pero de fuerte belleza,
Madrid de entreguerras…En Andalucía me voy a Málaga por su recatado
andalucismo, piso tierras de mi España sin solución. Los pueblos, y caminos de
mi patria no van a parte alguna. Escucho a los Beatles, descansa en la mesa el
libro del ama de casa. ¿Cuándo tuve yo una casa?, sólo al nacer, sólo al morir.
Amplios hospitales me cobijaron en París y la Habana. Recuerdo las enfermeras
mulatas tan decididas, eficaces y cachondas. Me pones una inyección en el puño
en alto pero mueves los ojos como a mi te gusta. Tengo la mirada perdida, no me
encuentro bien. La punta de los senos de la enfermera apunta a los morros. Los senos
de mi enfermera dan de beber a la Revolución, cumpliendo una obra de misericordia
que aquí es siempre justicia. Llegué tarde a la reunión de escritores y
artistas de Cuba, los relojes caminan lentamente. Me gusta el hotel nacional, la
compañera del puesto de tabaco tan atenta, y revolucionaria. Llama a un taxi,
no seas lánguida, estamos en los jardines del antiguo banquero español que se pegó
un tiro pues había perdido 700 de sus 2300 millones. Esta lectura es variada.
Historias fingidas verdaderas, la URSS y Cuba. Se limita a mi experiencia, con expresión
renovada. Veo a Nicolás, su noble rostro mulato, su conciencia en crisis, tan
buen cuentista, tan sin tierra... el campo de Cuba, los cañones de antihéroes, el
cielo despejado. París es la ciudad más maravillosa del mundo, los franceses pronuncian
el francés mejor que yo. Bulevares, el Sena, las grises callejuelas de Monmartre.
Aparecen las mujeres en m vida, la primera fue jarroncito y la definitiva
sabina. Y esa puñetera húngara que adivinaba el pensamiento. La vi sentada en el
banco de gran Vía de Bilbao, aparecieron los poemas de ángel fieramente. Tu
poesía es distinta, toda vida me repitió que yo era distinto y ella distinta. Vuelven
los destinos de Sabina y el mío a enlazarse después de tantos años. He de
recoger a Josetsu pues Agustín pinta paredes como otros pintores del mundo.
Escucho a Manuel de Falla, déjame tranquilo Josetsu, no quieras que nos pasemos
la tarde dando saltos sobre la manta. Apenas has medrado. Qué tiempos estos de
represión, no quiero hablar de nuestra guerra y lo que la siguió que fue peor.
Recuerdo el roce de mi padre a cuenta de la guerra europea. Recuerdo las pelis
que vi de Charlot. No era rubia como menta el endecasílabo. En la tienda de Fernández
Campos se vendían cuentos de Calleja y cromos. Llegó vestida de primera
comunión, de blanca y azul, angustiada y atosigante. Y yo hice la comunión con
un traje marinero, con velas, y velos, ¿Qué falta que hacía?, era un niño rico
de verdad, no como el de Juan Ramón Jiménez, todo aquello era imprescindible.
En un comedor me mostró su muslo blanco y purísimo como una ostia en misa. De verdad
me he sentido devoto de gracia de las vírgenes y de alguna que otra prostituta.
Estoy viendo como cose Sabi (Sabina) y al mismo tiempo veo como nieva con
bloques de hielo. Dejarme esta noche y esta mañana que estoy llorando. Lloro y
lloro. Noche atosigada de jazmín y papel de luna.
Imposible
dormir en esta pensión con la persiana alzada. Junto a la mar bravía, están los
cadáveres de los que fueron y dieron almas al cielo, a España para nombrar el
ansia de paz, la ansiedad de sus pechos. ¡Españoles llorad!, lágrimas de dolor y
llanto ahoguen a los amos y opresores, a los tiranos amenazados por los
espectros vengadores que se alzan contra ellos. Leo a Espronceda. Aquí viene
saltando la Montse, a la tarde vamos a Pisuerga, a ver tenderetes. Y comeré una
docena de pasteles. Madre dijo al llegar a casa; nos los ha dado Blasito. Conocí
a Merche en las barracas de Bilbao, era una moza castellana. Una noche escribí
una carta manchada de lágrimas y a la mañana siguiente tomé un tren para
Palencia. Merche jamás te olvidé. Tengo que hablar también en esta autobiografía
casi de mi vida de Andaré Ahojada, tan picarona, en la isla de Chacharramandi. Ante
las olas cabreadas, amé a Andere. Va pasando la película de mi vida, secuencias
entrelazadas, con un montaje caprichoso. Estalla la guerra en el 39, esa guerra
de la madre que la parió, que mató millones de soviéticos. Cayó sangre del
cielo. Se incendió la plaza elíptica de Bilbao, tras el disparo de la última
bala de Bolueta y Basurto. Arrancarme mis ojos, arrastrados con soga. Reviso mis versos,
mis papeles. Leo una frase de Lorca que es una revelación. El poema tiene obligaciones,
lo sé, pero también tiene derechos, hay que obedecerles. En el 49 escribí Infinidad
de poemas, con poco control, y mucho arrebato. Entre mis poetas predilectos está
José María galán y Gabriel. Poetas miopes y mediocres hay muchos pero este es
un buen poeta. Leer poetas castellanos como Fray Luis, o Lope o Machado. Cogí poemas,
elaboré poemas, hasta formar un libro apretado, así surgió redoble de
conciencia y poemas de anda. La poesía de ahora tiene una necesidad de cambio
poético o temático y de cambio formal. Todo vino formalmente. Hojas de Madrid la
escribí en Mayo del 68 al regreso de Cuba. En la Habana escribí historias
fingidas y verdaderas, una prosa madura fluida, sin percibirme de lo que decía.
Es poesía de historia y de la experiencia, me sentía oprimido por ideas
religiosas, como pisando en falso. En mi niñez los jesuitas me inculcaron una piedad
sentimental y terrorífica. Esto me causó gran tortura de espíritu. Siempre he
buscado a Dios y nunca me ha respondido. Se juntó algún amigo. Cayeron en mis manos
algunos libros. Así me hice poeta, buscando a Dios. Esto es lo que presento, descansa aquí mi
verdad y me hace libre. El caos, el sentido inmenso de la justicia, lo vi claro
desde niño, como si me arrancaran del escenario de este gran teatro del mundo y
contemplara la monstruosa sociedad en la que convivía. Me adentre en la
dialéctica de Hegel y me hice marxista. Por eso, por mi condición de comunista,
realicé repetidos viajes al campo socialista: a la URSS, a China, a Cuba. Claro
que mi vida está llena de defectos evitables o inevitables pero no me
arrepiento de nada.
Mi madre nació
en Orozco., mi abuela doña Pepita casó con José ramón del duranguesado médico
del Bilbao de principios siglo. El valle es lugar más suave y bonito de mi memoria.
Estando en Colón de Larreategi mi madre me preguntó si quería quedarme en el colegio
o huir con ellos a Madrid. Entraron en ruina total y bancarrota los negocios de
mi padre. En Madrid viví mi adolescencia, allí intenté estudiar una carrera. Recuerdo
el cielo brillante, como si fuera el aire
pintado por Millet, de despreocupada simpatía. Volvamos a los versos. Rompí mis
primeros versos en castellano después de escribir pido la paz y la palabra. Los
poemas de pido la voz los escribí en España y en Moscú, y en París. Hacía 1952
recopilé mucho material. Asi decía Eugenio Nora que de la caminata por París
surgían versos ligeros, fragmentos, discursos, noticias y estadísticas. El cuerpo
es el que dicta el poema. ¿Por qué
escribimos lo que escribimos?, nadie lo sabe, vienen de las lecturas o del fondo
de la experiencia
Surgen los
poemas de una ley de asociaciones de todo tipo, del subconscientes, a veces
simplemente por la sonoridad o circunstancias puramente fonéticas, ¿qué
factores determinan, el ritmo?, los vocablos hemos de rellenarlos, la sintaxis
es fundamental. En los últimos tiempos se dice que la expresión poética es una forma
de sintaxis, una manera extraña de hablar. No debe escribirse como se habla ni
como no se habla, el poema hay que
decirlo, recitarlo, declamarlo más que leerlo. Jugué al frontón en
Orozco, ande entre frutales en el huerto de mi abuela Doña pepita. Mi abuela no
regia bien, era silenciosa, hablaba consigo misma, a veces sonreía. Recuerdo el
toreo en san fermines en la plaza del pueblo con ese lucimiento, intuición,
promoción y armonía que se da en todo artista de cualquier forma de arte. El regreso
de Madrid a Bilbao fue desolador. Vendieron hasta la última silla de la plaza Leganitos.
Padre había muerto fuera de casa. Me quedé con mi madre Conchita. Perdí a mi
amigo José ramón en plena adolescencia. El crimen de no se quien lo ha cometido.
Escribo para pasar el rato. La vida es ese pasar un rato más o menos largo que
nunca retorna. Otra vez en Madrid, es febrero del 69. Se pública flor nueva de
romances viejos que trata de los problemas
de la generación joven. También Gómez de la Serna pública Senos, sus greguerías.
Sabina era la primera en la escuela maría de Maeztu y aprendió a leer y leer tanto libro. Me fui recuperando la
salud. Sabina me acompaña; es buena, inteligente y cariñosa. España anda mal
como siempre, escribo mucho, escucho mucha música, no camino tanto como
acostumbraba, pues hace frio y no aguanto el aire de Madrid tras haber estado
en el trópico, en Cuba. Vendrá la primavera, las muchachas con sandalia, las mujeres
son sonajete. Me gusta el valor y la sensualidad de cuba, valiente y bonita.
Fidel descubrió mejor que Colón la verdadera tierra del hombre. Regreso a la unión
soviética explicando al pueblo el convenio del azúcar. El Che tiene ojos de
listo y de pillo hasta la punta de su bisturí de médico. Me acerqué a la plaza de
la revolución. Tres días de silencio, dolor y rabia escuchando la quinta sinfonía
de Beethoven por todo el radio de la ciudad. Fidel es un niño con la cabeza bien
asentada a sus anchas Espaldas. (ancho de espaldas era Platón) Fidel habla al corazón
del pueblo, ofrece números problemas y soluciones. Mas allá está la guerra de Vietnam,
el asombro del mundo, contaré hasta 13, como nace y crece también termina el
poema. Sigo leyendo a Nietzsche y su origen de la tragedia, dice que el teatro
viene de la música. Y la literatura también. Escucho música para crear. No sé
de qué voy a escribir. Un poema de muy lejos o uno de Bilbao. Ignoraba cuando empecé
a escribirlo que ese iba a ser el tema. No tengo controlado al poema ni
vigilancia. Los párpados ya entornados, semidormido escribo. Sigo escribiendo.
Cada palabra es cernida a la forma de crear- vocalizo en silencio. Apenas corrijo
después. Me olvido de lo que escribo aunque guardo casi todos mis poemas en la memoria.
Ya rompí toda mi obra. Son palabras para el mar, que se lleva el viento. La mar
de la Concha en San Sebastián o de la azul y blanca costa de Zarauz, el azul mediterráneo
en la guerra, el mar báltico caminando como Jesús entre las aguas del mar rojo.
Recuerdo el lago, de China, y el mar del Caribe. Las palabras ahí están, metidas
en el alma, agitándose. Revuelvo un montón de papeles. En Shanghái tengo poco que
hacer, escucho cante jondo y zarzuelas españolas, repaso 25 poemas chinos qué
nunca publicaré. Juego al volante con la menuda chinita que me saludaba en Shanghái.
Al sur de Castellón de la plana baterías de buses, y artillería ligera en Logroño.
Algarrobos en Sagunto. Nos refugiamos en las trincheras. La metralla vuela por todos
lados. Imagino a los heridos, que cuentan chistes verdes. En mayo nos trasladan
al frente de Guadalajara. Ultimo golpe contra Madrid. Telas blancas en las
lomas. Guerra al carajo, ya ha terminado. Estamos perdidos para 30 años de
infierno. Milicianos al hombro de sus compañeras. Ha estallado la guerra madre.
Hitler de
bruces sobre Europa. Contestaran en Stalingrado. La vida es única irrepetible.
Mi vida dura exactamente hasta mi muerte, no se repetirá. No volveré a vivir, ni
veré a mis amigos. Se acabó pasear, hacer el amor, se acabó para siempre, he
aquí lo más irreal de mi vida; el tener que morir. El momento más grave de mi
vida, sobre la mesa de operaciones. Un certero tajo y al carajo el tumor, peor
puede haber sido. Es primavera y escribo. En Barcelona me hicieron una profilaxis.
No quisiera que se repitiese. Me dan radiaciones de cobalto en el hotel don Ramón
de la Cruz., tomo taxi a media tarde. Medio borracho, deambulo dando tumbos. Que
no me vengan con teorías. Lo peor que hay en el mundo es el dolor. Y la muerte.
Mi terquedad es indomable y me dirijo a la mujer, a la justicia, y a pasear por
la calle y el arte. No puedo contar a nadie mi vida, algunos la conocen a
retazos, mi casa oscura de Urzuldi, las alambradas de Pekín, el chicle pegado
al pensamiento en la Habana, es difícil de comprender. Hablemos de a calle, cuanta
calle he vivido. Allí pasaba horas libres de
verdad. Allí me pasaba las vacaciones y mis santos días, santos de
verdad. En ese solar se edificó correos, en la cuesta de Castrejana. El
frontón. Barríamos la cancha con la escoba. Nos dejaban jugar a palas. Recuerdo
en el jardín dichoso a jarroncito porcelana, mi amor de infancia. Cada loco con
su tema. Deambular por París es perder el aliento, con mis libros, mis tacones.
Callejeé Pekín, me asfixie en Shanghái, en la Habana probé la verdad sin juego, y me marché al borde
de la vida. Si muero en la calle, que me entierren como Dios quiere, sin cruces
ni semáforos. Deje de leer a Cesar Vallejo,
heraldos griegos y el huerto de mis antepasados en Orozco. Poemas humanos de Vallejo
es un impresionante libro no superado por la poesía española en lo que va de
siglo. Veranear a Zarauz. Para eso soy niño rico de 7 años. A la mujer de las
barracas la quiero aunque sea de Valladolid. Corrí bordeando el quiosco de música.
Al ahogado en la arena le sacan del Sena,
con un reloj de oro. Se me agrió parís, en Zarauz el cielo era azul. Darle
pelota al pueblo para que juegue. Los guardias municipales me cogen de las orejas
para llevarme a la pecera. Hermoso Erandio. Mi prima segunda en una ermita, descendíamos
la ladera de la mano. Sangre salpicaba como avispa. Me dio un beso de verdad en
mitad de los labios. Bendita sea su pureza. Cante jondo es la madre del
cordero. Las tonterías que hicimos, lo bien que lo pasamos. No quiero que tu me
des dinero. Cosas jamás escuchaste las volverás a oír, cariño. Inventando
palabras en Santurce, con tu deje andaluz y tus pechitos tiesos. Lorca me gustó
por condensación. Unamuno no sabe manejar el verso, Unamuno es una carraca,
escribe cuentos y nivolas y ensayos pero no tiene ni idea de la poesía. Es un
poeta que no maneja su instrumento y se da de bruces contra el poema. En Madrid
leí los primeros versos de Juan Ramón Jiménez. Examinado en derecho en Madrid
leí a Gabriel y galán, los del 27 y no los
de la dictadura. No confundir la generación de la república, la de los
valientes, con la posterior de los cobardes. Y trabajé de asesor de una
empresa, escribí cantico espiritual. En Madrid cursé filosofía y letras, lo abandone
sin darme por vencido. Leía a fray Luis de León, a Quevedo, el cancionero
popular y el romancero. Conocí a poetas. Era un negado para los idiomas. Que
será de este poeta en turco. No todo es tan sencillo en esta vida. Para qué
vanos a complicar la muerte con lo complicada que es la vida. Las lecturas en
prosa llenan nuestro espíritu, más que la poesía que lo ahonda. Creo vagamente
que la música llega más lejos que la literatura. Guerra paz y el quijote son
las mejores novelas. Aunque el último capítulo del Quijote es una claudicación lamentable e innecesaria. Hay
que reconocer la locura del protagonista en los medios empleados, no en el
ideal perseguido. Es el quijote literatura para releerse. Me gustó la biografía de Chejov. Sentado a la puerta del palacio Orozco veo pasar mi
entierro. Me llevan a hombros 4 hombres invisibles. Los veo pasar con toda
serenidad. Algún día tenía que pasar. Descenderé
a la tierra y la lluvia de mi pequeña patria
me mojará pero antes de morirme quiero echar mis versos al fuego.
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