sábado, 2 de julio de 2016

BLAS DE OTERO 2 HISTORIA CASI DE MI VIDA TEATRALIZADO POR RAMON BAREA



Blas de Otero se saca una foto en Guadalajara. Empieza a escribir Historia casi de mi vida y lo escribe en Madrid desde febrero a marzo del 69 y lo acaba en Campedio Alicante en Octubre. Se trata de la única autobiografía del poeta, por supuesto en verso y prosa poética. El poeta se plantea que no va a contar todo. Sabe que está en el final de su vida. Blas de Otero murió a los 63 prematuro de un cáncer de estómago. Ahora en Bidebarrieta el genial actor Ramón Barea interpreta y teatraliza sus poemas. Blas de Otero tenía también una gran sensibilidad por el teatro. Nunca quiso ser otra cosa que poeta y recitaba muy bien. Historia casi de mi vida la terminó en la mesa de un bar de Campedio.
En Mayo del 68 llega de Cuba. Allí se había casado con una cubana divorciada. Blas de Otero llega enfermo, tiene un cáncer de estómago. En Madrid le dan radiaciones de bomba de cobalto. El poeta nunca se ha sentido tan solo como ahora que va a morir. Tiene a su amor eterno, a Sabina, que se dedica a cuidarle y atenderlo los 16 años que le quedan de vida a Blas. Blas se había separado de ella, porque no existía el divorcio. Blas de Otero comparte su desesperación con sus amigos. Lo del cáncer no se lo dijo a su madre ni a sus hermanos de Bilbao para no disgustarles. El 22 de mayo del 68 Blas de Otero pisa Madrid. Enero. Estado de excepción. Blas alquila un apartamento en el barrio de Madrid dónde tenía varios de sus amigos. Lo había compartido con su novia de Bilbao años antes, cuando terminaba sus estudios de filología en Madrid. Una luz áurea invade el relato. Empieza a escribir historia de mi vida. Lo terminó en Alicante en Octubre. En Campello concluye su historia a la puerta de bares de los puertos. Empieza a escribir y mezcla la prosa y el verso.
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Dice que no recuerda nada del viaje a Moscú. En la URSS ha visto cosas malas y muy buenas.  No lo va a contar del todo, no va a contar todo pero siempre dirá la verdad. No tiene la pretensión de ser objetivo, ninguna autobiografía lo es. Quita seriedad a la narración de las tragedias y horrores en el entramado de la vida. El lenguaje coloquial aligera una escritura llena de gracia. No esconde la realidad histórica, habla mucho de política, constantemente (si no no sería Blas de Otero). Hace una descripción critica de su vida y su historia. Son historias reales. Cuenta lo vivido en países socialistas como Moscú y China o en París.

Blas de Otero nació en el valle de Orozco en un caserío y recuerda la figura maternal de su abuela que le animaba a escribir. El relato de su vida no es lineal. Año 1, año 2, año 3...es un montaje caprichoso de secuencias entrelazadas. Hace comparaciones entre varias vivencias, el colegio horroroso de Bilbao y la enseñanza mixta del Madrid de sus últimos años. Conoce a la niña de sus juegos infantiles que nunca olvidó. Él la llama “jarroncito de porcelana”. Tiene buena memoria., no olvida a las muchachas de su infancia y adolescencia. A ella dedica sus poemas y recuerda el delicado primer beso que puso en su mejilla y labios. Recuerda Blas a las mujeres que amó. Las iras del espíritu, su depresión le aislaba del normal discurrir de las horas. Blas de Otero pasó casi toda su vida deprimido pero en sus versos siempre hay esperanza, ilusión, optimismo.  En 1952 hace un viaje a París como apéndice. Recuerda la mina de los alemanes en la Arboleda, trabajó allí una semana, pero parecía que había trabajado varios meses. Viaja a las tierras castellanas con Agustín Ibarrola, el abuelo de este, y Manuel Fidalgo. Los 4 puntos cardinales de mi vida son el arte, la mujer, la justicia y pasear por la calle, dice el poeta.  

Ayer murió Blas, nolo  sabe nadie pero es cierto. Paseaba por la calle pensativo, con un periódico, miraba los escaparates del fondo de la calle. No ha muerto en medio de frascos y tabletas, ha muerto del tiempo, ante la incógnita del médico. Ha interrumpido la tos de turno para decir sus últimas palabras y dar un beso a Sabina No se sabe por qué ha muerto, no lo saben los médicos, son sus circunstancias íntimas. En unos minutos dijo estas últimas palabras; “acerté el camino en  todos mis errores”. Llueve, el valle esta helado como tus ojos, la cima de Santamaría, las nubes semi verdes excluidas. Retumba en la pared la tos del cura, su muerte es natural, abierto a la calle, se oyen  sus últimas palabras; “las nubes se levantan, sigo echando como un rey, no tumbado como un mar, consulten al médico, a Cesar Manrique, todo es mentira, la vida sigue, sigue subiendo aunque yo muera”.
A los 53 años comienzo a andar de otra manera, la esperanza aguarda fuera como un arado, el soneto es distinto, las vocales más anchas, los naufragios más originales. He vivido volcándome en mis días, noches destrozadas entre cristales rotos y alegrías, corazones abiertos entre olas rotas. ¡Como escuchan los hombres, como miran los muertos!. Recuerdo que no recuerdo nada, sé que había nacido, tuve que nacer. Andaba a  gatas hasta el seno de mi madre, no se qué sentía o vislumbraba en aquellos años. Aparezco en la casa de mi infancia en Hurtado de Amezaga 52, la casa que construyo en la primera guerra mi padre. Debajo del piso vivía don Genaro, director de tranvías, en días huelga decían que peligraba su vida, tenía miedo a un atentado anarquista. El piso era el propio de la buena burguesía, teníamos muchachas al servicio, claveles y margaritas, y un comedor donde la criada julia mostró su muslo blanco. Me quedaba pensativo ante los cristales mirando la lluvia triste de mi país. Ahora estoy en Madrid. En el colegio atocha conocí a María del Carmen jarroncito de porcelana que tanto supuso en mi vida sentimental y poética, con sus pechitos insinuados. Era la imagen santísima de la virgen con el niño Jesús al mismo tiempo. Retozamos en verdes y blancos prados, la acompañaba todas las tardes a su portal, contemplando el escaparate de la  joyería de enfrente. Mañana Domingo se queda dormida hasta la 1, la misa voló, me quedé asombrado y asustado y admirado profundamente. Tenía en mi infancia a mi amigo Enrique, aprendiz y ayudante de pintura. Me iba a las ventas a ver torear el aire. Me gustaba hacer de monaguillo, lucirme ante los fieles. La corrida de toros costaba 8 duros que había que apoquinar al valenciano, según ponía en un cartel a la puerta. Me gritaban que tenía los huesos demasiado tiernos. Mi padre me mandó a sacar tres entradas al teatro Novedades, se representaba allí lo mejor del pueblo, y las mejores obras. La  fiesta trascurría en la cubierta de un barco decorado con farolillos a la valenciana. Recuerdo de forma gráfica aquellos días, la escalera del anfiteatro y todos como muertos de pie. Le agarra al muerto de delante mi padre con su rasgada navaja. Luego el tiempo terrible de la guerra., recuerdo Alcañiz, los cañones de Vinaroz, bajando a Morella, el culo duramente azul. Hablar de la guerra es hablar de curas y soldados bajo el respaldo del hijo de puta de Hitler. Bilbao asediado por los requetés, en mi batallón vasco. Solo ante la  fina y triste lluvia que tanto amé siempre. Me voy a parís aunque tenga que vender toda mi biblioteca. Para ir a París pasé por San Sebastián y en Amara me esperaba Amatsu. Cenarnos con Eugenio y a los postres le dije la pregunta dostoyeskiana de nuestro siglo, tu quién eres. Salí de la estación de Irún con el peso arrugado por tantos años. Al llegar a Hendaya el mundo era maravilloso ante mi vista. Escribir la historia de mi vida podría resultar escandaloso para los demás que no aman la sinceridad pero no para mí.

Toda mi vida me hundí con el lema, prefiero una verdad desagradable que una mentira agradable. En verdad no pretendo ser objetivo. No sabe ser objetivo ni Dios. Estoy en Moscú, soy socialista, hace una mañana fría, espero al porvenir. Se endulzan los grandes almacenes de la plaza roja. Vi muchas cosas, malas y muy buenas en la URSS, algún compatriota enenuco, las cumbres del Cáucaso. Visité la República Popular China, desciendo escaleras de Pekín, una muchacha llega a mí con un ramo de flores intensamente perfumadas. Pero ahora estoy escuchando música Latinoamérica en el barrio blanco de Madrid, en la Habana, subo Sierra Maestra, la bahía de 100 fuegos. Hablan compañeros de la secundaria vasca, de las tierras de España me complace la tierra de campos. No cambio una torre o plaza de Valencia  por todo Toledo, y sus tenues laderas.  Bilbao es adusto pero de fuerte belleza, Madrid de entreguerras…En Andalucía me voy a Málaga por su recatado andalucismo, piso tierras de mi España sin solución. Los pueblos, y caminos de mi patria no van a parte alguna. Escucho a los Beatles, descansa en la mesa el libro del ama de casa. ¿Cuándo tuve yo una casa?, sólo al nacer, sólo al morir. Amplios hospitales me cobijaron en París y la Habana. Recuerdo las enfermeras mulatas tan decididas, eficaces y cachondas. Me pones una inyección en el puño en alto pero mueves los ojos como a mi te gusta. Tengo la mirada perdida, no me encuentro bien. La punta de los senos de la enfermera apunta a los morros. Los senos de mi enfermera dan de beber a la Revolución, cumpliendo una obra de misericordia que aquí es siempre justicia. Llegué tarde a la reunión de escritores y artistas de Cuba, los relojes caminan lentamente. Me gusta el hotel nacional, la compañera del puesto de tabaco tan atenta, y revolucionaria. Llama a un taxi, no seas lánguida, estamos en los jardines del antiguo banquero español que se pegó un tiro pues había perdido 700 de sus 2300 millones. Esta lectura es variada. Historias fingidas verdaderas, la URSS y Cuba. Se limita a mi experiencia, con expresión renovada. Veo a Nicolás, su noble rostro mulato, su conciencia en crisis, tan buen cuentista, tan sin tierra... el campo de Cuba, los cañones de antihéroes, el cielo despejado. París es la ciudad más maravillosa del mundo, los franceses pronuncian el francés mejor que yo. Bulevares, el Sena, las grises callejuelas de Monmartre. Aparecen las mujeres en m vida, la primera fue jarroncito y la definitiva sabina. Y esa puñetera húngara que adivinaba el pensamiento. La vi sentada en el banco de gran Vía de Bilbao, aparecieron los poemas de ángel fieramente. Tu poesía es distinta, toda vida me repitió que yo era distinto y ella distinta. Vuelven los destinos de Sabina y el mío a enlazarse después de tantos años. He de recoger a Josetsu pues Agustín pinta paredes como otros pintores del mundo. Escucho a Manuel de Falla, déjame tranquilo Josetsu, no quieras que nos pasemos la tarde dando saltos sobre la manta. Apenas has medrado. Qué tiempos estos de represión, no quiero hablar de nuestra guerra y lo que la siguió que fue peor. Recuerdo el roce de mi padre a cuenta de la guerra europea. Recuerdo las pelis que vi de Charlot. No era rubia como menta el endecasílabo. En la tienda de Fernández Campos se vendían cuentos de Calleja y cromos. Llegó vestida de primera comunión, de blanca y azul, angustiada y atosigante. Y yo hice la comunión con un traje marinero, con velas, y velos, ¿Qué falta que hacía?, era un niño rico de verdad, no como el de Juan Ramón Jiménez, todo aquello era imprescindible. En un comedor me mostró su muslo blanco y purísimo como una ostia en misa. De verdad me he sentido devoto de gracia de las vírgenes y de alguna que otra prostituta. Estoy viendo como cose Sabi (Sabina) y al mismo tiempo veo como nieva con bloques de hielo. Dejarme esta noche y esta mañana que estoy llorando. Lloro y lloro. Noche atosigada de jazmín y papel de luna.
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Imposible dormir en esta pensión con la persiana alzada. Junto a la mar bravía, están los cadáveres de los que fueron y dieron almas al cielo, a España para nombrar el ansia de paz, la ansiedad de sus pechos. ¡Españoles llorad!, lágrimas de dolor y llanto ahoguen a los amos y opresores, a los tiranos amenazados por los espectros vengadores que se alzan contra ellos. Leo a Espronceda. Aquí viene saltando la Montse, a la tarde vamos a Pisuerga, a ver tenderetes. Y comeré una docena de pasteles. Madre dijo al llegar a casa; nos los ha dado Blasito. Conocí a Merche en las barracas de Bilbao, era una moza castellana. Una noche escribí una carta manchada de lágrimas y a la mañana siguiente tomé un tren para Palencia. Merche jamás te olvidé. Tengo que hablar también en esta autobiografía casi de mi vida de Andaré Ahojada, tan picarona, en la isla de Chacharramandi. Ante las olas cabreadas, amé a Andere. Va pasando la película de mi vida, secuencias entrelazadas, con un montaje caprichoso. Estalla la guerra en el 39, esa guerra de la madre que la parió, que mató millones de soviéticos. Cayó sangre del cielo. Se incendió la plaza elíptica de Bilbao, tras el disparo de la última bala de Bolueta y Basurto. Arrancarme mis  ojos, arrastrados con soga. Reviso mis versos, mis papeles. Leo una frase de Lorca que es una revelación. El poema tiene obligaciones, lo sé, pero también tiene derechos, hay que obedecerles. En el 49 escribí Infinidad de poemas, con poco control, y mucho arrebato. Entre mis poetas predilectos está José María galán y Gabriel. Poetas miopes y mediocres hay muchos pero este es un buen poeta. Leer poetas castellanos como Fray Luis, o Lope o Machado. Cogí poemas, elaboré poemas, hasta formar un libro apretado, así surgió redoble de conciencia y poemas de anda. La poesía de ahora tiene una necesidad de cambio poético o temático y de cambio formal. Todo vino formalmente. Hojas de Madrid la escribí en Mayo del 68 al regreso de Cuba. En la Habana escribí historias fingidas y verdaderas, una prosa madura fluida, sin percibirme de lo que decía. Es poesía de historia y de la experiencia, me sentía oprimido por ideas religiosas, como pisando en falso. En mi niñez los jesuitas me inculcaron una piedad sentimental y terrorífica. Esto me causó gran tortura de espíritu. Siempre he buscado a Dios y nunca me ha respondido. Se juntó algún amigo. Cayeron en mis manos algunos libros. Así me hice poeta, buscando a Dios.  Esto es lo que presento, descansa aquí mi verdad y me hace libre. El caos, el sentido inmenso de la justicia, lo vi claro desde niño, como si me arrancaran del escenario de este gran teatro del mundo y contemplara la monstruosa sociedad en la que convivía. Me adentre en la dialéctica de Hegel y me hice marxista. Por eso, por mi condición de comunista, realicé repetidos viajes al campo socialista: a la URSS, a China, a Cuba. Claro que mi vida está llena de defectos evitables o inevitables pero no me arrepiento de nada.

Mi madre nació en Orozco., mi abuela doña Pepita casó con José ramón del duranguesado médico del Bilbao de principios siglo. El valle es lugar más suave y bonito de mi memoria. Estando en Colón de Larreategi mi madre me preguntó si quería quedarme en el colegio o huir con ellos a Madrid. Entraron en ruina total y bancarrota los negocios de mi padre. En Madrid viví mi adolescencia, allí intenté estudiar una carrera. Recuerdo el  cielo brillante, como si fuera el aire pintado por Millet, de despreocupada simpatía. Volvamos a los versos. Rompí mis primeros versos en castellano después de escribir pido la paz y la palabra. Los poemas de pido la voz los escribí en España y en Moscú, y en París. Hacía 1952 recopilé mucho material. Asi decía Eugenio Nora que de la caminata por París surgían versos ligeros, fragmentos, discursos, noticias y estadísticas. El cuerpo es el que dicta el poema.  ¿Por qué escribimos lo que escribimos?, nadie lo sabe, vienen de las lecturas o del fondo de la experiencia
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Surgen los poemas de una ley de asociaciones de todo tipo, del subconscientes, a veces simplemente por la sonoridad o circunstancias puramente fonéticas, ¿qué factores determinan, el ritmo?, los vocablos hemos de rellenarlos, la sintaxis es fundamental. En los últimos tiempos se dice que la expresión poética es una forma de sintaxis, una manera extraña de hablar. No debe escribirse como se habla ni como no se habla, el poema hay que  decirlo, recitarlo, declamarlo más que leerlo. Jugué al frontón en Orozco, ande entre frutales en el huerto de mi abuela Doña pepita. Mi abuela no regia bien, era silenciosa, hablaba consigo misma, a veces sonreía. Recuerdo el toreo en san fermines en la plaza del pueblo con ese lucimiento, intuición, promoción y armonía que se da en todo artista de cualquier forma de arte. El regreso de Madrid a Bilbao fue desolador. Vendieron hasta la última silla de la plaza Leganitos. Padre había muerto fuera de casa. Me quedé con mi madre Conchita. Perdí a mi amigo José ramón en plena adolescencia. El crimen de no se quien lo ha cometido. Escribo para pasar el rato. La vida es ese pasar un rato más o menos largo que nunca retorna. Otra vez en Madrid, es febrero del 69. Se pública flor nueva de romances viejos que trata de los  problemas de la generación joven. También Gómez de la Serna pública Senos, sus greguerías. Sabina era la primera en la escuela maría de Maeztu y aprendió a  leer y leer tanto libro. Me fui recuperando la salud. Sabina me acompaña; es buena, inteligente y cariñosa. España anda mal como siempre, escribo mucho, escucho mucha música, no camino tanto como acostumbraba, pues hace frio y no aguanto el aire de Madrid tras haber estado en el trópico, en Cuba. Vendrá la primavera, las muchachas con sandalia, las mujeres son sonajete. Me gusta el valor y la sensualidad de cuba, valiente y bonita. Fidel descubrió mejor que Colón la verdadera tierra del hombre. Regreso a la unión soviética explicando al pueblo el convenio del azúcar. El Che tiene ojos de listo y de pillo hasta la punta de su bisturí de médico. Me acerqué a la plaza de la revolución. Tres días de silencio, dolor y rabia escuchando la quinta sinfonía de Beethoven por todo el radio de la ciudad. Fidel es un niño con la cabeza bien asentada a sus anchas Espaldas. (ancho de espaldas era Platón) Fidel habla al corazón del pueblo, ofrece números problemas y soluciones. Mas allá está la guerra de Vietnam, el asombro del mundo, contaré hasta 13, como nace y crece también termina el poema. Sigo leyendo a Nietzsche y su origen de la tragedia, dice que el teatro viene de la música. Y la literatura también. Escucho música para crear. No sé de qué voy a escribir. Un poema de muy lejos o uno de Bilbao. Ignoraba cuando empecé a escribirlo que ese iba a ser el tema. No tengo controlado al poema ni vigilancia. Los párpados ya entornados, semidormido escribo. Sigo escribiendo. Cada palabra es cernida a la forma de crear- vocalizo en silencio. Apenas corrijo después. Me olvido de lo que escribo aunque guardo casi todos mis poemas en la memoria. Ya rompí toda mi obra. Son palabras para el mar, que se lleva el viento. La mar de la Concha en San Sebastián o de la azul y blanca costa de Zarauz, el azul mediterráneo en la guerra, el mar báltico caminando como Jesús entre las aguas del mar rojo. Recuerdo el lago, de China, y el mar del Caribe. Las palabras ahí están, metidas en el alma, agitándose. Revuelvo un montón de papeles. En Shanghái tengo poco que hacer, escucho cante jondo y zarzuelas españolas, repaso 25 poemas chinos qué nunca publicaré. Juego al volante con la menuda chinita que me saludaba en Shanghái. Al sur de Castellón de la plana baterías de buses, y artillería ligera en Logroño. Algarrobos en Sagunto. Nos refugiamos en las trincheras. La metralla vuela por todos lados. Imagino a los heridos, que cuentan chistes verdes. En mayo nos trasladan al frente de Guadalajara. Ultimo golpe contra Madrid. Telas blancas en las lomas. Guerra al carajo, ya ha terminado. Estamos perdidos para 30 años de infierno. Milicianos al hombro de sus compañeras. Ha estallado la guerra madre.
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Hitler de bruces sobre Europa. Contestaran en Stalingrado. La vida es única irrepetible. Mi vida dura exactamente hasta mi muerte, no se repetirá. No volveré a vivir, ni veré a mis amigos. Se acabó pasear, hacer el amor, se acabó para siempre, he aquí lo más irreal de mi vida; el tener que morir. El momento más grave de mi vida, sobre la mesa de operaciones. Un certero tajo y al carajo el tumor, peor puede haber sido. Es primavera y escribo. En Barcelona me hicieron una profilaxis. No quisiera que se repitiese. Me dan radiaciones de cobalto en el hotel don Ramón de la Cruz., tomo taxi a media tarde. Medio borracho, deambulo dando tumbos. Que no me vengan con teorías. Lo peor que hay en el mundo es el dolor. Y la muerte. Mi terquedad es indomable y me dirijo a la mujer, a la justicia, y a pasear por la calle y el arte. No puedo contar a nadie mi vida, algunos la conocen a retazos, mi casa oscura de Urzuldi, las alambradas de Pekín, el chicle pegado al pensamiento en la Habana, es difícil de comprender. Hablemos de a calle, cuanta calle he vivido. Allí pasaba horas libres de  verdad. Allí me pasaba las vacaciones y mis santos días, santos de verdad. En ese solar se edificó correos, en la cuesta de Castrejana. El frontón. Barríamos la cancha con la escoba. Nos dejaban jugar a palas. Recuerdo en el jardín dichoso a jarroncito porcelana, mi amor de infancia. Cada loco con su tema. Deambular por París es perder el aliento, con mis libros, mis tacones. Callejeé Pekín, me asfixie en Shanghái, en la Habana  probé la verdad sin juego, y me marché al borde de la vida. Si muero en la calle, que me entierren como Dios quiere, sin cruces ni semáforos. Deje de leer  a Cesar Vallejo, heraldos griegos y el huerto de mis antepasados en Orozco. Poemas humanos de Vallejo es un impresionante libro no superado por la poesía española en lo que va de siglo. Veranear a Zarauz. Para eso soy niño rico de 7 años. A la mujer de las barracas la quiero aunque sea de Valladolid. Corrí bordeando el quiosco de música. Al ahogado en  la arena le sacan del Sena, con un reloj de oro. Se me agrió parís, en Zarauz el cielo era azul. Darle pelota al pueblo para que juegue. Los guardias municipales me cogen de las orejas para llevarme a la pecera. Hermoso Erandio. Mi prima segunda en una ermita, descendíamos la ladera de la mano. Sangre salpicaba como avispa. Me dio un beso de verdad en mitad de los labios. Bendita sea su pureza. Cante jondo es la madre del cordero. Las tonterías que hicimos, lo bien que lo pasamos. No quiero que tu me des dinero. Cosas jamás escuchaste las volverás a oír, cariño. Inventando palabras en Santurce, con tu deje andaluz y tus pechitos tiesos. Lorca me gustó por condensación. Unamuno no sabe manejar el verso, Unamuno es una carraca, escribe cuentos y nivolas y ensayos pero no tiene ni idea de la poesía. Es un poeta que no maneja su instrumento y se da de bruces contra el poema. En Madrid leí los primeros versos de Juan Ramón Jiménez. Examinado en derecho en Madrid leí a Gabriel y galán, los  del 27 y no los de la dictadura. No confundir la generación de la república, la de los valientes, con la posterior de los cobardes. Y trabajé de asesor de una empresa, escribí cantico espiritual. En  Madrid cursé filosofía y letras, lo abandone sin darme por vencido. Leía a fray Luis de León, a Quevedo, el cancionero popular y el romancero. Conocí a poetas. Era un negado para los idiomas. Que será de este poeta en turco. No todo es tan sencillo en esta vida. Para qué vanos a complicar la muerte con lo complicada que es la vida. Las lecturas en prosa llenan nuestro espíritu, más que la poesía que lo ahonda. Creo vagamente que la música llega más lejos que la literatura. Guerra paz y el quijote son las mejores novelas. Aunque el último capítulo del Quijote  es una claudicación lamentable e innecesaria. Hay que reconocer la locura del protagonista en los medios empleados, no en el ideal perseguido. Es el quijote literatura para releerse. Me gustó  la biografía de Chejov. Sentado a la  puerta del palacio Orozco veo pasar mi entierro. Me llevan a hombros 4 hombres invisibles. Los veo pasar con toda serenidad. Algún día tenía que pasar.  Descenderé a la tierra y la  lluvia de mi pequeña patria me mojará pero antes de morirme quiero echar mis versos al fuego.

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