viernes, 8 de julio de 2016

BLAS DE OTERO


Blas de Otero conocía Orozco, tenía una bisabuela de allí. Iba al monte con un bulto en el pantalón, y es que siempre llevaba la cajetilla de tabaco con él.  Llegaba a la cima agotado, era un fumador empedernido. Y en cambio Sabina llegaba tan fresca a la cima.  Murió sin aprender eusquera, le hubiera gustado mucho aprenderlo por el pasado de caseríos vascos que tenía. Blas no renunció nunca a la familia a pesar de todos sus problemas. Las cosas familiares a veces no son agradables como pensamos. Hubo bancarrota en la empresa familiar. Se marchan a Madrid. Muere el hijo mayor cuando tiene 16 años. 3 años después muere el padre con 43 años. Se queda Blas de jefe de la familia, el único varón con 15 años. El quería estudiar cosas relacionadas con la literatura y la música. Se vio obligado a estudiar la carrera de derecho, siguiendo el mismo camino que ya había hecho su hermano. Tenía dos hermanos. No le gustaba estudiar esa carrera. Fue poeta desde niño. Estudió filosofía y letras en Madrid, cuando abandonó su trabajo como abogado en Bilbao y marcha a Madrid, Se conservan cuados de cuando era niño, dedicaciones y versos que hacía a sus amiguitos. Nunca pudo dejar la poesía, era una amada a la que no se podía abandonar. Sabina cuenta que un crítico tras leer poemas de Blas habló de él equivocándose completamente. El escritor le había conocido, era gente majísima, ¿por qué has escrito esto sobre Blas? Es lo que se decía de él, respondió el periodista crítico. Blas fue una persona sencilla de carácter. Se quedó con 15 años a la cabeza de la familia, con una madre y dos hermanas. Se colocó como abogado, como secretario del delegado de diputación en Amorebieta- Puedes destrozar a una persona si no sigue su ambición, su pasión. Dejó derecho y el trabajo de empresa. Y marcha a Madrid a estudiar filo y letras. Sabina cuenta que ahora que han muertos los padres, nadie le va a decir nada. No es lo mismo si eres de Algorta tener un novio de abogado, que iba subiendo cada vez más, que tener un novio que lo deja todo y se marcha como estudiante por libre a Madrid a estudiar filo y letras y a dedicarse a la poesía. La familia de Sabina decía; ¡pobre hija nuestra con un poeta, ¿qué va a ser de ella, con todo lo poco que ganan los poetas?. Así perdió la primera novia Blas. Aparece en su primera obra, en cantico espiritual. Escribe poemas impresionantes en esa época. Hay que considerar el desgarrón que supone para un joven el que no le dejen seguir el noviazgo. La familia debe cerrar los ojos y dejar hacer a los novios. Blas tuvo más novias. Se puede investigar a esta familia pues es muy conocida de Algorta. Blas tenía gran habilidad para el verso, siempre estaba escribiendo. Salían a pasear, y hasta medianoche estaba escribiendo, le dejaba papelitos a Sabina; me voy a la cama, ahora es la una de la madrugada. Tenía una habilidad extraordinaria. Un hombre que tenía en su cabeza y corazón no solo a Blas otero o la poesía que escribía sino a toda la gente y la situación que se ha vivido en este país. Cada familia sabe lo que ha vivido cada familia. No fue fácil ni para un lado ni para el otro. Fue una guerra civil tremenda.
Paco Ibáñez puso música a su letra. Está entre los mejores poetas del xx En boca de sus conciudadanos es muy gratificante. Estos versos estaban prohibidos y censurados. Ojala no tuviera que vivir esto nadie. Esas cosas terribles suceden pero a veces surge una persona valiente y honesta que pide la paz y la palabra. La humanidad está en deuda con los poetas.  Como le hubiera gustado esto a Blas, aseguró Sabina de la Cruz. Sabina agradeció la música del espontaneo que ha recitado los versos musicados de paco Ibáñez
Hay una chica de Palencia que conoció en las barracas. Iba con los amigos. Tanto le gustó que se marchó a un pueblo de Palencia para volver a verla. Hay un poema precioso sobre este amor intenso que duro prácticamente nada. Ella volvió a Palencia. También escribió un poema a la monja hermana que atendía un sanatorio en el que estuvo.
A Sabina la llamaba sabin como diminutivo. Cuando un vuelve del día se encuentra a la novia durmiendo. Esto le inspiró muchos poemas. No estuvo en la cárcel nunca. Esperando a sabina bajo un olmo; Con hojas pequeñitas casi de oro Mediodía de cuenca Esperando a sabina en medio del pecho me clavó una espina.  A Sabiana la llamaba sabin como diminutivo Sabin el dia es nuestro. Noches cuadriculadas son tuyas y mías. De los dos Tu las ganaste hasta tenerte en este cuaderno de Orihuela Por amor o solo por amor
En la primera llegada de blas de otero a Madrid escribe sobre la gente de caserío. Su cabeza estaba en otra parte, en Euskadi. El poema Crecida lo escribe tras ver el reportaje de la guerra civil y la segunda guerra mundial. Los refugiados marchaban vagando por Europa
CRECIDA
Con la sangre hasta la cintura, algunas veces con la sangre hasta el borde de la boca, voy avanzando lentamente, con la sangre hasta el borde de los labios algunas veces, voy avanzando sobre este viejo suelo, sobre la tierra hundida en sangre, voy avanzando lentamente, hundiendo los brazos en sangre, algunas veces tragando sangre, voy sobre Europa como en la proa de un barco desmantelado que hace sangre, voy mirando, algunas veces, al cielo bajo, que refleja la luz de la sangre roja derramada, avanzo muy penosamente, hundidos los brazos en espesa sangre, es como una esperma roja represada, mis pies pisan sangre de hombres vivos muertos, cortados de repente, heridos súbitos, niños con el pequeño corazón volcado, voy sumido en sangre salida, algunas veces sube hasta los ojos y no me deja ver, no veo más que sangre, siempre sangre, sobre Europa no hay más que sangre. Traigo una rosa en sangre entre las manos ensangrentadas. Porque es que no hay más que sangre, y una horrorosa sed dando gritos en medio de la sangre, y una horrorosa sed dando gritos en medio de la sangre.
 
La silla
Una silla está pensando
sentada en sí misma medita en el maleficio de España
la urdieron dedos artesanos
su madera fue cepillada por cálidas manos
una silla está pensando
es una persona idéntica a sí misma
consecuente con su destino
está junto a la chimenea de un caserío vasco
medita
no abre los labios pero piensa dentro de un orden
a la noche la ventana
se abre a un cielo de estrellas y bueyes colorados
el aldeano con boina
habla en su lengua milenaria la silla le entiende
al amanecer el cielo es de nata
la silla permanece pálida junto a la chimenea

TÚ, QUE HIERES

Arrebatadamente te persigo.
Arrebatadamente, desgarrando
mi soledad mortal, te voy llamando
a golpes de silencio. Ven, te digo

como un muerto furioso. Ven. Conmigo
has de morir. Contigo estoy creando
mi eternidad. (De qué. De quién). De cuando
arrebatadamente esté contigo.

Y sigo, muerto, en pie. Pero te llamo
a golpes de agonía. Ven. No quieres.
Y sigo, muerto, en pie. Pero te amo

a besos de ansiedad y de agonía.
No quieres. Tú, que vives. Tú, que hieres
arrebatadamente el ansia mía.

EN LA INMENSA MAYORÍA

Podrá faltarme el aire,

el agua,

el pan,

sé que me faltarán.

El aire, que no es de nadie.

El agua, que es del sediento.

El pan… Sé que me faltarán.

La fe, jamás.

Cuanto menos aire, más.

Cuanto más sediento, más.

Ni más ni menos. Más.

Ahora
voy a contar la historia de mí vida
en un abecedario ceniciento.
El país de los ricos rodeando mi cintura
y todo lo demás. Escribo y callo.
Yo nací de repente, no recuerdo
si era sol o era lluvia o era jueves.
Manos de lana me enredaran, madre.
Madeja arrebatada de tus brazos
blancos, hoy, me contemplo como un ciego,
oigo tus pasos en la niebla, vienen
a enhebrarme la vida destrozada.
Aquellos hombres me abrasaron, hablo
del hielo aquel de luto atormentado,
la derrota del niño y su caligrafía
triste, trémula flor desfigurada.
Madre, no me mandes más a coger miedo
Y, frío ante un pupitre con estampas.
Tú enciendes la verdad como una lágrima,
dame la mano, guárdame
en tu armario de luna y de manteles.
Esto es Madrid, me han dicho unas mujeres
arrodilladas en sus delantales,
éste es el sitio
donde enterraron un gran ramo verde
y donde está mi sangre reclinada.
Días de hambre, escándalos de hambre,
misteriosas sandalias
aliándose a las sombras del romero
y el laurel asesino. Escribo y callo.
Aquí junté la letra a la palabra,
la palabra al papel.
..............................Y esto es París,
me dijeron los ángeles, la gente
lo repetía, esto es París. Peut-étre,
allí sufrí las iras del espíritu
y tomé ejemplo de la torre Eiffel.
Esta es la historia de mi vida,
dije, y tampoco era. Escribo y callo

Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.
Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.
Alzo la mano y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.
Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser -y no ser- eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!
(“Hombre”)

MADEMOISELLE ISABEL
Mademoiselle Isabel, rubia y francesa,
con un mirlo debajo de la piel,
no sé si aquél o ésa, oh mademoiselle
Isabel, canta en él, o si él en esa.
Princesa de mi infancia: tú, princesa
promesa, con dos senos de clavel;
yo, le livre, le crayon, le… le…, oh Isabel
Isabel, tu jardín tiembla en la mesa.
De noche, te alisabas los cabellos,
yo me dormía, meditando en ellos
y en tu cuerpo de rosa: mariposa
rosa y blanca, velada con un velo.
Volada para siempre de mi rosa
-mademoiselle Isabel- y de mi cielo.
 
ME QUEDA LA PALABRA
Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.
Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.
 
En este momento tengo treinta y tres años encima de la mesa del despacho
y un pequeño residuo de meses sobre el cenicero de plata.
He preguntado a mis hermanas si saben quién es este hombre
que viene, entre mi hombro y mi hombro, a donde yo vengo,
y vuelve
el rostro si yo lo torno…

Siento frío, y no sé qué ponerme por dentro
de la muerte, qué trozo de tierra es el mío,
qué noche es la noche de echarme a morir,
qué látigo verde me herirá bajo el mar.

A veces me acomete un largo vértigo
y quisiera ser nada más un humoso lego en la orden antigua de los muertos,
servirles el silencio con mis propias manos
y meditar en un rincón del claustro de las sombras…

Del claustro de las sombras, allí
donde los sueños exaltan sus luces cándidas, humosas
.
A los 47 años de mi edad,
da miedo decirlo, soy sólo un poeta español
(dan miedo los años, lo de poeta, y España)
de mediados del siglo XX. Esto es todo.
¿Dinero? Cariño es lo que yo quiero,
dice la copla. ¿Aplausos? Sí, pero no me entero.
¿Salud? Lo suficiente. ¿Fama?
Mala. Pero mucha lana.
Da miedo pensarlo, pero apenas me leen
los analfabetos, ni los obreros, ni los
niños.
Pero ya me leerán. Ahora estoy aprendiendo
a escribir, cambié de clase,
necesitaría una máquina de hacer versos,
perdón, unos versos para la máquina
y un buen jornal para el maquinista,
y, sobre todo, paz,
necesito paz para seguir luchando
contra el miedo,
para brindar en medio de la plaza
y abrir el porvenir de par en par,
para plantar un árbol
en medio del miedo,
para decir "buenos días" sin engañar a nadie,
"buenos días, cartero" y que me entregue una carta
en blanco, de la que vuele una paloma.
 
Posición   Amo a Walt Whitman por su barba enorme  y por su hermoso verso dilatado.  Estoy de acuerdo con su voz, conforme  con su gran corazón desparramado.   Escucho a Nietzsche. Por las noches leo  un trozo vivo de Síls-Maria. Suena  a mar en sombra. Mas ¡qué buen mareo,  qué sombra tan espléndida, tan llena!    Huyo del hombre que vendió su hombría  y sueña con un dios que arrime el hombro  a la muerte. Sin Dios, él no podría  aupar un cielo sobre tanto escombro.    Pobres mortales. Tristes inmortales.  España, patria despeinada en llanto.  Ríos con llanto. Lágrimas caudales.  Este es el sitio donde sufro. Y canto  
 
Puesto que tú me has conmovido,
en este tiempo en que es tan difícil la ternura,
y tu palabra se abre como la puerta de tu celda
frente al Mármara,
rasgo el papel y, de hermano a hermano, hablo contigo
(acaban de sonar)
las nueve de la noche)
de cosas que no existen: Dios
está escuchando detrás de la puerta
de tu celda,
cedida por amor al hombre: Nâzim Hikmet,
quédate con nosotros.

Que tu palabra entre entre las rejas de esta vieja cárcel
alzada sobre el Cantábrico,
que golpee en España
como una espada en el campo de Dumlupinar,
que los ríos la rueden hacia Levante y por Andalucía se
extienda
como un mantel de tela pobre y cálida,
sobre la mesa de la miseria madre.

Te ruego te quedes con nosotros,
es todo lo que podemos ofrecerte: diecinueve años
perdidos,
peor que perdidos, gastados,
más que gastados, rotos
dentro del alma:
ten
misericordia de mi espuria España.

Nunca oíste mi nombre ni lo has de oír, acaso,
estamos separados por mares, por montañas, por mi
maldito encierro,
voluntario a fuerza de amor,
soy sólo poeta, pero en serio,
sufrí como cualquiera, menos
que muchos que no escriben porque no saben, otros
que no hablan porque no pueden, muertos
de miedo o de hambre
(aquí decimos A falta de pan, buenas son tortas, se cumplió)

pero habla, escribe tú, Nâzim Hikmet,
cuenta por ahí lo que te he dicho, háblanos
del viento del Este y la verdad del día,
aquí entre sombras te suplico, escúchanos
MUNDO
 
Cuando San Agustín escribía sus soliloquios.
Cuando el último soldado alemán se desmoronaba de asco y de impotencia.
Cuando las guerras púnicas
y las mujeres abofeteadas en el descansillo de una escalera,
entonces,
 
cuando San Agustín escribía La Ciudad de dios con una mano
y con la otra tomaba notas a fin de combatir las herejías,
 
precisamente entonces,
cuando ser prisionero de guerra no significaba la muerte, sino la casualidad de encontrarse vivo,
cuando las pérfidas mujeres inviolables se dedicaban a reparar las constelaciones deterioradas,
y los encendedores automáticos desfallecían de póstuma ternura,
 
entonces, ya lo he dicho,
San Agustín andaba corrigiendo las pruebas de su Enchiridion ad Laurentium
y los soldados alemanes se orinaban encima de los niños recién bombardeados.
 
Triste, triste es el mundo,
como una muchacha huérfana de padre a quien los salteadores de abrazos sujetan contra un muro.
Muchas veces hemos pretendido que la soledad de los hombres se llenase de lágrimas.
Muchas veces, infinitas veces hemos dejado de dar la mano
y no hemos conseguido otra cosa que unas cuantas arenillas pertinazmente intercaladas entre los dientes.
 
Oh si San Agustín se hubiese enterado de que la diplomacia europea
andaba comprometida con artistas de varietes de muy dudosa reputación,
y que el ejército norteamericano acostumbraba recibir paquetes donde la más ligera falta de ortografía
era aclamada como venturoso presagio de la libertad de los pueblos oprimidos por el endoluminismo.
 
Voy a llorar de tanta pierna rota
y de tanto cansancio que se advierte en los poetas menores de dieciocho años.
 
Nunca se ha conocido un desastre igual.
Hasta las Hermanas de la Caridad hablan de crisis
y se escriben gruesos volúmenes sobre la decadencia del jabón de afeitar entre los esquimales.
 
Decid adónde vamos a parar con tanta angustia
y tanto dolor de padres desconocidos entre sí.
Cuando San Agustín se entere de que los teléfonos automáticos han dejado de funcionar
y de que las tarifas contra incendios se han ocultado tímidamente en la cabellera de las muchachitas rubias,
ah entonces, cuando San Agustín lo sepa todo
un gran rayo descenderá sobre la tierra y en un abrir y cerrar de ojos nos volveremos todos idiotas.
Escribo
en defensa del reino
del hombre y su justicia. Pido
la paz
y la palabra. He dicho
«silencio»,
«sombra»,
«vacío»
etcétera.
Digo
«del hombre y su justicia»,
«océano pacífico»,
lo que me dejan.
Pido
la paz y la palabra.
 
Vuelve la cara, Ludwig van Beethoven
dime qué ven, qué viento entre en tus ojos,
Ludwig; qué sombras van o vienen, van
Beethoven; qué viento vano, incógnito,
barre la nada... Dime
qué escuchas, qué chascado mar
roe la ruina de tu oído sordo;
vuelve, vuelve la cara, Ludwig, gira
la máscara de polvo, dime qué luces
ungen tu sueño de cenizas húmedas;
vuelve la cara, capitán del fondo
de la muerte: tú, Ludwig van Beethoven,
león de la noche, capitel sonoro!
Estas palabras que te hablo, amor,
son mi vida volcándose en la tuya.
Acógelas entre tus brazos, éntralas
al fondo de tu alma.
Mira, somos dos vidas que se hunden
en tu vida, mi vida; en mi vida, tu vida
Quiero que sean una sola: únelas
en una vida única.
Caminen juntas, tiemblen juntas, ardan
entremezcladas como llama, amor.
Hundidas en mi cuerpo y en mi alma,
en tu cuerpo y tu alma.
 
Digo vivir 
Porque vivir se ha puesto al rojo vivo.  (Siempre la sangre, oh Dios, fue colorada.) Digo vivir, vivir como si nada  hubiese de quedar de lo que escribo. 
Porque escribir es viento fugitivo,  y publicar, columna arrinconada.  Digo vivir, vivir a pulso, airadamente morir, citar desde el estribo. 
Vuelvo a la vida con mi muerte al hombro,  abominando cuanto he escrito: escombro  del hombre aquel que fui cuando callaba. 
Ahora vuelvo a mi ser, torno a mi obra  más inmortal: aquella fiesta brava  del vivir y el morir. Lo demás sobra.  
 
Cuánto Bilbao en la memoria. Días
colegiales. Atardeceres grises,
lluviosos. Reprimidas alegrías.
furtivo cine, cacahuet, anises.

Alta terraza, procesión de jueves
santo, de viernes santo, santo, santo.
Por Pagasarri las últimas nieves
y por Archanda helechos hechos llanto.

Vieja Bilbao, antigua plaza Nueva,
Barrencalle Barrena, soportales
junto al Nervión: mi villa despiadada

y beata. (La virgen de la Cueva
que llueva, llueva, llueva). Barrizales
del alma niña y tierna y destrozada.
 
MMMMMMMM

Llueve en Bilbao y llueve, llueve, llueve
livianamente, emborronando el aire,
las oscuras fachadas y las débiles
lomas de Archanda, mansamente llueve

sobre mi infancia colegial e inerme
(jugando con los chicos de la calle
reconcentrada y tímidamente).
Por Pagasarri trepan los pinares.

Llueve en la noche triste de noviembre,
el viento roza y moja los cristales,
y, entresoñando, escucho... Llueve, llueve

en mi villa de olvido memorable
-mademoiselle Isabel-, pálida frente
de niño absorto entre los soportales...

 
 
Quiero encontrar, ando buscando la causa del sufrimiento. La causa a secas del sufrimiento a veces mojado en sangre, en lágrimas, y en seco muchas más. La causa de las causas de las cosas horribles que nos pasan a los hombres. No a Juan de Yepes, a Blas de Otero, a León Bloy, a César Vallejo, no, no busco eso, qué va, ando buscando únicamente la causa del sufrimiento (del sufrimiento a secas), la causa a secas del sufrimiento a veces... Y siempre vuelta a empezar. Me pregunto quién goza con que suframos los hombres. Quién se afeita a favor del viento de la angustia. Qué sucede en la sección de Inmortalidad cuando según todas las pruebas nos morimos para siempre. Sabemos poco en materia de sufrimiento. Estamos muy orgullosos con nuestro orgullo, pero si yo les arguyo con el sufrimiento no saben qué decirme. Mire usted en la guía telefónica, o en la Biblia, es fácil que allí encuentre algo. Y agarro la Biblia telefónica, y agarro con las dos manos la Guía de pecadores..., y se caen al suelo todos los platos. Desde los siete años oyendo lo mismo a todas horas, cielo santo santo, santo, como de Dios al fin obra maestra! Pero, del sufrimiento, como el primer día: mudos y flagelados a doble columna. Es horrible.
 

FIDELIDAD. BLAS DE OTERO.

 
creo en el hombre, he visto
espaldas astilladas a trallazos, 
almas cegadas avanzando a brincos 
(españas a caballo 
del dolor y del hambre). Y he creído. 
Creo en la paz. He visto 
altas estrellas, llameantes ámbitos 
amanecientes, incendiando ríos 
hondos, caudal humano 
hacia otra luz: he visto y he creído. 
Creo en ti, patria. Digo 
lo que he visto: relámpagos 
de rabia, amor en frío, y un cuchillo 
chillando, haciéndose pedazos 
de pan: aunque hoy hay sólo sombra, he visto
y he creído.
 
Recuerdo. No recuerdo. El viento. El mar.
Un hombre al borde del cantil. El viento.
El mar desamarrando olas horribles.
Un hombre al borde de un cantil. Recuerdo.
No recuerdo. Los brazos
alzados hacia un cielo ceniciento.
El viento. El golpe de las olas
contra las rocas.
Un hombre al borde
de la muerte.
El mar.
El cielo, mudo. Ceniciento. El cielo.
Recuerdo. Oigo las olas.
El viento. Entre las sienes. No recuerdo.
Un hombre
al borde de un cantil, gritando. Abriendo
y cerrando los brazos.
Un hombre ciego.
Recuerdo. Alzó la frente. Un viento frío
le azotó el alma. No recuerdo. Veo
el mar.
Nado por dentro.
Avanzo
hacia una luz, hacia una luz. No veo.
Escucho
un silencio de yelo.
y braceo, braceo hacia la luz,
y tropiezo,
y braceo, y emerjo bajo el sol
¡oh júbilo!, y avanzo... y no recuerdo
más. Esto es todo cuanto sé. Sabedlo.
Aquí estoy
frente a ti Tibidabo
hablando viendo
la tierra que me faltaba para escribir "mi patria
eeeeees también europa y poderosa"
asomo el torso y se me dora
paso sorbiendo roma olivo entro
por el Arc de Bará
de repente remonto todo transido el hondo
Ebro
a brazazos retorno arribo a ti
Vizcaya
árbol que llevo y amo desde la raíz
y un día fue arruinado bajo el cielo
 
 
 
 
Tierra
Un mundo como un árbol desgajado.
Una generación desarraigada.
Unos hombres sin más destino que
apuntalar las ruinas.

Romper el mar
en el mar, como un himen inmenso,
mecen los árboles el silencio verde,
las estrellas crepitan, yo las oigo.

Sólo el hombre está solo. Es que se sabe
vivo y mortal. Es que se siente huir
ese río del tiempo hacia la muerte.

Es que quiere quedar. Seguir siguiendo,
subir, a contramuerte, hasta lo eterno.
Le da miedo mirar. Cierra los ojos
para dormir el sueño de los vivos.

Pero la muerte, desde dentro, ve.
Pero la muerte, desde dentro, vela.
Pero la muerte, desde dentro, mata.

...El mar
la mar
, como un himen inmenso,
los árboles moviendo el verde aire,
la nieve en llamas de la luz en vilo

SEGURO

Cada vez más despacio.
Se va cayendo el mirabel, las uñas,
únicas que me quedan, se me caen de las manos,
menos una que queda colgando,
una
uña
agarrada a su dedo por un pelo,
así es la vida, cada vez más despacio nos movemos
en el terreno de la muerte,
tirando días al cesto de los meses, éstos
al de los años, y, sencillamente,
nos quedamos sin nada entre las manos,
muertos desde los pies a la cabeza,
para siempre según las estadísticas.

 
 
 
 

Ved aquí las señales
esparcid los vestigios
el grito la ira
gimiente
con el barabay
el toro cabreado directamente oíd
ira escarnio ni dios
oh nunca nunca
oh quiero quiero que no se trapapelen
el cuello bajo la piedra
la leche en pleno rostro el dedo
de este niño
oh nunca ved aquí
la luz equilibrando el árbol

En calidad de huérfano nonato,
y en condición de eterno pordiosero,
aquí me tienes, Dios. Soy Blas de Otero,
que algunos llaman el mendigo ingrato.

Grima me da vivir, pasar el rato,
tanto valdría hacerme prisionero
de un sueño. Sí es que vivo porque muero,
¿a qué viene ser hombre o garabato?

Escucha cómo estoy, Dios de las ruinas.
Hecho un cristo, gritando en el vacío,
arrancando, con rabia, las espinas.

¡Piedad para este hombre abierto en frío!
¡Retira, oh Tú, tus manos asembrinas
-no sé quién eres tú, siendo Dios Mío!
 
Hoy el dolor, adelantando el paso, nos cogió por la espalda y,
poco a poco, apuñaló en el pecho la esperanza y encizañó la luz ante los ojos.
Horrible como un mar en sangre viva es el dolor ardiéndonos furioso, arándonos por dentro con las uñas, precipitado sobre el hombre a plomo.
Hace rezar…, no necesito a nadie que me ayude a sufrir. Me basto y sobro
para arrastrar mi cruz crujiendo, aupándola con los puños… Mujer, dame tu hombro.
Dame tu hombro. Mendicantemente, entro en tu brisa, masticando polvo. Vuelve tus ojos hacia mí. Ya sabes, esos tus ojos misericordiosos.
 
 
 
 
Me llamarán, nos llamarán a todos.
Tú, y tú, y yo, nos turnaremos,
en tornos de cristal, ante la muerte.
Y te expondrán, nos expondremos todos
a ser trizados ¡zas! por una bala.
Bien lo sabéis. Vendrán
por ti, por ti, por mí, por todos
Y también
por ti.
(Aquí
no se salva ni dios. Lo asesinaron.)
Escrito está. Tu nombre está ya listo,
temblando en un papel. Aquel que dice:
abel, abel, abel ... o yo, tú, él ...
Pero tú, Sancho Pueblo,
pronuncias anchas sílabas,
permanentes palabras que no lleva el viento...
 
Me haces daño, Señor. Quita tu mano
de encima. Déjame con mi vacío,
déjame. Para abismo, con el mío
tengo bastante. Oh Dios, si eres humano,
 
compadécete ya, quita esa mano
de encima. No me sirve. Me da frío
y miedo. Si eres Dios, yo soy tan mío
como tú. Y a soberbio, yo te gano.
 
Déjame. ¡Si pudiese yo matarte,
como haces tú, como haces tú! Nos coges
con las dos manos, nos ahogas. Matas
 
no se sabe por qué. Quiero cortarte
las manos. Esas manos que son trojes
del hambre, y de los hombres que arrebatas.
 
Me haces daño, Señor. Quita tu mano
de encima. Déjame con mi vacío,
déjame. Para abismo, con el mío
tengo bastante. Oh Dios, si eres humano,
 
compadécete ya, quita esa mano
de encima. No me sirve. Me da frío
y miedo. Si eres Dios, yo soy tan mío
como tú. Y a soberbio, yo te gano.
 
Déjame. ¡Si pudiese yo matarte,
como haces tú, como haces tú! Nos coges
con las dos manos, nos ahogas. Matas
 
no se sabe por qué. Quiero cortarte
las manos. Esas manos que son trojes
del hambre, y de los hombres que arrebatas.
CARTILLA (POÉTICA)
La poesía tiene sus derechos.
Lo sé.
Soy el primero en sudar tinta
delante del papel.
La poesía crea las palabras.
Lo sé.
Esto es verdad y sigue siéndolo
diciéndola al revés.
La poesía exige ser sinceros.
Lo sé.
Le pido a Dios que me perdone
y a todo dios, excúsenme.
La poesía atañe a lo esencial
del ser.
No lo repitan tantas veces,
repito que lo sé.
Ahora viene el pero.
La poesía tiene sus deberes.
Igual que un colegial.
Entre yo y ella hay un contrato
social.
Ah las palabras más maravillosas,
«rosa», «poema», «mar»,
son m pura y otras letras:
o, a…
Si hay un alma sincera, que se guarde
(en el almario) su cantar.
¿Cantos de vida y esperanza,
serán?
Pero yo no he venido a ver el cielo,
te advierto. Lo esencial
es la existencia; la conciencia
de estar
en esta clase o en la otra.
Es un deber elemental.
 
 
Dentro de poco moriré.
El zafarrancho de mi vida
toca a su fin. El alma está partida,
y el cuerpo a punto de partir. Lo sé.
Amé la vida, sin embargo.
Bien sabes tú que la amé mucho.
Aunque me expulsen de la vida, lucho
aún. Ancho el amor y el dolor largo.
Veo los ríos, me conmueven.
Contemplo un árbol, quedo absorto.
El mar inmenso me parece corto
de luces frente a muertos que se mueven.
He caminado junto al hombre.
Participé sus arduas luchas.
Muchos han sido los fracasos; muchas
más las conquistas que no tienen nombre.
Dentro de poco moriré.
Aquí está todo mi equipaje.
Cuatro libros, dos lápices, un traje
y un ayer hecho polvo que aventé.
Esto fue todo. No me quejo.
Sé que he vivido intensamente.
(Demasiado intensamente.) Enfrente
está el futuro: es todo lo que os dejo.
 
 
Dónde está Blas de Otero? Está dentro del sueño, con
los ojos abiertos.
¿Dónde está Blas de Otero? Está en medio del viento,
con los ojos abiertos.
¿Dónde está Blas de Otero? Está cerca del miedo, con
los ojos abiertos.
¿Dónde está Blas de Otero? Está rodeado de fuego,
con los ojos abiertos.
¿Dónde está Blas de Otero? Está en el fondo del mar,
con los ojos abiertos
(…)
¿Dónde está Blas de Otero? Está en su lecho,
con los ojos abiertos.
¿Dónde está Blas de Otero? Está muerto, con los ojos
abiertos.
 
 
Gracias doy a la vida por haberme nacido.
Gracias doy a la vida porque vi los árboles, y los
ríos,
y el mar.
Gracias en la bonanza y en la procela.
Gracias por el camino y por la verdad.
Gracias por la contradicción y por la lucha.
Gracias por aire y por cárcel.
Gracias por el asombro y por la obra.
Gracias por morir; gracias por perdurar
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario