miércoles, 20 de septiembre de 2017

HISTORIAS DEL KRONEN DE ANGEL MAÑAS

El protagonista es un pequeño burgués, un hijo de sesentayochistas, que los desprecia, así como cualquier romanticismo o sentimentalismos. Es un personaje odioso, consentido, creído, egocéntrico, idolatra, asqueroso. Me cae fatal precisamente porque el mundo esta lleno de ellos. Se enrolla con tías, las escucha pensando en otra cosa y luego se desvincula de todo en cuanto ve problemas.
Me gusta como se ha tratado al personaje, porque en las novelas se acostumbra a que el protagonista (que suele ser el narrador, porque suelen ser de carácter biográfico o autobiográfico) sea centrado, razonable, callado, simple narrador pasivo de lugares y personajes que no evolucionan.
Este personaje tampoco evoluciona, porque esta estancado, atrapado como dice él de los yonquis y parece no tener sentimentalismo ni sensibilidad. Insulta a los geys, es homofobico, machista, inmaduro. Todo un Eminen. No se inmuta ante la muerte de su abuelo, ante la vida de la drogadicta con la que se acuesta, ante un suicida que no ve sentido a la vida, su madre que se preocupa por el, el padre que solo trabaja y no esta en casa nunca ni por sus propios amigos, enganchados a la heroína.
Está escrito en forma de diario, pero no es nada intimista, sino realista y desesperanzado. Soez a veces, malhablado, sexista en ocasiones. Se escriben las palabras anglicanismos o términos que no comprende este universitario tal como él las oye.
La máxima de la novela es el Carpe Diem “Vive el momento” o más concretamente el “Do It” , a la vez marca y eslogan de ropa y mochilas “Hazlo” Por eso vive al limite, siempre metido en líos, peleas, asuntos de rollos, en la droga hasta el fondo, haciendo el suicida en plena M30 de Madrid.
Raúl es un pijo, estudioso, muy enganchado a la droga y a los amigos, pero desde que sale con Silvia, su novia no se le ve el pelo al tío.  Todos los personajes de la novela van madurando menos Carlos, este veinteañero que parece tener 10 años y haberse estancado en el peter panismo de la escuela de primaria. 
El lenguaje desgarrado, realista, muy de la calle parece sacado de conversaciones reales. Muy al uso de Cela que escuchaba hablar al pueblo para escribirlo tal y como se habla o de Woody Allen. Por lo tanto, parece ser de carácter autobiográfico y tan contemporáneo y fresco como una novela de Lucía Etxebarria, (que ha hecho el guion junto a José Ángel Mañas en varias películas) o una película de Almodóvar. 

La trama central gira en torno al Kronen, un pub de mala muerte donde se reúnen a fumar porros y hablar de fútbol una panda de amigos, o mejor dicho, una mafia de chunteros. Aunque aun estamos en la etapa dura de Sexo, Drogas y Rock and Roll aun no han llegado la insulsa música Tecno ni la fiebre pastillera y de diseño. Es la época justo posterior a la movida madrileña (con canciones hippies, baladas y ganas de cambiar el mundo) y anterior al Bacalao.  La música protesta y dura recorre cada calle de drogatas de Madrid y cada bar o pub. Manolo es el dueño del Kronen, a veces cuando él no esta su hermano se encarga de la barra, suele salir con estos mocosos y es uno de los que les pasa material. La droga está muy presente en la novela. Y de refilón toca el tema de la heroína y todos los “cerebros de mi generación que ví yo muertos por la droga” (así comienza el poema Aullido de Gisber, de la generación Beat)
También pasan por el bar Yoni, un drogata, Ramón, un borroka de camisetas de Metalica. Y las pijas de la facultad, tías macizas y MILFs (maduras aún follables) pero por desgracia intelectuales tales como Nani y Sofi. Silvia o Laura.  También esta Pedro, con otra panda de amigos. Es el mejor amigo de Carlos,él único que le aguanta sin droga o bebida de por medio, Incluso más, lo idolatriza en secreto. También se encuentra con conocidos, antiguos amigos del pueblo o de campamentos como Elena a la que le cuenta la anécdota de su pelea con unos fatxas y con la que se enrolla antes de irse a otro bar.
Un mundo de whiskys, porros, saludos de colegueo, rayas, coches, pubs, motos, fútbol, la noche, las pastillas, Metálica... “Más que una cultura undergroup, sin ideales, sin esperanzas, somos la generación perdida. Así nos llaman”. La noche finaliza, borrachos en cualquier lado, vomitando por un exceso de rayas. Luego se van todos los niños bien a su casita de la Moraleja a dormir la mona. ¡Y que Casita! Carlos no es el arquetipo de yonqui pobre, de barrio obrero, sin posibilidad de estudiar o prosperar, perdido por malas compañias, con un hogar roto por las drogas, un padre maltratador y una madre toxicómana y sin más salida que la droga…
Carlos vive, por el contrario, en la Moraleja (la zona residencial más cara y famosa a las afueras de Madrid) con una familia nuclear y rota pero por otro sentido.  Serían la familia feliz, intachable de la democracia de no ser porque el abuelo, ex combatiente de la guerra civil, se muere. El padre solo vive para trabajar y no esta en casa nunca, el hermano pequeño es un pequeño marginado asocial obsesionado con consolas y ordenadores y la hermana una colgada del teléfono. Tienen chacha, una colombiana emigrante a la que explotan estos trabajadores “liberales” y a la que insulta y menosprecia Carlos y la llama “sudaca”.  Miguel, su vecino es también amigo suyo y Rodrigo, es el camello de la moraleja. Se suele drogar antes de ir a nadar a la piscina y gozar... y luego hacerse una paja antes de dormir la siesta de cuatro horas (lo que no duerme por la noche, en esta desordenada vida). Esa es su emocionante vida, el verano holgazán de cualquier adolescente pasota.
Aparecen en la novela varios PUBS; el principal es el Kronen, pero está el Riau Riau, el Barflais, el El Jaque Mate… entre los grupos de música que citan están los leños, La Banda, el Dedé.. aparecen varias zonas de Madrid; las Ventas, La M30, la Castellana y el barrio de Malasaña. La novela me ha dejado un regusto de aquella época, pero un tanto insípido. A veces parece que se queda en un relato anecdótico o en una crónica de unos años perdidos, de una generación perdida que se reconocerá en todos los signos y guiños que Mañas hace al lector que haya vivido este ambiente. El lenguaje es original pero acaba cansando tanto coloquialismo y argot coloquial y jerga de barrio o tribu. El retrato de los personajes es bastante simple, no profundiza mucho. En general la novela es muy mejorable. Cuenta la leyenda que Mañas la escribió una noche de borrachera al volver de los bares. una novela escrita en una sola noche tampoco puede ser muy buena. Aunque su intención fuera hacer una bildursroman o novela de iniciación a la madurez, se queda en mera crónica adolescente.
 

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