miércoles, 3 de mayo de 2017

HOMENAJE MIGUEL HERNANDEZ EN SU CENTENARIO

Miguel Hernández nació en Orihuela. Pertenece a la Generación del 27, la generación que redescubrió a Góngora y Garcilaso. Vemos esta influencia en su trayectoria vital, su filosofía vital y política. Sobre todo, le marca la pavorosa experiencia de la guerra vil, un telón de fondo que no hay que perder de vista. El Pastor poeta se convertirá en poeta soldado. Los críticos estudiosos de Miguel Hernández dividen los tiempos de su poesía en 4 momentos; su infancia y adolescencia, sus poemas de guerra, los poemas familiares y los que escribe en la cárcel. Hay que insistir en la dureza de las condiciones de vida en su infancia y adolescencia. Hay muchos mitos culturalistas que rodean la figura de Miguel. Se hace acento sobre su padre, un padre insensible que le dificulta el acceso a la cultura olvidando que tenía un genio en casa. No se ponen de acuerdo si salió del colegio a los 13 años, a los 14 o 15. Abandona la escuela de los jesuitas de santo domingo. Fueron esenciales sus viajes a Madrid, en cuanto a que conoce a otros poetas de la generación. Allí tuvo encuentros que necesitaba y buscó. Al principio simultanea la vida pastoril con otras actividades acordes a su sensibilidad como la música y la poesía. En la panadería de Carlos Medón conoce a los hermanos Miller. Lee por entonces a Gabriel miro, san fray juan de la cruz, Virgilio y la Eneida se convierte en fiel compañera de sus pastoreos. Ramon Sijé es más que su amigo del alma, es su guía espiritual y literario. Hace lecturas capitales de los autores y poetas barrocos del siglo de oro. Lo primero que publica son poemas pastoriles. En diciembre del 31 es su primer viaje a Madrid. Contacta con los cenáculos literarios y los poetas. Escribe perito en lunas, su primer libro. Desaparece su timidez y comienza la vida pública de miguel que solo se interrumpe con su muerte 10 años después. Da clases en la Universidad de Cartagena y en el Ateneo de alicante. Escribe el auto sacramental quien te ha visto y quién te ve y sombras de lo que era. La Influencia mística se debe a su entrañable amigo Ramon Sije. El 34 es decisivo en su vida y obra, empieza su relación con su mujer josefina Manresa a la que amó en silencio. Escribe Silbo vulnerado y hace su segundo y exitoso viaje en Madrid. Ya solo vuelve a Orihuela de vacaciones, para casarse o a la muerte de Ramón. Trabajó en la editorial de José maría Cossio y empieza su amistad con Alberti y Lorca que no le ayudaron cuando debían ayudarle. Alberti llevó sus poemas en sus recitales y se aprovechó un poco de si figura y mito. Este hombre, Cossio, suplanta como maestro ideólogo a Ramon. También se hace amigo de Neruda, que tiene un cargo en el consulado de Chile. En el 34 es posible que la huelga minera de los asturianos le inspirara y creara un conflicto interno en Miguel. Ese hecho le inspira el drama hijos de la tierra. En octubre del 36 escribe el rayo no cesa. Ante la grave situación del país, pasa el verano de ese año en Orihuela. Parte al frente voluntario en el quinto regimiento. Allí en la trinchera escribe viento del pueblo. Lee poemas en las trincheras a los demás soldados, la mayoría campesinos analfabetos a los que enseña a escribir cartas a sus mujeres y familia. Metido en la guerra, hará de ella la pasión y esperanza de toda su obra. Hará todo lo que esté en su mano para que el conflicto dure poco y duela menos. Miguel es un soldado político y maestro de sus compañeros campesinos. Pide a Josefina que se case con él. En marzo del 37 celebra su boda en Orihuela. El resto de su vida es una sucesión de desdichas, por la enfermedad que tuvo. Pero esta no la impide escribir el hombre que acecha. Enfermo viaja a la URSS. Nace su primer hijo, que muere meses más tarde. Acaba la guerra, pero empieza la penosa etapa de Miguel en prisiones y con la enfermedad y la muerte acechándole. En noviembre del 39 lo detiene Moriel, un oficial del juzgado. Neruda que es consulado chileno ayude a josefina en lo económico, la da dinero y se ocupa de que el poeta sea trasladado en mejores condiciones. Miguel es condenado a muerte en Madrid pero le rebajan la pena a 30 años de reclusión. La miente a Josefina en 1940, la dice que está condenado 12 años para darla esperanzas. Pasa de la cárcel de Ocaña, al reformatorio de alicante, donde ocupa la celda 100. No le derrota la adversidad. En la cárcel estudia inglés y escribe el romancero de ausencias. Sus diarios íntimos son como ventanas abiertas al mundo allí encerrado. En el 41 por el locutorio con rejas, le pasa poemas a su mujer. Enferma de hambre, y por las malas condiciones higiénicas y las aguas de la prisión. El ultimo poema que escribe son dos versos resumen de su vida; Adiós hermanos, camaradas y amigos. Despedirme del sol y de los trigos.
Hasta el 77 no se edita su obra completa. Su poesía se divide en 4 etapas. De 1930 al 33 son poemas de adolescencia. Del 33 al 36 son sonetos y poemas clásicos. Entre sus poemas destaca la triada imagen del rayo que no cesa. Del 36 al 39 son su poesía de combate. Rimas populares y sencillas en las que se basa el romancero de ausencias. El 42 es la fecha de su muerte. Era un poeta telúrico, barroco, pero que abarca muchos más estilos como la poesía social o el surrealismo y la poesía política. Es esencialmente un poeta popular, como Lorca en su romancero y con su cante jondo. Aparecen en su poesía los temas del amor, la tierra, los hombres, y la lucha, la esposa, el hijo y el pueblo. Sigue una concepción romántica de la poesía. El mejor poeta aparece en viento del pueblo. Su muerte tan joven nos dejó helados y lo convirtió en leyenda. No podemos elucubrar por qué ritmos hubiera seguido su poesía de seguir vivo. La última etapa de su andadura poética es estremecedora, y de gran pureza. Una pureza que solo los grandes poetas alcanzan en su vejez, el dolor y cárcel y declinación física le acercó a la sabiduría. Miguel se despide sin quejas, sin renunciar a su confianza en el futuro y sin rencores. Dejó dos hijos. El pequeño murió de meses. El segundo murió en 1982. Manuel Ramon (Ramón en honor a su amigo) es el hijo que ha sobrevivido vivido. No te derrumbes, no sepas lo que pasa y lo que ocurre, le dice a su único hijo que le queda vivo. 

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Las nanas de la cebolla surgen en la cárcel. Ha recibido una carta de Josefina Manresa en que le dice que el niño solo comía pan y cebolla. “Me he pasado cavilando esta situación cada día mas difícil. El olor a cebolla llega hasta aquí. El niño estará indignado de comer leche de cebolla en vez de leche”, dice Miguel en una carta. 

NANAS DE LA CEBOLLA
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.
Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.
Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte,
bata el espacio.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.
La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!
Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.
Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!
Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.
Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.
Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.
Las abarcas desiertas

Hace 50 años en un concurso el premio uno de los poetas de la asociación recibió de regalo las obras completas de Miguel encuadernadas. Publicó su segundo libro luna y mar, y colaboró en 23 revistas de la AAV (asociación artística vizcaína) y le publicaron en otra sesión literaria un poema a miguel Hernández. 
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Cuando paso por tu puerta,
la tarde que viene a herir
con su hermosura desierta
que no acaba de morir.

Tu puerta no tiene casa
ni calle: tiene un camino,
por donde la tarde pasa
como un agua sin destino.

Tu puerta tiene una llave
que para todos rechina.
En la tarde hermosa y grave,
ni una sola golondrina.

Hierbas en tu puerta crecen
de ser tan poco pisada.
Todas las cosas padecen
sobre la tarde abrasada.

La piel de tu puerta, ¿encierra
un lecho que compartir?
La tarde no encuentra tierra
donde ponerse a morir.

Lleno de un siglo de ocasos
de una tarde azul de abierta,
hundo en tu puerta mis pasos
y no sales a tu puerta.

En tu puerta no hay ventana
por donde poderte hablar.
Tarde, hermosura lejana
que nunca pude lograr.

Y la tarde azul corona
tu puerta gris de vacía.
Y la noche se amontona
sin esperanzas de día.
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Alberti Lorca no le ayudaron cuando debían ayudar. Alberti hizo recitales con paco Ibáñez y los poemas de Vientos del pueblo, donde Miguel arenga a las trincheras de soldados. Estas defensas del pueblo nos llegan muy dentro. En 14 años tiene la obra que otros han logrado en 60 70. 

VIENTOS DEL PUEBLO
Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.
Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.
No soy un de pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.
¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?
Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.
Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.
Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra;
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.
Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.
Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.
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SENTADO SOBRE LOS MUERTOS
Sentado sobre los muertos
que se han callado en dos meses,
beso zapatos vacíos
y empuño rabiosamente
la mano del corazón
y el alma que lo sostiene.
Que mi voz suba a los montes
y baje a la tierra y truene,
eso pide mi garganta
desde ahora y desde siempre.
Acércate a mi clamor,
pueblo de mi misma leche,
árbol que con tus raíces
encarcelado me tienes,
que aquí estoy yo para amarte
y estoy para defenderte
con la sangre y con la boca
como dos fusiles fieles.
Si yo salí de la tierra,
si yo he nacido de un vientre
desdichado y con pobreza,
no fue sino para hacerme
ruiseñor de las desdichas,
eco de la mala suerte,
y cantar y repetir
a quien escucharme debe
cuanto a penas, cuanto a pobres,
cuanto a tierra se refiere.
Ayer amaneció el pueblo
desnudo y sin qué comer,
y el día de hoy amanece
justamente aborrascado
y sangriento justamente.
En su mano los fusiles
leones quieren volverse:
para acabar con las fieras
que lo han sido tantas veces.
Aunque le faltan las armas,
pueblo de cien mil poderes,
no desfallezcan tus huesos,
castiga a quien te malhiere
mientras que te queden puños,
uñas, saliva, y te queden
corazón, entrañas, tripas,
cosas de varón y dientes.
Bravo como el viento bravo,
leve como el aire leve,
asesina al que asesina,
aborrece al que aborrece
la paz de tu corazón
y el vientre de tus mujeres.
No te hieran por la espalda,
vive cara a cara y muere
con el pecho ante las balas,
ancho como las paredes.
Canto con la voz de luto,
pueblo de mí, por tus héroes:
tus ansias como las mías,
tus desventuras que tienen
del mismo metal el llanto,
las penas del mismo temple,
y de la misma madera
tu pensamiento y mi frente,
tu corazón y mi sangre,
tu dolor y mis laureles.
Antemuro de la nada
esta vida me parece.
Aquí estoy para vivir
mientras el alma me suene,
y aquí estoy para morir,
cuando la hora me llegue,
en los veneros del pueblo
desde ahora y desde siempre.
Varios tragos es la vida
y un solo trago es la muerte.
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Dos señoras en algún recital de Bidarte, haciendo patria y un poco de Dúo dinámico o Pimpinela han recitado poemas de Miguel a dúo. La delicada filosofa y poeta María Zambrano, escribió este fragmento, presencia de miguel Hernández
Hace tanto tiempo que has desaparecido, tanto tiempo. Las personas han sido reales. El tiempo deja ver su verdad realmente. Los muertos son presencias reales a fuerza de verdaderas que nos acompañan. Es su presencia y no su recuerdo. No sé cómo le conocí. Llego a Madrid en el 34. Fue a mi casa con poetas amigos que la frecuentaban. El conocerme fue cosa de un instante. No despertó en él vanidad alguna la amistad de otros. El sufría, sufría siempre, lloraba hacia dentro y reía más que hablaba cuando en el 35 36 venía a casa y paseábamos por lugares de la entrada de Madrid. Descubierto e indefenso venía a mí. Tenía  la figura de indígena, se podía suponer que era campesino. Su imagen de pastor estaba tan lejos de la imaginación de la ciudadanía. Los pastores son seres polvorientos de la tierra y de polvo estelar, polvo que no quieren quitarse de encima. Son seres de la tierra y el sol, que al extinguirse se extienden, y aman sin afán de posesión, dispuestos a unirse simplemente. Inspiraba amor y soledad sin refugio alguno, amor en soledad, en pie descansó su vida unitiva, en las zarzas ardientes aun de noche. Solloza calladamente. Su esposa quedó en el pueblo. No la tenía a su lado, odiaba no estar junto a ella en su lugar de nacimiento. Era de Orihuela y no de otra parte. Sin regionalismo ni pueblerismo alguno, nunca le oí ponderar las excelencias de su pueblo, aunque bien daba entender su belleza. Lo que contaba es que el nacido allí nunca iría mas allá sobrepasándolo. No puedo asimilarse a ese Madrid por estar enamorado de su lugar natal y de los seres que él recordaba y que no habrían cabido en aquella ciudad. Era creyente. No pudiendo rezar a solas, lo hace con el amigo diciendo cosas alusivas o nada, ofreciendo el corazón que a solas se queda, opaco. Eso pasaba entre nosotros en aquellas tardes, donde mencionábamos las espigas y el sosegado campo, el pan moreno y la sangre de la tierra exprimida en racimos. ¡Cuando nos callábamos que magnifico silencio! Hablaba poco por campesino, por indígena, la palabra es el don de quien no la usa en vano. Era creyente en comunión de la palabra, parecía usarla por primera vez o como si la hubiera recobrado. Siempre había en él el descubrimiento en la palabra. De tantos silencios abría su corazón. Encontró en él la conversión de los que sin quererlo la guerra no buscada les había dado dolor y la soledad del mundo. Fue una purificación, también para él, la palabra. La palabra era directa inmediata. No era ya sombra. Su última poesía surge como chorro de poesía y amor. Creyó siempre en lo mismo, en el rayo que no cesa y en el amor que no acaba. La crisis antes del término guerra apareció. Fue tras su vuelta de un viaje en grupo a la URSS. Fue en Valencia la última vez que le vi. Tenía apariencia de vuelto hacia dentro, de una inocencia trasformada en pureza. No volví a verlo. De prisión en prisión se le cerraron las puertas y el amparo y yo marché al exilio. La justicia, menos que humana, no intervenía por este escritor de fama mundial. Por breve tempo le podían haber devuelto su hogar con su mujer única y su hijo. Nunca vivió al mismo tiempo con los dos hijos que le nacieron. La cárcel fue el lugar y único crisol donde aún en esencia su palabra surgió. Preso en alicante, encarcelado, fue a parar con los que en él se reconocían. Le querían todos. Iban a su lecho moribundo cuando estaba prohibido. Al morir era un algo más que un muerto, era el signo indeleble que el hombre deja sobre la tierra. En grutas rocas y laderas quedan hombres sin descifrar, grabados en la pasión del hombre verdadero. En el aire que fue negado, en el fuego sutil del sol que lo mantuvo, en los signos y no solo de los humanos, permanecerá en el planeta, aunque se ausente la vida. Dios le responde cuando clama al cielo. Ese es mi recuerdo de Miguel, muchos años después.
María Zambrano. 


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ELEGIA A RAMÓN SIJÉ
.
(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha
muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien
tanto quería.)
.
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
.
Alimentando lluvias, caracoles
Y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
.
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
.
.Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofe y hambrienta
.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte
a parte a dentelladas secas y calientes.
.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte
.
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de mis flores
pajareará tu alma colmenera
.
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
.
A las aladas almas de las rosas...
de almendro de nata te requiero,:
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
.
(1 0 de enero de 1936)

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CARTA
El palomar de las cartas
abre su imposible vuelo
desde las trémulas mesas
donde se apoya el recuerdo,
la gravedad de la ausencia,
el corazón, el silencio.

Oigo un latido de cartas
navegando hacia su centro.

Donde voy, con las mujeres
y con los hombres me encuentro,
malheridos por la ausencia,
desgastados por el tiempo.

Cartas, relaciones, cartas:
tarjetas postales, sueños,
fragmentos de la ternura,
proyectados en el cielo,
lanzados de sangre a sangre
y de deseo a deseo.

Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra
que yo te escribiré.


En un rincón enmudecen
cartas viejas, sobres viejos,
con el color de la edad
sobre la escritura puesto.
Allí perecen las cartas
llenas de estremecimientos.
Allí agoniza la tinta
y desfallecen los pliegos,
y el papel se agujerea
como un breve cementerio
de las pasiones de antes,
de los amores de luego.

Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra,
que yo te escribiré.


Cuando te voy a escribir
se emocionan los tinteros:
los negros tinteros fríos
se ponen rojos y trémulos,
y un claro calor humano
sube desde el fondo negro.
Cuando te voy a escribir,
te van a escribir mis huesos:
te escribo con la imborrable
tinta de mi sentimiento.

Allá va mi carta cálida,
paloma forjada al fuego,
con las dos alas plegadas
y la dirección en medio.
Ave que sólo persigue,
para nido y aire y cielo,
carne, manos, ojos tuyos,
y el espacio de tu aliento.

Y te quedarás desnuda
dentro de tus sentimientos,
sin ropa, para sentirla
del todo contra tu pecho.

Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra
que yo te escribiré.


Ayer se quedó una carta
abandonada y sin dueño,
volando sobre los ojos
de alguien que perdió su cuerpo.
Cartas que se quedan vivas
hablando para los muertos:
papel anhelante, humano,
sin ojos que puedan serlo.

Mientras los colmillos crecen,
cada vez más cerca siento
la leve voz de tu carta
igual que un clamor inmenso.
La recibiré dormido,
si no es posible despierto.
Y mis heridas serán
los derramados tinteros,
las bocas estremecidas
de rememorar tus besos,
y con su inaudita voz
han de repetir: te quiero.
SUDOR vientos del pueblo
en el mar halla el agua su paraíso ansiado
y el sudor su horizonte, su fragor, su plumaje.
El sudor es un árbol desbordante y salado,
un voraz oleaje.

Llega desde la edad del mundo más remota
a ofrecer a la tierra su copa sacudida,
a sustentar la sed y la sal gota a gota,
a iluminar la vida.

Hijo del movimiento, primo del sol, hermano
de la lágrima, deja rodando por las eras,
del abril al octubre, del invierno al verano,
áureas enredaderas.

Cuando los campesinos van por la madrugada
a favor de la esteva removiendo el reposo,
se visten una blusa silenciosa y dorada
de sudor silencioso.

Vestidura de oro de los trabajadores,
adorno de las manos como de las pupilas.
Por la atmósfera esparce sus fecundos olores
una lluvia de axilas.

El sabor de la tierra se enriquece y madura:
caen los copos del llanto laborioso y oliente,
maná de los varones y de la agricultura,
bebida de mi frente.

Los que no habéis sudado jamás, los que andáis yertos
en el ocio sin brazos, sin música, sin poros,
no usaréis la corona de los poros abiertos
ni el poder de los toros.

Viviréis mal oliendo, moriréis apagados:
la encendida hermosura reside en los talones
de los cuerpos que mueven sus miembros trabajados
como constelaciones.

Entregad al trabajo, compañeros, las frentes:
que el sudor, con su espada de sabrosos cristales,
con sus lentos diluvios, os hará transparentes,
venturosos, iguales.

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Leía poemas a los heridos y presos. El régimen castigó a los republicanos, anulados de sus cargos. Muchos marcharon al exilio tras la guerra civil. Antes de marchar a Madrid por primera vez, escribe un poema en panocho (dialecto murciano. Se habla también en Alicante y Valencia, entre labriegos) Recuerda un poco al poema embargo de Gabriel y galán. Es muy actual pues nos muestra que el tema de los desahucios venía de antaño
Tiro piedras a un cordero,
y cada piedra que tiro
deja en la brisa un suspiro
y en el azul un lucero.”
 “¡En mi barraquica!”
¡Siñor amo, por la virgencica,
ascucha al que ruega!…
A este huertanico
de cana caeza,
a este probe viejo
que a sus pies se muestra
¡y enjamás s’humilló ante denguno
que de güesos juera!
¡Que namá se ha postrao elande Dios
de la forma esta!
M’oiga siño amo.
M’oiga osté y comprenda
que no es una hestoria que yo he fabricao
sino verdadera.
¿Por qué siñor amo
me echa de la tierra,
de la barraquica ande la luz vide
por la vez primera?
¿Porque no la cumplo? ¿Porque no le pagó?
¡Por la virgencica, tenga osté pacencia!
Han venío las güeltas malas, mu remalas.
¡Créalo! No han habío cuasi ná e cosechas:
Me s’heló la naranja del huerto;
no valió la almendra
y las crillas del verdeo, el río
cuando se esbordó, de ellas me dió cuenta
que las pudrió tuicas: no he recogío
pa pagar la juerza!
¡Créalo siñor amo! ¡Y si no osté vaya
a mi barraquica y verá pobreza!
Ella está en el derrumbe,
de agujeros llena,
por ande entra el sol, por ande entra el frío
y las lluvias entran
¡Créalo siño amo! Y también mi esposa
paece lo suyo y no por enferma,
que es de ver que sus pequeñujicos
de pan escasean,
y lo mesmo en verano que invierno
desnúas sus carnes las llevan.
¡Créalo siñor amo! y ¡Aspérese al tiempo
que cumplirle puea!
Yo le pagaré tuito lo que debo
¡Tenga osté pacencia!
¡Ay! no m’eche por Dios
de la quería tierra,
que yo quió morirme
ande yo naciera
¡En mi barraquica llena de agujeros,
de miseria llena!
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Por desplumar arcángeles          
Por desplumar arcángeles glaciales,
la nevada lilial de esbeltos dientes
es condenada al llanto de las fuentes
y al desconsuelo de los manantiales.

  Por difundir su alma en los metales,
por dar el fuego al hierro sus orientes,
al dolor de los yunques inclementes
lo arrastran los herreros torrenciales.

  Al doloroso trato de la espina,
al fatal desaliento de la rosa
y a la acción corrosiva de la muerte

  arrojado me veo, y tanta ruina
no es por otra desgracia ni otra cosa
que por quererte y sólo por quererte.
A mi gran josefina adorada...
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008

Tus cartas son un vino
que me trastorna y son
el único alimento para mi corazón.
            
Desde que estoy ausente
no sé sino soñar,
igual que el mar tu cuerpo,             
amargo igual que el mar.

Tus cartas apaciento
metido en un rincón             
y por redil y hierba
les doy mi corazón.

Aunque bajo la tierra             
mi amante cuerpo esté,
escríbeme, paloma,
que yo te escribiré.
Cuando me falte sangre             
con zumo de clavel,
y encima de mis huesos
de amor cuando papel.

Jornaleros que habéis cobrado en plomo

sufrimientos, trabajos y dineros.
Cuerpos de sometido y alto lomo:
jornaleros.

Españoles que España habéis ganado
labrándola entre lluvias y entre soles.
Rabadanes del hambre y el arado:
españoles.

Esta España que, nunca satisfecha
de malograr la flor de la cizaña,
de una cosecha pasa a otra cosecha:
esta España.

Poderoso homenaje a las encinas,
homenaje del toro y el coloso,
homenaje de páramos y minas
poderoso.

Esta España que habéis amamantado
con sudores y empujes de montaña,
codician los que nunca han cultivado
esta España.

¿Dejaremos llevar cobardemente
riquezas que han forjado nuestros remos?
¿Campos que ha humedecido nuestra frente
dejaremos?

Adelanta, español, una tormenta
de martillos y hoces: ruge y canta.
Tu porvenir, tu orgullo, tu herramienta
adelanta.

Los verdugos, ejemplo de tiranos,
Hitler y Mussolini labran yugos.
Sumid en un retrete de gusanos
los verdugos.

Ellos, ellos nos traen una cadena
de cárceles, miserias y atropellos.
¿Quién España destruye y desordena?
¡Ellos!¡Ellos!

Fuera, fuera, ladrones de naciones,
guardianes de la cúpula banquera,
cluecas del capital y sus doblones:
¡fuera, fuera!

Arrojados seréis como basura
de todas partes y de todos lados.
No habrá para vosotros sepultura,
arrojados.

La saliva será vuestra mortaja,
vuestro final la bota vengativa,
y sólo os dará sombra, paz y caja
la saliva.

Jornaleros: España, loma a loma,
es de gañanes, pobres y braceros.
¡No permitáis que el rico se la coma,
jornaleros!

Poesía; yo querría por mágico conjuro o diabólico poder de hechicería, el sonoro nombre puro, de la poesía. Definirla con hipérbole y metáforas ideales que pasaran arrastrando arpas celestiales y vivas luces peregrinas. La poesía es halito que viene, insólito cometa de altos siderales del señor. La poesía e prende en el espíritu de luz del profeta bíblico, del profeta soñador, del ángel ascendente. La poesía es fuente de suspiros que en boca se derrama, mariposa que en los pechos descubiertos da giros, hecha de zafiros, hecha de átomos de llama, espejo de la vida, ave cantadora, regia nave que nos lleva a la región de la que nada se sabe. Es la poesía perturbadora y breve música suave, ideal de pintura, rastros de progresos. Arroja las sombras nimbadas en el firmamento. Es un cuadro y suelta al sol su cabellera, despidiendo la rosa de tinta. En las almas desaloja de buitres de la pena, enajena los espacios con rumores, abre el cáliz de las flores, sacude la orilla del rio. En sabias pinceladas las tinieblas de la noches misteriosa, de mil noches, es tintada de consteladas nubes laceradas. Surge la blanca rosa, en los marcos luminosos, en los cuadros ricos soberbios de los panoramas. Es poesía de hadas gnomos y colosos que fabrican oro y perlas, luz y llama, rugidos fuera de la tempestad, acordes de la tierra y el cielo, pájaros de canto y vuelos, tremenda majestad, aura sonora, ingenuas cantinelas de ninfas, terribles conmociones, virtud pura, bebe la virgen su hermosura, placida de espesura, clama tétrica la poesía en el mundo. Querría definirla con los versos de estrofa cincelada, hechizo, es poco para tanto, menos es nada

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