El
realismo mágico o lo que se llamó el boom latinoamericano en los años 80 es el
tema que nos ocupa. Son relatos de barroquismo las novelas de Márquez, cargadas
y densas. Se recrea en el lenguaje, experimenta y en la temática mezcla la
realidad con la fantasía. En el Amor en tiempos de cólera, Márquez, el padre
del movimiento, emplea el narrador omnisciente del relato tradicional decimonónico
y la primera persona. Allende se ha convertido en la madre del realismo mágico.
Este boom latinoamericano se ha degenerado, parece que pueden escribir todas
las cosas fantásticas que se te ocurran. Nadie espera 20 años a un muerto, pero
ahí tenemos el Llano en llamas, y el pedro paramo de juan Rulfo. El realismo
mágico de Cortázar, Borges, Bioy Casares, Sábato (héroes y tumbas), Carlos
Fuentes (gringo viejo, cambio de piel) o Alejo Carpentier (el siglo de las
luces, consagración de la primavera) Isabel Allende (casa de los espíritus) o Laura
Esquivel (como agua para chocolate) ha degenerado en el realismo chorra de Jaime Bayli, o Zoe Valdés. Nos hemos ya acostumbrado a que vuelen los cerdos, o haya
fantasmas por las mansiones. El boom ha degenerado en su extremo más comercial.
Lo importante es qué y cómo cuentan sus historias. Los protagonistas son
soñadores que se enfrentan a su destino, que se encuentran con fantasmas. El realismo
mágico tiene algo de tele novela sudamericana. Son historias de amor como las
de Allende, pero lo importante no es lo que cuenta sino también como se cuenta.
Los sudamericanos tienen otra forma de ver el mundo, donde el tiempo parece
trascurrir más lento. La religión y lo trascendente, lo fantasmal y lo anímico está
más presente. En los chamanes, en las brujas, en la cultura de Haití de los
zombis y la resurrección de muertos… pueden parecernos países más atrasados o
inculturizados, cuando lo cierto es que gozan de una cultura original y diferente.
Se impone con el realismo mágico una forma más caótica y desordenada de ver el
mundo. Se rompe además con el tiempo y la historia lineal que queda temporalmente
descoyuntada. Resucitan los espíritus tristes en un cementerio intemporal y
polvoriento que son esos pueblos de pocos habitantes. Visitamos Macondo, el
gran trasunto literario, y a la familia de los Buendía. El viento desordena las rosas. El coronel no
tiene quien le escriba y espera una carta que nunca llega. El patriarca vive su
otoño, el pueblo teme al dictador, pero el dictador teme a todo el pueblo. Y el
tiempo va pasando y el viento moviendo las hojas y parece que no pasa nada
cuando es el espectáculo del mundo el que está pasando ante nosotros. Son historias
del día a día, de la cotidianidad, del pueblo y la intrahistoria. El paisaje es
selvático, la naturaleza está muy presente y es un paisaje compuesto de miles
de colores y de primaveras. Cien años de
soledad es su obra maestra.
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