Eric Hobsbawm
es el historiador por excelencia del siglo XIX europeo, gracias a una serie de
libros divididos por periodos y sugerentes títulos tal que “la era de las
revoluciones”. Este capitulo corresponde a “La era del capital. De 1848 a
1875”. Allí analiza Europa bajo las incipientes realizaciones del liberalismo
político y el librecambismo económico.
DESARROLLO DE LAS COMUNICACIONES.
El tren de vapor
Las nuevas líneas de
ferrocarriles se extendían por toda Europa. Se trataba de subirse en marcha a
este “tren del progreso”. La construcción de trenes – primero de mercancías, de
transporte minero y posteriormente de pasajeros- no fue un fenómeno europeo,
sino mundial (Sudamérica, Asia y zonas de África) El tren encontraría su época
de mayor desarrollo entre los 60 y70.
Se edificaban pasos
(Semmering) o túneles alpinos (Monte Cenis) para sortear las dificultades
orográficas (Para que el protagonista de Verne diera su vuelta al mundo, relata
como anécdota) Se construían obras como el canal de la Mancha o los pasos que
abrían Sudamérica o Egipto a su exploración y colonización. (Canal de Panamá,
Suez...)
El barco de vapor
Por otra parte, el
comercio marítimo no se hallaba tan extendido, debido a su lentitud y elevado
coste. A pesar del novedoso barco de vapor, los vientos del progreso no
barrieron las clásicas velas de nuestros mares. Sólo podemos hablar de un
triunfo de las embarcaciones a vapor inglesas a partir de los 70, teniendo un
auge tardío en los 80. (Tardío respecto al desarrollo del ferrocarril)
El autor aporta datos
sobre la cantidad de flota inglesa y las toneladas de mercancía que podían
trasportar desde las aún primigenias colonias, aún sin sobre-explotar como a
finales del XIX.
El telégrafo y la muy posterior radio.
Los inventores Faraday descubre los campos de
propagación de la energía eléctrica. Harry la naturaleza oscilatoria de las
descargas eléctricas. Mawmell las ondas hertzianas y el éter eléctrico. Branley
y Lodge el cohesor o perfeccionador de la recepción de las ondas. Popoff la
antena de recepción. Cooke y Wheastone investigan su utilidad en la
comunicación de mensajes telegráficos, continuado por Gintl, Stark, Hertz...
hasta desembocar en Marconi que inventaría la radio.
Propagación de las líneas telegráficas El telégrafo
se extiende rápidamente por el mundo, desde Austria y Prusia tras la revolución
del 48 hasta los años 60 en Turquía, aumentando los postes y las líneas de este
revolucionario medio de comunicación.
Se consiguió conectar
las líneas telegráficas incluso bajo el agua; canales submarinos como el de la
mancha en los 50. Sólo en EEUU se dan compañías telegráficas privadas. En
Europa las controla el estado, teniéndolas por un símbolo de su prosperidad
económica, con afán militar, estratégico y comercial. Se popularizó entre las
clases ociosas el mandarse telegramas. El periodismo logra con el telégrafo
relatar con más actualidad los sucesos.
Culto al gentleman
viajero o “TOUT COURT”.
En el siglo XVII el ilustrado tenía una cosmovisión
de su mundo y un afán de extender su ciencia y su verdad a lo ancho del mismo.
En el siglo XVIII el romántico recorrerá el mundo con
un propósito más vivencial, se extenderán los viajes culturales, por placer o
peregrinajes estudiantiles.
En el siglo XIX el realista ha de ser un “hombre de
mundo”. No viaja para enseñar cual ilustrado o para aprender como romántico.
Viaja por el mero hecho de viajar y este prototipo lo tenemos en Phileas Fogg.
Viaja por una prepotencia positivista de sentir todas las fronteras de su mundo
abiertas a su adinerado bolsillo. El viaje del burgués es cómodo y en tren,
pero anhela la bohemia del artista, la aventura de la selva y los viajes por el
África. Hay varios esteorotipos de viajeros del XIX.
- El burgués con destino. (Fogg) El artista sin destino concreto. (Wilde)
- El naturalista/ misionero con meta. (Darwin) El explorador sin ella (Livingstone)
EL DESARROLLO DE LOS CAPITALES. ECONOMIA.
LA MENTALIDAD CAPITALISTA
Hace un repaso
literario a las mentes empresariales que posibilitaron esta industrialización.
Cita unas cuantas sociedades anónimas y compañías que dieron trabajo al proletariado, las cuales no merece
la pena rescribir en este resumen. Tampoco haré acopio de todos los
industriales que cita, pues ya se conserva su mención en el texto original.
Observa qué muchos de estos magnates también fueron mangantes. Estos “apóstoles
de la industrialización” “hijos de la revolución” o cómo se les llame, vieron
truncadas sus utopías Saint- simonianas, utópicas. Creían en la igualité
política y social que comportaría la revolución hasta que su sentido
pragmático les lleva a optar por la liberté económica e individual.
Aunque envueltos en un sentido mercantilista y útilista de los negocios, un
halo de romanticismo les hace concebir el mundo como una “unidad ligada con
raíles de hierro y motores de vapor”, una visión optimista (positivista) sobre
un mundo completamente abierto a su capital.
LA FIEBRE DEL ORO
En la revolución del 48 un minero, un tal Marshall,
descubre oro en EEUU (California) Mientras Europa se halla convulsa
socialmente, en EUU la agitación la causa el $. El mensaje confirmatorio del
presidente Polk – tenemos oro en California- mueve a una masa emigratoria a
poblar San Francisco y lanzarse a la “búsqueda del nuevo dorado”. Australia
también ofrece vetas de oro en el cauce de sus ríos, y por eso se desarrolla
este continente, antes casi desconocido. (California y Australia desconciertan
a Marx y Engels ¡Mucha teoría marxista pero el proletario prefiere en “la
praxis” un buen lingote de oro!)
Migración a América. Los ingleses y
especialmente los irlandeses (a causa de su hambruna y conflictos internos) son
los principales emigrantes, junto a los mejicanos (por proximidad). Los
europeos (sobretodo anglosajones) se lanzan a la conquista del nuevo mundo,
pero también se extiende la “fiebre dorada” por las costas asiáticas (China) y
sudamericanas (Chile). Estas masas migratorias causan el tradicional racismo
yanqui. Los chinos, por ejemplo, suponían ¼ de la emigración y se les impone la
ley de extranjería denominada “Limitación China”.
Por otra parte, El
instmo de Panamá era el principal flujo comercial y marítimo (como en los
mejores tiempos del imperio español) y hubo de empezar a pensar en construirse
el famoso canal.
¿Primera globalización? No. Tímida unificación económica, pero
Europa aún no comparte ni políticas, ni sociedades ni cultura.
El capitalismo
embrionario del XIX (si consideramos cómo auge de esta teoría económica a
nuestro actual neo- liberalismo) se relaciona en un entramado de economías
nacionales, aún muy ligadas a sus respectivas políticas. (Algunos sistemas
políticos, como el ruso, impedían el libre flujo del capital, las
comunicaciones y las relaciones comerciales) Para empezar se trata de una
capitalización del mal llamado primer mundo o pueblo “civilizado” (Europa y
EEUU). Aún quedaban tierras vírgenes sin explorar ni explotar. Además, cada
país mantenía su idiosincrasia cultural, unos usos sociales y costumbres
“exóticos” respecto a los demás países. La globalización conlleva una perdida
de esta identidad propia, pero en el XIX ocurría lo contrario; los respectivos
nacionalismos impedían una unificación cultural.
Los capitalistas
pretendían la unificación económica (Unión telegráfica, postal, meteorológica...)
y quizá los marxistas la unificación social (la bastante posterior
Internacional “proletarios unios”)
Lingüísticamente,
denotamos este fracaso de la unificación cultural en el volapuk o el esperanto,
que fallaron como lenguas universales, pues ya se estaba consolidando en todo
el mundo eso que Orwell llamó “neo- lengua” y nosotros ingles. (Un ejemplo; las
traducciones internacionales de las novelas de denuncia social de Charles
Dickens)
Sin embargo, la
unificación cultural estaba lejos de la actual, la del pensamiento único.
Tampoco la
unificación económica era una realidad. En todo
caso, sabemos que Gran Bretaña ejercía un dominio imperante sobre toda Europa y
la mayor parte del mundo, a través de su sistema imperial colonista. Pero de
ahí a una globalización económica hay un gran salto histórico. Esto lo patentó
la crisis de la década de los 40. Todavía los europeos no habían inventando el
equilibrio o balance de poder (esta teoría económica de Keynes por la cual si
un país cae, caemos todos cual piezas de dominó en el crack del 29 o en el 73)
y la recesión sólo afectó a Inglaterra y Bélgica. No obstante, la crisis de
1857, padecida en la bolsa de Nueva York, sí afecta a Europa y Sudamérica,
hundidas en la bancarrota. Esta crisis se produce ante el cambio que trae pasar
de una economía agraria de bienes de consumo a una economía industrial de tipo
pesado. Todo cambio acarrea su consiguiente crisis. La agricultura decae en las
décadas 70 y 80 debido al éxodo rural masivo de un campesinado vuelto proletariado.
El fracaso de las revoluciones agrarias se compensó con el desarrollo de los
focos fabriles e industriales.
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