sábado, 25 de febrero de 2017

LA PAZ




La paz es una palabra denostada ya de tanto poblar redacciones escolares. ¡Cuán políticamente correcto arrojar cuatro citas de Gandhi! pero ¿Sirve de algo? ¿Llega esta voz allende mi eco? Queremos la paz como si esta cayera del cielo, pero sí algo nos enseñó el “hindú británico” con su “resistencia pacifica- activa” es a LUCHAR POR LA PAZ, (aunque suene paradójico.) La paz es una dinámica creativa, no algo estático que vaya a llover cual maná divino cuando por fin tengamos un gobierno democrático en España . La Paz es una utopía, no es un lugar común sino un lugar a- común, atípico (etimológicamente utopía es “no-lugar”) La paz es una utopía, un posible aunque improbable, un ideal etéreo, que hemos de alcanzar.  Ya decía Cervantes “Caminemos, mi buen Sancho, lo importante no es la posada, sino el mero andar” y otro poeta apostilló “camino que se hace al andar” ¿Cómo se hace la Paz? Pues... andando tras ella, tras ese rastro de luna de Manrique, vaporoso sueño del que el pragmatismo más acervado nos quiere hacer despertar. el dinero corrompe el alma pura, hete aquí mi moraleja, aquello que ya cantó Quevedo “poderoso caballero es don dinero”. La diosa Plutos de la Riqueza desmedida, el afán de lucro, el espíritu capitalista burgués han sido los causantes de la guerra. La globalización se esconde detrás de las grandes tragedias en el Sur, en los países con una renta por debajo del dólar diario. En áfrica mueren de inanición por nuestra culpa, porque bebemos coca colas cuyas fábricas se instalan allí, porque usamos Nike que fabrican niños explotados.   No es una moraleja marxista ni cristiana siquiera (San Agustín también condena a los bienes materiales, dice que son perecederos, sólo el alma es eterna) Simplemente es una moraleja del corazón que nos hace plantearnos a que salvaje ley de la selva y del monopolio más fuerte estamos llamando Civilización. 
Ellos, los salvajes, tenían mucho que enseñarnos porque eran inocentes, inconscientes, pero ya los tenemos en reservas indias o los hemos matado, así que podemos afirmar que la Civilización ya ha engullido a la Naturaleza. El hombre por naturaleza era bueno, pero la sociedad le ha hecho ser un lobo para el hombre, un ser egoísta. Desde luego, el cuento contra la guerra tiene una moraleja bakunista y roussoniana.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario