¿Que es el amor para Freud y Marx? La escuela
de Frankfurt, exponentes del psicomarxismo, nos responde. revolución sexual (Reich), la teoría del amor (Fromm) y el libro Eros y
Civilización (H. Marcuse). Freud
propone tres planos sicológicos; el consciente, el ego (El yo), el súper- yo o subconsciente
y el inconsciente o Id, Ello. Freud no sólo aporta una lectura ontogenetica
(Individual) sobre el hombre reprimido y represor de instintos (irascibilidad y
concupiscibilidad q manifiesta catárticamente, desahogándose en el arte,
matando a su vecino o en las patologías clínicas y perversiones sexuales) sino
una teoría filogenética (Social) con analogías marxistas. Según esta, la
sociedad es reprimida sexualmente, alineada economicamente, enajenada
emocionalmente. La sicología freudiana esconde una Meta filosofía, (meta-
metafisica, valga la “rebuznancia”) Su arché, su principio, es el Eros. Su Ser,
su esencia, es el amor. ¿Pero que tipo de amor? Este Eros freudiano ante todo
es sexual, pandémico, hedonista y egoísta, hasta el amor al conocimiento de uno
mismo y sus circunstancias es una tarea plenamente egocéntrica.
Concupiscibilidad platónica- principio
erótico freudiano Irascibilidad platónica – Instinto de muerte freudiano
Ambos residen en la capa más recóndita del
inconsciente, los subsuelos y abismos del edificio mental de la “razón”.
Subiendo por el ascensor estos instintos se subliman, el subconsciente, planta
intermedia, establece un principio de actuación que se toma por realidad (torna
creencia de ser real) Así se produce la represión del principio hedonista del
placer inmediato (Eros) Este instinto connatural al inmanente se asocia
cultural, social e históricamente a los impulsos asesinos. En la bondad natural
estos instintos eran antagonistas, raíz y poda del árbol de la vida. (En Marx
oímos ecos rousseanos) El hombre por social trueca naturaleza por civilización
reprimida y placer por cultura sublimada. En vez de una cultura placentera,
bacanal y epicúrea, aliada de la vida, ciertos idealistas asientan sentimientos
de culpa, represores pecados originales.
Los románticos ven el amor como cristianos
que son, o más bien como místicos. La iglesia, que tampoco ve bien los éxtasis
alucinógenos de Sta Teresa, les llama herejes que idolatran el ser amado “A
Melibea amo y a Melibea adoro”. Y aún así, estos románticos hacen el juego al cristianismo. Fíjate en el final
del Don Juan, la casta pureza de Doña Inés y su virginal amor acaba redimiendo
al libertino. A los amantes de Teruel o Verona no les basta el hasta que las
muerte nos separe, aspiran a la inmortalidad de su deseo. Esta trascendencia de un amor más allá de calaveras es lo que
Freud y Marcuse llaman el principio de Nirvana, la sublimación y unión de los
instintos de muerte y sexo, placer y dolor. Parece que un amor por el
que no se derramen ríos de lágrimas y de tinta, que no se fragüe en los albores
de la distancia e impedimentos sociales,
no es amor. Sigue siendo el amor platónico, nutrido en la idealización. Amor
vehemente de beatle inmaduro, amor plañidero de serial venezolano. La primera
protagonista de culebrón es Melibea llorando; “El amor es dolor y más dolor,
apenas llega placer cuando se ha de terminar. Tanto duro de ganar cuanto fácil
de perder” Si analizamos el lamento encontramos un oxímorón continuo
“Amor/Dolor. Placer/Terminar(Muerte) Ganar/Perder” Un oximorón es una oposición
de términos antagónicos que se complementan, lo cual revela este matrimonio
placer/dolor que tan mal casa en nuestras vidas. El placer amoroso es dolor
mortuorio.
El sufrimiento amoroso, la frustración
platónica, la perdida de ese amor que no lo fue, los celos, las envidias, el
odio como forma de amor despechado... todo ello indica a la sociedad que el
amor es autentico, verdadero. Cuando sufras, sabrás que amas. Esto es un
indicio de nuestra represión que arrastramos desde la edad media. Antes del
Corán, se escribió las 1001 noches. Antes del Buda de “Eliminando el deseo
desaparece el dolor” el taoísmo era el amor panteísta, el amor per sé. Antes
del - Eva, parirás con el dolor de tu vientre - “decadentes” romanos/griegos se
entregaban al desenfreno de las orgías. La clerencia, esa etapa medieval y
falocratica de la baja edad media extiende el bulo del valle de lágrimas y el ángelus. La cortezia, la alta edad media
trovadoresca y femenina, acepta sumisa el sufrimiento amoroso. Desde entonces
“sufrir en silencio” acompaña a la mujer, que no sólo lleva en su genética el rechazo
procreativo (Andre Gide analiza que las mantis religiosas hembras devoran al
macho tras el acto y que al ser más, son selectivas, mientras que el hombre no
desprecia presa. Con este alegato explica y normaliza la homosexualidad) sino
que culturalmente se las enseña a despreciar su cuerpo, a maquillarlo, a
ocultarlo. Goethe dijo una de las tonterías más machistas de la historia “El
eterno femenino nos impulsa hacía arriba” Cualquier sociólogo sabe que la
mujer, por educación, tiende menos hacía el abstracto y lo trascendente que el
hombre, que detrás de cada poeta elevado un “ángel del hogar” lavaba los
pantalones del gran hombre.
Quizá sólo en el renacimiento retornamos
brevemente a la voluptuosidad de la antigüedad. Es el interludio que deja el
giro cartesiano, la incertidumbre entre la muerte de Dios y su sustitución por
la diosa Razón. Se renace a los placeres vitales, florece el arte tras el
oscuro gótico y la media sonrisa de la Gioconda, como dice el anuncio, es un
breve suspiro, el claustro ahogado y mal oxigenado se toma un respiro. Es clara
la relación entre el politeísmo religioso de la antigüedad y su poligamia y
polisexualidad, y entre el Dios Padre, el Pater Familis y papá estado,
monoteísmo monogamico “El estado empieza en la familia y la idea de Dios en el
padre terrenal”. El complejo de Edipo, la rebelión al padre, se convierte en
una figura alegórica a tope.
El hombre occidental reprimido por su trabajo
y civilización Thanatos (El Ulíses de Joyce que no halla Itaca o sentido vital,
el burócrata kafkiano insignificante cual mosca o el extranjero enajenado) Ese
hombre moderno deniega de Dios, huye del padre autoritario, abandona el estado
social (Mata a los 3 padres) y se abraza a la madre naturaleza, un acto
incestuoso, se rebaja a los instintos y torna asocial. Ese es el complejo de
Edipo, mal de la era actual. Inciso de la teoría de Edipo para explicar que en
el renacimiento la figura autoritaria del Dios padre se rebaja gracias a
Lutero, que fue el principio del fin cristiano y a esto se deba una mayor
permisibilidad que en épocas más austeras. Este renacer del placer renacentista
es corto como la vida o las alas de una mariposa, pero voló en el infinito;
aparecen los primeros desnudos, se escribe el Decamerón... Contrareformistas,
neoclásicos y otros reaccionarios vuelven a establecer lo que Adorno y Marcuse
llaman el principio de realidad, que sólo es un marco de actuación pero se toma
como pensamiento único. La Razón, nuevo Dios, es la lógica de la dominación.
Los libros de texto cuentan que los románticos se revelan a esta regia
moralidad, pero como he empezado diciendo, ellos hablan más bien del desamor,
el dolor, los abatares del destino, las desventuras de un latiendo por Carlota
y que siembra una oleada de sucidios en Europa. Los románticos gestan a la
mujer con las costillas del eterno femenino de Goethe. Osea, e ideal
decimonónico femenino; pálida como un crisantemo marchito, cabellos finos y
sedosos de muerta, blanquecina tez de luna sin arrebol, doncella débil a la que
la vienen vahídos y mareos de tanto inhalar cajitas de rape, anémica, ojerosa,
más en la tumba que en la cama, más en el lago de Ofelia que en la vida.
Mientras, el teatro burgués es ejemplar; todos los sufrimientos que atraviesan
los enamorados por culpa de los convencionalismos de cada sociedad se verán
recompensados en el cielo, amor ultraterrenal, que huele demasiado a Platón y a
monserga eclesiástica.
Muerto Dios (Objeto) y la Razón (Sujeto
moral) la burguesía capitalista tiene carta magna, convierte al hombre en un
medio (Mata al humanismo, cuyo fin es el hombre y empiezan los tiempos
modernos.
Freud somete a Nietzsche al sicoanálisis y a
una terapia hipnótica. En el malestar de la cultura llama a la civilización y
la cultura principio de muerte, no obstante, no confía en derrocarla porque el
Eros es una fuerza destructiva y primitiva.
Marcuse es más optimista, cree que el problema esta en la sublimación
incorrecta del Eros, ha de desasociarse de la angustia de la muerte y
alimentarse de fantasía. En una sociedad alineada donde el proletario se reprime
sexualmente, condenado al onanismo, las perversiones sexuales, las patologías
clínicas y los crímenes sexuales podría dar rienda suelta a ese natural
instinto de muerte dentro de su mente. Recreándose en las fantasías sexuales,
él hombre se descarga de su represión pacíficamente. Marcuse sabe que la
imaginación es la que originó la represión, a través de ella también llega la
liberación. Imaginación al poder. El posmoderno intuye que sólo viviendo la
vida artística, sexual y fantásticamente el hombre será libre de sus cadenas y
grilletes (No mediante el conocimiento como los reos de la caverna, ni mediante
el Sapere Audem, dos ideas idénticas) La carga de libido de nuestro organismo
es reprimida en el trabajo, pero podría aprovecharse tales sustancias para ser
creativos en el trabajo, y no sólo productivos. Ya que producir crónicamente,
como producimos rebaños de Dollys y pensamientos únicos, es un sinsentido,
perdimos el sentimiento lúdico del niño interior. Nos angustiamos por un sentimiento
de culpa muy dentro, en el inconsciente, que convierte el sexo en algo oscuro,
sucio.
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