miércoles, 31 de agosto de 2016

reflexiones ORTEGA UNAMUNO


Ortega escribe ensayos e impresiones que después por él o por otros se harán tratados y al final conforman su Sistema, ya que el prefiere filosofar según sus impresiones. Es impresionista en el sentido de que todo lo que ve por delante lo hace objeto de su reflexión. Leer estos ensayos, que escribió un Ortega de espíritu juvenil, es una lectura sugerente del latín suggere o meterse debajo, hacía lo más profundo e interior de estas páginas. Ortega en el fondo sigue a Nietzsche cuando este dice que la única labor que al filosofo le queda es hacer una teoría sobre la vida humana, es decir; en el fondo; hacer literatura.   NOTAS DE VAGO ESTIO

Ortega pasea por los campos castellanos con los que establece una alegoría impresionista, en los que los campos son el cinturón dorado de las eras y las parvas relucen como joyas amarillas. Quizá con estas metáforas contrasta Ortega las diferencias de clase burguesía- campesinado de la época, no todo es oro lo que reluce y a veces el oro del moro es lo que como a urracas nos seduce, porque nos quedamos con las apariencias. Más estas soledades del campo castellano, que tan sublimemente cantó Machando, son el interior de nuestra España, la esencia del Problema de España; su España profunda. Y estos paisajes parecen la firma ondulante de un pintor impresionista, a la par que por sus venosos horizontes se va vertebrando esa España invertebrada de la que tanto hablará en sus escritos. Siguiendo la clásica contraposición urbe / pueblo delibiana enfatiza que cuando llueve nos sentimos invadidos por el orden natural que viene a destruir por momentos nuestro orden humano. Ósea que llueve y nos mojamos. Ósea que cuando llueve nos mojamos como los demás. Pasea el vago, el vago y maleante, Ortega y Gasset por la ruta del Cid, reconstruida por Menéndez Pidal con todo su “espíritu nacional”, henchido nacionalismo español que en la época reprochaban Unamuno, Baroja, Dór y todos los localistas y regionalistas que venían a decir que Teruel también existe. Pero Ortega es centralista, es madrilista, del chotis y la aristocracia del café Guijón, y en sus escritos salen sus amigos de tertulia, como Juan Ramón Jiménez, al que retrata buscando entre todos los burros castellanos “su borriquito de cristal”. Y luego Ortega pasa a divagar sobre la época de los castillos donde descansada el sistema feudal con una almena en la seguridad y otra en la protección. Así se explica un vasallaje en el cual el “criado” era -criado- (del sentido de que lo criaban) por sus señores (moral elitista) En la edad medía la producción se regula por el consumo y no el consumo por la producción como en el capitalismo. Se partía del presupuesto de gastos y no ingresos. (servir al amo era elevarse, un honor, y no denigrarse)  La mercancía se ha convertido en medio y la riqueza en fin

El vasallo natural, salvo caso de felonía, no podía abandonar a su señor. El señor los criaba y de ahí la palabra, los educaba (el Cid, siendo infanzón, manda a sus hijas a la corte para ser educadas)  y estos siervos no se sentían denigrados sino honrosos por servir a sus señores – sobre esta imagen yo no dudo que en aquella época no hubiera revoluciones y sólo pequeñas revueltas campesinas por el precio del trigo y todo eso, pero lo que sí que dudo es que los nobles, que no sabían ni leer ni escribir, educaran en mucho a sus siervos, y lo que es exagerado es que se sintiesen realizados sirviendo. Servir no auto realiza. Ser servido sí.   Ortega dice que en la antigüedad y en la modernidad, sin embargo, el hombre antes que hombre es animal político y ciudadano, y esa es la diferencia con la edad medía o post modernidad. Porque el derecho señorial- feudal lleva en sí mismo la guerra y el jurídico la paz. La política medieval era personalista, y esto llevaba a guerras. Al estar repartida y fragmentada en la antigüedad se garantizaba la impersonalidad – aunque hubiera líderes del pueblo como Pericles- Liberalismo y democracia se han confundido en la modernidad y a veces incluso se contraponen como en la democracia bolchevique o en el liberalismo de una dictadura.
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La democracia dice que el poder público es asumido por la colectividad representada y el liberalismo le pone limites a lo público. Y hoy en día, ocurre exactamente al revés, el capitalismo recae en las empresas privadas y lo público intentan ponerles limites. Antes era una política – representante del interés ciudadano- por encima de los ciudadanos, y hoy son unos empresarios por delante de los políticos, y por tanto, por delante de los ciudadanos. Y en el fondo es una vuelta al sistema señorial donde hay muchos señores, y se gobierna de forma personalista (el presidente de Zara, los 4 monopolios comunicativos que hay en España etc)  Y como diría Ortega; este gobierno personalista, sin un común consenso público, es el que llevaría a la guerra sin garantizar la paz. En el medioevo, como en la post modernidad, las filosofías de vida son optimistas frente a un mundo que es valle de lágrimas y dolor. En cambio, en la antigüedad o en la modernidad las filosofías eran críticas con el poder, pesimistas incluso como la de Shopenhauer que se lleva la palma en esto del nihilismo. El maduro no puede hacerse hombre salvaje del todo pero si cultivar cierta barbarie y niño interior pues la conciencia viene del inconsciente y la cultura de la vida. Ortega predica una moral de los atletas, de los nobles de corazón, de los deportistas y guerreros medievales que en vez de rehuir el dolor, vayan hacía él, lo afronten y lo superen, una moral de señores vitales en definitiva. El burgués reduce su vida al mínimo y triunfa la vida larga sobre la alta, la de calidad e intensidad. Bajo la inspiración del horror a la muerte, el buen burgués ha subido la esperanza y calidad de vida gracias a la creación de la mecánica y tecnología de la máquina (evitar el trabajo y esfuerzo innecesario) y a los avances médicos sobretodo. Tenemos que ser poetas de la existencia que le den a  su vida la rima exacta en una muerte inspirada. No hay arte sin éxtasis, sin estar fuera de sí y estamos ensimismados. Como santa teresa, señor. Como santa teresa.

Unamuno


Pasea Unamuno por las siete calles. Su cara esta triste. Sus ojos azules. Cae sirimiri. El pobre hombre se tapa con un paraguas. Mira el río. Toma café con leche, pastas, bollos con crema en una cafetería. Se ha puesto bombín para la ocasión. Anda opositando a funcionario. En un cuaderno anota apuntes sobre Kant y Descartes. Pasa inadvertido entre el gentío. Se acerca al mercado de Begoña y allá las señoras se pelean en la cola del mercado. Ortega y Gasset lo tiene frito ya. A él le gustan mucho los románticos, herder y FITSE. Es un individualista. Escribe sobre geografía física pero en realidad no se ha movido de su botxo. En esto es como Kant, un cartógrafo que no ha salido de su pueblo ni conquistado mujer alguna. Que vida triste. No le gusta la revolución francesa. Lee la Biblia. Le asquea la violencia anarquista. Cuida mucho su salud física. Es hipocondríaco y algo nietzsiano. Un poco enfermizo- neurótico. Solitario. Se levanta cada mañana.” Y cada mañana acude a la biblioteca de bidebarrieta. Allí lee que te lee. Su sueño no dura más de cinco horas. Se acuesta a las diez. Se levanta a las 5. A las 7 va a clase. A las 9 dibuja. A la 1 come. Habla de comida con un vecino. No folla. Descartes, hobbes, Spinoza, leibniz y Nietzshce tampoco follan. Unamuno es moral. Es profundo. Es pesado.
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