miércoles, 31 de agosto de 2016

LA WELTALNSCHAUUNG DE NUESTRA EPOCA



Hoy me he levantado de la cama y me he dicho; ¿Cual es la Weltanschauung, el paradigma de pensamiento, el edificio o estructura mental, la  cosmovisión o visión del mundo vigente hoy? O dicho de otra forma ¿cómo ven el mundo mis coetáneos? ¿con que gafas intelectuales? ¿en que modelo “científico” siguen creyendo a pies puntillas? ¿Qué método nos sigue interpretando la realidad? Y me he dicho que la ciencia, la filosofía y hasta el arte aún van de realistas y positivistas. ¿Cual es el espíritu de mi época, su tormenta de ideas, su bajura de los tiempos? La palabra Globalización ha venido a mi cabeza. Pero esa palabra se enlaza a otra; neo- capitalismo. Y esta se apoya a su vez en otras dos; utilitarismo tecnocratico y positivismo científico.  El positivo antepone la Razón al Corazón. El positivo cree en la Razón y no en la Imaginación. El positivo tiene cara indolente, nunca le pasa nada, ni bueno ni malo. Siempre positivo, nunca negativo. El positivo cree sólo en los hechos y fenómenos probados, tasados y estadísticos, y no en los noúmenos ni en Dios (ni en ningún otro misterio). Cree en lo inmanente y no en lo trascendente. Cree en lo fácil y no en lo difícil. Cree en el futuro y el progreso y no en mirar hacía atrás al pasado. Cree en lo y el objetivo y no en lo subjetivo. Cree en la colectividad y no en la persona individual. Cree en la técnica y el trabajo y no en la inspiración. Cree en una cosa que llaman “realidad” u “objeto” y no en la persona o en el sujeto que es demasiado subjetivo, humano, demasiado humano. Creen en lo cuantitativo, lo medible y no en lo cualitativo. Creen en lo práctico y pragmático y no en lo teórico abstracto. Cree en el instante y no en el presente. Creen en la racionalidad y no en lo que ellos tildan de fantasías. Así mismo se llaman positivistas lógicos.

Han coronado a la Diosa Razón. (que sólo es un nombre, Razón de Estado, con el que se cometen crímenes, se censuran novelas o se reprime el individuo) Alguien que como Bentham intenta medir la tasa de felicidad y sopesarla en un calculo sentimental o balance emocional donde la variantes sean el dolor y el placer para mí constituye un ejemplo de este inglés regio, de moral protestante regia, con espíritu de capitalismo, visión mercantilista y economicista, cerrado de mente, tacaño, con su falsa caridad cristiana, espíritu comercial como el judío de Venecia en Shakespeare, un huraño avaro, un hombre carente de imaginación y sentimientos, de ganas de inventarse una moral (para él la ética sólo son deberes, imperativos, obligaciones, casi diríamos obligaciones económicas, dividendos) Identifica el Bien con el bien material, con los bienes, que son los que al individuo dan “los pequeños placeres de esta vida”. Benthan o Mill apostaban por esta sociedad actual del bien- estar material y físico e inmanente y el malestar cultural, psíquico permanente.  Este hombre con mentalidad pequeño burguesa que pasaba de lo “metafísico”, y que se basa en la escuela escocesa del “sentido común”; y en el realismo directo, y en Adam Smith y los capitalistas. A este hombre, insisto, se le ha llamado filosofo y no es sino un comerciante- cura metido a moralista y encima lo peor de todo un racionalista con sensiblería en vez de sentimientos. Es el responsable de nuestra actual ética de mínimos y de la felicidad personal sedándonos del dolor de los demás, y sin ninguna solidaridad, en nuestro pequeño mundo y subsistema vital.

Por culpa de este hombre y de Comte tenemos lo que tenemos. Menos mal que hubo hombres como Sartre, conciencia viva del siglo XX, para arreglar un poco este asunto de la moral que desde luego bajo ningún concepto puede reducirse sólo a una ética de la felicidad personal o bien- estar colectivo. Hay otra palabrita que le falta en su sistema a Bentham o a Comte y es LIBERTAD. Y sin ella esta sociedad va camino de convertirse en esa anti- utopía del MUNDO FELIZ. Porque siempre se es feliz contra la infidelidad de muchas personas. Y además los esclavos también son felices, los que no tienen conciencia (por ejemplo de clase social o de sexualidad). Así claro que es muy fácil ser felices, al precio de matar la conciencia, pero un poco de humanidad, de sentimientos, ya que no se les puede pedir coherencia a los que así mismo se llaman ya racionales.  

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