NARCISO Y LA ETERNA JUVENTUD.
Si
el Prometeo Moderno quería la inmortalidad (sin saber q la suprema libertad de
ser inmortal y sensible a la vez, Dios y Hombre a la par, es lastrar una
condena de soledad), la eterna juventud es lo que pide el Narciso posmoderno.
Peter Pan, el niño del Tambor de Hojalata, el buen salvaje, el enfant terrible
de Rimbaud, el Dorian Gray, el niño inocente e inconsciente de Nietzcshe, el
Emilio de Rosseau, el niño uterino con recuerdos placentarios de la placenta
tipo Dalí... Infinitos mitos nos
ilustran sobre esta otra gran patología (consecuencia de la clonitis fobia); la
de mirarnos al espejo o al lago eternamente, la de querer recuperar el tiempo
perdido, recobrar la memoria, volver al paraíso infantil, al edén. Este, según
Hesse, es el más nefasto de nuestros sueños. Se puede ser niño pero no se puede
volver a ser el niño que éramos. Se puede- y yo creo que se debe- uno mismo re- inventarse, re- crearse, re-
nacerse continuamente, ser de nuevo niño pero aunque en esencia seguimos siendo
los mismos, cambiamos, maduramos, evolucionamos dinámicamente, y quien se
resiste al cambio muere según esa máxima de renovarse o morir en esta dinámica
vital, nunca puedes bañarte en el mismo río porque ni el río ni tú sois ya los
de antes. Las flores de la inmortalidad,
las de absalón, las de los lotófagos te hacen olvidar tu mortalidad. Son
fuentes de la eterna belleza, fangos y lodos de autocompasión y
autocomplacencia en que se baña y contempla Narciso, el ególatra y egotista.
Prepotente y sin autoestima, victima y agresor son las dos caras del
narcisismo. En el fondo este tipo sólo quería mirarse en el río, ver su careto
en el arroyo eternamente y que no se diluyera. Conservarse y a la vez conocerse
porque temía al tiempo, temía a la muerte y quería que el lago (una maquina
polaroid de los griegos) le inmortalizara. Parar el tiempo, congelarlo,
mientras uno se mira en el espejo, ese es nuestro más inconfesable suelo. El
lago, ese espejo de la verdad, mimetiza la esencia de la persona, su interior,
lo importante. ¿Qué si no intenta el arte? Manrique dividió la eternidad en 2
tipos; la otra vida (de la que mitos New Age y religiones clásicas intentan
convencernos) y la del recuerdo. Y esa es la inmortalidad a la que aspira el
Arte.
Me
refiero a todo Arte con mayúsculas, arte por el arte, es decir; hay modas o
vanguardias efímeras y puntuales (inspiradas por la musa $) que probablemente
no conquisten el recuerdo. El verdadero arte del buen escritor es un monologo
con la muerte sobre esta vida. ósea que escribir es propiamente no vivir pero
sirve para comprender esta vida.
Todo
creador crea a partir de su recuerdo (experiencia = soñado) y de su
experiencia, esperando el recuerdo colectivo que nunca llegará. Manrique le
escribe unas coplas al viejo recordándole con el objetivo de que le recuerden
eternamente las generaciones posteriores. Por eso se dice que la literatura es
memoria que perdura. Y en los cuadros igual, y basta “la memoria de la guerra
civil” (o los relojes blandos) de Dalí para ilustrarlo. Dalí en ese cuadro hace
lo que Proust en su obra; no sólo una creación para el recuerdo sino una
creación sobre la imposibilidad del recuerdo. Recuerdo que es blando y mojado,
porque todos se precipitan a la laguna estigia del olvido y al mar de nuestra
incomprensión. O sea que en el fondo el libro acabará en una biblioteca muerto
(las bibliotecas fantasmas de Borges) y el cuadro acabará desgastándose. Las
torres gemelas vienen a simbolizar esto de que ni los edificios tienen crisol
de eternidad. Y a sabiendas de la imposibilidad del recuerdo, ¿por qué seguimos
creando?
Dice
el refrán que para alcanzar el recuerdo hay que plantar un árbol, tener un hijo
y escribir un libro. El árbol lo
talaran, el hijo morirá y al libro lo descatalogaran y quemaran. Ya que vamos a
escribir un libro para que nos recuerden al menos tenemos que esforzarnos en que
sea sincero, y con ello sólo quiero repetir lo que ya cantaba el inmortal
Whitman; que quien toque ese libro toque a un hombre, vea que detrás del libro
alguien existió. Por eso al margen del estilo o la técnica, lo más importante
en el arte creo yo que es el artista que hay detrás, la voz con la que nos
habla (ya que los temas los hacen las palabras y las palabras sólo som
palabras). Y cuando se dice que el escritor es obrero del lenguaje o mero
vehículo de las palabras parece que es más importante el milenario lenguaje que
la persona viva y concreta que esta creando una ficción. Con esto defiendo el
ego de todo creador (ego, yo te absuelvo), porque esta en su derecho a
manifestar su yo que no deja de ser una conciencia universal por individual que
sea.
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