A este sentimiento
desconocido cuyo tedio me obsesiona dudo en darle el nombre de depresión o
tristeza. No la conocía, es un sentimiento tan hermoso y tan egoísta que casi
me produce vergüenza, cuando la tristeza siempre me ha parecido honrosa. No la
conocía, tan solo el tedio, el pesar, más raramente el remordimiento. Me
envuelve la tristeza como una seda, inquietante y dulce, separándome de los
demás. Hastío temor, soledad, egoísmo del hastío.
¿Qué tendrá la princesa Françoise
Sagan de labios de Fresa? Françoise Quoirez se llamaba en realidad. Coge el
personaje de la Albertina de Proust. La adolescente horrorizada de su madurez
vive deprisa. La novela surge del verso la vida inmediata de Paul Eluard. Una
niña bien de vacaciones con su padre viudo, y su amante en la costa azul de Marsella. Ella es una mujer equilibrada con la que el padre quiere casarse. Como
en las amistades peligrosas las risas harán olvidar que el amor es imposible. Mi
padre era de una irremediable frivolidad, dice la protagonista. Capta su época, crea un estadio de gracia que
es el verano. Sabe poco del amor la protagonista. Después de nada se disolvió
en el aire. La autora fue una celebridad tan joven que vivió deprisa, se aficionó a las drogas, el alcohol, y el
rock and roll. Françoise Sagan estuvo en clínicas de desintoxicación y perseguida
por hacienda. Se sentía una loca frívola como Elda Fitserald, la mujer del autor
del gran Gatsby que acabó loca. Su belleza inspira confianza. Al igual que la
protagonista de la novela, fue una niña mimada, que quería ganar todos los
concursos literarios. Fue perseguida por el fisco, y acabó arruinada, y
enganchada a la coca. Su vida fue un escándalo, un fenómeno social. Era un
monstruo encantador de frágil emoción, juerguista toda su vida, un genio. La protagonista
de Bonyour Tristesse quiere eliminar su amago de barriga, para disfrutar de sus
condiciones de don juan y purificarse en las sombras de París. “Cogía arena que
se escurre por los dedos, se escapa como el tiempo, es una idea fácil. Es grato
tener ideas fáciles”, dice en un momento la narradora protagonista (está
escrito en primera persona). La amante del padre, Ana, es seria y equilibrada,
divertida, pero al igual que el padre;
de una irremediable frivolidad. Françoise
Sagan ganó su finca en un casino y con los derechos de su novela. Pero acabó
enferma. Nos queda su novela perfecta, de frágil emoción, donde retrata al monstruo
de la adolescente y al monstruo de la amante. La protagonista sabe poco del
amor, lo sabe por los versos y los libros. una gran novela fresca y sencilla de leer, sin pretensiones.
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